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La degeneración moral.

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El debate del aborto.

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 Daniel Gaido y Cintia Frencia en “Marxismo y derecho al aborto. Los orígenes del decreto soviético de legalización del aborto de noviembre de 1920” (ARIADNA, 2020) exponen que en la Rusia zarista, el infanticidio y el aborto estaban vinculados en el Código Penal de 1885 como dos formas de asesinato perpetradas por la mujer. El Código definía el infanticidio como una forma de asesinato no premeditada, ya que presumía que la madre culpable había actuado impulsivamente, bajo la presión de una emoción abrumadora, en un estado físico y mental anormal ocasionado por “la vergüenza y el miedo” o por la angustia común al posparto. Por el contrario, el aborto era considerado como un acto premeditado, un delito cometido por elección, no por desesperación y, por lo tanto, desde el punto de vista legal, menos excusable y más reprobable que el infanticidio. Tanto en el caso del infanticidio como en el del aborto autoinducido, las penas para las mujeres en su calidad de madres eran prácticamente las mismas. Las mujeres en ambos casos perdían todos los derechos cívicos y debían ser condenadas a un mínimo de cuatro años de prisión correctiva; la pena máxima era de cinco años de prisión correctiva para el aborto, de seis años para el infanticidio. Los legisladores argumentaban que era necesario retener el concepto de aborto como asesinato porque el feto “ya pertenecía a la raza humana” aunque todavía no estaba “completamente desarrollado”; pero establecían sanciones más leves para quienes practicaban un aborto con el consentimiento de la madre o para la madre que lo practicaba ella misma. Las penas estipuladas contra las personas que ayudaban a las mujeres a practicarse el aborto era aún mayores que las aplicadas contra las mujeres mismas. De acuerdo con el Código Penal de 1885, cualquier persona condenada por practicar un aborto perdía su posición cívica (la pérdida de todos los derechos vinculados al estatus jurídico, conocido como muerte cívica, impedía que los condenados recuperasen su lugar en la sociedad) y podía ser sentenciada a seis años de prisión simple en caso de ausencia de consentimiento por parte de la mujer embarazada (hasta diez años si la mujer embarazada había muerto). Si la embarazada había dado su consentimiento, tanto ella como las personas que la habían ayudado a practicarse el aborto podían ser condenadas con la pérdida de derechos; la mujer misma podía recibir hasta seis años de encarcelamiento correctivo, mientras que el personal médico calificado podía ser condenado a penas aún mayores. La asociación médica más importante de Rusia, la Sociedad Pirogov, llamó la atención sobre el tema del aborto incluso antes de la revolución de 1905. En el noveno Congreso, celebrado en 1904, se creó una comisión especial para examinar la cuestión del aborto desde el punto de vista médico y social. El tema fue debatido en su undécimo congreso, celebrado en abril de 1910. Éste debate fue seguido por una discusión en el cuarto congreso de ginecólogos y obstetras rusos, reunidos en San Petersburgo en diciembre de 1911, el cual decidió recomendar que el gobierno despenalice el aborto. En el duodécimo Congreso de la Sociedad Pirogov, celebrado en el verano de 1913, el tema del aborto fue uno de los puntos principales en la agenda. Después de un largo debate, los delegados aceptaron una propuesta formulada por la Sociedad Médica de Omsk, según la cual el aborto ya no debía ser considerado un delito penal cometido por las mujeres, y los médicos que los practicaban sólo podían ser demandados si realizaban la operación por razones mercenarias (Waters 1985, pp. 251-251). En febrero de 1914, el Grupo Ruso de la Unión Internacional de Criminólogos, una asociación de abogados con opiniones políticas variadas, reunidos en San Petersburgo para su décima convención nacional, se hizo eco de la posición de la Sociedad de Pirogov sobre la despenalización, y finalmente votó, por 38 votos contra 20, con 3 abstenciones, a favor de eliminar el aborto del Código Penal. Los principios feministas algunas veces indujeron a médicas a apoyar la despenalización. La activista feminista y médica Mariia Pokrovskaia, la líder del Partido Progresista de las Mujeres, denunció las leyes que penalizaban al aborto como una restricción injustificada de la autonomía femenina y pidió la despenalización total sobre la base de que sólo las mujeres, no los médicos, estaban en condiciones de juzgar la legitimidad de sus propias necesidades, aunque Pokrovskaia no aprobaba el aborto, que consideraba una consecuencia de la indulgencia “anormal” de la sociedad en el placer sexual por sí mismo (Pokrovskaia apoyaba la despenalización del aborto porque defendía el control de natalidad como esencial para la “higiene racial”, es decir, la producción de niños de “mejor calidad”. Por otro lado, tanto la despenalización del aborto como el derecho a acceder a métodos anticonceptivos fueron defendidos por mujeres que, a diferencia de Pokrovskaia, se identificaban como socialistas, tales como E. Zinov´eva y Sofia Zarechnaia (Engelstein 1991, pp. 194-195). Tales demandas, por supuesto, no eran patrimonio exclusivo de las mujeres socialistas: Lenin veían defendiendo el derecho al aborto ya antes de la revolución de octubre. En mayo de 1913, por ejemplo, Lenin escribió: “Exigir la abolición absoluta de todas las leyes contra el aborto o contra la difusión de literatura médica sobre medidas anticonceptivas. Semejantes leyes no muestran sino la hipocresía de las clases dominantes… Libertad para la propaganda médica y la protección de los derechos democráticos elementales de los ciudadanos, hombres y mujeres” (Lenin 1913, 480). En noviembre de 1919, el experto forense Dr. Leibovich redactó una serie de tesis recomendado la legalización del aborto. En febrero de 1920, la División Médica del Comisariado del Pueblo para la Salud Pública distribuyó las tesis de Leibovich a todos los departamentos de salud con instrucciones de solicitar las opiniones de los trabajadores de la salud, de la justicia, los trabajadores sociales y las representantes del Departamento para el trabajo entre la Mujer del Partido Comunista. El escrutinio reveló que la comunidad médica soviética estaba mayoritariamente opuesta a la introducción de la nueva política (Gross Solomon 1992ª, p. 75). En los meses de abril a julio de 1920, el Departamento para el trabajo entre la Mujer del Partido Comunista organizó tres reuniones con representantes del Comisariado del Pueblo de Salud Pública y su División para la Protección de la Maternidad y de la Infancia para discutir la cuestión del aborto. Las reuniones se llevaron a cabo el 14 de abril, el 2 de junio y el 3 de julio de 1920. Muchas figuras destacadas del Zhenotdel tomaron parte en la discusión. Participaron activamente en las mismas el Comisariado del Pueblo de Salud Pública Nikolai Semashko, la directora de la Sección de Protección de la Maternidad Vera Lebedeva, y dirigentes bolcheviques destacadas como Inessa Armand, Alexandra Kollontai, Olga Kameneva y Vera Golubeva. Durante dichas reuniones, Semashko y Lebedeva presentaron una serie de tesis para la discusión. Las tesis comenzaban mencionando la peligrosidad del aborto clandestino para la salud de las mujeres y en consecuencia la necesidad de legalizarlo. El punto principal de cualquier legislación, argumentaron, no debía ser la protección de la mujer individual y su derecho a terminar un embarazo, sino la protección del colectivo y la salud de la madre por el bien de las generaciones futuras. El colectivo y la “conveniencia estatal” en otras palabras, debían tener prioridad sobre los “derechos individuales” (Wood 1997, p. 107, p. 252, nota 43): “Los participantes en las reuniones señalaron que criminalizar el aborto conlleva grave peligros para la salud de la mujer, ya que conduciría a su práctica clandestina. Si el aborto seguía siendo ilegal, las mujeres continuarían buscando ayuda de las parteras del pueblo y de las curanderas. Las autoridades médicas soviéticas insistieron en la necesidad de que tales cuestiones estuvieran en manos de profesionales y en que los abortos se practicaran en las instituciones médicas estatales. Al mismo tiempo, tanto Semashko como Lebedeva creían que las guarderías e instituciones de maternidad estatales podían servir como factores disuasivos en aquellos casos en los que las mujeres se practicaban un aborto debido a la compulsión de factores materiales externos. No todos los presentes en las reuniones estuvieron de acuerdo en que el aborto debía ser legalizado. N.A. Cherliunchakevich, un representante del Comisariado de Justicia, argumentó que el aborto debía seguir siendo un acto criminal que sólo sería permitido por una comisión especial, ya que el orden soviético no debía apoyar nada que pudiera conducir a “la destrucción del embarazo”. Yevgeni Preobrazhensky apoyó dicha noción, llamando a crear “tribunales sociales” especiales para decidir en qué caso debía practicarse el aborto. Quienes se opusieron a dichas objeciones afirmaron que las mujeres preferían practicarse abortos clandestinos, incluso a riesgo de morir, antes de contar aspectos íntimos de sus vidas a un consejo médico. Además, la maternidad debía ser vista como un derecho y no como un deber de la mujer libre y, por lo tanto, no debía ser regulada de dicha manera, Inessa Armand incluso propuso un nuevo eslogan, que hacía referencia a la política entonces en vigencia en la Rusia soviética, conocida como comunismo de guerra: “Bajo el orden comunista, es impensable que el nacimiento de un niño sea una forma de reclutamiento laboral” (Wood 1997, pp. 107-108). En el verano de 1920, tanto Krupskaya como Semashko instaron a la descriminalización del aborto en las páginas de la revista Kommunistka. En julio de 1920, en un artículo titulado “La guerra y el parto”, Krupskaya afirmó que la mujer que está embaraza ya siente los preparativos en su organismo para el parto y la lactancia. “Subjetivamente”, comentó Krupskaya, “la madre siente la interrupción de ese proceso como un crimen contra sí misma y contra el niño”. Pero Krupskaya declaró explícitamente su opinión de que no era un crimen destruir el feto, ya que todavía formaba parte del organismo de la madre y aún no era un ser vivo” (Gaido & Frencia, p. 68). Al mismo tiempo, el gobierno bolchevique enfatizó la necesidad de crear instituciones para madres e infantes como un incentivo positivo para desalentar a las mujeres a practicarse un aborto. De hecho, las autoridades hicieron todo lo posible para colocar la legalización del aborto dentro del contexto de políticas diseñadas para proteger a las mujeres como madres. Promulgaron una amplia gama de decretos e iniciaron campañas “en defensa de la maternidad y de la infancia”. Un decreto del 7 de octubre de 1920 inició “La semana del niño”, que fue celebrada del 12 al 18 de noviembre. Otro decreto del 11 de noviembre de 1920 estipuló medidas para proteger el trabajo y la salud de las madres lactantes (Wood, 1997, pp. 110-111). Éste fue el preludio a la adopción del decreto soviético de legalización del aborto. La firma del edicto legalizando el aborto se produjo rápidamente. En la primavera de 1920, comenzaron a circular rumores sobre un decreto que legalizaría el aborto. El tema fue discutido el 3 de noviembre de 1920 en una reunión de la Sociedad de Obstetras y Ginecólogos de Moscú a la que asistió, entre otros, el Comisario del Pueblo de Salud Pública, N.A. Semashko. Ésta reunión debía continuar el día 17 de dicho mes, pero se pospuso hasta el día 25. En el ínterin, el decreto fue firmado (Gross Solomon 1992b, p. 476, nota 5). El decreto de legalización del aborto, publicado en el periódico Noticias del Comité Ejecutivo Central de los Soviets el 18 de noviembre de 1920, contenía la mayoría de las disposiciones que Semashko y otros habían defendido, incluyendo el énfasis en la descriminalización del aborto como un mal menor comparado con los abortos clandestinos ilegales. El decreto oficial fue firmado por Semashko y Kurski, el Comisario del Pueblo de Justicia, con la intención de “proteger la salud de las mujeres”. Con éste decreto, la Rusia soviética se convirtió en el primer país del mundo en el que cualquier mujer podía solicitar una interrupción voluntaria del embarazo. Los profesionales médicos creían que los abortos ilegales a menudo dañaban la salud de las mujeres porque muchos procedimientos ilegales eran autoinducidos o realizados por practicantes no especializadas (“abuelas”) y, en ese entonces, no existían antibióticos para prevenir las infecciones cuando las operaciones se realizaban en condiciones no sanitarias. El decreto se refiere al aborto como un “mal” y a la necesidad de combatir ese mal a través de la propaganda masiva contra el aborto. Por lo tanto, aunque el decreto se comprometía a “permitir que éste tipo de operaciones se practique libremente y sin ningún cargo en los hospitales soviéticos”, también expresaba la intención del gobierno soviético de luchar contra éste fenómeno mediante la planificación del embarazo. Además, insistía en que los abortos sólo podían realizarse en hospitales soviéticos por médicos calificados; nadie más, incluidas las parteras, podía realizarlos. El decreto enfatizaba la posición de debilidad de las mujeres, su condición de “víctimas de charlatanes mercenarios y a menudo ignorantes”, y de las infecciones, incluso muertes, que sufrían como resultado de abortos llevados a cabo en forma clandestina. La responsabilidad general de supervisar el funcionamiento de la ley de aborto recayó en el Comisariado del Pueblo de Salud Pública y en su División para la Protección de la Maternidad y la Infancia. El Departamento para el Trabajo entre la Mujer del Partido Comunista no consideró incoherente apoyar el decreto de legalización del aborto de 1920 y, al mismo tiempo, agotar por la preservación de la maternidad, ya que la verdadera elección no era entre el aborto y el mantenimiento de altas tasas de natalidad, sino entre abortos legales (seguros) y abortos clandestinos. La aplicación del decreto tropezó con enormes dificultades, empezando por el hecho de que en miles de pueblos y municipios no había ningún hospital, y mucho menos uno con un médico capacitado para realizar abortos. Una vez legalizado el aborto, a pesar de las mejores intenciones de los funcionarios de salud, muchas áreas recurrieron a comisiones medicas especiales para determinar en qué casos se practicaría el aborto, debido a la grave escasez de camas en los hospitales. El aborto se practicaba en el 99,6% de los casos dentro de los primeros tres meses del embarazo, habitualmente sin anestesia y sin interrupción, en el transcurso de una sesión (Ruben-Wolf 1929, 6). En marzo de 1921 el gobierno bolchevique comenzó a aplicar un brutal “plan de ajuste” conocido como la Nueva Política Económica o NEP, política que le fue impuesta por el colapso económico del comunismo de guerra y por las rebeliones campesinas contra las requisas de grano, tales como la dirigida por Antonov en la provincia de Tambov, así como por la revuelta de los marineros de Kronstadt de marzo de 1921. En el marco de dicha política, el 9 de enero de 1924 el derecho de las mujeres a practicarse gratuitamente un aborto fue restringido a quienes tenían seguro médico en sus lugares de trabajo o a través de sus maridos: “Incluso en éstos casos se dio prioridad a ciertas categorías: (1) mujeres solteras desempleadas que recibían ayuda a través de las bolsas de trabajo; (2) trabajadoras solteras que ya tenían un hijo; (3) mujeres trabajadoras con varios hijos (es decir, al menos tres); y (4) esposas de trabajadores con varios hijos. Otra circular de ésta época agregó categorías adicionales de mujeres a las que se les permitía abortar en forma gratuita en los hospitales estatales: mujeres cuyo embarazo era producto de una violación, del uso de la fuerza o del engaño, o de su posición indefensa, de su estado inconsciente o de debilidad mental; menores solteras; mujeres cuyo embarazo ocurrió como resultado de la manipulación de la dependencia material, mujeres solteras y desempleadas, especialmente aquellas en circunstancias materiales difíciles; familias que vivían de un salario con tres o más hijos para las cuales cualquier momento adicional en el tamaño de la familia causaría considerable daño material, especialmente cuando había niños menores de edad; familias donde ambos cónyuges habían experimentado un desempleo prolongado; por razones médicas (tuberculosis, pelvis estrecha, enfermedad renal, etc.) o por motivos de eugenesia (epilepsia, enfermedad mental, sordera hereditaria, etc.). En noviembre de 1924 se establecieron comisiones regionales de aborto que otorgaban permisos para tener acceso a la interrupción voluntaria gratuita del embarazo y supervisaban que se estuviera respetando la lista de prioridades establecida. A pesar de todos los obstáculos materiales, el aborto fue gradualmente sacado de la clandestinidad y practicado gratuitamente en los hospitales públicos. En 1923, alrededor del 57% de los abortos aún se realizaban fuera de los hospitales. En el transcurso de la década de 1920, ésta cifra comenzó a descender al 43% en 1924, al 15.5% en 1925, al 12% en 1926 y al 10% en 1932 (Conius 1933, 37). Fuentes de archivo corroboran éstos datos e indican que, mientras que en 1923 el 42% de los abortos fueron practicados fuera de los hospitales, la cifra descendió al 37% en 1924, al 30% en 1925, al 25% en 1926 y al 24% en 1927. Al mismo tiempo, con la recuperación económica que siguió a la aplicación de la NEP, el gobierno soviético comenzó a enfatizar cada vez más la planificación del embarazo. En control de la natalidad fue legalizado en la Unión Soviética en 1923. Desde el otoño de 1924 en adelante, la rama de Leningrado de la División para la Protección de la Maternidad y la Infancia permitió que las comisiones de aborto tomaran la iniciativa y sugirieran la anticoncepción como una alternativa al aborto, y la Comisión Científica para el Estudio de los Anticonceptivos se estableció en 1925 bajo la égida de la División de Protección de la Salud y la Infancia del Comisariado de Salud Pública (Gross Solomon 1992ª, pp. 61, 78, nota 67, p. 66)” (Gaido & Frencia, pp. 71, 72).

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Sodoma & Gomorra.

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 Daniel Gaido y Cintia Frencia en “El marxismo y el movimiento de liberación homosexual: De la Socialdemocracia alemana a la Revolución rusa” (2020) abordan que la despenalización de la homosexualidad fue un producto de las revoluciones burguesas. Dicha demanda, abandonada por los partidos burgueses a medida que el ascenso del proletariado impulsó a la burguesía a buscar un compromiso con los terratenientes, el clero y las monarquías de los diferentes países, fue recogida por los partidos obreros marxistas, tales como el Partido Socialdemócrata de Alemania antes de la Primera Guerra Mundial y el Partido Bolchevique en Rusia después de la revolución de octubre de 1917. La despenalización de la homosexualidad en Rusia bajo Lenin, con la adopción del primer Código Penal soviético en junio de 1922, fue revertida en marzo de 1934, en el marco de la reacción estalinista. El delito de sodomía fue reintroducido en la legislación de la RSFR el 7 de marzo de 1934 y estuvo asociado con medidas que en 1936 prohibieron el aborto e hicieron el divorcio menos accesible. La repenalización de la homosexualidad en Rusia duró hasta el 3 de junio de 1993 y afectó el destino de muchos miles de personas: el número total de condenas registradas durante la era de la recriminalización de la homosexualidad masculina (1934-93) ascendió a entre 25 688 y 26 076 personas (Healey 2001, p. 263). El gobierno de Boris Yeltsin, que presidió sobre la restauración del capitalismo, decidió despenalizar la homosexualidad en Rusia en 1993 como una concesión a la estrategia de contrarrevolución democrática adoptada por el imperialismo estadounidense ante la crisis de los regímenes estalinistas en Europa del Este, pero bajo el régimen bonapartista de Vladimir Putin, en un gesto a la Iglesia Ortodoxa rusa, la Duma aprobó una ley el 11 de junio de 2013 prohibiendo la “propaganda de relaciones sexuales no tradicionales” y “la diseminación de cualquier información que pueda despertar el interés de los menores en éste tipo de relación”. De acuerdo a dicha ley, actualmente en vigencia, se pueden imponer multas fuertes a quienes proporcionen información sobre la comunidad lésbica, gay, bisexual y transgénero a menores de edad o realicen manifestaciones de orgullo gay, y los medios que diseminen dicha información pueden ser objeto de una suspensión de noventa días (Marie 2016, p. 103). La despenalización de la homosexualidad nació con las revoluciones burguesas. En la Francia del antiguo régimen, la homosexualidad masculina, definida legalmente como “sodomía”, era penalizada en la hoguera. Las ideas revolucionarias sobre la despenalización de la homosexualidad finalmente se plasmaron en el Código Penal adoptado por la Asamblea Constituyente francesa en 1791, el cual derogó las leyes francesas contra la sodomía, como lo hizo más tarde el Código Penal Soviético de 1922, por el simple expediente de no mencionar a la sodomía como un crimen punible. El Código Penal de 1791 no incluía ningún delito sexual aparte de la violación, que la jurisprudencia francesa definía como una agresión cuya víctima era necesariamente mujer. Otro tanto sucedió con el Código Penal de 1810, adoptado bajo Napoleón. La legislación del período revolucionario y napoleónico castigaba solamente la agresión sexual, los “delitos públicos contra la decencia”, el estímulo al “libertinaje” y la “corrupción de jóvenes” de ambos sexos. En consecuencia, cuando los tribunales correccionales condenaban a los homosexuales, lo hacían por delitos públicos contra la decencia, es decir, por los mismos motivos que condenaban a los hombres y a las mujeres que tenían relaciones sexuales en público. La pena por éste delito era generalmente varias semanas de prisión y/o expulsión del lugar de residencia. Los tribunales de justicia napoleónicos rara vez juzgaban a los homosexuales: hubo sólo cuatro casos conocidos, tres de los cuales involucraron a hombres que acosaban sexualmente a menores. La prohibición militar de la sodomía fue introducida en Rusia por Pedro el Grande en 1716, en el marco de la imposición a los soldados y marineros de nuevas formas de disciplina inspiradas en las lecciones de la “revolución militar” europea. La criminalización de la homosexualidad masculina fuera del ejército data de 1835, cuando el zar Nicolás I extendió ésta regulación a la población civil masculina en el nuevo Código Penal. En éste código, y en el que lo suplantó en 1845, la sodomía consensual fue castigada con el exilio a Siberia (bajo lo que luego fue el artículo 995 del Código Penal), y la sodomía agravada, es decir, practicada con menores o mediante el uso de la fuerza o mediante el abuso de un puesto de autoridad, fue castigada con el exilio con trabajos forzados (artículo 996). El artículo 995 del Código Penal ruso de 1845 contra la sodomía voluntaria era prácticamente una letra muerta en Rusia hacia el final de la era imperial. Los casos de violación de hombres y niños constituían el delito sexual entre personas del mismo sexo más frecuentemente perseguido por los tribunales zaristas. Se estimó que por cada condena debida al artículo 995, había cuatro debidas al artículo 996 (que penalizaba el uso de la fuerza o el abuso de la dependencia de la víctima o de un menor) durante los años comprendidos entre 1874 y 1904. (Healey 2001, pp. 80-81, 95). La ley zarista no decía nada explícito acerca del sexo entre mujeres, paradójicamente debía a su estatus legal inferior: las mujeres sólo alcanzaron la igualdad jurídica con los varones como consecuencia de la revolución bolchevique. Entre los defensores más articulados de la emancipación homosexual en la Rusia imperial se encontraban los abogados liberales, quienes argumentaban desde los principios de la secularización, el derecho a la privacidad y a la autonomía personal, es decir, no desde la posición de sujetos homosexuales, sino desde la de juristas luchando por crear un régimen liberal basado en el “estado de derecho” burgués. La ausencia de un movimiento consciente de homosexuales que pidiera la despenalización de la homosexualidad en la Rusia zarista no debe considerar como inusual, ya que sólo en Alemania existía una comunidad homosexual organizada: “La prostitución masculina era practicada en Rusia mayormente en casas de baños, donde a menudo se explotaba sexualmente a menores. Las casas de baños funcionaban como burdeles masculinos de manera similar a los prostíbulos en los que se practicaba la prostitución femenina “licenciada” (dichos prostíbulos son prácticamente la única fuente de información existente sobre relaciones sexuales y parejas lesbianas en la Rusia zarista). Los informes sobre prostitución masculina organizada en la casa de baños cesan después de la revolución de 1917. (Healey 2001, p. 35). El Gobierno Provisional burgués nacido de la revolución de febrero de 1917 no hizo nada por la liberación de los homosexuales rusos, la despenalización de la homosexualidad comenzó a ser debatida recién después de la revolución bolchevique de octubre de 1917. Ya el primer borrador del Código Penal, redactado durante el período del gobierno de coalición entre los bolcheviques y los socialistas revolucionarios de izquierda en 1918, despenalizaba la homosexualidad. Pocas semanas después de la revolución de octubre de 1917, el Comisariado de Justicia, encabezado por Isaak Shteinberg, un socialista revolucionario de izquierda, redactó un estatuto penal como parte de un ambicioso Código de Leyes de la Revolución Rusa. El artículo relevante en el estatuto de Shteinberg se titulaba “sodomía”, y se incluyó dentro de un capítulo específicamente dedicado a los delitos sexuales encabezado “Sobre la conducta indecente”. La ley de sodomía resultante legalizaba las relaciones sexuales consensuales entre adultos, definidos como personas de dieciséis años o más, aunque el consentimiento informado de adolescentes de catorce y quince años podía exonerar de penas a la sodomía con ciertos jóvenes también. (Healey 2001, p. 116). El primer Código Penal ruso soviético, adoptado finalmente el 1 de junio de 1922, despenalizó la homosexualidad masculina. La sodomía y el incesto no fueron nombrados en absoluto en el nuevo código. Se abandonaron los límites de edad explícitos para el consentimiento, y en su lugar se introdujo el concepto de “pubertad” (madurez sexual), que se determinaría por la opinión médica en cada caso. Cuando en 1926 se publicó un Código Penal revisado de la RSFSR, se reafirmó el mismo lenguaje y los mismos principios, incluyendo la ausencia de una prohibición de las relaciones consensuales entre personas del mismo sexo. La despenalización de la homosexualidad convirtió a la Rusia soviética en la potencia más importante desde la Francia revolucionaria en despenalizar las relaciones sexuales entre personas del mismo sexo, mientras que las condenas por delitos similares iban desde cinco años en Alemania a cadena perpetua en Inglaterra (por buggery o “sodomía”)” (Gaido & Frencia, p. 259). El primer Código Penal de la República Soviética de Azerbaiyán de febrero de 1923, a diferencia del código de la República Soviética de Rusia, prohibía la “sodomía”, al igual que los Códigos Penales de la Repúblicas Soviéticas de Uzbekistán, adoptado en 1926, y Turkmenistán, adoptado en 1927. En Uzbekistán era común la práctica de la prostitución masculina, a la cual eran sometidos sobre todo menores, conocidos como bacha (plural bachi), organizados en burdeles o “grupos de baile” por proxenetas que reclutaban niños en colusión con sus padres y tutores. Los legisladores bolcheviques estaban decididos a erradicar ésta forma de prostitución masculina, que involucraba la pederastia. Del mismo modo que los juristas revolucionarios, al mismo tiempo que combatían la prostitución, habían rechazado la criminalización de las prostitutas en la República Rusa, en los Códigos de Uzbekistán y Turkmenistán las prostitutas masculinas mismas no eran penalizadas, pero prácticamente todos los demás aspectos de la prostitución masculina fueron prohibidos. El “proxenetismo y reclutamiento de hombres para sodomía” era una ofensa aparte, penalizada de manera similar al reclutamiento (explícitamente de mujeres) para la prostitución en el Código Penal soviético. Único también en la legislación soviética fue el artículo 278 del Código Penal de las Repúblicas Soviéticas de Uzbekistán, que prohibía el acoso sexual a hombres. Su lenguaje invirtió el género del estatuto pionero de la República Soviética Rusa contra el acoso sexual de mujeres, adoptado por primera vez en 1923. Pero la lógica detrás de ésta medida era la misma: se temía que los hombres o los adolescentes en situaciones de dependencia cayeran en el riesgo de la prostitución (Healey 2001, pp. 159-161, 319-320). Como en Francia y en otras partes de Europa, las más influyentes defensas rusas de la homosexualidad provinieron de obras literarias y de la crítica cultural, es decir, fueron producto del esfuerzo individual más que colectivo. Alas, una novela de Mijaíl Kuzmín (un poeta, novelista y músico proveniente de una familia de la nobleza) publicada en 1906, fue la primera novela rusa de temática homosexual y causó gran escándalo cuando apareció. El libro de Magnus Hirschfeld, El tercer sexo de Berlín (Berlins Drittes Geschlecht), originalmente publicado en 1904, fue traducido al ruso y publicado en 1908 en San Petersburgo, en una edición a cargo del profesor V.N. Pirogov. En enero de 1923, durante una visita a Berlín, Semashko, el Comisario del Pueblo de Salud, afirmó ante los miembros alemanes del movimiento internacional para la “reforma sexual” que la legalización soviética de las relaciones homosexuales entre hombres era una medida deliberadamente emancipadora, parte de la “revolución sexual”. Las actividades de investigación y de reforma sexual del Instituto de Investigación Sexual del Dr. Magnus Hirschfeld, fundado en Berlín en 1919, eran seguidas con interés por los “higienistas sociales” soviéticos. Semashko visitó el Instituto con una delegación de médicos soviéticos, quienes pidieron que fuera proyectado el film Anders als die Andern (Diferente de los otros), una documentación cinematográfica sobre el amor homosexual hecha en 1919 con la participación de Hirschfeld. La revista del Instituto informó que los espectadores soviéticos expresaron asombro ante el hecho de que la película hubiera sido prohibida en Alemania, y que Semashko se sentía orgulloso de que en la nueva Rusia la anterior penalización de la homosexualidad hubiera sido abolida. También explicó que no se habían producido consecuencias infelices de ningún tipo como resultado de la eliminación del párrafo del Código Penal ruso que criminalizaba la homosexualidad, ni tampoco nadie había planteado el deseo de que se reintrodujera la pena en cuestión. En 1925, el “higienista social” de la Universidad de Moscú Grigorii Batkis publicó en Berlín un folleto en alemán titulado La revolución sexual en Rusia. En el mismo, Batkis decía lo siguiente en relación a la homosexualidad en la legislación soviética: La legislación no interfiere e ninguna relación sexual, siempre que la misma tenga lugar entre dos adultos sin ningún tipo de compulsión. La naturaleza de las actividades sexuales resultantes de tal relación es un asunto privado entre las personas involucradas. La cuestión de la moralidad pública no existe para la legislación en éste caso. La legislación soviética considera a la homosexualidad, la sodomía y todas las otras formas de gratificación sexual que la legislación europea presenta como una ofensa pública contra la moralidad de forma exactamente igual a las así llamadas relaciones sexuales “naturales”. Todas las formas de relación sexual son asuntos privados. La cuestión de la persecución penal sólo surge cuando se usa la fuerza y la coacción, como en el caso de una agresión o de que se haya infringido un daño a los intereses de otra persona. (Batkis 1925, p. 22): “Más tarde, Batkis y otros representantes soviéticos hablaron en las conferencias de la Liga Mundial para la Reforma Sexual, la cara internacional del Instituto de Investigación Sexual de Hirschfeld. A fines de junio de 1926, Hirschfeld viajó a Moscú y Leningrado como invitado del gobierno, probablemente a iniciativa de Semashko. Hirschfeld dio el primer informe de su viaje a Rusia el 4 de noviembre de 1926, en un evento organizado por la “Sociedad de Amigos de la Nueva Rusia” en el Hotel de Berlín Russischer Hof. Dicha conferencia, titulada “La reorganización de la vida sexual en la Rusia soviética”, trató no solamente de la homosexualidad sino también de la igualdad jurídica de la mujer y el hombre, de las nuevas leyes de matrimonio civil y de divorcio, de la protección estatal para la mujer y el niño, de la igualación de los derechos de los hijos legítimos e ilegítimos, de la prohibición de la violencia doméstica, de las provisiones para las familias monoparentales, de la planificación del embarazado mediante métodos anticonceptivos, de la legalización del aborto, de la prevención de las enfermedades sexuales, de la rehabilitación social de las prostitutas, del derecho otorgado a los presos a tener relaciones sexuales heterosexuales en las cárceles y de la coeducación: “En dicha oportunidad, Hirschfeld afirmó que “desde la revolución la Rusia soviética ha realizado una obra gigantesca”, y que “el desmantelamiento del viejo sistema y la construcción de una nueva sociedad, de una nueva relación entre sexo y sociedad, es un logro que hace época”. Sobre la posición de los homosexuales, hacía la siguiente observación crítica: “La homosexualidad no es penalizada en Rusia (sin embargo, sí es penalizada la seducción de menores, para quienes la madurez sexual se especifica como la edad individual de consentimiento). Extrañamente, la evaluación de la homosexualidad en Rusia se corresponde completamente con la visión generalizada entre nosotros: se considera la homosexualidad como algo degenerado, no proletario.” Hirschfeld consideraba que éste prejuicio carecía completamente de sentido (Hirschfeld 1926, p. 40). Anatoli Lunacharsky, el Comisario del Pueblo para la Educación, visitó el Instituto de Ciencias Sexuales de Hirschfeld en 1917 e informó de dicha visita con entusiasmo en el diario Krasnaya gazeta de Leningrado, afirmando que el aprendizaje debía ser mutuo… A finales de la década de 1920, los higienistas sociales soviéticos desempeñaron un papel prominente en la Liga Mundial para la Reforma Sexual, debido a la legislación bolchevique radical en materia sexual. En las primeras conferencias de la Liga, la despenalización soviética de la homosexualidad masculina era aclamada rutinariamente. La presencia de Alexandra Kollontai, junto con Batkis y el profesor ucraniano Nikolai Pasche-Oserski, en el “Comité Internacional” de directores de dicha organización le dio la apariencia de un apoyo oficial soviético, si bien Kollontai, a diferencia de Semashko y Lunacharski, nunca conoció a Hirschfeld personalmente ni participó en los congresos de la Liga Mundial para la Reforma Sexual. Al mismo tiempo, los miembros del Partido Comunista alemán (KPD) apoyaban públicamente las actividades del Instituto de Hirschfeld” (Gaido & Frencia, pp. 261, 262).

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Los derechos del culo.

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 El período de despenalización de la sodomía en la Rusia soviética se extendió desde 1922 hasta 1934, cuando Stalin le puso fin. En septiembre de 1933, Guénrij Yagoda, el Comisario del Pueblo de Asuntos Internos, sugirió a Stalin que una ley contra la pederastia era necesaria para todas las repúblicas soviéticas. Guénrij Yagoda informó a Stalin que la policía secreta había realizado redadas en Moscú y Leningrado, arrestando a 130 hombres presuntamente vinculados a “salones, centros, antros, grupos, y otras organizaciones de pederastas”. El objetivo de éstas “organizaciones” era supuestamente el espionaje, lo cual captó la atención de Stalin. Afirmando que “esos canallas deben recibir un castigo ejemplar”, Stalin ordenó a Yagoda la redacción de una nueva ley; el borrador fue apoyado fuertemente por sus colegas del politburó Kaganovich y Viacheslav Molotov (Healey 2002, p. 362). El 17 de diciembre de 1933, se publicó la Resolución del Comité Ejecutivo Central de toda Rusia sobre la homosexualidad, que se convirtió en ley el 7 de marzo de 1934. Dicha ley fue agregada como artículo 154-a del Código Penal de la República Socialista Federativa de Rusia el 1º de abril de 1934 (en su posterior numeración, artículo 121), y penalizaba las relaciones sexuales voluntarias entre varones con las siguientes palabras: 154-a. Las relaciones sexuales entre hombres (recibirán una pena de) encarcelamiento por un término de tres a cinco años. La sodomía cometida con el uso de la violencia o usando la posición dependiente de la víctima (recibirá una pena de) encarcelamiento por un término de cinco a ocho años. En otras palabras, en el derecho penal estalinista, la homosexualidad masculina pasó a pertenecer a los crímenes contra la persona y a castigarse con una pena de prisión de hasta cinco años –y en circunstancias agravantes (por ejemplo, cometer sodomía con menores) con un máximo de 8 años. Las operaciones secretas en Moscú y San Petersburgo contra hombres homosexuales orquestadas por la OGPU, comenzaron en el verano de 1933. El primer caso judicial bajo la nueva legislación contra la sodomía llegó al sistema legal convencional de Moscú (a diferencia de los tribunales de la OGPU/NKVD) después de los arrestos de los homosexuales que tuvieron lugar en noviembre de 1934 (Healey pp. 209-210). La asociación con Hirschfeld y el Comité Científico-Humanitario, que era una política oficial a comienzos del gobierno soviético, se convirtió bajo el estalinismo, a partir de 1933, en un síntoma de inclinaciones “contrarrevolucionarias” y de “convicciones fascistas”. En mayo de 1934 Harry Whyte, un miembro del Partido Comunista británico, escribió una carta a Stalin en la que planteó la pregunta: “¿puede un homosexual ser considerado alguien digno de ser miembro del Partido Comunista?”. En ese momento Whyte, que era homosexual, estaba trabajando en Moscú en el Moscow Daily News. Cuando se enteró de la nueva ley, le escribió una carta a Stalin, preguntándole como podía justificarla. Whyte señaló que la nueva ley estaba anulando todo el progreso que había tenido lugar en relación a la despenalización de la homosexualidad desde la Revolución de Octubre. La respuesta manuscrita de Stalin se conserva en los archivos soviéticos, en la primera página: “Para el archivo. Idiota y degenerado. J. Stalin”. La primera explicación pública del régimen estalinista sobre los “motivos” para la recriminalización de la homosexualidad masculina fue el artículo de Máximo Gorki, “Humanismo Proletario”, publicado en Pravda e Izvestiia el 23 de mayo de 1934. Dicho artículo colocó la cuestión en términos de la guerra de propaganda entre el fascismo y el “comunismo”. Los temas de ésta guerra eran la degradación moral y la seducción de la juventud por el fascismo. Gorki contrapuso una Rusia míticamente pura a un Occidente demasiado civilizado, declarando que el humanismo proletario estaba transformando las enormes reservas de energía “bárbara” de Rusia en “energía intelectual” productiva. Mientras tanto, el capitalismo utilizaba al fascismo para movilizar a los vástagos de la burguesía, física y moralmente agotados, hijos de alcohólicos, histéricos y sifilíticos”. En las miles de caras grises y disecadas es especialmente raro ver individuos sanos y de sangre pura, porque son pocos”. Entre los “cientos de hechos que hablan de la influencia destructora y desmoralizadora del fascismo”, la homosexualidad era una de las características más “repugnantes”. Lo que estaba en juego no era sólo la pureza y la salud de la población, sino también su cultura. Donde el proletariado gobernaba, la homosexualidad era considerada una fuerza que corrompía a los jóvenes y era castigada, mientras “en la tierra de los grandes filósofos, científicos y músicos (Alemania), se practicaba libre e impunemente”. Gorki negaba que los homosexuales pudieran constituir una minoría social digna de ser salvaguardada por el estado obrero como los judíos o “los hindúes, chinos y negros desarmados”, llegando incluso a lanzar la consigna, “Destruyan a los homosexuales y el fascismo desaparecerá”.  En una carta del 10 de junio de 1934 a uno de sus corresponsales, quien le pidió que escribiera un artículo para una revista francesa, Máximo Gorki escribió: “Recomiendo un artículo, “Humanismo proletario” publicado en Pravda hace aproximadamente un mes. Éste artículo fue muy aprobado por el camarada Stalin”. En enero de 1936, el Comisario del Pueblo Nikolai Krylenko declaró que la homosexualidad es producto de la descomposición de las clases explotadoras; en una sociedad socialista, basada en principios saludables, esas personas no existirían. La homosexualidad estaba, por lo tanto, directamente “vinculada” con la contrarrevolución. Desde entonces, bajo el estalinismo los abogados y médicos soviéticos hablaron sobre la homosexualidad principalmente como una manifestación de la “decadencia moral de la burguesía”, repitiendo literalmente los argumentos de los fascistas alemanes. En los estados alemanes durante la Edad Media, el delito de sodomía era castigado con la pena de muerte. En una sociedad tan fuertemente influida por la Biblia no resulta sorprendente averiguar que los delitos a los que se respondía con tan crudas medidas no fueran solamente los de naturaleza violenta o los que atentaban contra la propiedad. Dos faltas que se hacían acreedoras a un castigo cruento eran la blasfemia y la sodomía. Uno de los correctivos que podían aplicarse al blasfemo era el de perforarle la lengua con un atizador al rojo, aunque éste castigo se reservaba a los peores y más recalcitrantes agravios. Una primera transgresión se castigaba con un día en el cepo seguido de un mes de prisión a base de pan y agua; la segunda ofensa merecía ya que el reo fuese enviado a la picota en día de mercado y que se le dividiera en dos el labio superior; la tercera se saldaba con la separación del labio inferior; y en caso de que hubiera una cuarta se procedía a amputar la totalidad del labio inferior. Al final se cortaba la lengua al reo. En Alemania se practicaba una variedad horrenda que consistía en partir la lengua en dos. La homosexualidad, en tanto que perversa inversión del orden y el plan divinos, encontraba aun respuestas más duras. Espoleada por la iglesia, la legislación contra la sodomía fue haciéndose más implacable hasta que en torno al siglo XIV la pena de muerte terminó convirtiéndose en el escarmiento estándar: el método usado era por lo general la hoguera, aunque también se podía, bien es verdad que con menor frecuencia, enterrar vivo al reo. Después de que el Código Penal de 1791 despenalizara la homosexualidad en Francia, Prusia redujo la pena por homosexualidad de muerte a prisión y destierro, con la introducción del Código de 1794. En el marco de sus conquistas, Napoleón exportó el Código Penal a los territorios anexados al oeste del Rin, donde su vigencia se mantuvo hasta la introducción del Código Penal alemán el 1 de enero de 1872, así como a los Países Bajos. También Baviera siguió el modelo francés y despenalizó la homosexualidad en su Código de 1813. En Prusia, a partir del 1 de julio de 1851, la parte penal del Código de 1794 fue reemplazada por el Código Penal para los Estados Prusianos, el cual estipulaba como pena para la “fornicación antinatural” la privación temporal de los derechos civiles –en lugar del destierro- en su párrafo 143 (Thiele 1909ª, p. 1487). Luego del triunfo de Prusia en la Guerra Austro-Prusiana de 1866, el partido tradicional de la burguesía liberal, el Partido Progresista Alemán (Deutsche Fortschrittspartei) se escindió en un ala derecha, el Partido Nacional Liberal, que abandonó el programa histórico del liberalismo en aras de un compromiso con los Junker (aristócratas) y la monarquía prusiana. El ala izquierda conformó en 1884 el Partido Liberal Alemán (Deutsche Freisinnigen Partei), el cual se dividió nuevamente en 1893 cuando una fracción buscó nuevamente un compromiso con la monarquía. El resultado de éste abandono progresivo del programa revolucionario por los partidos de la burguesía fue que las demandas democráticas –la república, el sufragio universal, la milicia, la igualdad jurídica y política de la mujer, la separación de la iglesia y del estado, la despenalización de la homosexualidad, etc.- fueran recogidas por la organización de los trabajadores marxistas, el Partido Socialdemócrata. A partir de 1868 comenzaron las deliberaciones sobre un Código Penal para la Confederación Alemana del Norte, creada como resultado del triunfo de Prusia en la Guerra Austro-Prusiana de 1866. En dicha ocasión, el gobierno reunió a una Diputación para las Ciencias Médicas a la que pertenecían médicos famosos como Virchow y Lagenbeck, para que se pronunciara acerca del párrafo 143. Dicha comisión, en su informe del 24 de marzo de 1869, se declaró “incapaz de encontrar razones por las que, mientras que otros tipos de fornicación no aparecen en la legislación, se castigue el sexo con animales o entre hombres”. Sin embargo, el dictamen de la comisión fue rechazado porque la “opinión pública” supuestamente no lo aceptaría, y el párrafo 143 del Código Penal Prusiano reapareció en el borrador del Código Penal para la Confederación Alemana del Norte como párrafo 152 (Thiele 1909ª, p. 1487). El 1 de enero de 1872, luego del triunfo alemán en la Guerra Franco-Prusiana, el Segundo Imperio Alemán fue creado bajo el liderazgo de Bismarck. El nuevo estado adoptó un Código Penal basado en el Código Penal de la Confederación Alemana del Norte, que había entrado en vigor un año antes. El párrafo 175 del nuevo Código Penal Imperial que fue aprobado sin debate en el Reichstag en 1873, decía lo siguiente: “la fornicación antinatural cometida entre personas del sexo masculino, o entre hombres y animales, se castigará con pena de cárcel; también se podrán retirar los derechos civiles”. Así, el sexo consensual entre hombres se convirtió de nuevo en delito en Baviera y Hannover. El castigo mínimo fue reducido de seis semanas a un día, mientras que la pena máxima continuó siendo seis meses. La pérdida de los derechos civiles podía resultar en la pérdida del título de Doctor o en la prohibición de participar en las elecciones. Los fundadores del marxismo han sido acusados de homofobia en un artículo sobre Johann Baptist von Schweitzer cuyo autor describe a Schweitzer como “el Queer que Marx amaba odiar” (Keneddy 1995). Además de la afirmación gratuita de que Marx intentó inducir a Engels a hacer circular chistes homofóbicos en torno a Schweitzer con el fin de manchar su nombre, en una carta fechada el 10 de marzo de 1865 (tres años después de que Schweitzer fuera arrestado, en mayo de 1862, en parque de Mannheim, por tener relaciones homosexuales con un adolescente), la principal prueba que aduce el autor del artículo para acusar a Marx y Engels de homofobia es un carta de Engels a Marx, fechado el 22 de junio de 1869, que dice lo siguiente: El Urning que me enviaste es una cosa muy curiosa, son revelaciones extremadamente antinaturales; los pederastas comienzan a ponerse en contacto y descubren que son un poder en el Estado. Sólo carecían de organización, pero según ésta fuente, al parecer ya existe en secreto. Y puesto que tienen hombres tan importantes en todos los viejos partidos e incluso en los nuevos, de (Johannes) Rösing a Schweitzer, no pueden dejar de triunfar. “Guerre aux cons, paix aux trous-de-cul” será ahora el slogan. Es una suerte que nosotros, personalmente, seamos demasiado viejos para temer, cuando éste partido gane, que tengamos que pagar un tributo físico a los vencedores. ¡Pero la generación más joven! Sólo en Alemania un sujeto como éste puede presentarse, convertir ésta porquería en una teoría y ofrecer la invitación: introite (entren), etc. Lamentablemente, todavía no ha reunido el coraje para reconocer públicamente que es “eso” (“Das”), y debe seguir operando coram publico (públicamente) “de frente” (“von vorn”), si bien no “por delante” (“von vorn hinein”), como dice por accidente una vez. Pero espera que el nuevo Código Penal de la Confederación Alemana del Norte reconozca los “droits du cul” (“derechos del culo”), y entonces operará de manera muy diferente. Y a nosotros pobre gente “de frente”, con nuestra pasión infantil por las mujeres, nos irá entonces bastante mal. Si Schweitzer sirviera para algo, podría extraer de éste pequeño burgués peculiar los detalles de los pederastas en los ámbitos más altos, lo cual no le resultaría difícil como espíritus afines que son. Engels no está aludiendo aquí a la teoría general de Karl Ulrichs sobre el “Urning” (su término para homosexual), sino al folleto específico que Marx le envió titulado, Incubus: amor uranio y sed de sangre (Ulrichs 1869), como lo reconoce el propio Kennedy, ya que Ulrichs nunca escribió una obra titulada simplemente Urning (en otras palabras, Engels reporta el título equivocadamente). El folleto Incubus, Urningsliebe und Blutgier es un intento de explicar las causas que llevan a ciertos hombres a cometer violaciones y asesinatos de niños. El incidente particular que indujo a su escritura es el caso del teniente del ejército prusiano Carl von Zastrow, quien, en enero de 1869, fue acusado de violar y asesinar brutalmente a un niño de cinco años llamado Emil Hanke. Ulrichs, quien dejaba claro que no estaba defendiendo los actos de violación infantil y pederastia acompañados de asesinato, hacía sin embargo una súplica de piedad para tales criminales sobre la base de que se comportaban de esa manera no por malicia, sino más bien por una “disposición natural defectuosa” o una “naturaleza enferma” como lo llama alternativamente (Ulrichs 1869, pp. 37, 39). “El trabajo intenta usar los argumentos de los estudios anteriores de Ulrichs sobre el varón uranio (gay) como producto de una disposición natural que hace que se sientan atraídos hacia personas de su mismo sexo para probar que los pederastas violentos no deben ser tratados como criminales sino como personas espiritualmente enfermas, que no pueden controlar la naturaleza innata de su sexualidad más que un uranio o que un “dionio” (Dioning), o sea un heterosexual. Según Ulrichs: “El caso Zastrow está en estrecha relación con la naturaleza sexual del Urning que ama a los hombres” porque “a veces hay un anhelo, un deseo salvaje y desordenado en ciertas personas de cometer crueldades y de ver fluir la sangre sin una razón clara, una sed de sangre que, según parece, va mucho más allá de un estado mental responsable, que en el momento en que se hace presente parece presionar fuertemente sobre el alma del individuo como un incubo que se levanta del reino de la oscuridad” (Ulrichs 1869, pp. 75, 49). En el curso de su análisis, Ulrichs describió quince casos de “perversión” sexual además del caso Zastrow, muchos de los cuales involucraban a hombres mayores de alto rango en la sociedad alemana. El folleto es de una lectura muy difícil. Ulrichs, por ejemplo, describe en detalle cómo Zastrow violó, castró y golpeó a Emil Hanke, y más tarde cómo violó, golpeó, sodomizó con un palo y luego asesinó a un chico de 15 años. Los otros quince casos son de una brutalidad similar y contienen descripciones graficas parecidas. De hecho, Ulrichs quiere resaltar la brutalidad de éstos casos para demostrar su hipótesis de que su carácter era incontrolable. Por lo tanto, argumentaba, los tribunales no deben castigar a éstas personas, sino más bien buscar otros medios para frenar éste comportamiento. Es por éstos motivos que Engels describió la obra como algo “muy curioso” que implicaba “revelaciones extremadamente antinaturales”. Engels no estaba comentando aquí sobre la homosexualidad en general, ni sobre la militancia de Ulrichs a favor de la despenalización de la homosexualidad, sino sobre los fenómenos de pederastia violenta descritos en el Incubus. El movimiento alemán por los derechos de los homosexuales floreció recién en las décadas de 1870 y 1880. La idea de que existen personas “homosexuales” y “heterosexuales” fue presentada por primera vez en 1869 por Karl-Maria Kertbeny, un periodista húngaro nacido en Austria, y el término mismo recién alcanzó popularidad en la década de 1880. Ésto explica la falta de referencias al tema de la despenalización de la homosexualidad en las obras de Marx y Engels, y el hecho de que dicha demanda fuera defendida recién por sus discípulos dentro del movimiento obrero alemán, quienes en 1865 fundaron lo que pasaría a ser conocido en 1890 como el Partido Socialdemócrata de Alemania (Sozialdemokratische Partei Deustchlands, SPD).

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El párrafo 175.

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 Las relaciones entre el Comité Científico-Humanitario y el SPD experimentaron cierta fricción en 1902, con el estallido del escándalo en torno a la homosexualidad del magnate del acero Friedrich Alfred Krupp, quien vivía en la isla italiana de Capri varios meses al año. Los lugareños de Capri sabían que Krupp era homosexual, que tenía una serie de relaciones con jóvenes locales, y circulaban además historias sobre orgías homosexuales. Cuando éstas historias comenzaron a aparecer en la prensa local, Krupp regresó a Alemania, esperando que las aguas se calmaran, pero nunca lo hicieron. Se siguieron publicando artículos que mencionaban a un gran industrial alemán y la noticia finalmente llegó a Alemania el 8 de noviembre de 1902, cuando el periódico del Partido del Centro católico Augsburger Postzeitung citó informes al respecto de dos periódicos italianos, sin indicar el nombre del personaje involucrado. El 15 de noviembre de 1902, el periódico socialdemócrata Vorwärts hizo público en Alemania el nombre de Krupp en un artículo titulado “Krupp en Capri”. El artículo, al mismo tiempo que revelaba la identidad homosexual de Krupp, denunciaba en cinco ocasiones al párrafo 175 del Código Penal. Así afirmaba, por ejemplo, que “el caso debe ser discutido en público, con la necesaria precaución, ya que puede proporcionar el ímpetu necesario para finalmente eliminar del Código Penal alemán el párrafo 175, que no sólo castiga al vicio (Laster) sino que también condena la desafortunada predisposición de personas moralmente sensibles a un temor constante y las coloca ante la amenaza continua de caer en prisión o ser víctimas de chantajes”. Luego el artículo del Vorwärts desarrollaba el argumento de que el párrafo 175 del Código Penal no sólo era injusto en sí, sino que era doblemente injusto porque no se aplicaba a los miembros de las clases dominantes. Afirmaba, a contramano de la prensa burguesa alemana, que “Krupp no eligió Capri para proveer a los lugareños de caminos, sino porque el Código Penal italiano no posee ningún párrafo 175” –es decir, porque la homosexualidad no estaba penada en Italia. El artículo concluía afirmando: “Mientras Krupp continúe viviendo en Alemania, está sujeto a las penas que estipula el párrafo 175 del Código Penal. Cuando la perversidad conduce a un escándalo público, el estado debe intervenir inmediatamente. Esperemos que el público reflexione ahora sobre la necesidad de eliminar ésta contradicción entre la ley y la aplicación del derecho, que hiere el sentido de la justicia, y sobre la necesidad de eliminar el párrafo 175, que no erradica el vicio, pero agudiza el dolor del infortunio. La Socialdemocracia ha insistido repetidas veces en el Reichstag sobre la necesidad de dicha reforma”. Krupp envió el día mismo de la publicación un telegrama al fiscal del tribunal de distrito nro. I de Berlín solicitando el procesamiento del Vorwärts por difamación, lo que hizo que el número fuera confiscado por la policía. Toda la prensa alemana comentó sobre éstos eventos; varios otros periódicos en Dortmund, Dusseldorf, Hannover, etc., fueron procesados por la reimpresión del artículo y búsquedas domiciliarias se llevaron a cabo en sus oficinas editoriales. La prensa burguesa se preguntaba si las acusaciones del Vorwärts estaban basadas en la verdad o si había actuado “por motivos anticapitalistas”, para dejar claro, sobre la base de un “caso ejemplar”, la insostenibilidad del párrafo 175. En medio del escándalo, el 22 de noviembre de 1902, se difundió la noticia de la muerte de Krupp. La oficina oficial de telégrafos la anunció de la siguiente forma: “Villa Hügel, 22 de noviembre. Su excelencia Krupp murió ésta tarde a las 3 en punto. La muerte ocurrió como resultado de un accidente cerebrovascular que tuvo lugar 6 horas antes” (Hirschfeld 1903, pp. 1310-1310). Inmediatamente después del anuncio de la muerte súbita de Krupp a los 48 años, la prensa expresó dudas sobre si las declaraciones oficiales acerca de su muerte eran ciertas. Éstas dudas se intensificaron considerablemente cuando no se realizó una autopsia del cadáver. Al funeral, que tuvo lugar en Essen el 26 de noviembre de 1902, asistieron más de 20 000 personas, incluyendo los ministros de guerra, ferrocarriles, comercio, relaciones exteriores y marina, y, sobre todo, el Káiser alemán, cuya corona llevaba la inscripción: “Mi mejor amigo. Wilhelm”. En su discurso, el Káiser atacó a “los hombres que quieren ser líderes de los obreros alemanes” acusándolos de ser responsables de la muerte de Krupp, a quien la población obrera alemana tiene infinitamente tanto que agradecer”, y expresando su deseo de que la clase obrera pusiera fin a sus “vínculos con los autores de éste acto vergonzoso” (Hirschfeld 1903, pp. 1311-1314). En su respuesta al discurso del Káiser, el Vorwärts enfatizó que el emperador “no podía haber leído el artículo, ya que fue confiscado”, y que el periódico no había comenzado la discusión del caso Krupp por razones políticas, sino para fomentar “una reforma penal”: “Queríamos demostrar, mediante el caso de un nombre particularmente bien conocido, la necesidad de derogar el párrafo 175, que para muchos desafortunados es un azote constante, que no sólo pone al vicio en manos de los chantajistas y de los jueces, sino que amenaza todo el tiempo con una catástrofe a un error de la naturaleza y, como ha sido científicamente demostrado, ha causado un terrible número de suicidios –la eliminación de una disposición legal que también ha resultado en una enorme contradicción entre la ley escrita y su aplicación, y que hace que el destino de numerosas personas esté sujeto a la voluntad de la policía. Por eso mencionamos el caso Krupp, por eso llamamos la atención sobre el hecho de que en Alemania esas personas están totalmente a merced de la arbitrariedad del párrafo 175. (…) Estamos en condiciones de mostrar en el juicio, que creemos que se llevará a cabo públicamente, pruebas convincentes de la pureza de nuestros motivos y de la verdadera intención de nuestra acción. (…) Y debido a que no tenemos la más mínima razón para dudar de la fiabilidad absoluta y de la imparcialidad de nuestros informantes, sacamos de ésto la conclusión necesaria: si es cierto que el trágico final de Krupp está relacionado de alguna manera con los consabidos dos meses de publicaciones, entonces no fue víctima de una calumnia despiadada, sino una de las muchas víctimas del párrafo 175. (Hirschfeld 1903, pp. 1314-1316). La respuesta del periódico socialdemócrata Vorwärts es un ejemplo de la retorcida lógica progresista, Krupp no tenía problemas con el párrafo 175, iba y venía de Italia. El problema de Krupp es lo que ahora entendemos por “derechos de imagen”, la reputación pública es una imagen construida, que puede corresponder o no con la realidad, en el mundo de la propaganda y la publicidad las reputaciones públicas no se corresponden con los criterios de veracidad. Nadie crea una reputación pública para decir la verdad, sino para expresar ideales y mitos. Para decir la verdad, primero hay que tener acceso a la verdad, un problema metodológico. Los medios de comunicación son la desinformación institucionalizada. El Vorwärts se tomó el derecho de destruir su imagen pública al mismo tiempo que lo hacía una falsa víctima del párrafo 175. La retorcida lógica progresista se toma el privilegio de violar los derechos del individuo por “causas superiores”, acomoda los hechos a su narrativa política. La viuda de Krupp inició una acción legal contra el Vorwärts, pero la abandonó el 15 de diciembre de 1902. El Vorwärts expresó su satisfacción por el fin de la demanda, afirmando: “compartimos los sentimientos de la viuda, y nos satisface humanamente que nos liberemos de la necesidad de llevar a un hombre muerto ante la justicia”. Al mismo tiempo, insistió que “fue por el párrafo 175 que discutimos el caso Krupp. Los testimonios verdaderamente impacientes de personas que sufrieron el flagelo del párrafo 175 y que se acercaron a nosotros con motivo de nuestra publicación, han fortalecido aún más nuestra convicción de la necesidad de su eliminación o enmienda. Esperemos que, a pesar de la cancelación del juicio, el caso de Krupp no sea olvidado en la próxima revisión del Código Penal” (citado Hirschfeld 1903, pp. 1316-1317): “A pesar de que la petición del Comité Científico-Humanitario fue rechazada por el Reichstag en 1898, el interés en la cuestión había sido tan animado por la petición y los debates en el Reichstag que, después de que se celebraran nuevas elecciones al Reichstag en el verano de 1898, una segunda petición presentada por el Comité Científico-Humanitario alcanzó las 3 000 firmas. El documento llegó a la primavera de 1900 a una audiencia en la Comisión de Peticiones, justo después de que su presidente, el Dr Kruse, hubiera muerto y, de que un diputado del Partido del Centro católico, Wattendorff, un oponente de la petición, tomara su lugar. La mayoría de la comisión, integrada por conservadores, ultramontanos, antisemitas y nacional-liberales, decidió declarar la petición inadecuada para el debate en el plenario. Todos los esfuerzos de parte de los socialdemócratas de que la petición se debatiera en el pleno del Reichstag resultaron en vano, aunque el diputado socialdemócrata Adolf Thiele reunió las 30 firmas de diputados que las reglas de procedimiento exigían para que la petición se debatiera en el pleno. Hasta el final del período legislativo en 1903, la petición para la eliminación o limitación del párrafo 175 fue inscrita en cada nueva lista de peticiones pendientes de tratamiento, pero no fue debatida. Luego de la celebración de nuevas elecciones parlamentarias, la petición del Comité Científico-Humanitario fue presentada nuevamente al Reichstag en el otoño de 1903, y el 20 de abril de 1904 llegó a la Comisión de Peticiones. Fue presentada por el diputado del Partido del Centro católico, Johann Thaler de Würzburg, quien adoptó un punto de vista totalmente negativo, pero finalmente la Comisión decidió que la petición se discutiera en el pleno del Reichstag a insistencia de los 5 diputados socialdemócratas que la integraban. Sin embargo, pasó casi un año antes de que ésto sucediera: no fue hasta el 31 de marzo de 1905 que la petición fue nuevamente discutida en el pleno del Reichstag (Thiele 1909ª, pp. 1491-2)… La despenalización de la homosexualidad fue abandonada por el Partido Socialdemócrata de Alemania, junto con muchas otras demandas democráticas, después de que abandonó su programa revolucionario en 1914 y se convirtió en un partido del gobierno burgués desde 1918 en adelante. No obstante, está claro que la despenalización de la homosexualidad por el gobierno bolchevique en 1922 no fue un acontecimiento casual ni específicamente ruso, sino un producto de las posiciones de principio de los marxistas al respecto, ya en la época de la Segunda Internacional” (Gaido & Frencia, pp. 257, 258). El informe sobre la petición del Comité Científico-Humanitario, que había sido firmada por más de 5 000 personas, fue presentado en el pleno del Reichstag por el diputado socialdemócrata Adolf Thiele y reproducido en la revista editada por Hirschfeld. En su informe sobre la “cuestión de la homosexualidad y de la bisexualidad” (die Frage der Homosexualität und der Bisexualität), Thiele señaló que “tratar de juzgar tal cuestión desde el punto de vista de la mera moral, de la tradición, recuerda la época de la Edad Media, la época en que las brujas eran quemadas, los herejes eran torturados y la horca era utilizada contra los que pensaban diferente” (Hirschfeld 1906b, pp. 972, 974). Thiele puntualizaba que la petición no exigía la eliminación del párrafo 175 sino su modificación, en el sentido de que las relaciones homosexuales serían penalizadas sólo “si se llevan a cabo por la fuerza o con personas menores de 16 años o de una manera que constituya un escándalo público” (Hirschfeld 1905b, pp. 976). Luego de señalar el absurdo de que el párrafo 175 penalizara las relaciones homosexuales entre hombres, pero no entre mujeres, Thiele señalaba que la despenalización de la homosexualidad era la norma hacía ya mucho tiempo en “Francia, Holanda, etc.” (Hirschfeld 1905b, pp. 978-979). Thiele, siguiendo la tesis de Hirschfeld, afirmaba: “La ciencia ha reconocido que no sólo hay individuos masculinos y femeninos entre los humanos, como entre todos los demás seres vivos, sino que también hay un gran número de estadios intermedios, en los que ni el sexo masculino ni el femenino predominan. En el aspecto fisiológico ésto es reconocido; pero no se quieren sacar las consecuencias necesarias en la vida emocional y sexual. Es bien sabido que existen bastantes estadios psicológicos o fisiológicos intermedios” (Hirschfeld 1905b, p. 980). Thiele sostuvo que, aunque no compartía la teoría de Hirschfeld acerca de la existencia de un tercer sexo, “indudablemente, es el mérito del Comité Científico-Humanitario el haber lanzado enfáticamente al debate público éste aspecto psicológico de la cuestión homosexual” (Hirschfeld 1905, p. 981). Thiele extraía como conclusión de las investigaciones del Comité Científico-Humanitario la idea de que la “disposición natural que obliga a algunas personas a la homosexualidad, de acuerdo con las investigaciones, es tal que con ella cesa el libre albedrío, y no tenemos derecho a exigir a éstas personas que se vean forzadas a renunciar a la operación de ésta disposición natural” (Hirschfeld 1905, p. 994). Thiele pasó entonces a detallar los resultados de las tres encuestas llevadas a cabo por el Comité Científico-Humanitario sobre la cuestión de la homosexualidad, entre los estudiantes de la Technische Hochschule de Charlottenburg, en Ámsterdam y entre los trabajadores metalúrgicos de Alemania. En el formulario de la encuesta, que era voluntaria y anónima, el informante debía consignar si era homosexual, heterosexual o bisexual. La encuesta arrojó los siguientes resultados: los heterosexuales constituían el 94% entre los estudiantes de la Technische Hochschule de Charlottenburg, el 94,1% entre los habitantes de Ámsterdam y el 95,7% entre los trabajadores metalúrgicos. Los homosexuales y bisexuales constituían el 6% entre los estudiantes de la Technische Hochschule de Charlottenburg, el 5,8% entre los habitantes de Ámsterdam y el 4,3% entre los trabajadores metalúrgicos, mientras que los homosexuales constituían el 1,5% entre los estudiantes de la Technische Hochschule de Charlottenburg, el 1,9 entre los habitantes de Ámsterdam, y el 1,1% entre los trabajadores metalúrgicos. Es decir, las tres encuestas arrojaban porcentajes muy similares (Hirschfeld 1905, p. 982): “Thiele ofreció, en base a dichos porcentajes, las siguientes estimaciones sobre el número de homosexuales en Alemania: “El uno por ciento de los 56 millones de habitantes que tenemos en Alemania serían unas 560 000 personas, y, señores, ésta estimación del número de homosexuales en Alemania es probablemente demasiado baja más que demasiado alta. Las mujeres homosexuales no están incluidas. Si tomamos el mismo porcentaje para las mujeres, y no hay razón para usar un número diferente, tenemos más de 1 millón de habitantes en Alemania, el 2.2% según los cálculos del Comité Científico-Humanitario, que no se han realizado en el aire. Éstas personas, sin ninguna falta personal, están sujetas a una ley excepcional y deben esperar las penas más severas sin poder cambiar su naturaleza ni la responsabilidad penal por sus acciones. Es una condición escandalosa sujetar a más de 1 millón de personas a las disposiciones del párrafo 175, amenazarlas con castigos, aunque no se les puede atribuir una culpa personal” (Hirschfeld 1905, p. 984). Bajo las disposiciones del párrafo 175 del Código Penal, habían sido castigadas por “fornicación antinatural en toda Alemania 585 personas en 1900, 491 personas en 1899, 484 personas en 1895, 412 personas en 1890, y 391 personas en 1885. Éste era un porcentaje estable y al mismo tiempo ridículo y completamente arbitrario de las relaciones homosexuales que tenían lugar en Alemania. Thiele ofrecía las siguientes estimaciones: “Supongamos con el Comité Científico-Humanitario y los cálculos no están hechos al aire-, que tenemos 1 260 000 personas homosexuales en Alemania. Si de éstas la mitad son mujeres, entonces quedan 600 000 hombres homosexuales. Si estimamos que sólo dos quintas partes de éstos 600 000 homosexuales tienen la edad suficiente para ser penalmente responsables, entonces nos quedan 248 000 personas homosexuales, adultas, de sexo masculino en Alemania –alrededor de una cuarta parte (del total de homosexuales). Suponiendo que cada uno de éstos 250 000 hombres practica una vez por semana el acto homosexual, multiplicando por 52 tenemos un número de 13 millones de actos homosexuales cometidos anualmente en Alemania por hombres que son potencialmente punibles, de los cuales tan sólo 533 o 600 son castigados” (Hirschfeld 1905, p. 987)” (Gaido & Frencia, pp. 256, 257).

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Los Gestapettes.

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 Rupert Butler en “Stalin, instrumentos del terror. CHEKA, OGPU, NKVD, KGB de 1917 a 1991” (LIBSA, 2009), la Okhrana (Departamento de Seguridad) fue la agencia de la policía secreta de la Rusia zarista del siglo XIX, pionero en una serie de métodos adoptados por sus sucesores soviéticos, la CHEKA, la OGPU, el NKVD y el KGB, sino también por las SS de Hitler en la Alemania Nazi. Una de las medidas que tuvo su origen en la Okhrana fue, por ejemplo, la labor de los inspectores de bloques de apartamentos o Blockwärter, quienes proporcionaban información a la Gestapo local. A comienzos del siglo XX, en Moscú se hicieron rutinarios los registros sistemáticos a individuos políticamente sospechosos, también empleados en San Petersburgo entre 1906 y 1908. La Okhrana, nombre con el que se le conocía en Rusia, inició lo que más tarde se convertiría en práctica común: la obligación de llevar siempre consigo los papeles de identificación, el registro de viviendas y los datos personales de los vecinos. El bienestar del zar y de la familia real se confió al Grupo Especial de la Okhrana, cuyos efectivos procedían exclusivamente del Ejército ruso. En 1881, tras el asesinato de Alejandro II y la aparición del movimiento populista radical, se formaron equipos de especialistas para combatir el terrorismo, a los socialistas y a toda organización considerada hostil al Estado. Desde su sede en San Petersburgo, la Okhrana dirigía toda una red de oficinas y a lo largo y ancho de Rusia y, más tarde, en el extranjero. Especialmente importante fue la Oficina de Extranjería abierta en 1883 en País, inaugurada en respuesta al rumbo que estaba tomando la actividad revolucionaria desde el Imperio ruso hasta Europa central y occidental. Los oficiales de la policía rusa admiraban el servicio de seguridad interior francés, la respetada Sûreté General, y no tardaron en acceder a sus archivos, ya fuera con permiso oficial o de forma clandestina. Muchos de los más importantes revolucionarios rusos de los que se sabía que estaban establecidos en París tenían contactos en los países vecinos. Por ello, la Okhrana se vio obligada a extender su red más allá de Francia y a penetrar en sus células. Además, a los antiguos revolucionarios que habían sido arrestados se les dio la posibilidad de “doblarse” o “quebrarse”. La persuasión daba casi siempre un buen resultado: estaban la omnipresente amenaza de la cárcel, el exilio a Siberia y, en casos ya extremos, los escuadrones de ejecución de la propia Okhrana. En su momento álgido, la Oficina de París llegó a tener en nómina 40 detectives y 30 agentes desplegados por toda Europa, quienes prestaban especial atención a editores de literatura sediciosa clandestina, falsificadores de documentación y a todos aquellos elementos sospechosos de trabajar en la fabricación de bombas y en el contrabando de armas y explosivos. Sin embargo, la Okhrana no podía actuar a su antojo. La Asamblea Francesa tenía parte de diputados socialistas y radicales, muchos de ellos a favor de los revolucionarios rusos. Hubo protestas, seguidas de la petición de cierre de la Oficina de París. En 1913, los rusos accedieron, pero fue un mero subterfugio. Simplemente, los operativos llevaron a cabo su labor de forma clandestina, contratando los servicios de antiguos empleados de la Okhrana, junto con efectivos que habían abandonado el servicio de seguridad interior francés, Sûreté General. Aunque siempre se ha mantenido que muchas de las actividades de la Okhrana sirvieron de inspiración a sus descendientes soviéticos, lo cierto es que existieron grandes diferencias. Aunque la Okhrana podía ordenar ejecuciones sumarias, llevadas a cabo por escuadrones de ahorcamiento o de tiradores, sólo podía ejecutarlas en caso de que se produjera un levantamiento de campesinos y de que Moscú dictara la ley marcial. La deportación de prisioneros políticos a Siberia tenía que estar refrendada por una aprobación judicial. Durante el reinado de Alejandro II, se detuvo e interrogó a unas 4 000 personas por delitos políticos, pero sólo se ejecutó a una cantidad mínima. De mediados de la década de 1860 a mediados de 1890, en Rusia sólo se celebraron 44 ejecuciones, todas ellas por asesinato o atentado contra la vida de la familia real o contra funcionarios del Gobierno. En claro contraste, tras la implantación del Terror Rojo de Lenin en septiembre de 1918, la CHEKA ejecutó a cientos de personas. Por el contrario, durante el Gobierno de Stalin, el sanguinario NKVD actuó como juez, jurado y ejecutor. Entre 1935 y 1941 desaparecieron en el Gulag 10 millones de personas y 3 millones murieron ejecutadas. Además, el trato a los disidentes de Stalin fue mucho más cruel que el propinado por la Okhrana. El novelista León Tolstoi fue el disidente más célebre de su época; la policía de Alejandro III le tenía bajo vigilancia y censuraba su obra, pero nunca llegó a encarcelarle ni le impidió viajar al extranjero. Pensemos por otro lado, en la suerte que corrió Alexander Solzhenitsyn, quien, durante el Gobierno de Stalin, desapareció en el exilio interior de Archipiélago Gulag. La Okhrana había tenido como objetivo tanto a los liberales como a los revolucionarios, considerados ambos grupos una amenaza contra la autocracia rusa, pero, más adelante, se centró en la infiltración de agentes. En julio de 1913, Vladimir Ilych Lenin (1870-1924), hablaba de éste éxito con sus colegas, incluido Ramón Manilovsky, líder de los diputados bolcheviques en la Duma. Creían que había un agente infiltrado de la Okhrana con contactos en el entorno bolchevique. Y así era. Manilovsky, antiguo soldado y obrero de San Petersburgo, se había unido a los bolcheviques como activista en 1905, pero tuvo un enfrentamiento con la policía, y fue arrestado por su destacada actividad política. Para la Okhrana, era el material idóneo para un agente encubierto. Tentado con 100 rublos al mes, empezó proporcionando informes sobre los miembros bolcheviques, sobre los lugares de reunión y los almacenes de literatura ilegal. Su coartada (Lenin lo nombró candidato del Parlamento ruso o Duma) era ideal, pero quedó sin efecto con la subida al poder de los bolcheviques. Se descubrió su papel de espía, con la consiguiente incautación de los archivos de la Okhrana. La policía secreta, CHEKA, creada en diciembre de 1917, heredó muchas de las prácticas de su predecesora zarista, a la hora de hacer frente a los delitos políticos, con amplios poderes para registrar, encarcelar y exiliar. En la práctica, llegaría a convertirse en modelo de todos los servicios secretos de la era soviética. Cuando, en los años que siguieron a la muerte de Lenin, Stalin, secretario general del Comité Central del Partido Comunista, buscaba hacerse con el poder absoluto, fue adquiriendo un total conocimiento de muchas de las prácticas de la Ohkrana. Además, todo parecía indicar que, en cierto momento, el propio Stalin había proporcionado información a la organización y, como contrapartida, ésta había hecho la vista gorda ante algunas de sus actividades revolucionarias. Los detractores de Stalin mantenían que, aunque le habían arrestado varias veces, nunca había sido imputado por ningún delito mayor. Incluso, parecía que había escapado del exilio sin grandes complicaciones. Nunca se llegó a entender, por ejemplo, cómo consiguió la documentación para cruzar las fronteras rusas, finlandesa y polaca, o de dónde le llegaba el dinero necesario. Las sospechas surgieron de nuevo en abril de 1956, cuando la revista norteamericana LIFE publicó una fotografía de lo que pretendía ser un documento original enviado en 1913 desde la central de la policía de San Petersburgo a una comisaría local en Siberia. La carta refería las actividades de Josef Stalin como agente de policía e informador entre los años 1906 y 1912. En 1927 el psiquiatra A.O. Edelshtein describió un caso de “matrimonio entre mujeres” que había tenido lugar en 1922 en la Rusia soviética. Uno de los cónyuges, Evgeniia Fedorovna M., se habría presentado a sí misma como un hombre desde que había quedado huérfana en 1915, a los diecisiete años. Durante la revolución, había encontrado trabajo en la CHEKA como instructora política, en “órganos de investigación penales”, y participó en “requisas y búsquedas de monasterios”; luego viajó al frente sur, donde “participó en operaciones contra el bandidaje”. Durante éste tiempo había alterado sus documentos de identidad, adoptando el nombre masculino Evgenii Fedorovich; también comenzó a tener relaciones sexuales con una serie de mujeres. En 1922, mientras estaba asignada por la OGPU en una ciudad provincial, Evgeniia conoció y cortejó a “S.”, una empleada postal, y concluyeron un matrimonio oficialmente registrado, con Evgeniia Ferodovna presentando su documento de identidad alterado (masculino). Edelshtein, que parece haber podido entrevistar a S., informó que al principio ésta mujer no sospechó que su “esposo” no era hombre. Poco después del matrimonio, Evgeniia finalmente admitió ante S. que era mujer. Sin embargo, esto no puso fin a su relación. La indiscreción de Evgeniia “llamó la atención sobre sí misma y generó dudas sobre su sexo”, aparentemente inspirando a las autoridades locales a acusarla de un “crimen contra la naturaleza”. Evgeniia ganó el juicio, y el Comisario del Pueblo de Justicia se vio obligado en 1922 a reconocer el matrimonio entre las dos mujeres como “legal” porque fue concertado por “consentimiento mutuo”, aunque en realidad fue producto de un engaño a la contrayente, S. se había casado voluntariamente con “Evgenii Fedorovich”, un hombre, no con Evgeniia Fedorovna. La pareja permaneció unida durante otros dos o tres años. Después S. tuvo un romance con un compañero de trabajo masculino, con quien tuvo un hijo que Evgeniia legalmente adoptó. Las dos mujeres y el niño formaron una familia hasta que el regimiento de la OGPU de Evgeniia fue trasladado a Moscú. Evgeniia parece haber abandonado a su esposa e hijo para seguir su carrera en la OGPU, sólo para ser despedida en 1925, poco después de la llegada a la capital. Evgeniia Fedorovna M. afirmaba que las mujeres de su tipo “consideran que su sexo es un malentendido y desean transformarse en personas del sexo opuesto”, pero no argumentaba que por una cirugía para transformar su cuerpo. En cambio abogaba por la aceptación del “amor entre personas del mismo sexo como una variación particular” en la humanidad. Una vez que los miembros del “sexo intermedio” dejaran de ser “oprimidos y sofocados por su propia falta de conciencia y por la falta de respeto pequeño burguesa”, sus vidas serían socialmente valiosas. Resulta interesante que tuviera el discurso del “sexo intermedio”, una ideología y un mito sexual. El problema es que la agente Evgeniia no seducía a mujeres lesbianas, sino a mujeres heterosexuales como el masculino “Evgenii Fedorovich”, un abuso que no consideran las normativas en materia de género. Las mujeres no sólo son acosadas por hombres heterosexuales, sino también por mujeres que se hacen pasar por varones. Para la gente que tiene algo de sentido común, entiende que los activistas sociales trabajan para gobiernos extranjeros y en ocasiones son agentes de inteligencia, el activismo político y la democracia liberal les permite alcanzar cargos en los gobiernos, y que cualquier Gobierno o policía secreta con un mínimo de sentido común, infiltra los movimientos y las organizaciones, recluta a ex miembros como informantes y tiene archivos de todos los topos. Donde los demás ven instituciones públicas y organismos autónomos, yo veo una red de agentes que se traicionan sin el menor remordimiento. Salvador Dalí estaba fascinado por Franco y Hitler, Michel Foucault por Hitler, las anarquistas por Mussolini y algunas feministas por Santiago Abascal. Alan Riding en “Y siguió la fiesta. La vida cultural en el París ocupado por los nazis” (CRÍTICA, 2012), aborda el colaboracionismo. Henry de Montherlant, un cuarentañero aficionado a perseguir muchachos pequeños, culpaba a la Tercera República de la humillación francesa y daba la bienvenida a los alemanes nazis como viriles guerreros. Jean Guéhenno citaba a Marcel Jouhandeau, Robert Brasillach, Henry Montherlant, Abel Bonnard, Serge Lifar y Jean Cocteau como la prueba de que entre los homosexuales había un mayor número de colaboracionistas. La psique homosexual veía a Francia como la mujer rendida ante la fuerza masculina de Alemania, no necesitaban que los convencieran, para ellos era una realidad evidente. Después de ser la cuna de los Caballeros Templarios, actualmente Francia es la mujer rendida ante la fuerza masculina musulmana. El insulto habitual que recibían era “pédéraste”, o el de “Gestapette”, que recibió Abel Bonnard, una combinación de Gestapo y tapette para señalar que los homosexuales de letras eran tolerados por los nazis. De hecho, ninguno era radical, comunista o socialista. De todos los artistas franceses que tuvieron que vivir bajo la ocupación nazi, los escritores fueron quienes se vieron obligados a adoptar posiciones más definidas y asumir más riesgos. Pintores, compositores, directores teatrales y actores podían seguir trabajando sin tener que aplaudir o lamentar la humillación de Francia. Los escritores franceses, en cambio, se habían arrogado hacía el derecho de opinar sobre cuestiones políticas, y continuaron expresándose con su acostumbrada grandilocuencia, elogiando a Pétain, alimentando el antisemitismo, justificando la ocupación o incluso defendiendo a Hitler. Con ello, sin embargo, estaban firmando también sus propias sentencias. Tras la liberación, su tarea de proselitismo no admitía ambigüedades: todo constaba por escrito. Paradójicamente, lo mismo puede decirse de los escritores del otro bando. Aunque su periódico clandestino Les Lettres Françaises y sus libros no menos clandestinos contaban con relativamente pocos lectores, la magia de las palabras impresas (en éste caso denunciando a los nazis y al régimen de Vichy) les otorgó el poder de juzgar a sus colegas, condenados ahora al ostracismo. La rueda de la fortuna había girado rápidamente. En apenas cuatro años, ambos bandos tuvieron ocasión de saborear los privilegios y los peligros de ser escritor en un país donde las palabras contaban más que los actos. Sin embargo, y a pesar del intenso fuego cruzado verbal, la línea que separaba a los buenos de los malos era a menudo difusa. Al final, en el bando de los perdedores hubo tanto fascistas declarados como partidarios de Vichy, nacionalistas antisemitas y oportunistas cínicos. Flotando en tierra de nadie quedaron los antiguos conservadores, los católicos fervorosos y los anticomunistas. Entre los vencedores había numerosos comunistas y un número más reducido de hombres y mujeres más inspirados por unos principios que por una ideología. Durante la ocupación, las posiciones también fueron cambiando, sobre todo cuando los primeros pétainistes empezaron a retirar su apoyo a Vichy y se decantaron abiertamente bien por los nazis, bien por la Resistencia. Al mismo tiempo, los vínculos personales a menudo invalidaron las diferencias políticas. Desde el principio, Pierre Drieu La Rochelle y André Malraux fueron adversarios políticos, pero nunca dejaron de ser amigos; en 1943, Drieu La Rochelle se convirtió en padrino de uno de los hijos de Malraux. Asimismo, el résistant jean Paulhan nunca rompió sus lazos de amistad con el escritor colaboracionista Marcel Jouhandeau, ni siquiera cuando la esposa de éste denunció a Paulhan a la Feldgendarmerie, la policía militar de la Wehrmacht. También se estableció un acuerdo tácito entre el escritor colaboracionista Ramon Fernandez y Marguerite Duras. Fernandez vivía un piso más arriba que Duras en la rue Saint-Benoît, en Saint Germain-des-Prés, y nunca informó de las reuniones de la Resistencia que se celebraban en el apartamento de la escritora. Al mismo tiempo, Duras intentó ignorar las ruidosas reuniones de fascistas que tenían lugar en casa de Fernandez los domingos por la tarde. De hecho, incluso compartían la mujer de la limpieza. Por su parte, Guitry y Cocteau aprovecharon sus conexiones con los alemanes para ayudar a escritores con problemas. En algunos casos, sin embargo, las relaciones se envenenaron: el odio que Drieu La Rochelle sintió hacia Aragon durante la guerra se puede explicar tan sólo teniendo en cuenta la intensidad de sus vínculos anteriores: “En realidad, y dejando la política a un lado, los escritores de renombre en el París ocupado tenían muchas cosas en común. Algunos eran ricos e independientes, otros trabajaban en editoriales, muchos percibían ingresos regulares escribiendo para un sinfín de publicaciones y unos cuantos daban clases en institutos. En todo caso, muy pocos pasaban frío en invierno o sufrían la escasez de alimentos que acosaba al resto de parisinos durante todo el año. Muchos eran de extracción burguesa y habían estudiado en las mismas escuelas y universidades, entre ellas la meca de la existencia intelectual, la École Normale Supérieure. A menudo comían o cenaban juntos en la Brasserie Lipp, asistían a los conciertos de la Pléaiade o alternaban en los salones de sociedad organizados por ricas anfitrionas. Se leían y criticaban mutuamente, cotilleaban de forma insaciable, formaban grupitos, insultaban a sus enemigos en privado y les daban la mano en público. Varios de los que se unieron a la Resistencia literaria mantenían buenas relaciones con un puñado de alemanes “buenos”, a quienes se les aplicaba ese adjetivo porque, a pesar de ser antisemitas declarados e incluso miembros del Partido Nazi, eran también francófilos… Persuadidos por la promesa de la Revolución nacional de Vichy, por lo menos hasta el regreso de Laval al poder en abril de 1942, algunos escritores moderados centraron sus esperanzas en Pétain. Jean Zay, el ministro de Educación del Frente Popular, se mostró sorprendido por el número de escritores que se traicionaron a sí mismos. Mientras unos pocos grandes escritores salvan su honor con la dignidad de su silencio, la mayoría corren a servir a los nuevos dioses, olvidando curiosamente su pasado y sus propias obras. Los intelectuales fascistas de preguerra, por lo menos, fueron consecuentes celebrando la victoria nazi. Para ellos, las lecciones de piedad católica de Vichy eran irrelevantes, mientras que su viejo líder y su mediocre Gobierno eran desde luego incapaces de salvar el país. En su opinión, la derrota había abierto las puertas a un futuro distinto, donde Francia asumiría su nuevo papel en la nueva Europa de Hitler. Entonces, con los judíos despojados de poder, el comunismo internacional derrotado y el mundo anglo-americano neutralizado, la Francia fascista, con su imperio intacto, iría recuperando poco a poco su talla moral y su dignidad. En otras palabras, los nazis no tenían que reclutarlos, pues ya creían ciegamente en ellos. Con muy pocas excepciones, los fascistas de la década de 1930 siguieron siendo fascistas durante toda la ocupación” (Riding, pp. 270, 271, 272, 173).

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La reforma moral.

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 Uki Goñi en “La auténtica Odessa. La fuga nazi a la Argentina de Perón” (PAIDÓS, 2002) hace un análisis de las relaciones del gobierno argentino con el Tercer Reich. Hacia la mitad de la Segunda Guerra Mundial, y poco antes del golpe militar del 4 de junio de 1943 que otorgó el poder a una dictadura de jóvenes coroneles leales al Eje en Buenos Aires, un agente nacionalista estableció contacto personal con los líderes del Tercer Reich, prometiendo el apoyo de Argentina a Hitler y pidiendo ayuda para la resistencia contra Estados Unidos. Desde 1930, Argentina había sido gobernada por una sucesión de dictadores militares y presidentes elegidos de manera fraudulenta, bajo los cuales una sociedad que antaño había sido avanzada y bastante liberal había adoptado un rumbo conservador. Éstos regímenes trataban de legitimarse subrayando los vínculos de raza, fe y lengua con España y con la dictadura del general Franco. Algunos querían anular la guerra de independencia argentina e importar a un regente español para gobernar un reconstruido Virreinato del Río de la Plata. Los mandos militares nacionalistas más poderosos y los dignatarios de la iglesia soñaban con transformar Argentina de una república secular en una nación “católica hispánica” que pudiera actuar como contrapeso de su “materialista” pariente del norte, los Estados Unidos “anglosajones”. Éstos estaban convencidos de que Argentina formaba con España y el Vaticano un “triángulo de paz” trasatlántico en el que se podían preservar los “valores espirituales de la civilización”. En 2024 ese sueño es una broma: Alemania, Francia, España, Argentina y México son las putas de Estados Unidos, y Estados Unidos es la puta de China, su principal acreedor. Las naciones cristianas de los Cruzados han sido destruidas por el liberalismo. Cuando se inició la Segunda Guerra Mundial, Argentina se hallaba dividida en dos bandos: uno pro-aliado y otro proto-nazi. Los simpatizantes de Alemania ostentaban el poder con el apoyo de la Iglesia Católica. Un débil presidente civil, Ramón Castillo, mantenía una apariencia de estricta neutralidad, mientras sus principales asesores civiles y militares buscaban el contacto directo con Berlín. El enviado que viajó a Alemania para mantener reuniones privadas con Ribbentrop y Himmler fue Juan Carlos Goyeneche, un nacionalista católico muy bien relacionado cuyo abuelo había sido presidente de Uruguay y cuyo padre había sido alcalde de Buenos Aires en los años anteriores a la guerra. Goyeneche mantenía estrechas relaciones con el ministro de Relaciones Exteriores argentino y actuaba como agente de confianza de un coronel del ejército: Juan Domingo Perón. El general de brigada de las SS, Walter Schellenberg, dirigía la División de Inteligencia Exterior de la SD de Hitler. Ésta constituía el Departamento VI de la Oficina Central de Seguridad del Reich de Himmler; el Departamento IV era la temida Gestapo, mientras que el IV-B4 era el Departamento de Asuntos Judíos de Adolf Eichmann. Goyeneche colaboraba con la División de Inteligencia Exterior de las SS: Ausland-SD. Éste servicio secreto había establecido en Argentina su cuartel general en el continente americano. Una larga lista de agentes se hallaba conectada con Berlín a través de una serie de transmisores secretos conocidos como “Red Bolívar”. Juan Domingo Perón recibió entrenamiento militar en el ejército de Benito Mussolini y era muy conocido en la embajada argentina de Madrid. La embajada servía de lugar de paso para las armas que Argentina compraba a los nazis. Contaba con el apoyo secreto del régimen de Franco, que daba cobertura al transporte terrestre de armas de fuego y municiones a través de la Francia ocupada hasta los puertos españoles, y a su envío desde allí en barcos españoles a Argentina. Schellenberg gozaba del pleno respaldo de Himmler, quien toleraba sus intentos de desarrollar iniciativas secretas de paz con las potencias occidentales. Basándose en sus fuentes del servicio de inteligencia, muy pronto se dio cuenta de que la masiva producción de armamento de Estados Unidos decidiría el resultado de la guerra. En consecuencia, durante la guerra mantuvo los contactos con Occidente, actuando personalmente o a través de sus agentes. La más atrevida de esas propuestas de paz tuvo lugar en 1943, a través de las “fuentes especiales” de Schellenberg, Max von Hohenlohe y Reinhard Spitzy, representantes en Madrid de la fábrica de armas Skoda. Éstos celebraron varias reuniones en Berna con Allen Dulles, supervisor de la Oficina Estadounidense de Servicios Estratégicos (OSS) en Europa. Sólo unos meses después de las conversaciones con Dulles, Spitzy trataría de negociar un pacto secreto de armamento con uno de los coroneles de Perón en Madrid, siempre con el respaldo de Schellenberg. Goyeneche obtuvo la autorización para telegrafiar a Argentina informando de los resultados de las conversaciones y utilizando el código diplomático alemán. El uso de las claves secretas alemanas se había aceptado porque los argentinos no confiaban en sus propios diplomáticos en Berlín, y de hecho no se les dijo nada acerca de la misión de Goyeneche. El agregado naval de Argentina en Berlín fue quien enseñó el procedimiento a Goyeneche. Primero se cifraba el mensaje empleando el código consular. Luego se entregaba el mensaje codificado a Reinebeck, que lo recodificaba con la clave diplomática nazi para transmitirlo a la embajada alemana en Buenos Aires. Allí se descifraba el mensaje, restituyéndolo al código consular original, y se entregaba a los argentinos para su decodificación final al castellano. Éste complicado método resultaba inútil, ya que la inteligencia aliada había descifrado ambos códigos y estaba interceptando los mensajes alemanes. Goyeneche ignoraba que sus telegramas se estaban traduciendo al inglés y se estaban incluyendo en los sumarios secretos especiales del Departamento de Guerra estadounidense, que seguía de cerca los movimientos del argentino. Goyeneche obtuvo el apoyo de Benito Mussolini para un golpe de estado nacionalista encaminado a prolongar el gobierno “neutral” de Castillo en Argentina. Su mensaje a favor de un golpe de estado fue entregado por la embajada italiana en Buenos Aires al ministro de Relaciones Exteriores argentino el 4 de julio de 1943, el mismo día en que los coroneles de Perón se hartaron de Castillo y lo expulsaron de la Casa Rosada. Con Castillo fuera del camino, Perón y sus coroneles se lanzaron a establecer una alianza secreta con Hitler. De hecho, ya se había formalizado una asociación con los militares argentinos. Dicho acuerdo incluía una inmunidad al arresto para los agentes nazis en Argentina, una identificación de camuflaje para éstos como miembros del servicio secreto argentino, el uso de la valija diplomática argentina para transportar “material secreto” entre Buenos Aires y Berlín, un sistema de alerta inmediata en el caso de una “crisis ministerial” que pudiera poner en peligro a los agentes alemanes. A cambio, se permitía al ejército argentino acceder a la potente red de comunicaciones por radio del servicio secreto nazi, se le proporcionaba información seleccionada de las fuentes nazis establecidas en los países vecinos de Argentina, y se prometía colaboración para formar un bloque de naciones sudamericanas lideradas por Argentina. Un mes después de que éste acuerdo se pusiera en práctica, una logia secreta de coroneles del ejercito organizó un golpe de estado, instaurando una dictadura militar dirigida por generales títeres que respondían a las directrices de Juan Domingo Perón. Durante ésta dictadura de la logia misteriosamente denominada GOU (“Grupo de Oficiales Unidos”), Perón hizo gran uso de éste acuerdo para incrementar el poder de su régimen en Sudamérica.  Si el Departamento de Guerra de los Estados Unidos y la Oficina Estadounidense de Servicios Estratégicos (OSS) en Europa estaban enteradas del golpe de estado en Argentina, por qué no hicieron nada para evitarlo. En el informe sobre las conversaciones entre los agentes de Schellenberg y Allen Dulles de la OSS, la postura adoptada por el jefe del espionaje norteamericano revela que el nacionalsocialismo era el mal menor para los Estados Unidos: “Él (Dulles) estaba harto de oír constantemente a políticos anticuados, emigrantes y judíos intolerantes. En su opinión, la paz se había de hacer en Europa (…) mientras que sentía escasas simpatías por la Rusia soviética, no rechazaba el nacionalsocialismo en sus ideas y obras básicas (…) añadía que para cualquier europeo decente resultaba insoportable pensar que los judíos pudieran volver algún día”. Durante la década de 1930 y principios de la de 1940 hubo una sucesión de dictadores militares cargados de medallas y blandiendo espadas, así como de débiles presidentes civiles, que subieron al poder aprovechándose de elecciones fraudulentas. Forjaron una alianza con la Iglesia Católica, que alcanzó su culminación con la revolución de los coroneles que catapultó a Perón al poder en 1943. Los coroneles, ansiosos de legitimar el papel que se habían atribuido a sí mismos como “salvadores de la nación”, colmaron a la iglesia de favores, permitiéndole realizar alguna de sus aspiraciones más antiguas. La principal de ellas fue la enseñanza obligatoria de la fe católica en todas las escuelas de la nación, una concesión a los prelados del país que contrariaba la Constitución liberal de Argentina. La jerarquía eclesiástica argentina, con el aliento del papa Pío XII, empezó a abrigar la ilusión de que se estaba formando una verdadera “nación católica”. La tradición liberal argentina había ido declinando poco a poco durante la década de 1930, y las riendas del poder pasaron a manos de una amalgama antiliberal de fervientes nacionalistas empapados de la ideología nazi, jóvenes coroneles indignados por la corrupción del gobierno y obispos ancianos nostálgicos de una reunificación de la Iglesia y el Estado. Ésta mezcla desencadenó el intento de imponer un “Nuevo Orden Cristiano” en Argentina. Los coroneles que tomaron el poder en 1943 llevaron al extremo su devoción católica, elevando a la Virgen María al rango de general del ejército argentino. A cambio, los obispos bendijeron sus desfiles de estilo nazi, ignoraron los excesos del régimen militar de Perón y respaldaron las políticas sociales: “En aquella época, los gobernantes de Argentina se veían así mismos llevando el timón de una nación predominantemente blanca, católica e hispana, obligada injustamente a compartir fronteras con sus países vecinos de Sudamérica, integrados por una mescolanza de razas. “Un argentino es un italiano que habla español, pero que cree que es inglés”: así es como muchos argentinos se definirían a sí mismos, y el viejo dicho no está muy lejos de la verdad. La escasa población autóctona de éste inmenso territorio situado en el extremo meridional de Sudamérica fue diezmado primero por los colonizadores españoles, y más tarde, por los voraces generales de una nación que acababa de lograr su independencia. Los que todavía vivían a comienzos del siglo XX prácticamente habían desparecido bajo una oleada de inmigrantes españoles e italianos, quienes, junto con un buen puñado de colones franceses, ingleses, irlandeses y alemanes, convirtieron la capital de la nación, Buenos Aires, en la “París de Sudamérica”. El hecho de que aquella mezcla de 15 millones de habitantes incluyera a un conjunto de colonos judíos que totalizaban medio millón de personas fue algo que el establishment argentino inicialmente prefirió ignorar, y que más tarde trataría de corregir… Una variante de antisemitismo particularmente argentina formaba parte también de ésta mezcla. Según ésta visión, el régimen nazi de Alemania constituía en realidad una herramienta de la Voluntad Divina. “El hitlerismo es, por paradoja, la antesala del cristianismo”, escribió Julio Meinvielle en 1940. Éste sacerdote era la luz y guía del nacionalismo católico en Argentina. España, bajo el régimen del general Franco, estaba haciéndose cristiana, declaraba, añadiendo que “la terrible bota alemana” aseguraba también la “purificación” de Francia. “Hay que destruir la estructura anticristiana. Ése es precisamente el gran servicio que, sin saberlo y sin quererlo, está prestando el Eje a la Iglesia”… El best-seller del padre Meinvielle El Judío, publicado en 1936, definía sucintamente ésta actitud cuando afirmaba que “los cristianos debemos amar a los judíos de acuerdo al precepto de Cristo de amar a nuestros mismos enemigos”. El libro se las arreglaba para sistematizar el pensamiento antisemita argentino mientras que, al mismo tiempo, se declaraba contrario al racismo de estilo nazi. “Debemos amar a los leprosos, y ésto no impide que se los aisle para evitar la contaminación; debemos amar a los ladrones delincuentes, y ésto no obsta a que se los encarcele para que no dañen a la sociedad”, sostenía el libro” (Goñi, pp. 60, 61, 62). El 20 de diciembre de 1943 un golpe de estado militar expulsó al gobierno del general Enrique Peñaranda en Bolivia, reemplazándolo por el general Gualberto Villaroel. Ésta revolución había sido planeada conjuntamente por Perón y Becker, con varios colaboradores bolivianos en constante contacto por radio con el cuartel general de Schellenberg en Berlín. Los conspiradores se habían reunido en la casa que tenía en Buenos Aires el magnate del estaño germano-boliviano Gustav Eickenberg, un contacto de Perón que conocía a Becker desde 1940. Los analistas del contraespionaje estadounidense sabían ya de la cooperación entre el GOU y los nazis bolivianos, tal como muestra el sumario elaborado el día antes del golpe: “El movimiento cuenta con el apoyo parcial de agentes alemanes y de determinados miembros del gobierno argentino. A pesar del esfuerzo invertido, la revolución boliviana resultaría decepcionante para los alemanes. Su principal interés había sido “contar con un estado más en Sudamérica alistado contra Estados Unidos”, como declararía uno de los agentes de de Schellenberg que controlaron los acontecimientos desde Berlín a los estadounidenses que le interrogaron después de la guerra: “Pero la intriga había sido descubierta y documentada por Estados Unidos, que ahora utilizaba la información para retorcerle el brazo a Argentina, provocando la pérdida de la “última cabeza de puente” alemana en el continente americano. Enfrentada a la amenaza aliada de revelar su papel en el golpe boliviano, además de la amenaza de divulgar las transcripciones del interrogatorio de Hellmuth en Londres, Argentina cedió ante la presión de los aliados y se convirtió en la última nación americana que rompía sus relaciones diplomáticas con Alemania, lo que hizo en enero de 1944… Villaroel, el presidente instaurado por la revolución en Bolivia, resultó el claro perdedor. Depuesto en 1946, murió asesinado durante una sangrienta revolución en La Paz por los estudiantes, que le colgaron de un poste. Argentina rompió sus relaciones diplomáticas con Hitler, pero no abandonó su neutralidad ni declaró la guerra a Alemania hasta un mes antes de que Hitler se suicidara en su búnker de Berlín. Según Perón, la declaración era un ardid para distraer la atención de los aliados mientras se abrían las primeras rutas de fuga hacia Argentina para los fugitivos nazis… Algunas de las evidencias sugieren que las comunicaciones de última hora de Goyeneche con Himmler se hicieron en nombre de Perón: “les hicimos saber a los alemanes que les íbamos a declarar la guerra para salvar miles de vidas- diría Perón en 1970-. Intercambiamos mensajes con ellos a través de Suiza y España. Franco entendió de inmediato nuestra intención, y nos ayudó. Los alemanes también se mostraron de acuerdo”. Ésta falsa declaración de guerra tenía un propósito claro: “No habíamos perdido el contacto con Alemania a pesar de la ruptura de relaciones diplomáticas –diría Perón en 1967-. Estando así las cosas recibimos una petición poco corriente. Aunque al principio pueda parecer contradictorio, Alemania se beneficia de nuestra declaración de guerra: si Argentina se convierte en un país beligerante, tendrá el derecho de entrar en Alemania cuando llegue el final de la guerra; eso significa que nuestros aviones y barcos estarán en situación de rendir un gran servicio. En aquel momento disponíamos de los aviones comerciales de la compañía FAMA (Flota Aérea Mercante Argentina) y de los barcos que le habíamos comprado a Italia durante la guerra. Así es como un gran número de personas pudieron venir a Argentina” (Goñi, pp. 56, 57).

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América Nazi.

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 Jorge Camarasa & Carlos Basso Prieto en “América Nazi” (AGUILAR, 2014), identifican que Argentina habría sido la puerta de entrada y el país que más hizo para protegerlos y darles seguridad, entre 1955 y 1960 (entre la caída de Perón y el secuestro de Eichmann), algunos de éstos hombres buscarían otro rumbo. Unos radicarían en Chile y en Bolivia, otros en Ecuador o Perú, y algunos en Paraguay, Brasil o Uruguay. Si Buenos Aires era la capital virtual de éste grupo de fugitivos, en otras ciudades del continente también se sentían como en casa. En el caso de Chile, los primeros germanos llegaron en la época de la Colonia. Sin embargo, a mediados del siglo XIX, cuando se decidió colonizar lo que hoy son las regiones Los Ríos y Los Lagos, en el sur de Chile, se impulsó una fuerte inmigración alemana, que a finales de ese siglo representaban 25 000. Eran panalemanes, con una organización social endogámica, que se habían incorporado al mundo del trabajo manteniendo una identidad comunitaria y, en su mayoría, luteranos, aunque muchos abrazaron el catolicismo. En Argentina, los adelantados habían llegado con las distintas órdenes religiosas que trajeron los conquistadores, especialmente con los jesuitas, era maestros, militares y arquitectos que al principio se instalaban en las ciudades. Los agricultores y los obreros especializados habían llegado recién a finales del siglo XIX, establecidos en colonias agrícolas donde se agrupaban por sus zonas de origen. En otros países la situación era similar. Entre 1824 y 1899, había 78 000 germanos en Brasil, casi 3 500 en Perú, 2 800 en Bolivia y algunos centenares repartidos entre Uruguay, Colombia y Ecuador. A diferencia del caso chileno, en éstos países la mayoría eran católicos. A veces, como en el caso de Paraguay, una religiosidad estricta. Según un informe del FBI, hacia 1941 Brasil contaba con 360 000 alemanes o descendientes de ellos; Argentina, con 194 000 y Chile, con 129 000. También había colonias importantes en México (16 500), Uruguay (16 000), Bolivia (12 000) y Colombia y Ecuador, con 5 000 germanos en cada territorio. En la colectividad alemana en Argentina habían ido apareciendo grupos nacionalsocialistas como la Asociación Negro-Rojo-Blanco en 1922, y el Tannerverbund el Stahlelm, en 1924. El crack de 1929 de la Bolsa de Nueva York aceleró el proceso. En 1930 una oleada de huelgas y movilizaciones obreras empezaba a recorrer los centros urbanos e industriales y los argentinos veían como su moneda se había depreciado, el valor de sus cereales exportables había caído en un cuarenta por ciento, los créditos estaban cancelados y la pobreza, hasta entonces un fenómeno desconocido que sólo alcanzaba a los sectores marginales, empezaba a golpear las puertas de los hogares de la clase media. El 25 de mayo de 1931, aniversario patrio, sería el día elegido por los flamantes grupos nazis para hacer su presentación en sociedad. Sólo dos semanas antes, el 10 de mayo, se había creado en Berlín la División Extranjera del NSDAP. Unos meses antes, en febrero de 1931, los nazis argentinos habían publicado un aviso en el periódico de la colectividad alemana, invitando a los lectores a participar de la fundación del grupo argentino del Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán. A principios de los años treinta, en prácticamente todos los países del continente existían ligas juveniles alemanas, organizaciones de colegios alemanes (deutsche schule) e ingentes cantidades de dinero destinadas a propaganda pronazi, que se emitía mediante periódicos de las colonias alemanas o en diarios y radios de propiedad de latinoamericanos que también difundían los mensajes del NSDAP, cuyas sedes fuera de Alemania dependían de la Ausland Organisation (AO), órgano del partido nazi alemán encargado del exterior, que aprovechaba las coyunturas locales. En las empresas formadas con capitales alemanes se dictaban cursos de formación nacionalsocialista y, siguiendo el modelo del dopolavoro de la Italia fascista, se organizaban viajes recreativos a colonias germanas del interior del país. Para 1937 uno de los diarios de la colectividad, el Deutsche La Plata Zeitung, informaba que los nazis radicados en Argentina “eran instruidos en la escuela de Altona, dependiente del Instituto para Extranjeros de Stuttgart.” El partido tenía su sede en la embajada, que había recomendado que la industria y el comercio alemán en el país reemplazaran a los empleados locales por alemanes o descendientes de éstos, y en el país había ciento setenta y seis escuelas germanas, a las que asistían más de trece mil alumnos. Los estudiantes eran atendidos por maestros que, para poder ejercer, debían contar con la autorización de la Unión de Escuelas Alemanas, y cumplimentar ante el embajador la siguiente promesa: “Juro ser fiel y obedecer al Führer del Reich y del Pueblo Alemán, Adolf Hitler, velando por las leyes y cumpliendo exactamente los deberes de mi obligación profesional”. En las paredes de las aulas colgaban retratos de Hitler y banderas con la cruz gamada. Se cantaba el himno Horst Wessel, y cuando le tocaba el turno al argentino, se lo entonaba con el brazo derecho en alto. Además de la formación prusiana de ejércitos como como el chileno y el argentino, en el caso de éste último se vio reforzada por la presencia del alemán Wilhelm Faupel como instructor del ejército, entre 1910 y 1914. Luego de ello, Faupel regresó a su país para participar en la Primera Guerra Mundial y posteriormente, entre 1921 y 1925, volvió a Buenos Aires contratado como consejero militar. Luego, hasta 1931 cumplió la misma función en el ejército peruano. Ferviente nazi, a su retorno a Berlín, Faupel fue designado director del Instituto Iberoamericano que cumplía funciones propagandísticas a favor del nazismo. La revista Ejército-Marina-Aviación, editada en español, se entregaba a oficiales de los ejércitos de América Latina, entre ellos el entonces joven alférez del Ejército chileno, Augusto Pinochet Ugarte. El trabajo que había hecho Wilhelm Canaris para mejorar la estructura de la vieja E-Dienst a fines de los años treinta sería la base del espionaje alemán en Latinoamérica: “Según descubrió el historiador canadiense Ronald Newton, sus obligaciones incluían preparar instalaciones para reparar y abastecer buques de superficie y submarinos; ayudar a las naves a regresar a Alemania en caso de necesidad; realizar tareas de espionaje militar y comercial en los países donde estuvieran instaladas, y controlar los movimientos de los buques mercantes de las naciones neutrales y enemigas. Sus miembros tenían que ser sólo alemanes residentes en el extranjero y prestar sus servicios por razones de patriotismo, sin percibir salario alguno. Para 1930, cuando la red de ayuda se fundara, Buenos Aires tendría una importancia explícita dentro de la organización. La capital argentina era uno de los ocho centros estratégicos fundados por la E-Dienst, rango que compartía con otras ciudades portuarias como Río de Janeiro, Lisboa, Nueva York, Shanghái o Valparaíso. El representante del organismo en Río de la Plata era también un marino, capitán de fragata en la Primera Guerra, llamado Dietrich Niebuhr, quien sería clave en el andamiaje nazi. Especialista en el tráfico de submarinos, Niebuhr había conseguido el cargo por su vinculación con los círculos de negocios alemanes en la Argentina. Trabajaba en la empresa Coarico, una subsidiaria del grupo Staudt asociada con Krupp y Siemens. Schuckert, que vendía armas a los militares argentinos, y el hombre que lo había introducido en esos ámbitos era un primo de nombre Karl, quien en esos años y los siguientes integraría los directorios de una veintena de empresas germanas, entre las que figuraban I.G. Farben, Schering, Química Merck, Springer Moller y Kasdorf. Éstas junto a otras como AEG, Bayer, Kosmos, Hamburg Amerika Linie, Nordeustsche Lloyd y los bancos Germánico y Alemán Trasatlántico, serían igualmente fundamentales en el montaje de las redes de espionaje nazis en América, las cuales empleaban las compañías como fachada para sus actividades… En 1934 sería llamado a Berlín, donde, bajo supervisión de Canaris, se le entrenaría en inteligencia y regresaría con nombre en clave (“Diego”) y ascendido; ya era agregado naval y de la Fuerza Aérea, jefe de inteligencia militar naval para Argentina, Brasil, Uruguay y Chile, y comandante de la E-Dienst en el área… En septiembre de 1939, para cuando los ejércitos nazis invadieron Polonia, la E-Dienst en América del Sur y Buenos Aires ocuparía el segundo lugar, después de México, en gastos anuales de las organizaciones alemanas en el extranjero” (Camarasa & Basso Prieto, pp. 57, 58, 59). Si bien la Abwehr fue, sin lugar a dudas, la agencia de inteligencia nazi más extendida y eficiente en territorios americanos, no fue la única. Como lo relata el historiador Nigel West, la Gestapo había establecido una poderosa base en Buenos Aires, a cargo del agregado civil de la embajada alemana, Christian Zinsser. West asegura que, para 1940, éste organismo contaba sólo en Argentina con una red de cuarenta y un espías, treinta y siete de ellos alemanes o descendientes de tales. Del mismo modo, el SD de Heydrich (del cual dependía la Gestapo) se estableció en América Latina con una base en Buenas Aires, que interactuó en varios casos con los agentes de la Abwehr en Chile. El SD emprendió una vasta operación de inteligencia en América Latina, la cual fue la mayor misión conjunta que realizaron durante la guerra el SD, la Gestapo y la Abwehr. Se trataba de la llamada Operación Bolívar, que estaba a cargo del hombre más importante del SD en América Latina, Johannes Siegfried Becker (“Sargo”). Junto con Heinz Lange (“Jansen”) y Gustav Albrecht Engels (“Alfredo”) tenían funcionando una radio clandestina en Sao Paulo que enviaba mensajes cifrados a Berlín respecto de movimientos de buques aliados, presencia de tropas, la situación política en América Latina, etc. Sargo profundizó las redes radiales clandestinas que ya existían en Brasil, donde la Abwehr mantenía, al margen de la red CEL-ALD de Alfredo, a sus dos principales figuras en la costa Atlántica: Friedrich Kempter (“Rey”) y Heriberto Müller (“Príncipe”), que desde Río de Janeiro también tenían injerencia en la estación de Buenos Aires, a cargo de Otmar Müller (“Otis”) y Hans Napp (“Berko”), todos ellos supeditados a “Sargo” y a “Diego”. Además de una serie de actividades de sabotaje y comercio armamentista, la principal misión de los agentes del Reich era conseguir información… Prácticamente todos los agentes recibían instrucción en Alemania sobre inteligencia básica, uso de tintas simpáticas, uso de micropuntos y mensajes radiales criptografiados. En el caso de la Abwehr, todas las comunicaciones de las estaciones americanas llegaban a Hamburgo, y cada estación radial, como las de Río, Buenos Aires, Valparaíso o la Habana, recibía un nombre de tres letras, que se correspondía con un código de igual número que identificaba al decodificador con que se comunicaban habitualmente en el Ast Hamburgo. Así, la radio que manejaba Kempter, que envió más de 400 mensajes entre mayo de 1941 y principios de 1942, cuando lo detuvieron, se llamaba LIR-MAX. La radio que transmitía desde Santos, en Brasil, era la ya mencionada CEL-ALD, que estaba operacionalmente a cargo de Josef Starziczy (“Lucas”). Desde Campo Grande do Sul enviaban mensajes a través de JOH-RND, radio que manejaban Othamr Grammilsheg (“Grillo”), Heinz Lorenz (“Laura”) y Ernst Ramez (“Ernesto”), mientras que desde Río también se enviaban mensajes cifrados, aunque ésta vez al Ast Colonia, gracias a una red manejada íntegramente por húngaros pro nazis. Se trataba de la radio HTT-ORE, a cargo de Janos Salamon (“Joszi”) y Sandor Mocsan (“Alexander”). En Cuba fue particularmente eficiente el agente Heinz Luning, quien, sin embargo, fue descubierto y fusilado en 1942. En Chile fue muy activa la radio PYL-REV, que, manejada por Casero y un personaje que nunca pudo ser atrapado, Johannes Szeraws, transmitió 429 mensajes entre el 17 de abril de 1941 y el 15 de junio de 1942. Luego de ello, en octubre, diecinueve de sus integrantes iban a ser detenidos, pero Casero lograría escapar a Argentina. Precisamente, fue la gran cantidad de mensajes radiales que se enviaban desde América del Sur, muchos de ellos transmitidos por medios de equipos pertenecientes a empresas alemanas como Bayer o AEG, lo que llamó la atención de los aparatos de inteligencia electrónica británicos y norteamericanos. Cuando empezaron a estudiar las frecuencias numéricas para descifrar las claves que utilizaban, descubrieron que todas las transmisiones que tenían algo que ver con América Latina incluían siempre una palabra clave que las distinguía de los demás: Sudameriat, Wedekind, Sudamero o Egmarsund. Luego de ello, dedujeron que para ponerse de acuerdo con el ciframiento y desciframiento de los mensajes debía haber claves preacordadas, y que lo más lógico fuera que éstas se encontraran en libros de fácil acceso de la época. Y así era, en el caso de las radios chilenas, éstas utilizaban como libros de código páginas determinadas del libro Latitud Sur, de F. D. Ommanney, en la versión de la editorial Albatros, mientras que REW respondía usando Las cartas de Katherine Mansfield, editadas por J. Middleton Murray. La radio que sucedió a PYL en Chile, llamada PQZ, usaban como código el libro Sonar la vida, mientras que una de las radios de Brasil usaba En el medio de la vida, y le respondían de acuerdo con La historia de San Michele. HTT-ORE, a su vez, basaba sus mensajes en la edición King James de la Biblia. Sin embargo, no eran las únicas claves que se utilizaban. Una de las radios de Brasil, por ejemplo, usaba el número Pi, y otra radio que transmitía desde un lugar de América que nunca se encontró tenía como base de su criptografía la secuencia de Fibonacci. Desde México, la radio ILC, estacionada en Chapultepec, usaba un código especial, preacordado, llamado “Max”, seudónimo que utilizaba el agente George Nicolaus, código que también era usado en mensajes que se enviaban vía valija diplomática a Alemania. Ciertamente, con los avances tecnológicos, a poco andar de la guerra, el cifrado y descifrado manual se cambió por los antecesores de las primeras computadoras, las máquinas mecánicas que cifraban información, como la máquina Khyha o la Menzer, que permitían introducir datos mediante un teclado normal, luego del cual un ingenio arrojaba una confusión numérica de acuerdo con la clave que se le hubiera adaptado. Tanto los sistemas manuales como los de éstas dos máquinas fueron descifrados una y otra vez por los británicos y los norteamericanos, hasta que se toparon con un sistema que no conocían y que parecía inquebrantable, pero de cuya existencia se enteraron debido a una información emitida desde Argentina, como relata Frank Mowry en un estudio clasificado sobre los mensajes cifrados de los alemanes que realizó para la NSA: “El 4 de noviembre de 1943, los equipos de criptología de la Guardia Costera de los Estados Unidos captaron un mensaje enviado desde Buenos Aires a Berlín, el cual, una vez descifrado, arrojó lo siguiente: “El transmisor base con los accesorios y Enigma llegaron vía rojo. Muchas gracias. A partir de nuestro mensaje 150 encriptaremos con la nueva Enigma. Le daremos el antiguo aparato a verde”. El mensaje lo firmaba “Luna”, el seudónimo de Wolf Franczok, el hombre a cargo del aspecto técnico en la red del SD que dirigía Sargo y que en ese momento se encontraba en la Argentina. Gracias a ello se supo que los alemanes contaban con una nueva máquina de ciframiento llamada Enigma, que luego los británicos pudieron conseguir tras abordar un U-Boot y apropiarse de una ellas. A esas alturas, la inteligencia aliada, ya sabía que, pese a que la mayoría de las estaciones radiales clandestinas transmitían en aparente aislamiento unas de otras, estaban todas interconectadas, pues en 1941 se había desencrespado un mensaje enviado desde Chile a los hombres del SD acantonados en Brasil. Con toda ésta información, las potencias que combatían a los nazis comenzaron a actuar en terreno. Los británicos poseían una fuerte base de agentes del MI6 (el servicio secreto de inteligencia del Reino Unido) en la isla de Trinidad, que se desplazaban por todo el continente. Mientras que en el caso de Estados Unidos, una vez que se decidió que el FBI se haría cargo de la contrainteligencia en América Latina, su director, J. Edgard Hoover, creó una unidad especial, el Servicio de Inteligencia Especial (SIS, por sus siglas en inglés) que destacó agentes en todo el continente, con especial énfasis en Argentina, Brasil y Chile, país en el cual la Policía de Investigaciones creó una brigada de inteligencia exclusivamente dedicada a la temática nazi, el ya mencionado Departamento 50, que logró desbaratar la radio PYL y detener a quienes no alcanzaron a huir. Luego de ellos, los detectives chilenos y los norteamericanos del SIS descubrieron que los hombres del SD se habían reunido en Paraguay para reorganizarse, y habían determinado que Heinz Lange debía viajar a Chile para reactivar las redes ubicadas en la costa del Pacífico, al tiempo que se establecía una nueva radio en las cercanías de Asunción. Finalmente, la nueva radio que se estableció en Chile bajo la red PQZ, a cargo de Bernardo Timmermann, también fue desmantelada, y después, cuando la guerra estaba ya llegando a su ocaso, se logró la desarticulación de un nuevo grupo a cargo de Alberto von Appen, un alemán de Valparaíso” (Camarasa & Basso Prieto, pp. 76, 77).

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        La fuga americana.

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 El grupo de banqueros e industriales estrechamente relacionados con el nazismo: Kurt Freiherr von Schröder (J. H. Stein), Hans Pilder (Dresdner Bank), Fritz Thyssen (Thyssen), Gustav Krupp von Bohlen und Halbach (Krupp), Paul Daimler (Mercedes), Ferdinand Porsche (Porsche), Robert Allers (presidente de industrias automovilísticas), Hugo Henkel (Henkel, fabricante de Persil), Max Ligner (I.G. Farben), Hermann Bücher (AEG), Eduard Hilmgard (Allianz), Wilhelm Kissel (Daimler Benz), Ph F. Reemtsma (los cigarrillos), Emil Gansser (Siemens), Ludwing von Winterfeld (Siemens). El 10 de agosto de 1944, dentro del edificio “Maison Rouge” de Estrasburgo, setenta y siete hombres que representan el poder absoluto de la Alemania nazi han comenzado una reunión que se extenderá por más de dos días. Saben que los gobiernos de Estados Unidos, Gran Bretaña y la Unión soviética, y otros aliados menores, han puesto la firma a la derrota de la Alemania nazi, la Italia fascista y el Japón imperial. Los estadounidenses dejan constancia de la reunión en un informe de inteligencia fechado el 27 de noviembre de 1944, redactado por especialistas del ejército que habían recibido los antecedentes de un agente francés al cual calificaban como una “fuente confiable”: “Asunto: Planes de los industriales alemanes para involucrarse en actividades clandestinas luego de la derrota; flujo de capital a países neutrales”. En Estrasburgo se reunieron los delegados personales de Martin Bormann; del ministro de Armamentos, Albert Speer; algunos fieles del almirante Wilhelm Canaris, y los dueños de las fábricas más poderosas de la maquinaria bélica: Krupp, Messerschmitt, Thyssen, Bussing Reihmetal, V.W. Werke, Röchling, I.G. Farben, AEG, Siemens y Kirdorf. Y también los grandes banqueros, financieros, los empresarios de seguros y los industriales de las cuencas del Rin y del Ruhr. Un coronel de las SS de apellido Scheid, delegado de Bormann, había informado a los industriales que la guerra estaba perdida y que había que comenzar a organizarse para la posguerra, por lo cual “cada industrial debe efectuar alianzas con firmas extranjeras, pero ésto tiene que hacerse en forma individual y sin levantar sospechas”. Y luego hubo otro encuentro reducido del que sólo participaron industriales y el representante del Ministerio de Armamentos, un hombre de apellido Bosse, quien les dijo que ellos deberían financiar al partido nazi cuando éste se sumergiera en la clandestinidad, y, para eso, a partir de ese momento, el Reich prestaría dinero para que se pudiera establecer una refundación segura en países extranjeros. Los funcionarios políticos del partido pretendían sentar las bases materiales del resurgimiento del Tercer Reich en momento y lugar a determinar, y los industriales y los empresarios, en cambio, estaban animados por la posibilidad de hallar la manera de conservar sus bienes y ponerlos a salvo de la segura confiscación que sobrevendría a la derrota. Después de dos días enteros de deliberaciones, la propuesta que se aprobó fue que los empresarios financiarían la huida de los jerarcas, quienes, a su vez, custodiarían y manejarían los capitales guiados al exterior. Un fragmento de las actas firmadas al término de la reunión estipula las condiciones: “La jefatura del Partido supone que algunos miembros serán condenados, por lo que ahora han de tomarse medidas para colocar jefes menos destacados como “peritos técnicos” en varias empresas alemanas clave. El Partido está dispuesto a suministrar grandes sumas de dinero a aquellos industriales que contribuyan a la organización de posguerra en el extranjero. Pero el Partido pide a cambio todas las reservas financieras que ya hayan sido transferidas al extranjero, o puedan ser transferidas posteriormente, para que tras la derrota se funde en el futuro un poderoso nuevo Reich”. Con la asistencia de funcionarios de la Cancillería nazi, que manejaba Bormann, los convocados diseñaron planes de escape minuciosos que debían ser seguidos al pie de la letra por los jerarcas que tuvieran que huir. Tres itinerarios principales quedaron rápidamente esbozados. El primero salía de Múnich, Alemania, y comunicaba con Salzburgo, en Austria, para acabar en Madrid. El segundo camino también partía de Múnich y, vía Salzburgo o El Tirol, terminaba en Génova, al norte de Italia, donde los jerarcas podrían embarcar con rumbo a Egipto, Líbano o Siria. El tercero de esos itinerarios era igual al segundo en su parte europea, pero su destino final era la ciudad de Buenos Aires, en Argentina. Apenas cuatro meses después de la reunión de Estrasburgo, los jerarcas que habían participado de ella recibieron juegos de documentación falsos, que debían usar a la hora de huir. La ruta de fugas en la que intervino la Iglesia, que se llamó Red Romana, fue para algunos historiadores y para algunos servicios de inteligencia la que demostró mayor eficacia a la luz de los resultados obtenidos: estimaciones coincidentes indican que cinco mil jefes nazis alcanzaron a escapar gracias a los servicios de ésta organización. Su sede central estaba en la capital italiana, operaba desde oficinas propias bajo la cobertura de la Pontificia Comisión de Asistencia, y el cerebro era el obispo austríaco Alois Hudal. Con sus oficinas en la vía Sicilia, Hudal era el rector del Colegio Teutónico Santa María dell´Anima, en la plaza Navona, y se autoproclamaba “jefe espiritual de los católicos germanos residentes en Italia”. El Vaticano había sido uno de los primeros en advertir la utilidad que los nazis podían tener en la naciente Guerra Fría. Cuadros formados en contrainteligencia y anticomunismo, los oficiales –sobre todo los de las SS- no eran despreciables para las tareas que se avecinaban, y la protección y el resguardo que se les pudiera dar serían una buena inversión. Lo mismo ocurriría con la ayuda prestada a los funcionarios de las SS y a los criminales de guerra bálticos y eslavos que fueron evacuados por la ruta de los monasterios, que enlazaba la Red Romana por un itinerario de abadías y conventos entre Nápoles, el norte de Italia y España. Los institutos religiosos servían de refugio a los fugitivos que estaban en tránsito, quienes eran cobijados allí por monjes de diversas órdenes –sobre todo franciscanos y trapenses- hasta que se les proveía de documentación y podían ser embarcados en Génova, Cádiz o Vigo, rumbo a un destino seguro. Adolf Eichmann, Ante Pavelic o Klaus Barbie, llegarían a América del Sur vistiendo falsos hábitos: “Un documento desclasificado de la CIA, titulado “La OSS y el proyecto Safehaven”, escrito por Donald P. Steury, relata que en mayo de 1944 los estadounidenses ya estaban convencidos de que la derrota nazi era sólo un asunto de tiempo, y debido a ello el entonces secretario del Tesoro estadounidense, Henry Morgenthau, diseñó un plan destinado a despojar a Alemania de su capacidad económica y convertirla en un Estado agrario”. Existen dos memos, fechados el 5 y el 17 de mayo de 1944, que dan cuenta de lo anterior. Se trata de documentos emitidos por la Administración Económica Exterior (FEA, por sus siglas en inglés), dependiente del Departamento del Tesoro, que reflejan la creación del proyecto Safehaven (o refugio Seguro), el cual era, en palabras de Steury, “una operación diseñada para desactivar y neutralizar el poder comercial e industrial alemán, donde sea que esté”. La clave del proyecto son las últimas líneas: “donde sea que esté”, porque a esas alturas, los aliados tenían claro que se intentaría esconder fondos provenientes de Alemania en diversas naciones y, que se produciría una fuga en masa de jerarcas nazis, especialmente en América del Sur. Los norteamericanos estaban seguros de que si no desmantelaban la economía nazi, “ella sería la base del poder desde el cual un liderazgo alemán podría reconstruir un Cuarto Reich en veinte años”. Los hombres de Washington se pusieron arduamente a trabajar en ello, bloqueando bienes y depósitos de Alemania en países como Chile, Brasil y Argentina, realizando una labor de espionaje que fue delegada al Departamento X-2, la sección de contrainteligencia de la OSS, pues tenían claro que los nazis no serían tan ingenuos como para mover sus fondos a otros países de forma legal, sino que lo harían triangulando el origen de los dineros y el oro robado y aplicando técnicas de lavado de activos para ocultar el origen de las transacciones, como lo habían hecho ya por varios años con los diamantes y el platino que habían contrabandeado desde Colombia y Venezuela. El temor de fondo de los estadounidenses era que, aprovechando las bases de apoyo en países como Argentina, Brasil o Chile, los jerarcas nazis escaparan y contaran con ingentes fondos para reorganizarse. Entre agosto y octubre de 1944, una misión especial de la FEA, a cargo de Samuel Klaus, recorrió diversas capitales europeas, tratando de determinar a dónde iría a parar el dinero nazi, y el resultado fue terminante: “El informe de la misión Klaus concluyó que la organización financiera de España facilitaba a los alemanes realizar transferencias y transacciones desde allí a Argentina, a Tánger y a Portugal” (Camarasa & Basso Prieto, pp. 81, 82, 83). La neutral España se había convertido en el principal refugio para los nazis fugitivos y los colaboracionistas franceses y belgas que huían de las naciones europeas liberadas. Pronto llegarían a la capital de España personajes interesantes: entre ellos, el líder parlamentario belga, Pierre Daye, y otro agente del servicio secreto de las SS nacido también en Argentina, el francés Charles Lesca, ambos criminales de guerra, además del ex embajador rumano en Madrid, Radu Ghenea. Todos ellos pasaron los últimos días de la guerra ayudando a escapar a los agentes de inteligencia y a los colaboracionistas franceses y belgas, antes de huir a Argentina, donde todos serían recibidos por Perón en Buenos Aires. El rotundo triunfo de Perón en las elecciones presidenciales del 24 de febrero de 1946 preparó el terreno para la masiva evacuación de fugitivos nazis a Argentina. El primer grupo recibido en la Casa Rosada estaba integrado por Branko Benzon, Czeslaw Smolinski, Gino Monti de Valssina y Carlos Fuldner. En una reunión en diciembre de 1947, Pierre Daye, René Lagrou, Georges Guilbau, Carlos Fuldner, Radu Ghenea y Víctor de la Serna plantearon el rescate de criminales de guerra nazis que estaban condenados a muerte. En algunas de aquellas reuniones se encontraban también el director del Banco Central de Argentina, Orlando Maroglio, y Georges Guilbaud. También estaba presente el comandante en jefe de la Fuerza Aérea, brigadier Bartolomé de la Colina. A mediados de 1946, Perón inició una ofensiva tendiente a conseguir “inmigración calificada”. Siguiendo el camino ya abierto por Estados Unidos y la Unión Soviética, el gobierno tenía especial interés en científicos, técnicos, ingenieros e instructores militares, y había ideado un mecanismo para que pudieran llegar. En Europa, sobre todo en Suiza, España e Italia, los consulados eran la pieza clave para la captación. En el caso de los científicos y los técnicos, generalmente se los contactaba en la capital suiza. El punto de reunión era el hotel ZumBaren en Berna, y desde allí se los llevaba a Génova, donde se les daban visados y papeles. En el puerto italiano embarcaban hacia Argentina, y cuando los viajeros llegaban hasta Río de la Plata, comenzaba a funcionar la Comisión Peralta. La Comisión se había formado en 1948 por orden de la Presidencia de la Nación. La encabezaban dos directores de Migraciones, Santiago Peralta y Pablo Diana, y el coronel Enrique González, un amigo de Perón desde 1917. La Comisión estaba formada por una veintena de miembros que reportaban al entonces jefe de los servicios de informaciones peronistas, Rudi Freude, hijo de un alemán también amigo de Perón. El grupo tenía como misión interrogar a los que llegaban, cuestionar a los que lo habían hecho ilegalmente, pedirles referencias en Europa y constatar sus actividades en la guerra. El Departamento de finanzas de Estados Unidos iba a publicar en 1946 un dossier cuyo párrafo más interesante expresaba: “Los industriales alemanes y los jefes nazis transfirieron parte de sus bienes al exterior. Hombres de paja a su servicio montaron empresas y abrieron cuentas bancarias secretas. De éste modo, los alemanes, utilizando fondos alemanes, crearon en el mundo entero 750 sociedades: 112 en España, 58 en Portugal, 35 en Turquía, 98 en Argentina, 233 repartidas entre Chile, Paraguay, Uruguay, Venezuela, Bolivia y Ecuador, y 214 en Suiza. Pero es sumamente difícil seguir las operaciones de transferencias desde un banco al banco de otro país”. En un extenso artículo publicado por el diario parisino Le Figaro el 1º de septiembre de 1970, el periodista francés Alain Pujol relata: “El 7 de febrero de 1945 un solo U-Boot efectúa el transporte 17-44 (con desembarco en San Clemente del Tuyú) de los siguientes valores: 187 692 400 marcos; 17 576 500 dólares; 4 682 500 libras esterlinas; 24 976 500 francos suizos; 8 379 000 florines holandeses; 17 280 000 francos belgas, y 54 963 000 francos franceses, además de 87 kilogramos de platino, 2.511 kilogramos de oro y 4638 carats de diamantes y brillantes. Por medio de Ludwing Freude, agente del espionaje alemán en Buenos Aires, esos fondos fueron depositados en el Banco Alemán Transatlántico, el Banco Germánico, el Banco Tornquist y el Banco Strupp, y anotados en una cuenta de Juan Domingo Perón y de su esposa, María Eva Duarte de Perón”. Una versión documental del mismo desembarco figura en el memorándum de la Dirección de Coordinación Federal producido por la Central de Reunión y dirigido el 18 de abril de 1945 al Ministerio de Marina, el cual consigna: “Asunto. Desembarco alemán en San Clemente del Tuyú, Buenos Aires. Por intermedio de nuestros agentes que controlan el operar de Ludwing Freude, agente del Tercer Reich, se sabe que ha hecho cuantiosos depósitos en diversos bancos de plaza, a nombre de la conocida actriz de radioteatro María Eva Duarte Ibarguren”: “Las conferencias secretas de Perón con criminales de guerra y colaboracionistas nazis en la Casa Rosada prepararon el terreno a la que sería la aventura más atrevida emprendida por aquella organización al estilo Odessa: la apertura de una oficina clandestina en Suiza. Supuestamente creada con el fin de reclutar a “técnicos” alemanes para proyectos militares argentinos, la oficina estaba regida por auténticos nazis y disfrutaba del apoyo encubierto de diversos miembros antisemitas del gobierno suizo… Ésta turbia alianza de ex agentes nazis, funcionarios suizos y diplomáticos argentinos colaboraba encausando un perverso desfile de personas hacia un seguro refugio. Algunas de ellas marchaban ocultas bajo un alias y disfrazadas; otras ostentaban descaradamente pasaportes expedidos a su propio nombre. Y todas ellas vieron su viaje facilitado por la hermandad secreta cuyos tentáculos llegaban desde una guarecida Buenos Aires hasta una Europa devastada por la guerra. Durante su “gira del arco iris” por el Viejo Continente, a mediados de 1947, Eva Perón generó una gran predisposición favorable por parte de diversas personas responsables de importantes decisiones en España, Suiza y el Vaticano. Dichos líderes pronto se mostraron dispuestos no sólo a hacer la vista gorda ante las actividades de los agentes de Perón, sino incluso a ayudarlos en su tarea. Los rumores de que Evita se había reunido en Madrid con el coronel de las SS Otto Skorzeny y en Roma con el sacerdote croata y salvador de los nazis Krunoslav Draganovic resultan difíciles de confirmar. Pero ciertamente la esposa de Perón se reunió con el general Franco y con el papa Pío XII, y antes de regresar a Argentina pudo enviar un mensaje tranquilizador a los nazis fugitivos diciéndoles que la ayuda estaba en camino. Ya en 1945 habían empezado a llegar a Europa oficiales del ejército argentino de ascendencia alemana para preparar la ruta de escape. A finales de 1947 las misiones de rescate desde Italia a Suecia estaban activas, mientras agentes enviados desde Buenos Aires barrían el continente seleccionado a candidatos que merecieran ser rescatados… La pantalla para los intrigantes nazis adoptó la forma de un “Centro Argentino de Emigración”, establecido en el número 49 de la calle Marktgasse. Allí, Carlos Fuldner trazaba las rutas de escape de la Alemania ocupada por los aliados. Eichmann y Mengele escaparon con ayuda de ésta organización. Otros criminales como el doctor Gerhard Bohne, administrador del programa de eutanasia de Hitler; Erich Priebke, implicado en la matanza de las Fosas Ardetianas en Roma y Josef Schwammberger, responsable de las matanzas de judíos en Polonia, recibieron también la ayuda de los agentes de Perón” (Goñi, pp. 175, 176).

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El equipo de Perón.

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 El padre de Rodolfo “Rudi” Freude, Ludwing, un antiguo amigo personal de Perón con probados vínculos nazis, había canalizado cuantiosas contribuciones de la comunidad empresarial alemana establecida en Argentina a la campaña presidencial de Perón en 1945-1946, lo que parecía confirmar los rumores de que el coronel estaba a sueldo de los nazis. Después de que Argentina hubiera roto sus relaciones diplomáticas con el Reich, en enero de 1944, la embajada alemana había confiado al millonario, descrito “como uno de los diez hombres más ricos de Latinoamérica”, por el New York Times, ciertos fondos “reservados” para financiar las actividades de espionaje nazis. De hecho, tras la ruptura, Ludwing Freude se convirtió en el embajador extraoficial nazi en Buenos Aires, al que consultaba en todos los asuntos importantes la legación suiza, que se había hecho cargo de los intereses diplomáticos alemanes en Argentina. La mansión de Freude en el elegante barrio bonaerense de Belgrano había servido a menudo como discreto lugar de reunión de oficiales del ejército argentino y peces gordos nazis. En 1945, Washington y Londres ejercieron una intensa presión sobre Buenos Aires para que se repatriara a Ludwing Freude con el fin de someterle a interrogatorio. El 6 de agosto de 1945, el clamor en favor de la democracia obligó al régimen a levantar un estado de sitio que llevaba cuatro meses en vigor, y Buenos Aires se convirtió en un campo de batalla para los manifestantes a favor y en contra de los nazis. La rendición de Japón a mediados de agosto provocó brotes especialmente violentos, lanzando a los fanáticos nazis que apoyaban la candidatura de Perón contra quienes pedían que el gobierno pasara a manos de la Corte Suprema. El subsecretario estadounidense para Asuntos Latinoamericanos, Nelson Rockefeller, lanzó un discurso en Boston a favor de los insurrectos como “la voz del pueblo”. El embajador estadounidense en Buenos Aires, Spruille Braden, en un discurso fijó la política de Washington ante unos “tiranos insignificantes que están adoptando ahora el disfraz de una falsa democracia”. El 6 de septiembre el ministro de Relaciones Exteriores argentino, Juan Cooke, prometió al embajador estadounidense que Ludwing Freude sería finalmente repatriado a Alemania. El 7 de septiembre en una redada fueron capturados los empresarios Hans Leuters, Friedrich Frohwein y Ernst Schlueter, los tres administradores de los fondos de espionajes nazis junto con Freude, que también fue detenido. La probable expulsión de Freude hizo que Perón telefoneara alarmado al jefe de la policía secreta, el mayor Óscar Contal. Perón logró un acuerdo: Freude no sería oficialmente arrestado, pero sería confinado en su domicilio bajo estricta custodia policial. El 11 de septiembre de 1945, la dictadura militar argentina cedió a la presión aliada y se firmó un decreto ordenando la expulsión del amigo de Perón. Anticipándose a aquella decisión, Perón había obtenido de un juez provincial una falsa carta de ciudadanía argentina que evitaba la expulsión de Freude. El 19 de septiembre, el ministro de Relaciones Exteriores argentino se vio obligado a admitir ante el embajador estadounidense que Ludwing Freude tenía demasiados amigos en cargos elevados para poder ser deportado. El mismo día, una gigantesca “Marcha por la Constitución” reunió a 250 000 personas en el centro de Buenos Aires, gritando consignas como “Abajo el despotismo” y “Muerte a Perón”. El 24 de septiembre Perón recibió un golpe; hubo que sofocar una rebelión militar. El 26 de septiembre, atemorizado, volvió a decretar el estado de sitio, llenando las cárceles del país de oficiales del ejército no peronistas, además de periodistas, políticos y profesores universitarios partidarios de la democracia, que habían exigido el fin de la dictadura militar. Aunque en la prensa argentina no se publicó ni una sola palabra sobre aquellas detenciones, las universidades de todo el país convocaron una huelga en señal de protesta. Como respuesta, Perón cerró las universidades. Un grupo de madres y esposas de presos políticos de Perón iniciaron una marcha en la Plaza de Mayo, frente a la Casa Rosada, y fueron rechazadas con gases lacrimógenos; otra noticia que la prensa tampoco publicó. Empezó a correr el rumor que el régimen militar y un grupo nacionalista extremista estaban urdiendo un pogromo en Buenos Aires, y en las sinagogas de toda la ciudad se distribuyeron armas para que los judíos pudieran defenderse. En un intento de desviar la ira contra la dictadura, el 9 de octubre los propios oficiales leales a Perón acabaron echándole del puesto. El antaño poderoso coronel perdió sus tres cargos de vicepresidente, ministro de la Guerra y secretario del Trabajo. Al principio Perón se refugió en el piso de Evita, en la elegante calle de Posadas, pero el 11 de octubre, temiendo que su vida pudiera correr peligro, decidió ocultarse. El hijo de Ludwing, Rudi, proporcionó el lugar perfecto: la casa de veraneo Ostende, en una de las islas del Tigre. Pronto se presentó una delegación militar para arrestar a Perón. Una oleada sin precedentes de apoyo popular al héroe caído de los trabajadores empezó a recorrer las calles de Buenos Aires, y culminó en una manifestación masiva frente a la Casa Rosada para exigir la liberación de Perón. Los generales, nerviosos, le liberaron, pidiéndole que se dirigiera a la multitud y calmara a sus partidarios. Aquella noche del 17 de octubre de 1945, Perón pronunció un histórico discurso desde el balcón de la Casa Rosada que garantizaría su supremacía sobre el pueblo argentino. Los acontecimientos de octubre habían cimentada el ya sólido vínculo entre Perón y los Freude. Ludwing Freude se convertiría ahora en el principal canal de las contribuciones alemanas a la campaña electoral de Perón, mientras que su hijo Rudi pasaría a ser el secretario personal del candidato. Juntos, ayudarían a que Perón se convirtiera en presidente de Argentina: “Mientras que el viejo Freude se mantenía discretamente en segundo plano, a Rudi se le veía en todas partes junto a Perón… La respuesta de la camarilla de Freude a la amenaza de ser acusada de espiar para los nazis fue registrar los archivos de la policía secreta argentina y destruir las evidencias, pacientemente recopiladas, que vinculaban a su familia y a Perón con las actividades nazis en Argentina… Rodolfo Freude tomaba posesión de su despacho en la Casa Rosada, donde se hacía cargo de la División de Informaciones y aparentemente también de la recién creada Central de Inteligencia del Estado (CIDE). Según un antiguo agente de Freude interrogado durante el golpe militar que expulsaría a Perón en 1955, la principal tarea de la oficina de Freude era reunir información sobre las actividades comunistas. Con éste fin, se habían colocado agentes secretos en las embajadas del continente americano y de Europa. El departamento espiaba también a los adversarios internos de Perón, y cada lunes, miércoles y viernes por la tarde informaba al presidente de sus descubrimientos… La intención de Perón era la de rescatar el mayor número de nazis de los juicios por crímenes de guerra en Europa. Para llevarla a cabo, la oficina de Freude estableció una estrecha relación con el antropólogo y escritor notoriamente antisemita, y a la sazón director de Migraciones, Santiago Peralta. Al mes siguiente de la investidura de Perón, Peralta y un grupo de destacados oficiales del ejército crearon una “Comisión de Potencial Humano”, en el seno del Consejo de Defensa Nacional, destinada a diseñar la política de inmigración argentina de la posguerra… En 1946, los generales y Peralta crearon un Instituto Étnico con el fin de evitar “la formación de colectividades y minorías foráneas”. Éste instituto tenía ambiciones a largo plazo. Concebía una “formación del pueblo” sobre bases “científicas” y “planes escalonados” a lo largo de cuatro generaciones. Asimismo, se hallaba en proyecto la elaboración de un “mapa humano argentino” y un segundo mapa “secreto” que trataría la “faz antropológica militar” de la nación… De éste vínculo secreto entre Freude y Peralta nació el equipo de rescate de nazis de Perón. Sus principales agentes llegaron desde Madrid durante los años 1946 y 1947, y muchos eran, ellos mismos, criminales de guerra convictos. Algunos fueron reclutados en el servicio secreto de Freude. Otros se convirtieron en asesores confidenciales de la Dirección de Migraciones. El estamento militar argentino acogió también a una buena parte de ellos” (Goñi, pp. 144, 145, 146, 147). El equipo de salvamento de Perón estaba integrado por: Carlos Fuldner, nacido había en Buenos Aires y educado en Alemania. Durante la guerra había ingresado en las SS, donde llegaría a capitán, y en 1945 se había refugiado en España antes de volver al país. En la Argentina peronista había trabajado en la División de Informaciones y la Dirección Nacional de Migraciones, había vuelto a Europa a rescatar nazis en fuga que quisieran ir a Río de la Plata, había fundado la empresa CAPRI, que explotaba recursos hídricos por cuenta del gobierno, y allí había empleado como aforador a Adolf Eichmann (“Ricardo Klement”). Ejerció también la principal autoridad en lo relativo a las llegadas de alemanes en Migraciones, y reclutó a “técnicos” nazis para la Fuerza Aérea argentina. Él organizaría el viaje de grandes criminales de guerra como Adolf Eichmann, Josef Mengele, Erich Priebke, Josef Schwammberger y Gerhard Bohne; Jacques “Jaime” de Mahieu, discípulo de Charles Maurras, el ideólogo protofascista francés, el primero en llegar en avión desde Europa el 22 de agosto de 1946. En los años treinta De Mahieu había combatido en las filas franquistas de la Guerra Civil española, y regresó a Francia tras ser herido en el frente. En su país se recibió de abogado, sociólogo y antropólogo, y durante la ocupación alemana fue profesor de la Escuela de Altos Corporativos y Sociales y miembro de la División Carlomagno, un batallón de las SS formado por voluntarios extranjeros que defendió Berlín. Mientras la esposa asesoraba empresas europeas que querían instalarse en Argentina, De Mahieu fue docente en la Universidad de San Luis, la Universidad de Cuyo y la Universidad de Buenos Aires. Tras el derrocamiento de Perón, trabajó un tiempo para el gobierno de Brasil en estudios sobre la pobreza. Fue decano de Ciencias Políticas en la Universidad de Ciencias Sociales y docente en la Escuela Argentina de Periodismo y dirigió la Escuela Superior de Conducción Política del Movimiento Nacional Justicialista. Durante la década de 1960 dirigió una unidad básica del Partido Peronista establecida en la calle de Talhuano de Buenos Aires, mientras seguía moviendo hilos en Migraciones. Tuvo discípulos entre los miembros peronistas de la organización terrorista de los Montoneros, que actuó durante las décadas de 1960 y 1970. En la década de los 70 De Mahieu comenzó a alejarse de la sociología y fundó el Instituto de Ciencias del Hombre para trabajar algunas hipótesis antropológicas. Entre 1971 y 1977 una serie de expediciones al Chaco paraguayo, apoyadas por la Gendarmería argentina y financiadas por la dictadura paraguaya de Alfredo Stroessner, lo llevaron a formular su teoría más osada, emparentada con la hipótesis de Edmund Kiss: en el año 887 un grupo de vikingos habría llegado a las costas de México, descendido por los Andes hasta fundar Tiwanaku, en la actual Bolivia, y en el siglo XII, derrotados por las tribus de los dieguitas chilenos, se habrían dispersado hacia el este, refugiándose en lo que hoy es el límite brasileño-paraguayo de la cordillera de Amambay: El gran viaje del dios Sol, La agonía del dios Sol, Drakkares en el Amazonas, La geografía secreta de América antes de Colón y El rey vikingo del Paraguay. En 1989, poco antes de su muerte, De Mahieu apoyó la campaña presidencial del candidato peronista Carlos Menem; Gino Monti de Valssina, el italo-croata “conde de Monti” era un ex miembro de la Luftwaffe y antiguo espía de la inteligencia militar nazi. En abril de 1945 escapó de Milán a Madrid y viajó a Argentina el 24 de enero de 1947. Fue enviado a España para reclutar “alemanes de alta capacidad técnica”. Hacia finales de 1947 Monti empezó a ayudar a nazis perseguidos, incluyendo a oficiales de las SS y a ex colaboradores del general Eckart Krahmer, a embarcar aviones argentinos desde Madrid. En Buenos Aires trabajó en estrecha colaboración con Rudi Freude; Branko Brenzon, embajador croata de Pavelic en Berlín y en Budapest, al final de la guerra llegó a Madrid en un avión alemán, acompañando a los soldados españoles de la División Azul que habían luchado junto con los nazis en el frente ruso. El 22 de marzo de 1947 partió a Buenos Aires. Cardiólogo de profesión, Benzon fue “asesor técnico” del Ministerio de Salud Pública de Perón y en el Hospital Alemán de Buenos Aires. Amigo íntimo de Evita y asesor de confianza de Perón, se le otorgaron amplios poderes en la Dirección de Migraciones; Georges Guilbaud, llegado a Argentina desde Madrid el 13 de mayo de 1947. Líder del Partido Popular Francés (PPF) y criminal de guerra con una sentencia de muerte. En Buenos Aires se unió al servicio secreto de Freude, y también se convirtió en uno de los principales asesores económicos de Perón, encargado de la reforma del sector bancario argentino; Pierre Daye llegó a Argentina el 21 de mayo de 1947; Léonard de Roover, llegó a Argentina el 4 de julio de 1947, con sentencia de muerte del Consejo de Guerra de Bruselas. Rápidamente reclutado por la División de Informaciones y enlace entre Freude y la Dirección de Migraciones; René Lagrou, llegó a Argentina en julio de 1947. Fundador y líder de las Algemene SS Vlaanderen (las SS de Flandes), condenado a muerte por un tribunal de guerra de Amberes. “Reinaldo van Groede” tenía amplios poderes en la Dirección de Migraciones; Jan Durcansky, llegó de Génova con el nombre de “Giovanni Dubranka”, junto con su hermano Ferdinand. Líder regional de la ciudad de Banská Bystrica en Checoslovaquia, responsable de las matanzas de unas 1.300 personas entre noviembre de 1944 y principios de 1945. Durcansky se incorporó a la Dirección de Migraciones y en 1960 Argentina rechazó su demanda de extradición; Víctor de la Serna, periodista y soldado de la División Azul de Franco en el frente ruso: “En 1947 la División de Informaciones de Perón creó una ruta de escape en el norte de Europa. Su objetivo era sacar ilegalmente de Alemania a los diseñadores de aviones nazis, hacia Suecia y Dinamarca, y desde allí hacia Argentina, para trabajar en el ambicioso programa aeronáutico del presidente… Otro oficial, el coronel Rudolf Jeckeln, tuvo más éxito a la hora de reclutar a auténticos nazis. Jeckeln, que hablaba alemán con fluidez, había sido un asiduo visitante de las fábricas de armas alemanas en la época anterior a Hitler. También estaba estrechamente vinculado al fabricante de armas austriaco Fritz Mandl, que había huido a Argentina durante la guerra y se había convertido en un importante contribuyente a la campaña electoral de Perón… En noviembre contrataba al químico de la Universidad de Berlín Hans J. Schumacher, a quien posteriormente se unirían en Argentina otros cinco colegas expertos industriales y miembros del Partido Nazi. Al menos uno de ellos, el doctor Peter Brodersen, de la Universidad de Frankfurt, poseía la distinción de ser miembro de las SS. Pero la estrella del personal reclutado por Jeckeln resultó ser Herbert Helfrich, un arquitecto nazi que se convertiría en un importante engranaje de la maquinaria de rescate peronista. Helfrich se había afiliado al Partido Nazi en 1933, y durante el Reich de Hitler llegó a ser director de Obras Públicas. Intervino en la construcción de la autopista Múnich-Berlín y fue responsable de importantes proyectos militares como las fortificaciones de Normandía y las construidas a lo largo del este de la costa norte alemana. También estuvo relacionado con el proyecto de desarrollo del cohete V-2 Peenemünde, donde construyó las rampas de lanzamiento de los misiles nazis que llovieron sobre Londres durante la guerra. Entre sus amigos se contaban Werhner von Braun, el diseñador de los V-2 al que posteriormente contrataría la NASA para construir los cohetes del programa espacial estadounidense, y George Weiss, otro científico experto en misiles dirigidos que ayudó a Helfrich a rescatar a varios nazis y enviarlos a Argentina. Apenas dos meses de su llegada a Argentina, Helfrich fue enviado de regreso a Suiza como agente secreto de la División de Informaciones de Carlos Freude. Helfrich disfrutaba del apoyo de Enrique Moss, un diplomático argentino de carrera de ascendencia alemana que había sido destinado a la embajada argentina en Berlín durante la guerra. Emparentado con una familia de banqueros suizos, Enrique Moss se había convertido en uno de los organizadores de la visita de Evita a Suiza en 1947, y en secreto actuaba además como agente de reclutamiento de cerebros nazis para el ejército argentino” (Goñi, pp. 167, 176, 177).

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Los Servicios Secretos.

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 Durante la Guerra Fría, las dictaduras latinoamericanas anticomunistas fueron de gran apoyo para las políticas de Washington. En Chile, donde estaba Walther Rauff, la dictadura militar de Augusto Pinochet Ugarte comenzaría con el golpe de Estado de 1973 y duraría hasta 1990; en Argentina la dictadura de Jorge Rafael Videla empezaría en 1976 y seguiría hasta 1983, y en Bolivia, los gobiernos de los generales, o controlados por ellos, se sucederían con algún período de ventana entre 1969 y 1982. En Paraguay, Alfredo Stroessner estaría en el poder hasta 1989, treinta y cinco años después de haber asumido la presidencia, y Uruguay también tendría sus gobiernos de facto entre 1973 y 1985. Desde Quito, antes de establecerse en Chile, Walther Rauff tenía negocios en Punta Arenas y mandaba a sus hijos a escuelas militares de Santiago y Valparaíso; Klaus Barbie organizaba grupos paramilitares en La Paz y Santa Cruz, en Bolivia; Fritz Schwend atendía sus asuntos personales en Lima; Herbert Cuckurs y Franz Stangl se habían asentado en Río de Janeiro y en San Pablo; Alfons Sassens entrenaba policías en Quito; Hans Rudel recorría incansablemente el continente, y Josef Mengele alternaría domicilios entre Buenos Aires, la paraguaya Asunción y el sur de Brasil. Algunos gobiernos se limitaban a cuidarlos y otros los empleaban. Pero todavía habría otra llegada antes que terminara 1949: la del capitán de las SS Walther Rauff. Durante la guerra, Rauff había desarrollado una sofisticada arma de muerte: los camiones de gas. Utilizados para la eliminación de prisioneros en los campos de exterminio, el invento consistía en camiones con cajas herméticamente cerradas donde se hacía subir a las víctimas, y por un sistema de cañerías se les descargaban los gases del motor, que los asfixiaban. Durante los juicios de Núremberg, el tribunal llegó a probar que, sólo entre octubre de 1941 y junio de 1942, noventa y siete mil personas habían sido asesinadas de esa manera en todo el territorio dominado por los nazis. A fines de 1949, después de una serie de vicisitudes que se verán después, Rauff abandonó Europa con su mujer y su hijo, y partió hacia América del Sur. Primero estuvo en Quito, más tarde en Buenos Aires y luego radicó en Chile. Walther Rauff había nacido en 1906. Después de un debut militar en la Armada, donde alcanzó el rango de teniente, en 1937 se retiró de la fuerza, y un año después estaba revistando en el SD que dirigía Reinhard Heydrich. Allí se le daría el grado de coronel, y recibiría la misión de entrenar en tácticas de combate a las tropas del SD y las SS. Pero su encomienda más notable en la maquinaria nazi la recibiría en 1941, cuando le dieron una orden simple y brutal: debía buscar una forma eficiente de matar a personas en masa. Para entonces, los oficiales que se encontraban en Polonia y en otros frentes habían notado que los fusilamientos masivos provocaban una gran carga psicológica entre sus hombres. Según una historia muy popular que luego sería confirmada, los reclamos por el trauma de tener que matar todos los días a hombres, mujeres y niños sólo tuvieron eco cuando Himmler en persona, que jamás había tomado un arma, acudió a presenciar un fusilamiento y se manchó con sangre y masa encefálica de una de las víctimas. Rauff se puso a trabajar de inmediato en la que misión que la habían encomendado, y tomó como modelo el sistema de eutanasia Tiergartenstrasse-4 (T-4), que se había utilizado entre 1939 y 1941 para matar a más de doscientos alemanes aquejados de enfermedades mentales y deformidades, introduciéndolos en cámaras donde eran gaseados con monóxido de carbono. El método había llevado al extremo la ida de “vida sin valor”, y su corolario había sido la conveniencia de eliminar a los “inútiles”, que significaban un lastre para la economía. Rauff llevaría el modelo al paroxismo con la creación de cámaras de gas móviles y la obtención del monóxido de carbono de la combustión de los motores de los camiones sobre los cuales iban montadas. En 1945, después de ser arrestado, Rauff entregó a los aliados la información que tenía sobre los comunistas italianos y luego fue internado en el campo de detención de Rimini, del cual se fugó en diciembre de 1946. En julio de 1948, Walther Rauff fue contratado por el Ejército sirio y en Damasco creó una suerte de Gestapo que ayudó a un golpe de Estado dado por sus contratantes. A fines de 1949, según el informe 43-6-4-697 de la CIA, trabajó brevemente con el Mossad, el servicio secreto israelí. El documento, fechado el 17 de enero de 1950, cita como fuente a Edmond Cross, un agente del Mossad, diciendo que Rauff ya se había ido a América Latina, “libre de cualquier lazo con el servicio israelí”, pero que había dejado en Roma documentos sobre las instalaciones sirias. El Mossad estaba más interesado en las capacidades de Rauff como espía que en su pasado como criminal e inventor de las cámaras de gas. Un cable de la CIA, fechado el 4 de marzo de 1950, su enrolamiento en el espionaje de Israel encajaban “en la utilización de elementos nazis, para observación y penetración en países árabes”, por ende “sus sentimientos y pasado no levantarían sospechas en Egipto de que fuera un agente judío”. En septiembre de 2011, el BND, el Servicio de Inteligencia Alemán, desclasificó catorce documentos relativos a Rauff, que comprueban que fue agente de dicha agencia mientras se encontraba en Chile. Según la documentación, en 1958 decidió vivir en el país, pero ya dos meses antes de viajar había iniciado las negociaciones con el BND, cuando fue propuesto como “fuente política”. De acuerdo con el “Documento 1”, quien propuso su nombre era un agente identificado sólo como “V-7318”, pero el “Documento 13” menciona que quien se escondía detrás de esa sigla era el traficante de armas Wilhelm Beissner. Sin embargo, quien hizo efectivo el reclutamiento de Rauff para el servicio secreto alemán fue Rudolf Oebsger-Röder, un falso periodista que en 1959 era “residente” del BND en Yakarta. Oebsger-Röder era un especialista en inteligencia que había sido compañero de Rauff en la RSHA, donde había dirigido una unidad especial de espionaje conocida como “Zeppelin”, la cual se infiltró en la URSS y luego en Hungría. Tras la captación formal, y a lo largo de los casi cinco años en que fue agente del BND en Punta Arenas y luego en Santiago, Rauff recibió diversos nombres en clave: “V-12 052/DN REINHARD”, “V-12 023/DN KRAMER”, “V-11 996/DN UNGER” y “V-7390/DN RENNER”. Sin embargo, su identificación más habitual, la que aparece en todos los documentos, era “V-7410”. De hecho, el “Documento 5” señala que “V-7410 ha iniciado el viaje planificado el 20.10.1960”, aludiendo a un plan presentado por Rauff en agosto o septiembre de ese año, dirigido a alguien a quien llamaba “querido colega”, y en el cual le decía que viajaría “desde Santiago a Caracas, entonces posiblemente Habana-Quito-Guayaquil-Cuenca-Lima”… La intención del viaje era “comprender la situación política en el Caribe”, así como ver “las conexiones de Cuba con Venezuela y Centroamérica, por la sovietización del régimen de Castro” y, adicionalmente, “clarificar la situación política externa e interna de República Dominicana”, para lo cual viajaría fingiendo ser un hombre de negocios. El texto no agrega más detalles, pues al final se señala que lo que sigue “continúa en micropunto”. En 1961 Alemania envió una solicitud de extradición en Chile por la muerte de noventa y siete mil personas ocurridas entre 1941 y 1942. A principios de diciembre de 1962, Rauff fue arrestado, pero como en Chile el Código establecía que los delitos tipificados como crímenes tenían un plazo de prescripción de quince años, el supuesto delito había vencido en 1957. La posición también era compartida por el diario El Siglo, vocero del Partido Comunista chileno, que señalaba que como en el país no estaba tipificado el delito de genocidio, y efectivamente se había cumplido el plazo de prescripción, no cabía la posibilidad de que fuera extraditado. A fines de enero de 1963 el fiscal de la Corte Suprema había recomendado rechazar la extradición por haber expirado el plazo de acción penal, unas semanas después los jueces fallarían en contra. A fines de abril, después de una apelación, por seis votos a uno se impondría la tesis de la prescripción: “Cuando la incontinencia verbal de Rauff llegó a Viena, Wiesenthal le escribió una carta al entonces presidente de Chile, el socialista Salvador Allende, que en sus discursos se había comprometido a combatir cualquier totalitarismo. En su misiva, el cazador de nazis le decía a Allende que “Walther Rauff SS Standartenführer, vive impune en su país”, y le hacía un recuento de su participación en la creación de las cámaras de gas móviles y de su huida de Rimini, respecto de la cual señalaba que había sido posible “con la ayuda de la organización clandestina nazi Odessa y con el apoyo del obispo alemán acreditado en Roma, Alois Hudal”. Wiesenthal también le recordaba al presidente que, pese a que la resolución judicial de 1963, en 1970 Chile había votado en la ONU a favor de la persecución de crímenes de guerra, y argumentaba que “la ley internacional tiene primacía sobre la nacional”. La respuesta de Allende no se hizo esperar, y fue más técnica que política. En ella le recordaba a Wiesenthal el fallo de la Corte Suprema, que en su considerando 38 incluía una “amplia condena moral de los alevosos crímenes del nacionalsocialismo”, y argumentaba que, debido a la separación de poderes, en Chile la resolución de las causas criminales sólo se encontraba en manos de los jueces… Para entonces ya hacía cuatro años que el gobierno de Salvador Allende había sido derrocado, y Wiesenthal la emprendería contra la dictadura de Augusto Pinochet, denunciando publicando que Rauff trabajaba como asesor de la DINA, la policía política del régimen… Wiesenthal volvió a enviar una carta a Pinochet, que tampoco tuvo respuesta, y entonces empezó a mover influencias para ejercer presión internacional. Los reclamos para conseguir la orden de expulsión comenzaron a llegar a Santiago. Venían desde Alemania, Estados Unidos, Inglaterra, Israel y otros países, pero Pinochet los rechazaba todos invocando las mismas razones jurídicas que había esgrimido Allende… Aunque Estados Unidos había cooperado con el golpe de Estado de septiembre de 1973 y luego había seguido apoyando a Pinochet, las relaciones se habían ido deteriorando a partir de la enmienda Kennedy de 1976, que prohibía vender armas a Chile, y luego con el asesinato de Orlando Letelier, el ex canciller de Allende, muerto en un atentado en Washington ese mismo año… El gobierno de Ronald Reagan estaba dispuesto a proveer cualquier tipo de asistencia para que Rauff fuera juzgado en Alemania o en Israel, y que el gobierno británico encabezado por Margaret Thatcher, la mejor aliada de la dictadura en el mundo desarrollado, también estaba de acuerdo con que el criminal debía ser extraditado. Y entonces, cuando el agua ya estaba llegando al cuello, el 14 de mayo de 1984, oportuna y graciosamente, Walter Julius Rauff murió” (Camarasa & Basso Prieto, pp. 227, 228, 229, 230, 231, 232). En 1950, sólo unos meses después que Rauff, llegó a Argentina Adolf Eichmann, el hombre que se convertiría casi en el ícono de los criminales de guerra refugiados en el continente. Desde muy joven su historia había tenido un toque premonitorio: en Linz, Alta Austria, mientras cursaba el colegio, había tenido como profesor al mismo maestro de Historia de Adolf Hitler. En 1931 había ingresado al Partido Nacional Socialista y un año más tarde, en 1932, a las SS. En cuatro años se especializó en judaísmo, y al cabo de éstos leía y traducía el hebreo y podía hablar y entender el yidish. En 1938, todavía en Austria, se le había encargado la organización de la Sección de Asuntos Judíos, y su éxito fue tal que un año después se le envió al protectorado de Bohemia-Moravia para repetir allí la experiencia. Para Eichmann, el concepto de “organizar los asuntos judíos” tenía un sentido inequívoco: exterminarlos. Entre 1941 y 1942, ya con el grado de coronel, empezó a llevar sus planes a la práctica: comenzaron las detenciones colectivas, el encierro en guetos y las deportaciones y el confinamiento en campos de concentración, donde había prohibido los nacimientos ordenando abortos provocados. Fue uno de los mayores responsables de la llamada “solución final del problema judío”, una metáfora para designar la organización de la muerte de seis millones de personas. Como tantos otros casos, al final de la guerra también él cayó prisionero de los estadounidenses, pero permaneció relativamente seguro hasta que su nombre empezó a mencionarse en interrogatorios a otros prisioneros. Entonces huyó del campo, y en 1950, tras haberse escondido algún tiempo en las inmediaciones de Hamburgo, trabajando como leñador, llegó a Génova por la Ruta de las Ratas, usando la identidad de un tal Ricardo Klement. El 15 de julio de 1950, arribó a Buenos Aires a bordo del buque italiano Giovanni C, en el cual había hecho el viaje como pasajero de segunda clase, portando un pasaporte de la Cruz Roja Internacional. Para los cazadores de criminales de guerra, Adolf Eichmann había sido siempre un dolor de cabeza. Lo que ninguno sabía hasta ese momento era que el cerebro de la “solución final” había llegado a Argentina diez años antes. Después de los primeros tiempos en los alrededores de Buenos Aires, donde vivió en una casa de la localidad bonaerense de Florida, Eichmann ya con documentos argentinos a nombre de Ricardo Klement, había conseguido trabajo en una empresa vinculada con el gobierno peronista. La firma era CAPRI, y la dirigía el germano-argentino Carlos Fuldner, quien había integrado la Comisión Peralta. A poco de recibir las primeras informaciones del fiscal Bauer y de Wiesenthal, la inteligencia israelí había comenzado a moverse y para diciembre de 1959 sabían bastante sobre cómo había hecho Eichmann para salir de Europa. Eichmann se había ocultado en un monasterio alemán manejado por monjes católicos croatas. Había visitado a su esposa en Austria en 1950 y ese mismo año había conseguido su nueva documentación. Desde Génova había viajado por mar a Argentina, y en la guía telefónica de Buenos Aires correspondiente al año 1952 ya figuraba un tal Ricardo Klement. El primer grupo de observación llegó a Buenos Aires a principios de febrero de 1960. Era una avanzadilla de tres hombres, a quienes luego se les unieron otros dos y una mujer. Pero la primera comprobación que hicieron fue una sorpresa: el pájaro había volado. Por alguna razón que no estaba vinculada con el operativo, Adolf Eichmann y su familia se habían mudado de la casa que ocupaban en Olivos, donde llevaban las pistas israelíes. Pasado el primer desconcierto, el grupo retorno el rumbo y descubrió que uno de sus hijos, Dieter, seguía trabajando en un taller mecánico de las inmediaciones. Mediante la simulación de enviar un regalo para su hermano Klaus, los agentes pudieron seguirlo y el muchacho los condujo hasta el nuevo domicilio familiar: una casa humilde levantada en una calle llamada Garibaldi, en los suburbios de la localidad bonaerense de San Fernando. Cuando averiguaron que la propiedad estaba a nombre de Vera Liebl, los agentes supieron que el círculo comenzaba a cerrarse. La vigilancia sobre la casa, una construcción modesta y sin pintar, se hacía a diferentes horas del día y de la noche, utilizando diversos autos alquilados. Poco a poco, los seis integrantes del grupo comenzaban a tomar notas detalladas de hábitos, costumbres y horarios de esos vecinos, y a registrar las características toponímicas del lugar. El 20 de marzo de 1960, la observación tuvo un premio inesperado: ese fue un día de fiesta para los Klement. Los vigías advirtieron que el dueño de la casa regalaba flores a su esposa, que los muchachos se ponían sus mejores trajes y que se preparaba la mesa para una celebración. Para los agentes israelíes fue como si el hombre les hubiese firmado un documento de su verdadera identidad: el 20 de marzo de 1960, se cumplían veinticinco años del casamiento de Adolf Eichmann con Vera Libl, celebrado en Austria en 1935. La fiesta había disipado todas las dudas sobre la verdadera filiación de Ricardo Klement, y con ésta certeza, cuando un segundo grupo israelí llegó a Buenos Aires, la primera avanzada abandonó Argentina sin dejar pistas. Habían hecho un buen trabajo que incluía la toma de fotografías de Eichmann, su casa y su familia, registradas sin que ellos lo hubiesen advertido: “El nuevo grupo de agentes estaba integrado por Gabi Eldad (comandante), Ehud Revivi (subcomandante y jefe del grupo de avanzada), Yosef Kenet (incorporado para interrogar al prisionero), Ezra Eshet (coordinador de cuestiones organizativas), Zev Keren (técnico), Shalom Dani (experto en falsificación en documentos), Eli Yuval (experto en disfraces y maquillaje, y elegido para ser el primero en apresar a Eichmann, dada su contextura física), Yitznak Nesher (miembro del grupo de avanzada), Dina Ron (para permanecer con el detenido en la casa donde lo alojaran) y un médico que debería mantener drogado al prisionero durante las distintas fases de la operación… Para el miércoles 11 de mayo de 1960, día elegido para realizar la captura, los miembros de las fuerzas especiales israelíes se habían movilizado en número de setenta y cuatro; habían arrendado siete casas que les servirían de alojamiento y de improvisado lugar de detención del prisionero mientras permanecieran en territorio argentino; habían alquilado y desalquilado una veintena de automóviles en distintas agencias; habían instalado diecinueve hombres en la ciudad de Buenos Aires y sus alrededores, más un equipo de apoyo en Montevideo, y habían planificado la operación hasta en sus más mínimos detalles. Cinco minutos después de las ocho de la noche de aquel día, y como lo había hecho durante innumerables jornadas anteriores, Ricardo Klement bajó del camión que lo traía de su nuevo a su trabajo en la fábrica Mercedes Benz, empresa a la que había ingresado el 20 de marzo de 1959. Seguramente, no le llamaron la atención dos autos estacionados, uno a cincuenta metros y el otro a una cuadra de su casa… Desde el momento de su secuestro hasta que fue sacado de Argentina, ocho días después, Adolf Eichmann fue mantenido en una casa del Gran Buenos Aires, custodiado por sus captores. El 19 de mayo de 1960, fue embarcado subrepticiamente en el avión de El Al que lo llevaría a Jerusalén, y el 23 del mismo mes el primer ministro israelí, David Ben-Gurión, anunciaba al mundo que el criminal de guerra se encontraba detenido, a la espera de ser juzgado…. Muchos de los criminales residentes en Buenos Aires viajarían a Asunción o San Paulo, y los que estaban al sur, en la zona de Bariloche, cruzarían la cordillera hacia Chile y por unas semanas desaparecerían en los pliegues alemanes de Osorno o Puerto Montt” (Camarasa & Basso Prieto, pp. 160, 161).

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El Carnicero de Lyon.

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 El último período de arribos a Río de la Plata es el que va desde 1951 hasta 1954. En abril de 1951, llegaría el mecánico alemán Klaus Altmann, su esposa Regina y sus hijos Ute y Klaus-Jorg. Tras el Altmann que figuraba en el pasaporte del mecánico y en el permiso de tránsito que lo autorizaba a pasar con los suyos hacia Bolivia, se ocultaba un hombre con una sólida formación como oficial de inteligencia, que tenía una influencia considerable en la vida política boliviana y americana en general durante las siguientes tres décadas. Altmann era en realidad el ex capitán de la Gestapo Klaus Barbie, asesino del líder de la resistencia francesa, Jean Moulin; tenía pendientes en Francia dos condenas a muerte por la detención de cuarenta y un niños en Lyon, cuatro mil homicidios, la deportación de siete mil quinientas personas a campos de concentración, y por haber ordenado cientos de torturas. La historia de Barbie-Altmann es la historia de un hombre dúctil: sirvió primero a su patria alemana, después a sus enemigos norteamericanos y finalmente a las dictaduras de América Latina. Hijo de una familia católica, de adolescente había estado internado en un seminario, pero en 1935, dos años después del ascenso de Adolf Hitler al poder, había ingresado al NSDAP en Trier, la ciudad donde vivía. Después de un curso en la escuela de oficiales de Bernau, donde uno de sus instructores fue Adolf Eichmann, fue llamado a formar parte del SD; allí haría una carrera ascendente. En 1940 ya era teniente segundo y trabajaba en el departamento encargado de controlar los movimientos liberales, pacifistas y de ultraderecha. Dos años más tarde, en 1942, sería transferido a la Gestapo y destinado a la ciudad francesa de Lyon, ocupada por los alemanes. Allí haría sus mayores méritos. En Lyon había un fuerte movimiento antinazi, el Consejo Nacional de la Resistencia (CNR), al mando del cual el general Charles de Gaulle había puesto a Jean Moulin. El CNR tenía un aparato militar que utilizaba tácticas de guerrilla, instalaba explosivos, saboteaba trenes y puentes, y atacaba a los soldados alemanes. A principios de junio de 1943, tras la detención y tortura de un integrante del CNR, la Gestapo dio con Moulin durante una reunión clandestina y el jefe de la Resistencia, luego de ser interrogado por Barbie, fue ejecutado. Además de la muerte de Moulin, y mientras aún estaba en Lyon, Barbie agregaría otro hito notable a su hoja de servicios: en la mañana del 6 de abril de 1944, había allanado un orfanato en Izeu y detenido a cuarenta y cuatro niños judíos mientras tomaban el desayuno. Los menores, algunos de los cuales sólo tenían 3 años, fueron subidos a un camión y deportados al campo de concentración de Drancy, cerca de París, y desde allí a Auschwitz, donde fueron ejecutados en las cámaras de gas. Las razones por las cuales Barbie, durante su exilio en América Latina, se transformaría en uno de los hombres claves de la conexión nazi se encuentran en ésta nueva etapa de su vida. A fines de 1945, el Cuerpo de Contrainteligencia del Ejército de los Estados Unidos, el CIC, había obtenido información sobre un grupo de ex miembros de la Gestapo que estaban organizando una suerte de resistencia anticomunista. Lo infiltraron y descubrieron que la organización, dirigida por Klaus Barbie, tenía ramificaciones en las ciudades de Marburg, Múnich y Hamburgo, y que reunía dinero, armas y equipos de comunicaciones. También supieron que el hombre, quien un año antes había sido detenido por una patrulla norteamericana, pero había logrado escapar del jeep donde lo transportaban, estaba residiendo en Marburg. Después de algunos intentos frustrados por capturarlo, en los que los estadounidenses quedaron en ridículo, fue el mismo Barbie quien se acercó al CIC: primero les pasó información sobre las redes de espionaje soviético, y después se dejó reclutar. Para los oficiales del CIC, la antigua pertenencia de Barbie a las SS no lo descalificaba como informante, y pesaba a su favor el hecho de que era un ferviente anticomunista. Pero también los franceses estaban interesados en Barbie, y querían que compareciera como testigo en el juicio por la muerte de Jean Moulin. Como los americanos se negaron, Francia insistió oficialmente y al final pidió su arresto por crímenes de guerra, y en mayo de 1950 la prensa parisina empezó a publicar historias sobre él, con detalles tales como que quemaba a sus víctimas con sopletes de acetileno. Para mediados de ese año, ya era notorio que el ejército de Estados Unidos protegía a un criminal de guerra, y cuando Francia pidió su extradición, los americanos contestaron que no sabían dónde estaba. Fue una mentira descarada: Barbie, por entonces, había sido trasladado con su familia a una casa segura del CIC, y hasta allí le llevaban detenidos para que los interrogara. ¿Por qué Klaus Barbie era tan importante? Según algunos, él habría sido quien advirtió en 1949 que los soviéticos estaban consiguiendo uranio para fabricar una bomba atómica, y además habría sabido dónde había arsenales ocultos en territorio alemán, listos para ser usados si se producía un avance comunista a la zona de influencia de Estados Unidos. Lo cierto es que, en diciembre de 1950, el CIC puso a Klaus Barbie en la estación de Salzburgo de la Ruta de las Ratas, y que allí el agente Jim Milano le proveyó la identidad de Klaus Altmann, un mecánico nacido en 1915 en la ficticia ciudad de Kronstad. A diferencia de Klaus Barbie, la mayor parte de los nazis que se habían instalado en América Latina no había despertado el favor de los americanos, sobre todo porque no tenían ninguna contraprestación que ofrecer. No habían sido agentes de inteligencia, sinos toscos criminales de guerra, y, antes de la protección de Washington, habían tenido que depender de la ayuda de connacionales y camaradas que los habían precedido en su viaje al fin del mundo. En 1965 el servicio de inteligencia de Alemania Occidental que manejaba Reinhard Gehlen, el BND, lo había reclutado como informante. El contacto lo había hecho un agente llamado Wilhelm Holm, cuyo nombre clave era “Solinger”, quien había pasado cuatro semanas en La Paz, donde había conocido al “señor Altmann”. En 1966 se reunieron de nuevo en Santiago de Chile, donde Barbie fue contratado oficialmente por los alemanes, y recibió un primer pago de quinientos marcos. Durante ese encuentro en Chile, Holm introdujo a Barbie en los vericuetos del BND, le informó cuál iba a ser su número de código, y le puso el nombre clave de “Adler”. Antes de regresar a La Paz, había arreglado con Holm el asunto de sus pagos: se le triangularía el dinero a través de Chartered, un banco de Londres, desde donde a su vez se remitirían los depósitos a la sucursal de San Francisco, en Estados Unidos. Un par de semanas más tarde de haber firmado su contrato con el BND, Barbie sería nombrado representante oficial de la empresa Merex en Bolivia. El final del episodio se escribiría en las semanas siguientes: hacia noviembre de 1966, en el BND comenzó a discutirse el riesgo de tener en sus filas a un criminal de guerra de alto perfil, y lo dieron de baja, tal como había sucedido con Rauff. La desvinculación la hizo el propio Solinger durante una reunión en Madrid en vísperas de la Navidad, en la que le pagó otros mil marcos y le explicó que el servicio estaba sufriendo recortes presupuestarios y tenían que prescindir de él. En 1972 Francia pediría formalmente a Bolivia la extradición de Klaus Barbie, y el documento sería acompañado de una carta personal del presidente Georges Pompidou a su colega Hugo Banzer. Cuando el pedido llegó a La Paz, ya era tarde: el “señor Altmann” había sido detenido por una deuda de cuatro mil dólares que le reclamaba la Corporación Azucarera Boliviana como gerente de Transmarítima, y el proceso lo ponía a salvo de cualquier reclamo internacional. En marzo de 1972, mientras la justicia boliviana todavía analizaba el pedido de extradición de Francia, Barbie seguía en libertad, manejando sus influencias y sus negocios de armas. Aún vivía en el barrio alta de La Paz, donde mantenía su aserradero, y le había vendido al ejercito treinta tanques de la empresa austriaca Steyr-Puch, actuando como intermediario de Mertins. El comando que intentaría secuestrarlo era un grupo variopinto encabezado por el intelectual francés Régis Debray, quien hasta 1967 había formado parte de la guerrilla del Che Guevara, y Monika Erlt, una alemana nacida en Múnich, hija del camarógrafo Hans Erlt, quien había trabajado con Leni Rienfensthal. Tras ser detenido y liberado por los aliados, Erlt se había mudado en 1950 a Chile y luego a Bolivia, donde hizo amistad con Barbie, a quien Monika conoció desde pequeña como “el tío Klaus”. Como Debray, Monika también se había unido al Ejército de Liberación Nacional (ELN) guevarista, donde militaba con el seudónimo de “Imilia”, y en 1971 sería acusada de ser quien entró al consulado boliviano en Hamburgo y mató de tres tiros a Roberto Quintanilla, uno de los gestores de la muerte del Che Guevara y a quien se indicaba como el autor material del cercenamiento de sus manos. Debido a que sólo se la identificó varios días más tarde, Monika pudo salir de Alemania y regresar a Bolivia, donde se unió al grupo que estaba planeando el secuestro de Barbie. La idea era sacarlo del país y llevarlo hasta Chile, donde Debray era asesor del presidente Allende, pero la operación fracasó por una falla mecánica del único auto operativo que tenían. Un año más tarde, en mayo de 1973, Monika Erlt fue asesinada a tiros en la capital boliviana por un escuadrón paramilitar. Aunque el gobierno iba a filtrar a la prensa que la mujer había sido descubierta en una operación destinada a reactivar el ELN, su familia creyó que Barbie estaba detrás del homicidio. Finalmente, después de una serie de idas y venidas entre las cancillerías de París y La Paz, el 13 de mayo de 1974 la Corte Suprema de Justicia boliviana denegó el pedido de extradición de Klaus Barbie, argumentando que no existía un tratado en tal sentido entre Bolivia y Francia. Era verdad, y el fallo se ajustaba a derecho, y el criminal, ahora sin presiones, lo iba a celebrar a su manera: en los meses siguientes se enrolaría en la Unión Mundial de Nacional Socialistas, donde le darían el grado de comandante, y comenzaría a trabajar en los servicios secretos como interrogador, aplicando contra los izquierdistas bolivianos las mismas torturas que había utilizado en Francia durante la guerra. En 1977, según el periodista Peter MacFarren, participaría en una reunión con delegados chilenos, bolivianos y argentinos, socios en el Plan Cóndor de coordinación represiva entre las dictaduras del continente. Desde hacía por lo menos dos años, a mediados de la década de 1970, Bolivia había comenzado a convertirse en una de las mayores plazas productivas del narcotráfico en todo el mundo. Sobre todo en las zonas de Yungas y de Chapare, a 150 kilómetros de Cochabamba y a 300 de Santa Cruz de la Sierra, en el corazón del país, grandes extensiones de cultivos habían empezado a ser reemplazados por plantaciones de coca, que se utilizaba para fabricar cocaína. Para los campesinos pobres, era más rentable plantar coca que cualquier otra cosa, y la actividad era parte fundamental de la economía informal del país. La producción era comprada por los narcotraficantes, que luego elaboraban la droga, y uno de los principales empresarios era el hacendado Roberto Suárez. A Suárez lo llamaban “el rey de la cocaína” y se había ofrecido a pagar la deuda externa del país a cambio de que lo dejaran tranquilo. Suárez tenía un ejército propio para cuidar sus negocios, y Barbie y su socio en Buenos Aires, Wilhelm Sassen, lo habían ayudado a equiparlo. A través de Mingolla, un agente de la Secretaría de Informaciones del Estado, y de Klaus Barbie, Sassen le vendió armamento a Roberto Suárez. Se trataba de flamantes ametralladoras AUG y tanquetas de la Steyr Daimler Puch, la fábrica austriaca de la cual hasta 1985 sería representante para toda América Latina. La operación con los narcos bolivianos se había hecho a través de Representaciones Bolivianas Técnicas y Corporación Trasandina, dos empresas de Barbie manejadas por su hijo Klaus-Jorg. Para entonces, en Buenos Aires, Sassen tenía oficinas en un edifico céntrico que le alquilaba al jefe histórico de la masonería argentina, y hacia sus operaciones bajo la cobertura de la empresa Bussing S.A., formalmente dedicada a la importación y exportación de maquinarias agrícolas, que durante la guerra había empleado como esclavos a prisioneros del campo de concentración de Auschwitz. A fines de los años setenta, esa Bolivia de los ejércitos privados y las plantaciones de coca se revolvía entre violencia política, atentados terroristas y asonadas militares, que finalmente iban a desembocar en un golpe de Estado el 17 de julio de 1980. Ese día, Luis García Meza, un general, derrocó a Lidia Gueiler, que era la presidente interina, y casi de inmediato se desató la represión contra los sindicatos y los partidos de izquierda. García Meza había nombrado al coronel Luis Arce Gómez como su ministro del Interior, y para Klaus Barbie fue como una bendición, porque eran amigos desde hacía tiempo: seis meses antes del golpe, el 12 de enero, Arce le había dado un carné del Ejército boliviano que lo nombraba teniente coronel ad honorem, y habían firmado un “acto de lealtad” en la cual el Carnicero de Lyon se comprometía a “prestar servicios de orden incondicional con el Ejército de Bolivia dentro de la especialidad de inteligencia…”. Además, según muchos testimonios, el golpe se había planificado en el restaurante Bavaria, en Santa Cruz de la Sierra, donde se reunía un grupo de paramilitares encabezado por Barbie a beber cerveza y a cantar marchas militares alemanas. Rudos, violentos y sádicos, esos hombres se llamaban a sí mismo los “Novios de la Muerte”, y habían tomado su apodo de una estrofa del himno de los legionarios españoles. Barbie los había ido reclutando como mercenarios y, aunque la mayoría de ellos habían sido contratados en Europa, algunos ya llevaban un tiempo en América Latina trabajando para las dictaduras chilena y argentina. Desde 1979 Delle Chiaie y los suyos habían empezado a recorrer la América nazi ofreciendo sus servicios. En abril de 1980, estaban reclutando mercenarios para ir a Nicaragua a pelear contra los sandinistas, cuando se les acercó un mayor retirado del ejército, Hugo Miori Pereyra, y les presentó a unos amigos bolivianos que se reunían en su casa. En el grupo estaba el general Hugo Banzer, que había protegido a Barbie mientras era presidente, y los coroneles Francisco “Mosca” Monroy, Freddy Quiroga y Faustino Rico Toro. Delle Chiaie y sus hombres iban a cambiar rápidamente de patrón, y en los días siguientes partirían hacia Santa Cruz de la Sierra. Además de los italianos, ya había empezado a llegar a Bolivia otro puñado de terroristas que también se pondrían a las órdenes de Barbie. Uno de los primeros había sido Joachin Fiebelkorn, un desertor del ejército alemán, que enseguida había conseguido trabajo como jefe de seguridad de Roberto Suárez, y estaba a cargo del movimiento de los treinta aviones del narcotraficante que llevaban la droga a Colombia. En Bolivia, Fiebelkorn se rodearía de neonazis alemanes, fascistas argentinos, desertores de la Legión Extranjera francesa y neofascistas italianos, entre ellos, además de Delle Chiaie y Pagliai, otros como Sandro Saccucci, Carmine Palladito y el ex carabinero Marco Marino Diodato, vinculado a la mafia. ¿Cuál era su función? Según el analista boliviano Pablo Ramos Sánchez, “en la mecánica del golpe, los paramilitares tuvieron a su cargo las tareas sucias de asaltar locales, tomar prisioneros, perseguir políticos, allanar domicilios, robar, torturar, asesinar y desencadenar el terror en Bolivia. Al utilizarlos, los golpistas no sólo mostraron a sus camaradas de armas que podrían independientemente del resto de las fuerzas armadas, es decir, que tenían capacidad para lanzarse a la calle sin necesidad de recurrir a la movilización de regimientos militares cuyos comandantes podrían no estar dispuestos a ensuciarse las manos y el uniforme en tareas gansteriles. Además, les permitía demostrar a los indecisos o reticentes que también podrían correr la misma suerte que los políticos a manos de los paramilitares: “En los dieciocho meses que duró la dictadura de García Meza, los Novios de la Muerte constituyeron un ejército paralelo casi omnipotente, formado por los últimos hombres de la vieja América nazi, y por quienes se proponían como sus herederos. Institucionalmente dependían de un Comando de Operaciones Conjuntas a cargo del coronel Rico Toro, que había estado exiliado en Buenos Aires, y operativamente obedecían a Barbie. Desde antes del golpe, la legión había establecido su base de operaciones en Santa Cruz, y tenían el comando en una casa que habían convertida en fortaleza, con ametralladoras pesadas en la terraza y cercos de alambres de púas que rodeaban el edificio. Los hombres se movían en jeeps del ejército que les había conseguido el Carnicero de Lyon, y sólo manejaban dólares… Por supuesto, semejante aquelarre de nazismo, violencia y narcotráfico no podía durar, y la dictadura de García Meza comenzó a resquebrajarse por fracturas internas en mayo de 1981, cuando un grupo de civiles armados tomó un pozo petrolífero de la empresa norteamericana Occidental Co. y exigió la renuncia del presidente de facto. Aunque el operativo fracasó, un sector del Ejército se volvió contra los narcos y los paramilitares, y García Meza les quitó la protección. Días más tarde, los mercenarios empezaban a huir hacia Europa y Brasil, y algunos de ellos serían detenidos tras cruzar la frontera en el Mato Grosso con uniformes, armas y cocaína. El presidente fue destituido en agosto de 1981, y tras una transición de juntas militares, un grupo de coroneles acabó imponiendo a uno de ellos, Guido Vildoso, en el poder. ¿Qué cambiaría? Pocas cosas: al día siguiente de la asunción de Vildoso, el 21 de julio de 1982, Klaus Barbie iría a visitarlo como amigo que era, y a saludarlo por la designación. Sin embargo, para el Carnicero de Lyon, los tiempos habían empezado a acortarse… Sin que entendiera muy bien lo que estaba pasando, el 4 de febrero de 1983 lo llevaron hasta el aeropuerto de El Alto y lo subieron a un avión Hércules de la Fuerza Aérea Boliviana, dándole a entender que lo deportaban a Alemania… Estaba animado y confiado, pero su apostura cambió en la madrugada del 5 de febrero, cuando el Hércules aterrizó en Cayena, en la Guyana francesa, donde lo esperaba un fiscal y policías que le comunicaron que iba a ser trasladado a Lyon, para ser juzgado por ocho cargos de crímenes contra la humanidad. Aunque él no lo sabía, la operación había sido planificada por Régis Debray, el hombre que diez años antes había intentado secuestrarlo y que ahora era asesor del presidente Mitterrand” (Camarasa & Basso Prieto, pp. 265, 266, 267, 268).

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Campo SSadismo.

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 Fabrice d´Almeida en “El pecado de los dioses. La alta sociedad y el nazismo” (TAURUS, 2008) hace un análisis de las representaciones. Son tantas las películas que han mostrado la perversión del nazismo a través de la vida sexual y las desviaciones de la intimidad que se han construido una imagen errónea del régimen. No hay más que pensar en “La caída de los dioses” o La caduta degli dei, de Luchino Visconti, para que nos venga a la memoria las reuniones y las bacanales de las SA en Tegernsee. En 1973, “El portero de la noche”, de Liliana Cavani, causó escandalo porque planteaba la existencia de un vínculo erótico entre el verdugo y la víctima. El éxito de la película atizó la imaginación de los productores. El año siguiente, el realizador Don Edmonds retomó la idea de la relación erótica en el campo de concentración, atribuyendo ésta vez el papel sádico a una mujer, en su largometraje “Ilsa, la loba de las SS”. Éste filme dio nacimiento a un género cinematográfico: el porno nazi. Una decena de producciones italianas, ampliamente difundidas en Europa y Estados Unidos, explotarían después éste mismo filón: SS Experiment Camp, también conocido como “Campo SSadismo Comandancia de Castración” (Sergio Garrone, 1976), “La última orgía de la Gestapo” (Cesare Canevari, 1977) o “La bestia en calor” (Luigi Batzella, 1977), difundida en Estados Unidos bajo el título SS Hell Camp. La más conocida es la adaptación de una novela británica de Tinto Brass, Salón Kitty (1977). Si nos fiamos de ésta visión, el nazismo era un régimen en el que las relaciones sexuales eran desenfrenadas, generalizadas y obsesivas y tenían una dimensión sadomasoquista. El 12 de diciembre de 1935, por órdenes directas de Himmler, la RuSHA crea el programa de los hogares Lebensborn (Fuente de Vida) –programa dedicada a producir una raza superior- el cual, en palabras de uno de los líderes del programa, proporcionará 600 regimientos extra en un plazo de treinta años. El programa estableció redes de maternidad por todo el país, animando a todas las mujeres a producir hijos como un deber patriótico ante el Führer; asimismo, instaba a los hombres de las SS a mantener relaciones conyugales con más de una mujer; lo hijos de tales uniones eran considerados legítimos. La organización Lebensborn a partir de 1938 pone en pie un sistema de matrimonio y de procreación de niños de pura raza aria mediante el cual jóvenes alemanas aceptan desposar a miembros de las SS con el propósito de producir una descendencia genéticamente perfecta. Pues a pesar de sus afirmaciones sobre la rectitud moral de Alemania, numerosos dirigentes nazis hacen excepciones a las reglas de la moral común. Himmler lleva una doble vida con su mujer, su secretaria y alguna que otra amante ocasional. La pareja Bormann es aún más transgresora cuando se trata de desafiar las reglas sociales tradicionales. Martin Bormann es el principal colaborador de Hitler en el seno del Partido tras la extraña marcha de Rudolf Hess hacia Inglaterra en 1941. Su mujer, Gerda, nacida en 1909, es la hija de Walter Buch, oficial de carrera de una familia de farmacéuticos, que entra muy pronto en el movimiento nacionalsocialista, convirtiéndose durante los años treinta en su juez supremo. Pertenece, por lo tanto, a la más alta élite del NSDAP, y se lleva particularmente bien con Richard Walter Darré, ministro de abastecimiento durante la guerra. En septiembre de 1929, Gerda Buch se casa con Martin Bormann, joven promesa de la SA al que conoció un año antes durante un mitin del NSDAP. La pareja tiene nueve hijos. Gerda afirma que la calidad aria de su marido merece ser reproducida. Tras vivir un tiempo en Múnich –donde se codeó con una pequeña sociedad del entorno del Partido, recibió visitas del Führer y tuvo el honor de invitar a las cuatro personalidades de la Conferencia de Paz de Múnich de 1938-, la pareja de instala en 1940 en Obersalzberg, desde donde Bormann dirige la administración del NSDAP. Podrían pasar una familia convencional, especialmente cuando, en octubre de 1943, Martin Bormann toma como amante a la joven actriz Manja Behrens. La ruptura con el tradicional ménage à trois se consuma cuando Gerda Bormann anima a su marido a buscar otras amantes con el fin de multiplicar su progenitura al servicio de la raza. Llega incluso a proponerle un sistema organizado que incluye a varias esposas y concubinas, a fin de que los niños estén bien educados y de que su marido –tan seductor, según ella- haga felices a otras mujeres. De hecho, Martin Bormann añade algunas amantes más a su colección de trofeos. Gerda Bormann se muestra decepcionada por el hecho de que éstas últimas no tengan hijos –al contrario que Manja Behrens, que se ha quedado embarazada-. Bormann se siente halagado por el hecho de que su mujer le incite a la poligamia, por lo que impone ésta situación a la élite nazi que frecuenta Obersalzberg, empezando por sus vecinos los Göring –a Emmy le cae bien Gerda- y siguiendo por la familia Speer. El resultado es que su mujer y su amante coinciden a menudo en Berghof, incluso en presencia de Hitler, quien por cierto no le ve nada de escandaloso a ésta situación, pues refleja su ideal de dominación masculina. Hitler no encuentra tampoco nada que decir en contra de la existencia, a unas pocas decenas de metros de su residencia, de un extraño edificio: el “barracón B”. Mujeres de origen francés, polaco y ruso ejercer allí la prostitución de manera oficial y bajo la supervisión de médicos que les proporcionan certificados de trabajo. Su función es satisfacer la demanda de trabajadores forzados –concretamente de un contingente con fuerte presencia de trabajadores franceses que se encuentra en Obersalzberg para realizar todo tipo de trabajos de excavación-. Al parecer, éstas mujeres han preferido éste trabajo a ser deportadas a un campo de concentración. Otras prostitutas se ocupan de los militares alemanes. Aunque no es demasiado visible en Alemania, donde la red de burdeles tradicionales ha seguido funcionando con normalidad, ese sistema de prostitución se instaura por toda la Europa ocupada con el propósito de limitar al máximo la fraternización de los soldados con las poblaciones sometidas. Oficialmente, la separación racial es estricta. Un soldado o un oficial alemán non debe mancillar la raza corriendo el riesgo de engendrar un niño con una judía o una no aria. La regla también es válida para los campos de concentración, donde los burdeles de que disponen los hombres de las SS están equipados con profesionales arias, y para el Ejército, que tiene organizado un servicio casi estatal. El ejemplo francés demuestra que los altos mandos militares no han dejado ésta cuestión al azar. Al poco tiempo de la ocupación, mandan arianizar las casas de citas y organizar una red de establecimientos bajo control sanitario alemán donde los soldados pueden consagrarse al descanso del guerrero. Los oficiales no se quedan al margen; cuentan con sus propios lugares de placer para evitar que confraternicen con la población ocupada: “Enfundados con sus uniformes fascistas, fabricados por la compañía Hugo Boss, los miembros de la organización nazi se consideraban a sí mismos integrantes de una élite. Los jóvenes que aspiraban a ingresar en las SS debían ser racialmente puros y jurar un compromiso de lealtad, camarería, honor, defensa de la libertad y obediencia… Las SS de Himmler continuarían considerándose a lo largo de toda su existencia que su “irrenunciable objetivo general” radicaba en la selección y la constitución de una raza nórdica pura. Y dado que Tácito había señalado particularmente que una de las características nórdicas era la “elevada estatura”, se exigía que los miembros de las SS midieran como mínimo un metro setenta y cinco. Además, su origen nórdico debía manifestarse asimismo en la tez blanca y los cabellos extremadamente rubios… Y en nombre de esa pureza habría de fundar Himmler, ya en el año 1936, la Sociedad Lebensborn (o Fuente de Vida). Ésta organización ofrecía alojamiento y diversas instalaciones y servicios a las mujeres embarazadas, con independencia de su situación personal. Sin embargo, debían satisfacer los criterios elitistas de las SS, ya que se suponía que, andando el tiempo, los niños acabarían integrando las filas de la organización nazi. Ansioso por lograr el medro de la raza nórdica, Himmler hará correr el rumor, sotto voce, de que las mujeres solteras que desearan concebir un hijo podía contar con que la organización les pusiera en contacto, de forma estrictamente confidencial, con los progenitores adecuados. Y con idéntica intención se propondría más tarde instituir la bigamia como incentivo especial, tanto para los hombres de las SS que se hubieran distinguido de forma particular como para los héroes de guerra (siguiendo una vez más a Tácito, que habría referido que las tribus germánicas eximían de la práctica de la monogamia a los individuos de elevada posición social). Para las bellezas rubias de ojos azules y notables talentos intelectuales, el Reichführer tenía preparado otro singular premio: se crearía una “Facultad femenina del saber y la cultura” para enseñarles varios idiomas, así como las artes de la conversación y el debate, sin olvidar el ajedrez. Unidas después en matrimonio a miembros de alta graduación de las SS, éstas “mujeres sublimes” (Hohe Frauen) podrían actuar como consejeras de interés nacional y ejercer las funciones de diplomáticas en la escena internacional” (Krebs, pp. 245, 246, 247). El 20 de junio de 1949, Helmuth Gregor, un italiano nacido en Trento, según su pasaporte de la Cruz Roja Internacional, llegó a Argentina. La identidad, sin embargo, escondía al más sádico de los criminales fugados de Europa tras el derrumbe del nazismo: el doctor Josef Mengele, más conocido como el “Ángel de la Muerte”. Las acusaciones contra él ya son un lugar común del horror: Mengele había decidido la ejecución de decenas de miles de judíos y había efectuado experiencias médicas atroces con personas vivas en Auschwitz. Doctor en Medicina graduado en Fráncfort, y en Filosofía graduado en Múnich, al comenzar la guerra había sido enviado al campo de exterminio de Buchenwald. Vistiendo el uniforme negro de las SS, recibía personalmente a los prisioneros que habían sido deportados. Durante horas, con un ademán, iba seleccionando a los detenidos y los hacía agrupar en dos filas: una formada por hombres, mujeres y niños que irían directamente a las cámaras de gas, y otra integrada por los menos afortunados, a quienes había elegido para realizar sus experimentos. Utilizaba métodos variados: mataba chicos delante de sus madres o extenuaba a mujeres jóvenes, perfectamente sanas, extrayéndoles grandes cantidades de sangre. Los prisioneros rengos o deformes, contrahechos o con problemas físicos, eran sistemáticamente exterminados, incinerando sus tejidos musculares y enviados sus esqueletos al Museo de Antropología de Berlín, como “prueba concluyente de la degeneración de las razas no arias”. La obsesión de Mengele era encontrar el secreto que permitiera a todos los alemanes tener gemelos, para reproducir la especie perfecta. Sería esa obsesión, como se verá después, la que años más tarde lo llevaría desde Argentina a Paraguay y de allí a Brasil, países abiertos de la América nazi. Cândido Godói es un pueblo pequeño y pintoresco en el Estado de Río Grande del Sur, corazón de la zona más germana de Brasil. En 2014 tenía ocho mil habitantes y una serie de colonias agrícolas que lo rodean, y ocho de cada diez de sus moradores son alemanes o descendientes de alemanes, hay un quince por ciento de polacos y rusos, y el cinco por ciento restante son brasileños del sur, despectivamente denominados “peloduros”. La lengua más hablada es un dialecto de la región de Hunsrück, Alemania, y la organización social se basa en una cooperativa casi perfecta que provee de cloacas, luz eléctrica y teléfono a los habitantes de origen europeo. La mayoría de los que viven allí son colonos que trabajan sus campos sembrados de soya, y en el pueblo no hay favelas ni analfabetos. Pero éstos datos fríos de geografía económica sólo enmarcan la característica más sobresaliente del pueblo: en Cândido Godói y su zona de influencia, especialmente en una de las colonias cercanas que se llama San Pedro, hay gemelos. Muchos gemelos. Un veinte por ciento de la gente que vive allí son gemelos. Gemelos idénticos, rubios y de ojos azules. Según una docena de testimonios de viejos pobladores, Mengele anduvo por allí en los años sesenta. Aunque los primeros testigos lo vieron en 1961, empezó a ir seguido hacia 1963, cuando los nacimientos de pares comenzaron a darse con más frecuencia. Iba en el Ford negro que usaba en Hohenau, donde por entonces estaba viviendo, se quedaba unos días en la zona, y luego desaparecía hasta que regresaba. Ante algunos cabañeros se presentaba como veterinario, y les aseguraba que podía hacer experimentos genéticos para que sus vacas parieran terneros mellizos, como había hecho en la finca paraguaya de su amigo Alban Krug. Con otros habitantes de la región, especialmente con las mujeres embarazadas que vivían en los campos, asumía su rol de médico: las revisaba, las medicaba, les extraía sangre y controlaba la evolución de sus embarazos entre un viaje y otro. En cualquier caso, y aunque recientes estudios de genetistas parecen sugerir que la proliferación de gemelos en Cândido Godói es anterior a la visita del médico y obedecería a razones de consanguinidad, la presencia allí del Ángel de la Muerte en la época de los nacimientos es inquietante: mientras la media mundial de partos dobles es todavía de uno de cada veinte casos, en el pueblo, cuando Mengele merodeaba por la zona, de cada cinco partos, uno era de gemelos. El más bizarro de los criminales nazis que escaparon a través de la ruta nórdica de Perón fue el llamado “Mengele danés”, Carl Vaernet, un médico de las SS que afirmaba haber encontrado una cura para la homosexualidad. En la década de 1930, Vaernet había desarrollado una terapia basada que denominaba extrañamente la “inversión de la polaridad hormonal”. Himmler creía que la terapia de Vaernet representaba la “solución final” al problema de la homosexualidad. En 1943 Vaernet firmó un contrato con el jefe de la Oficina Central de seguridad del Reich, Ernst Kaltenbrunner, cediendo los derechos de patente de su cura a una empresa de las SS, Deutsche Heilmittel, a cambio de fondos de investigación, de material de laboratorio y del uso de prisioneros de un campo de concentración como cobayas humanas. En 1944 Himmler puso a la población de Buchenwald portadora del “triángulo rosa” a disposición de Vaernet. Se experimentó con unos quince sujetos. Algunos fueron castrados y luego se les implantó la “glándula sexual masculina artificial” del médico danés, un tubo de metal que liberada testosterona en la ingle durante un período prolongado: “Vaernet afirmaba que como resultado de su trabajo algunos sujetos habían “renacido” como heterosexuales. Refiriéndose al caso del preso de Buchenwald número 21.686, Bernhard Steinhoff, un teólogo de cincuenta y cinco años, Vaernet informó a Berlín de que “la herida de la operación ha sanado y no hay rechazo de la glándula sexual implantada (…) la persona se siente mejor y ha tenido sueños con mujeres”. Al final de la guerra Vaernet fue encarcelado por las fuerzas británicas de ocupación en Dinamarca, y el 29 de mayo de 1945 el comandante R. F. Hemingway informaba a la Asociación Médica Danesa de que “sin duda el médico sería castigado como criminal de guerra”… Cuando los británicos entregaron a Vaernet a las autoridades danesas, en el otoño de 1945, el plan de fuga de éste se aceleró. Mientras tanto, y según los documentos conservados en los Rigsarkivet –los Archivos Nacionales de Dinamarca, en Copenhague- Vaernet trató de vender su sistema de liberación de hormonas de Buchenwald a diversas empresas médicas británicas y estadounidenses con ayuda de su hijo mayor, Kjeld, médico como él. En enero de 1946 el médico solicitó del gobierno danés un permiso para viajar a Estocolmo con el fin de recibir tratamiento para una fingida dolencia cardíaca… Una vez en Estocolmo, la organización de Perón le hizo desaparecer rápidamente, con toda probabilidad, en un vuelo comercial regular Estocolmo-Ginebra-Buenos Aires, y llegó a Argentina en algún momento anterior al mes de marzo de 1947… En la solicitud de ciudadanía argentina de Carl Vaernet, presentada en el mes de agosto de aquel mismo año, éste declaraba que trabajaba como endocrinólogo a las “órdenes directas” del ministro de Salud Pública de Perón. Al cabo de unos años Vaernet abrió una consulta privada en el número 2.251 de la calle de Uriarte, aunque nunca recuperó el estatus social que había disfrutado en Dinamarca antes de la guerra… En 1949 un tribunal danés cerró su caso, declarando que se creía que se hallaba oculto en Brasil, a pesar de que todas las evidencias, incluyendo varios artículos de prensa, apuntaban hacia Argentina. En éste último país la cuestión sigue viva hasta 1999, cuando un activista pro derechos gays danés encontró al nieto de Vaernet, al que nadie le había informado nunca del verdadero papel de su abuelo durante la guerra… Christian Vaernet explicó que su abuelo había muerto de una fiebre desconocida el 25 de noviembre de 1965. Está enterrado en el cementerio británico de Buenos Aires, fila 11.A.120” (Goñi, pp. 171, 172, 173).

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¿Arte o pornografía?

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 Según la mitología, Zeus habría asignado una medida apropiada y un justo límite a todos los seres: el gobierno del mundo coincide así con un armonía precisa y mensurable, expresada en las cuatro frases escritas del muro del templo de Delfos: “Lo más exacto es lo más bello”, “Respeta el límite”, “Odia la insolencia”, “De nada demasiado”. En éstas reglas se basa el sentido general griego de la belleza, de acuerdo con una visión del mundo que interpreta el orden y la armonía como aquello que pone un límite al Caos de cuya garganta brotó el mundo. Es una visión que cae bajo la protección de Apolo, que efectivamente está representado entre las musas en el frontón occidental del templo de Delfos. Pero en el mismo templo, en el frontón oriental opuesto, está representado Dionisio, dios del Caos y de la desenfrenada infracción de todas las reglas. Los sátiros son personajes transgresores masculinos que forman parte del cortejo de Dionisio y representan el espíritu de la naturaleza salvaje y la fertilidad desenfrenada. No pueden ser considerados dioses, sino más bien daimones o genios de los bosques. Tienen un carácter lascivo, aman la danza y los festines y se alegran fácilmente con la ingesta de vino. Su aspecto es humano pero están dotados de orejas puntiagudas, cuernos y en ocasiones patas de cabra, aunque también es posible encontrarlos con la parte inferior de su cuerpo a modo de caballo y la superior, desde la cintura, de hombre. En uno y otro caso llevan una larga cola, muy poblada, semejante a la de un caballo y un miembro viril perpetuamente erecto, y de proporciones sobrehumanas. Suelen aparecer bailando en el campo, bebiendo con Dionisio, persiguiendo a las ninfas, víctimas más o menos reacias de su lubricidad, que tratan de huir de éstos seres insatisfechos sexualmente. En ocasiones se observa que el sátiro presenta un aspecto envejecido y puede tratarse entonces de Sileno, nombre con el que se conoce a los sátiros llegados a la vejez. Equivalentes a los sátiros helénicos son los faunos de la mitología romana. Las ninfas, por su parte, son consideradas hijas de Zeus y personifican la fuerza natural que preside la reproducción y fecundidad de la naturaleza; si los sátiros presentan un aspecto feo y jocoso, las ninfas, en cambio, son hermosas y al igual que aquellos que aman la danza y la música. Figuran en el cortejo de Artemis, Dionisio, Fauno o Pan. Tienen siempre un aspecto jovial y se las considera espíritus o genios de los campos, de los árboles y en general de la naturaleza cuya fecundidad, gracia y belleza personifican. Aunque Aristóteles las consideró inmortales, en el V Himno Homérico se les atribuye una larga vida y cuando les llega la hora de la muerte los árboles en los que habitan se secan y se les pudre la corteza, al tiempo que el alma de las ninfas abandona la luz del sol. El ideal griego era la kalokagathía, la unión de kalón y agathós: lo bello y lo bueno, o en términos geométricos el equilibrio, la proporción, la simetría, la armonía y la moderación griega y espartana como modelo de masculinidad guerrera. La prudencia, la contención, el límite y la justa medida en todas las cosas. La unión de la Ética y la Estética, las grandes expulsadas del currículo progresista posmoderno. El Renacimiento representa el regreso de la cultura clásica, la belleza divina y la perfección del hombre como creación de Dios: la dignidad, el heroísmo y la espiritualidad. ¿El desnudo es malo? En la Grecia clásica la pregunta está mal planteada, el desnudo depende del modelo y el concepto. Los aristócratas griegos pasaban hasta ocho horas diarias en el gimnasio y el hoplita ateniense o espartano promedio estaban en buena forma. Los griegos apuestos estaban convencidos de dos cosas: que su belleza era un regalo de los dioses y que su perfección externa era un reflejo de su perfección interna. Triplemente bendecidos: hermosos, inteligentes y amados por los dioses. Por su parte, Heraclides Lembo cuenta que en Esparta son objeto de la mayor admiración el hombre más hermoso y la mujer más bella; las mujeres más bellas proceden de Esparta. El título de la mujer más bella del Mediterráneo Oriental, disputado por Helena de Troya (el rapto de Helena, la guerra de Troya), Targelia de Mileto (casada con catorce hombres), Anutis (hermana de Jerjes), Timosa (el regalo del rey de Egipto al rey de Estatira), Roxana de Bactria (la princesa más hermosa de Asia, esposa de Alejandro Magno), Jenopitía del Peloponeso, Pantica de Chipre, Fía de Atenas. El lugar de las mujeres más bellas disputado por Esparta, Cálcide, Ténedos y Lesbos. Las feministas no son amigas de los concursos de belleza. Especialmente notable fue la interrupción de Miss Mundo en noviembre de 1970. En el Albert Hall, algunas se infiltraron entre el público, a una señal convenida irrumpieron en el escenario y arrojaron bombas de humo y bolsas de harina. Cuatro mujeres fueron procesadas y utilizaron el banquillo de los acusados como tribuna para exponer sus puntos de vista. En 1969, las manifestantes habían llevado fajines que decían “Mis-Fit Refuses to Conform” (inadaptada se niega a conformarse), “Mis-Conception Demands Free Abortion for All Women” (idea falsa exige aborto gratuito para todas las mujeres), “Mis-Fortune Demands Equal Pay” (infortunio exige igualdad salarial), “Mis-Treated Demands Shared Housework” (maltratada exige que se compartan las tareas domésticas), “Mis-Nomer Demands a Name of Her Own” (nombre impropio exige su propio nombre), etc. La acción de 1970 expresó la hostilidad de 1968 contra el capitalismo de consumo: “Clasificadas, degradadas, humilladas… Piernas vendiendo medias, corsé, vendiendo talles, coños vendiendo desodorantes, Mary Quant vendiendo sexo… Nos han quitado nuestra sexualidad y la han convertido en dinero para otros”. Absolvieron a las concursantes al tiempo que atacaban “nuestro condicionamiento como mujeres y nuestra aceptación de las normas burguesas de comportamiento correcto”. Existen referentes para clasificar los actuales concursos de belleza y los Juegos Olímpicos como simulacros: operaciones estéticas, cuotas políticas, consumo de anabólicos, etc. Es obvio que en la posmodernidad no gana la más bella, ni los mejores atletas ni los más talentosos, ganan los que hacen trampa, los más deshonestos, los identitarios. En Grecia los concursos de belleza se realizaban en los campos de entrenamiento para las Olimpiadas en Elis y en las islas de Ténedos y Lesbos, las participantes juzgadas mientras se desplazaban de un lugar a otro. Los hombres triunfantes llevaban cintas atadas alrededor de sus partes ganadoras, como una pierna o un bíceps considerado bello. Las mujeres griegas con traseros respetables eran consideradas descendientes de la diosa del amor Afrodita, la equivalente de Hathor. El origen del concurso de Afrodita Kallipugos “Afrodita de las nalgas hermosas”. El desnudo masculino y femenino estaba bien visto en las Olimpiadas por obvias razones, cuerpos jóvenes en buena condición física. Lo contrario de la inauguración de los Juegos Olímpicos de París 2024: Kouros del Museo Arqueológico Nacional de Atenas (siglo VI a.C.), Discóbolo del Museo Nacional Romano (470-440 a.C.), Maestro de Olimpia del Museo Nacional Reggio Calabria (470-400 a.C.), Doríforo del Museo Arqueológico Nacional de Nápoles (440 a.C.). Francesco della Rovere, el papa Sixto IV (1471-1484), ordenó la construcción de la Capella Magna en los palacios sagrados, la Capilla Sixtina (1475-1481): cuarenta metros por trece en la base, casi veintiuno de altura. El papa convocó a célebres artistas de Toscana y Umbría, los mejores del mundo, para que pintaran al fresco las paredes: Botticelli y Ghirlandaio, Perugino y Pinturicchio, Luca Signorelli y Pietro di Cosimo. Éstos grandes maestros realizaron dos ciclos de frescos en la zona intermedia de las paredes. Mirando hacia la pared del Juicio, a la izquierda la historia de Moisés y a la derecha, la historia de Jesús hasta la Última Cena. En cuanto a la bóveda, ésta reproducía un cielo azul punteado de estrellas doradas. Unos veinte años después, Giulio della Rovere, papa Julio II (1503-1513), sobrino de Sixto IV; deseaba renovar la Capilla Sixtina. El proyecto fue encargado a Miguel Ángel Bounarroti. En 1508, Miguel Ángel tenía poco más de treinta años y era mucho más célebre por sus obras en mármol (la Piedad, el David) que por sus pinturas. La idea inicial para la bóveda no era complicada, debía pintar a los doce apóstoles en las ménsulas, entre los lunetos. Miguel Ángel aceptó el encargo con una condición, no sólo pintaría las ménsulas, también la bóveda entera, los lunetos y las enjutas, una superficie de más de quinientos metros cuadrados. El artista no tenía experiencia en frescos, pinturas que, como su nombre indica, deben ejecutarse rápidamente sobre el enlucido aún húmedo para que el color se incorpore a la masa y se convierta en parte integrante de la misma. Mientras Miguel Ángel trabajaba en la Capilla Sixtina, el joven Rafael Sanzio empezó a pintar frescos en las cuatro estancias que llevaran su nombre en los últimos meses del año, situadas en el segundo piso del palacio pontificio y elegidas por Julio II como residencia. El primero empezó el trabajo a principios de mayo de 1508, el segundo en los últimos meses del mismo año. Los grandes artistas del siglo XV, que pintaron las vidas de Moisés y de Jesús, secuenciaron la cronología de los relatos partiendo del altar. Las historias de Miguel Ángel también parten del altar, con la creación del mundo, tras nueve recuadros llega la enigmática escena de la ebriedad de Noé. Sin embargo, el maestro empezó a pintar desde la entrada, es decir, en sentido opuesto a la cronología de la narración. En los lunetos y las enjutas están los antepasados de Cristo, desde Mateo hasta Matán, abuelo de José y bisabuelo de Jesús. En las ménsulas, donde deberían haber estado los doce apóstoles, aparecen siete profetas y cinco sibilas, hombres y mujeres, judíos y gentiles. Representan a los clarividentes que, según la Vulgata cristiana, anunciaron la llegada del Mesías. Entre las sibilas, la de Cumas es la más impresionante. La más seductora es la sibila de Delfos, retratada como una joven de rostro apolíneo. Para dividir los recuadros de la bóveda, el artista incluyó diez parejas de jóvenes atletas en varias posturas, los famosos Desnudos, que sostienen guirnaldas de hojas de roble, en homenaje al papa Della Rovere. La parte más importante es la bóveda, con sus nueve cuadros, cuatro grandes y cinco más pequeños. Hay dos escenas muy dramáticas que son las más populares. En la primera escena, Dios crea el Sol, la Luna y la Tierra. En la segunda, en el lado derecho, Dios se dispone a colgar el Sol en el firmamento, en el lado izquierdo, Dios da la espalda a quien mira y está a punto de desaparecer. La otra escena, aún más célebre, es La creación de Adán, y en ella se ve a un joven de expresión embelesada, tumbado en el medio, su piel clara contra el fondo verdiazul de una colina. Dios, rodeado de ángeles enmarcados en un manto violáceo hinchado por el viento se dirige hacia el joven. El brazo divino está extendido; el índice señala el dedo de Adán, para insuflarle el alma. Unas imágenes destinadas a convertirse en símbolo del arte renacentista, síntesis de lo humano y lo divino, de la Biblia judía y las enseñanzas neoplatónicas. Los desnudos de Miguel Ángel no fueron bien recibidos por el lugar y los personajes. El cardenal Gian Pietro Caraffa se convirtió en el papa Pablo V (1555) y ordenó el célebre imbraghettamento, el cubrimiento de los órganos sexuales de las figuras con telas pintadas. En 1563, en el concilio de Trento, se había aprobado un decreto que regulaba el uso de imágenes en las iglesias, especificando que no debía haber en ellas “nada profano y nada deshonesto”, y el papa decidió aplicarlo a los frescos de la Capilla Sixtina. Daniele da Volterra fue el encargado de cubrir las desnudeces de algunos personajes con intervenciones en seco, en el caso de dos figuras, san Blas y santa Catalina, se destruyó una parte del elucido original y se reemplazó por otro nuevo. En la época victoriana la literatura pornográfica hacía énfasis en los genitales, el vello púbico, los pechos, las nalgas y las piernas. La Royal Academy centraba sus esfuerzos en producir un arte del agrado de la burguesía industrial. El director Sir Joshua Reynolds se dio cuenta que las temáticas del arte británico carecerían de interés de los compradores nacionales, que importaban piezas desde Francia, Holanda y Alemania. Reynolds promovió entre los artistas la necesidad de inspirarse en el Renacimiento con un arte clásico atemporal, siendo Rafael Sanzio el modelo de orden y simetría de los rafaelitas. Los desnudos pictóricos de Rafael son escasos y tratan temas religiosos y mitológicos, en los que aparecen niños desnudos de entre 4 y 5 años, y adultos con los genitales tapados y sin vello púbico. Rafael tiene más dibujos que pinturas de desnudos, donde tampoco aparece el vello púbico. Los rafaelitas desterraron el vello púbico del desnudo adulto e infantil. La obra del sueco Oscar Gustave Rejlander (1813-1875), afincado en la Inglaterra victoriana, fue la influencia de Julia Margaret Cameron (1815-1879) y Charles Lutwidge Dodgson “Lewis Carroll” (1832-1898). Rejlander fue pionero del retrato fotográfico y de la fotografía de desnudo, el pictorialismo legitimaba a la fotografía academicista como una representación artística a partir de los cánones de las artes plásticas. El desnudo clásico de Rafael Sanzio con las normas de la clase social conservadora, expresadas en las alegorías, el mito y la historia: adultos con los genitales cubiertos y niños prepúberes angelicales. La primera vez que expuso su obra en Manchester fue rechazada por considerar que había desnudos excesivos, representar con demasiado realismo los vicios que criticaba y utilizar prostitutas como modelos. La adquisición de la obra por la reina Victoria para el príncipe Alberto hizo que las mujeres inglesas de alta sociedad adoptaran la práctica. Rejlander abrió un mercado fotográfico de hombres y mujeres de alta sociedad que querían ser retratados desnudos a la manera clásica de forma privada, al igual que sus hijas e hijos. Las fotografías infantiles de desnudos no eran un problema en la época, un privilegio aristocrático porque implicaba el desarrollo de conceptos, escenografías, bocetos, doble exposición, fotomontaje, edición y retoque fotográfico. El desnudo ha sido tratado de diversas formas: en el Barroco la dramatización; en el Rococó la elegancia, sensualidad y voluptuosidad; en el Neoclasicismo la simetría, perfección y armonía; en el Romanticismo las emociones profundas: amor trágico, melancolía, rebelión; en el Impresionismo las impresiones visuales instantáneas, la vida cotidiana al aire libre, la tensión entre la luz y el color; en el Postimpresionismo la belleza simbólica, estilizada y abstracta. A partir del Realismo y la cultura de masas empieza la reproducción de personas antiéticas y antiestéticas: la realidad cotidiana, la vida de las clases trabajadoras, la pobreza, la desigualdad, la explotación y la lucha por la sobrevivencia. Hasta llegar al Arte Degenerado que tanto agrada a las élites globalistas: el Expresionismo, el Fauvismo, el Cubismo, el Futurismo, el Dadaísmo, el Surrealismo, el Abstraccionismo, el Arte Pop, el Realismo Social, el Arte Conceptual, etc. El 16 de enero de 2018 The New York Times en Español informaba sobre las acusaciones de acoso de dos fotógrafos famosos, dos sátiros viejos, los silenos Bruce Weber y Mario Testino. Un grupo de quince modelos y exmodelos masculinos que trabajaron con Bruce Weber, cuyos anuncios publicitarios atrevidos para empresas como Calvin Klein y Abercrombie Fitch lo pusieron a la vanguardia como fotógrafo profesional y de arte, describieron un patrón basado en el comportamiento sexual coercitivo, a menudo durante sesiones fotográficas. Weber, dijeron, usaba el pretexto de ejercicios de respiración para conminarlos a tocarse a sí mismos o al fotógrafo en los lugares donde sintieran “energía”. Además, trece asistentes y modelos masculinos que han trabajado con el fotógrafo Mario Testino, un favorito de la familia real británica y de la revista Vogue, le dijeron al Times que los sometió a abusos sexuales que en algunos casos incluyeron toqueteos y masturbación. Mario Testino ha trabajado con Michael Kors, Burberry, Gucci y Dolce & Gabanna, y cubrió el compromiso del príncipe William y Kate Middleton, recibiendo la Orden del Imperio Británico en 2014. Quienes dicen haber sido sujetos a la conducta indeseada de los fotógrafos dijeron que a menudo tenían que decidir en ese mismo momento entre permitir que sucediera para poder conseguir lucrativos trabajos publicitarios o rechazar la propuesta y arriesgarse a afectar o destruir su carrera. Gene Kogan, que trabajó como agente en Next Management entre 1996 y 2002, declaró al diario que “era una costumbre generalizada advertirle a un modelo acerca de un fotógrafo en particular al que le conocíamos cierta reputación”, sin embargo, “si decías que no ibas a trabajar con alguien como Bruce Weber o Mario Testino, era mejor empacar tus cosas e irte a trabajar en otra industria”. Los fotógrafos en general no tienen buena imagen, cargan el estereotipo de acosadores y sus principales víctimas son modelos masculinos y femeninos. Por razón de afinidad, hay una sobrerrepresentación de lesbianas y homosexuales socialistas, comunistas y anarquistas en el feminismo. No tengo buena imagen de los homosexuales porque tuve tres acosos de exhibicionismo y provocación. En los tres casos fue absurdo porque era más alto y corpulento que los sátiros exhibicionistas. Primero veamos la definición de Trastorno de Exhibicionismo 302.4 (F65.2) en el DSM V: (A) Durante un período de al menos seis meses, excitación sexual intensa y recurrente derivada de la exposición de los genitales a una persona desprevenida, y que se manifiesta por fantasías, deseos irrefrenables o comportamientos. (B) El individuo ha cumplido éstos deseos sexuales irrefrenables con una persona que no ha dado su consentimiento, o los deseos irrefrenables o fantasías sexuales causan malestar clínicamente significativo o deterioro en lo social, laboral u otras áreas importantes del funcionamiento. Especificar si: Sexualmente excitado por exposición de genitales a niños prepúberes. Sexualmente excitado por exposición de los genitales a individuos físicamente maduros. Sexualmente excitado por exposición de los genitales a niños prepúberes y a individuos físicamente maduros. Especificar si: En un entorno controlado: Éste especificador se aplica sobre todo a individuos que viven en una institución o en otros ámbitos en los que la oportunidad de exposición de los genitales es limitada. En remisión total: El individuo no ha cumplido sus deseos irrefrenables con una persona sin su consentimiento, y no ha existido malestar ni problemas sociales, laborales, o en otros campos del funcionamiento, durante al menos cinco años en los que ha estado en un entorno no controlado. Antes de comentar la primera experiencia de acoso, es obvio que es un contexto distinto al de las mujeres. A éstas se les vende cursos de “defensa personal” y se les sugiere el uso de instrumentos como gases pimienta y armas eléctricas, pero a menos que tengan experiencia, en la práctica no tienen capacidad de reacción y un instrumento que no se domina juega en tu contra. En el caso de los hombres, existe más probabilidad que hayan tenido entrenamiento, pero lo primero que aprenden es que las técnicas sólo deben usarse en caso de vida o muerte, a menos que seas un militar, no deberías estar en esa situación: aunque tengas las posibilidades de ganar, siempre es mejor rehuir un combate. En ese momento tú no sabes cuál es la condición física y mental de la otra persona. Mientras las mujeres se preocupan de reaccionar, los hombres se preocupan de su propia contención, administrar la situación psicológica. En un viaje de trabajo en materia de género me tocó hospedarme en el mismo cuarto con un compañero homosexual, éste prendió la TV, cambió los canales y apareció pornografía, empezó a masturbarse y a hablarme al mismo tiempo. La experiencia fue dadaísta y surrealista, el mismo sátiro que iba a hablar de “derechos de las mujeres” estaba viendo pornografía y realizando exhibición de genitales y provocación a una persona desprevenida. En ese momento sentí asco, pensaba que ese tipo de cosas sólo pasaba entre alcohólicos, drogadictos, presidiarios, albañiles, prostitutos, payasos, sociólogos o presidentes de la República. La reacción que tuve fue la indiferencia hasta que dejó de hablar y apagó la TV. La indiferencia funciona porque la gente da por hecho que si no muestras emociones en situaciones estresantes eres un psicópata. Por obvias razones tuve tres fuentes de estrés, la situación desagradable, el control de las emociones que te impulsan a repeler una agresión, no dormir esa noche por estar alerta, todo por una imprudencia de carácter laboral. Si yo hubiera denunciado esa situación hubiera puesto en una situación muy vulnerable a un compañero sátiro que goza de buena reputación entre las feministas, pero sólo lo tomé como una impertinencia que no debería volver a repetirse. Soy consciente de que, si eso le hubiera pasado a una mujer en el contexto del #MeToo, el nombre hubiera sido público y las feministas hubieran destruido su reputación en el sector de los “derechos de las mujeres”. La segunda experiencia fue más grotesca. Un fotógrafo sátiro me pidió una opinión sobre su trabajo de “masculinidad” pretextando que yo era de “mente abierta”. La mente abierta no es un cajón donde puedas meter lo que quieras, entiendo por mente abierta el pensamiento complejo: las partes al todo, el todo a las partes y las partes entre sí. Posteriormente me mostró una serie de desnudos masculinos en los que él aparecía con un señor. De nueva cuenta experimenté el realismo grotesco, me pregunté de dónde surgían éstos tipos. La exhibición de genitales, sea de forma presencial o fotográfica, alcanza la categoría de pornografía, la diferencia entre el erotismo y la pornografía es que la primera sugiere. El David de Miguel Ángel es un desnudo que muestra genitales, pero no es grotesco ni morboso, la atención está en la belleza del cuerpo apolíneo. Éste tipo me mostró fotografías de desnudo masculino suyo y de otra persona de forma desprevenida. En otra ocasión, el mismo sujeto pretendía que fungiera como modelo de fotografía mediante un “desnudo artístico”, educadamente le contesté que no me interesaba participar en su proyecto. Luego me enteré por las noticias que lo detuvieron con un grupo de hombres desnudos por faltas a la moral, la gente del pueblo para darles un escarmiento público los hizo desfilar desnudos. Ni siquiera tuvo la delicadeza de cuidar a sus modelos o realizar su sesión de desnudo en un estudio. De ese calibre es la mentalidad homosexual. Los desfiles del “orgullo gay” son una muestra del exhibicionismo público de genitales masculinos y el travestismo infantil involuntario o inducido. La tercera experiencia fue en un parque. Un sátiro me pidió ayuda porque no podía correr sus fotografías, de buena fe accedí y al correr las fotografías veo imágenes del sujeto teniendo relaciones sexuales, otra vez de forma desprevenida. En ese momento no tenía la obligación de ser políticamente correcto, recordé mis años como lanzador de disco, así que lancé la cámara lo más lejos que pude y el tipo salió despavorido. Si esas conductas tuvieron conmigo, que soy más alto y corpulento, no me quiero imaginar el nivel de acoso entre homosexuales, que debe ser más fuerte contra menores de edad o los mismos homosexuales que no tienen la capacidad psicológica de rechazar un acoso. La experiencia me ha mostrado que no se les puede dar mucho margen de tolerancia porque son impulsivos, por ningún motivo pondría a menores de edad bajo su cuidado o tutela.

CAPTAIN RAJU CC BY-SA 4.0

Autor del texto: Armando Ossorio ©

XPOFERENS

 

“Quizá, la necesidad más básica del ser humano radica en ésta insuficiencia: la de sentir que uno no es indiferente, que cuenta, para los demás; la de querer ser reconocido, aunque no necesariamente valorado de un modo positivo por los demás… Buena parte de las energías que ponemos en cuajar una determinada existencia en el curso del desarrollo de nuestra biografía, la invertimos en hacernos presentes ante los demás, en sentir que contamos para ellos o en desarrollar mecanismos de defensa para suplir las carencias en éste sentido, creando la ilusión de sentirnos aceptados, reclamando obsesivamente la atención de los demás o aparentando sobrada autosuficiencia. La soledad entendida como carencia de relaciones es imposible; sólo es inteligible para el que ha interiorizado previamente un complejo mundo de relaciones sociales. Sólo podemos desconectarnos de los demás si previamente hemos estado relacionados con ellos. El aislamiento no es carencia de sociabilidad sino una actitud que la presupone… La percepción de la existencia del otro como alguien diferente es motivo de acercamiento y puede serlo de alejamiento o de rechazo… Tolerar a alguien (del verbo latino tolerare, que significa sufrir, llevar con paciencia o soportar) consiste en primer lugar y en un sentido negativo, en poder resistir la presencia de otro al percibirlo como distinto de uno mismo. La tolerancia, antes que nada, es la renuncia a la agresión, a hacer daño al otro porque su integridad diferente a la nuestra es algo valioso… La paz civil exige ser tolerantes con las creencias y modos de vida diversos, siempre que no perturben el bien general representado por el Estado o si ese respeto causa más inconvenientes que ventajas a la comunidad”. 


Biso CC BY-SA 3.0

“La primera, la de que las creencias no son absolutas, puesto que tienen diversas expresiones… La tolerancia subordina la imposición de nuestras posiciones a la paz social. Éste es el gran salto de la modernidad: la admisión de lo que no es único ni homogéneo; lo que asentó la base de los derechos reconocidos y preconizados desde el liberalismo: la libertad de conciencia y de expresión para defenderlas… La segunda consecuencia se refiere a que en el espacio público sólo se confrontan las creencias que los individuos quieran poner de manifiesto, pudiendo quedar amparadas en el ámbito de lo privado las que ellos deseen mantener para sí mismos; es decir, que queda protegida la intimidad, la privacidad… La tercera consecuencia a extraer es que la tolerancia tiene un límite… Es decir, no se puede alabar al otro en cualquier circunstancia. Aunque la tolerancia supone admitir un cierto relativismo, no puede dejarse fuera de consideración el valor de lo que piensan, quieren o hacen los que son tolerados; es decir, no debemos ser absolutos complacientes con todas sus manifestaciones. La tolerancia no sólo obliga a renunciar, sino a ser beligerantes en la defensa contra todo aquello que amenace a otros bienes de interés para todos y a ella misma. Se habla de “margen de tolerancia” como el límite de lo que nos parece o estamos dispuestos a tolerar… La cuarta implicación hace referencia a la jerarquía que en un primer momento para existir entre quien tolera y el que es tolerado, poniéndose al descubierto una relación de poder… Porque realmente quienes deben tolerar son los que con más probabilidad están en condiciones de detentar el poder para no hacerlo y de no respetar al otro”.

 

J. Gimeno Sacristán.

Educar y convivir en la cultura global.

MORATA.

 


"Non nobis Domine, non nobis, sed nomini tuo da gloriam".


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Autor: Elena Tkachenlo. CC BY-SA 4.0 El Libro de Enki. אבגדהוזחטיךכלםמןנסעףפץצקרשתװױ El Libro de Enoc es en realidad una colección de textos conocidos como Libros de Henoc en el período III a.C.-VI d.C. El corpus compuesto por el Libro Etiópico de Henoc (Henoc 1), El Libro Eslavo de Henoc (Henoc 2), El Libro Hebreo de Henoc o Sefer Hekalot “Palacios Celestiales” (Henoc 3), los fragmentos arameos y coptos de Henoc del siglo VII y VIII (basados en Henoc 1). ¿Dónde surge el nombre Henoc? Los hebreos hacen descender el nombre de la raíz hebrea חנך hnk “dedicar” o hanikim “dedicar, celebrar, vasallo” en Gn 14, Dt 20:5, 1Re 8:63 y 2Crón 7:5. No comparto la raíz hebrea, la kemita HN “hierba” y K “duna” producen Heneke “hierba de la duna”, pero si al final agregas una T “torta”, produce la cerveza HNKT (Heineken). Las palabras kemitas que terminan con T son femeninas, torta es el equivalente de “pan” y duna de “pecho”: hitita PEDA “lugar”, latín OPPIDA “colina, meseta”, nipón OPPAI “t...

Pedonomics Vol. 2

Gluttonouslop © #PedoNiveles.  あかがか゚さざただなはばぱまぱ   El Proyecto COmbating Paedophile Information Networks in Europe o “COPINE” (1997) fue desarrollado por el profesor Max Taylor y la profesora Rachel O´Connell del Departamento de Psicología de la Universidad de Cork en Irlanda. Usaron una colección de pornografía infantil en Internet (70,000 imágenes) para rastrear a los pedófilos. La información fue usada por la Policía de Irlanda (GARDAÍ), la Unidad de Pedófilos de Scotland Yard y la INTERPOL. La Escala COPINE (1997) fue desarrollada con la finalidad de categorizar la gravedad de las imágenes de abuso sexual infantil. La Escala está dividida en 10 niveles según la gravedad de la victimización del menor. El nivel 1 es el menos grave y el 10, el de mayor gravedad. La colaboración de la Unidad de Pedofilia de la Policía Metropolitana de Londres la convirtió en una tipología. El Panel Asesor de Sentencias (2002) en Inglaterra y Gales aconsejó al Tribunal de Apelación sobre delitos...

La era del simulacro.

Nana Kic © Ciudad Mito & Bienestar. ¸¸¸¸¸ Steven Forti es historiador y analista político. Profesor asociado en Historia contemporánea en la Universitat Autònoma de Barcelona e investigador del Instituto de Historia Contemporánea de la Universidade Nova de Lisboa. Miembro del consejo editorial de CTXT, Política & prosa e Il Mulino. Co-autor de "Patriotas indignados. Sobre la nueva ultraderecha en la Posguerra Fría" (ALIANZA, 2019) y autor de "Extrema derecha 2.0. Qué es y cómo combatirla" (SIGLO XXI DE ESPAÑA, 2021). En el artículo "Posverdad, fake news y extrema derecha contra la democracia" (NUSO Nº298, 2022) parte de la definición de posverdad del Diccionario de Oxford, que la eligió como la palabra del año 2016: "circunstancias en que los hechos objetivos influyen menos en la formación de la opinión pública que las referencias a emociones o creencias personales". Según Lee McIntyre, "la posverdad no es tanto la afirmación de...