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La era del simulacro.


Nana Kic ©

Ciudad Mito & Bienestar.

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Steven Forti es historiador y analista político. Profesor asociado en Historia contemporánea en la Universitat Autònoma de Barcelona e investigador del Instituto de Historia Contemporánea de la Universidade Nova de Lisboa. Miembro del consejo editorial de CTXT, Política & prosa e Il Mulino. Co-autor de "Patriotas indignados. Sobre la nueva ultraderecha en la Posguerra Fría" (ALIANZA, 2019) y autor de "Extrema derecha 2.0. Qué es y cómo combatirla" (SIGLO XXI DE ESPAÑA, 2021). En el artículo "Posverdad, fake news y extrema derecha contra la democracia" (NUSO Nº298, 2022) parte de la definición de posverdad del Diccionario de Oxford, que la eligió como la palabra del año 2016: "circunstancias en que los hechos objetivos influyen menos en la formación de la opinión pública que las referencias a emociones o creencias personales". Según Lee McIntyre, "la posverdad no es tanto la afirmación de que la verdad no existe, sino la de que los hechos están subordinados a nuestro punto de vista político". McIntyre considera que, a diferencia de las mentiras y los bulos del pasado, "ahora el campo de batalla abarca toda la realidad factual". Forti lo interpreta como un salto de calidad de la "sofisticación de las viejas reglas de la propaganda, basadas en la exageración y la simplificación, la ridiculización del adversario, la mentira, la desinformación, la difusión de bulos y la propagación de teorías conspirativas". Cita al filósofo Maurizio Ferraris, para quien la posverdad nace del encuentro entre una corriente filosófica (el posmodernismo), una época histórica (la documedialidad) y una innovación tecnológica (Internet). Para Forti "la verdad alternativa se presenta como la crítica (en nombre de la libertad) hacia algún tipo de autoridad dotada de un valor veritativo y, en concreto, de la ciencia o de los expertos en general. Aunque es fácil deducirlo de la pseudociencia, ¿qué pasa con las epistemologías subjetivistas y relativistas de la democracia? Ellen Meiksins Wood en De ciudadanos a señores feudales. Historia social del pensamiento político desde la Antigüedad a la Edad Media (PAIDÓS, 2011), ubica que en las obras de Esquilo y Sófocles se ponen de manifiesto el auge de la comunidad cívica, de la ciudadanía y del principio del derecho. En sus obras se refleja la evolución de la democracia con sus nuevas concepciones de la ley, la igualdad y la justicia. Pero en sus tragedias se manifiestan las tensiones de la polis democrática y la naturaleza y el origen de las normas políticas, los valores morales y las concepciones del bien y del mal. Aristófanes y Platón criticaban a los sofistas por convertirse en la expresión intelectual de la decadencia moral, los representantes del abandono de los valores tradicionales. Una polis democrática en la que todos los criterios de lo que está bien y está mal habían sido dejados de lado. Las estrategias retóricas que los sofistas habían perfeccionado, el principio de confrontación adoptado por los abogados, según el cual en cualquier cuestión siempre había dos bandos, fueron interpretadas por los críticos como un modo de "hacer que la peor de las causas pareciera la mejor". Los sofistas estaban de acuerdo en que hay una diferencia esencial entre las cosas que existen por naturaleza (fusis) y las cosas que existen según la costumbre, la convención o la ley (nomos). Los sofistas fueron los inventores de la teoría política. Podían poner en juego sus argumentos para defender la democracia o para atacarla. Los defensores de la oligarquía argumentaban que había una división natural entre gobernantes y gobernados, y que la jerarquía natural debía reflejarse en las disposiciones políticas. Los defensores de la democracia podían argumentar que no había tal división según la naturaleza, que los hombres son iguales por naturaleza y que no era conveniente crear una jerarquía según la ley. Los demócratas podían argumentar que la igualdad política creada por la ley tenía la ventaja de moderar las desigualdades naturales y hacer posible que los hombres vivieran en armonía. O podían argumentar que, por muy similares que los hombres fueran por naturaleza, la vida en sociedad requería diferenciación, una división del trabajo, y un cierto tipo de desigualdad según la ley. Los sofistas estaban representados en la oligarquía y en la democracia, pero se distinguían por el relativismo epistemológico y el pluralismo moral, nunca iban más allá de la realidad empírica. No les interesaba el verdadero conocimiento, son los exponentes griegos de la posverdad: "Más allá del bien y del mal". Demócratas o antidemócratas, los sofistas eran expresiones de la democracia en la que una opinión de un hombre era tan buena como la de cualquier otro, un principio que no es compartido por las democracias modernas occidentales y la censura política en las redes sociales. Para unas cosas las democracias modernas son relativistas y pluralistas, y para otras no, a pesar de que no son objetivas ni universales. El sofista Protágoras pensaba que más allá del juicio humano, no hay un árbitro sincero para la verdad, es imposible que existan criterios absolutos sobre lo que es verdad y lo que es falso, lo que está bien y lo que está mal. Cada individuo debe ser el juez último, idea resumida en el más conocido de sus aforismos: "El hombre es la medida de todas las cosas, de las cosas que son lo que son y de las cosas que no son lo que no son". Platón utilizó la figura de Calicles, el "Nietzsche griego", para representar la idea radical sofista de que la justicia es el "derecho del más fuerte". A diferencia de los sofistas, que tendían hacia el relativismo o el pluralismo moral y nunca se aventuraban más allá de la realidad empírica. Sócrates y Platón estaban preocupados por un tipo diferente de "naturaleza", una realidad más profunda o superior que era el objeto del verdadero conocimiento. Para ellos el mundo empírico era un mundo de meras apariencias, el objeto del saber convencional imperfecto, en el mejor de los casos, una opinión recta, pero no un conocimiento real. Los filósofos establecieron una distinción entre aprendizaje y persuasión, sugiriendo que los sofistas, como los abogados, en realidad no estaban interesados en conocer la verdad, sino en defender una causa y persuadir a otros: "El argumento de Protágoras resulta, así, una defensa de la práctica democrática ateniense, en la que insiste en la capacidad de los ciudadanos vulgares y trabajadores para hacer juicios políticos, más que una defensa de sus afirmaciones como maestro de arte política… Desde el principio, la alegoría de Protágoras comporta una concepción del propósito del estado que es bastante diferente de la que Sócrates tenía. La polis no existe para lograr algún propósito moral superior, sino para servir a los intereses humanos ordinarios y facilitar las condiciones en la que los seres humanos puedan llevar vidas razonablemente pacíficas y cómodas. La alegoría está destinada a demostrar que la sociedad política, sin la cual la humanidad no puede beneficiarse de las artes y habilidades, que son únicas dotes distintivas, no es posible que sobreviva a menos que la virtud cívica que capacita a la gente para la ciudadanía sea una cualidad universal… Aquellos que viven en una comunidad civilizada, en concreto en una polis, desde que nacen se hallan expuestos al proceso de aprendizaje que la virtud cívica da a conocer en casa, en la escuela, a través de la prevención y el castigo, y sobre todo a través de las leyes y las costumbres de la ciudad, sus nomoi… Platón responde a éste desafío político oponiéndose al relativismo de Protágoras con un nuevo tipo de universalismo. En la democracia, en el clima de deliberación y el debate públicos, no puede haber ideas imperantes, ningún grupo social o individuo cuyo dominio indiscutido le permita reclamar para sus propios valores la universalidad e imponerlos a los demás. El único modo efectivo de poner en tela de juicio el saber convencional de zapateros y herreros, y su capacidad para participar en el discurso y la deliberación públicos, era derrotar el saber convencional en su conjunto con alguna forma superior de conocimiento, un conocimiento de verdades objetivas y universales, no de realidades empíricas mundanas… El sofista, ciertamente rechaza que existan verdades morales de orden superior que sólo son accesibles al conocimiento filosófico, pero en su lugar pone lo que podríamos llamar un universalismo práctico, enraizado en una concepción de la naturaleza humana y las condiciones del bienestar humano… El bienestar de la humanidad proporciona una suerte de criterio moral universal con el cual juzgar las disposiciones sociales y políticas o evaluar el valor relativo de las opiniones contrapuestas, no sobre la base de que algunas sean más ciertas que otras, sino de que sean mejores, tal como se le hace formular a Protágoras en el diálogo Teetos de Platón" (Wood, pp. 75, 79, 80, 86, 89). Los filósofos a diferencia de los sofistas estaban preocupados por la naturaleza humana, la sociedad, el conocimiento y la moralidad. La democracia desde sus orígenes está desligada de la verdad y de todo conocimiento más allá de lo empírico. La democracia en sí misma es una posverdad al servicio de los intereses humanos ordinarios: libertad, igualdad, fraternidad, sororidad. A diferencia de la opinión de los posmodernos, que creen que todos los valores humanos son construcciones culturales y rechazan el concepto de naturaleza humana, hay algunos valores que sí reflejan unas necesidades humanas universales. Para Protágoras el fin de la democracia no es la verdad, ni siquiera la veracidad de las opiniones democráticas, sino el bienestar humano como criterio moral universal, fincado en los valores, las costumbres y las leyes de la comunidad cívica. Similar a lo que hace Facebook, que deja en manos de la comunidad la denuncia de las infracciones, no por criterios de veracidad o falsedad, sino de violación de "normas de la comunidad". Mientras Platón antepone la incapacidad política de quienes practican y ejercen los oficios ordinarios y necesarios, por su esclavitud respecto al mundo del trabajo y las necesidades materiales para liberarse del mundo de la apariencia y la necesidad, que ahora llamaríamos propaganda y publicidad, incluyendo la falsa. Protágoras defiende que la virtud es una cualidad universal que puede ser enseñada, el equivalente de la "educación en la ciudadanía". Los mitos los valoramos acorde a su utilidad política, no en cuanto a criterios de veracidad o falsedad: mentiras verdaderas o posverdades políticas. ¿Por qué Steven Forti combate la extrema derecha y no la extrema izquierda o la misma democracia si todas se basan en posverdades utilitarias? La defensa de la democracia en la Antigua Grecia se reduce al bienestar de la comunidad y el derecho a los beneficios que procura la vida cívica. En la posmodernidad al bienestar de las banderas identitarias. De la que Platón nos advierte que ningún grupo puede reclamar la universalidad para sus propios valores e imponerlos a los demás. Leo Strauss no estaría de acuerdo con el análisis de Steven Forti, el liberalismo significaba la afirmación de la libertad sobre la virtud, una doctrina moderna de los derechos naturales que convierte la política en un conflicto de voluntades en que cualquier cosa es igual de buena que las demás si alguien la quiere. La consecuencia final del liberalismo acaba por socavar el propio liberalismo: el nihilismo. El relativismo epistemológico y el pluralismo moral sofista abren la puerta a los monstruos de la democracia: la supervivencia y el poder de los más fuertes. Por otro lado, cuando la democracia liberal no es capaz de garantizar unos niveles de vida tolerable para la mayoría de la población, los regímenes democráticos liberales pueden ser rechazados. Acorde a la tesis de Protágoras, cuando las democracias liberales no garantizan el bienestar de la población como criterio moral universal, las instituciones democráticas pierden su valor utilitario. El relato de la posverdad 2.0 no se reduce a la fabricación de contenido engañoso, mientras la gente no alcance la liberación social del mundo de la necesidad material y la liberación epistemológica del mundo material de las apariencias, todo contenido será engañoso: la caverna de Platón. Por la izquierda a Inna Afinogenova (Russia Today de RT, canal de Youtube "Ahí les va", canal de Youtube "La Base"), Pablo Iglesias Turrión (Diario Gara, Diario Ara, RACC1, Cadena Ser, CTXT, canal de Youtube "La Base"), Julio Astillero (Diario La Jornada, Televisa, Imagen Televisión). Por la derecha a Steve Bannon (Breitbart News), Glenn Beck (Fox News, The Glenn Beck Program), Bill O´Reilly (The O´Reilly Factor, Fox News), Tucker Carlson (CNN, MSNBC, Fox and Friends Weekend y Tucker Carlson Tonight en Fox News). Amnistía Internacional en el documento "MÉXICO: LA IRA/ERA DE LAS MUJERES. Estigma y violencia contra mujeres que protestan (2021)", presenta en la portada un cartel de Onaire Colectivo Gráfico que representa una mujer tatuada en topless con un pañuelo verde en el rostro, la imagen revolucionaria de la Sans-Culotte, y en las recomendaciones promueve conductas delictivas: "Con base en la investigación realizada, Amnistía internacional recomienda a todas las autoridades de México, en los distintos niveles geográficos: En relación con los derechos a la libertad de expresión y de reunión pacífica: (…) Reconocer de forma constante y a través de los medios más amplios a su alcance, que pintar consignas o símbolos, así como modificar monumentos, son manifestaciones de la libertad de expresión (¡!) y no pueden ser considerados como actos violentos (¡!), que den lugar al uso de la fuerza durante manifestaciones o detenciones (…) Garantizar que quienes participan en una protesta puedan cubrirse el rostro si así lo desean (¡!), y ejercer así su derecho de reunión de forma anónima. Y asegurar que, únicamente requerirán la identificación cuando su conducta ofrezca motivos razonables para su detención (¡el daño, alteración o destrucción de monumentos es un delito federal!). Entre las condiciones necesarias para que un sistema de gobierno posea legitimidad están la seguridad frente a la anarquía, un nivel de subsistencia aceptable para la mayoría de la población junto a unas perspectivas de prosperidad creciente, y unas instituciones que respeten y reflejen las identidades del conjunto de los gobernados. Cuando entran en contradicción con las creencias religiosas de una mayoría, las democracias liberales tienden a transformarse en una especie de teocracia popular. El feminismo comparte la escatología teórica y práctica de las religiones políticas modernas. La escatología es la doctrina de las cosas últimas y el fin del mundo (en griego, eschatos significa "último" o "lo más lejano"). El cristianismo primitivo era un culto escatológico. Jesús y sus primeros discípulos creían que el mundo estaba abocado a una destrucción inminente de la que habría de surgir otro mundo nuevo y perfecto. La escatología no siempre tiene un carácter positivo: en algunas tradiciones paganas el fin del mundo significa la muerte de los dioses y el desastre final. El síndrome milenarista de la catástrofe inminente, la amenaza existencial del mal, las batallas en forma de breves cataclismos y el paraíso subsiguiente son elementos visibles en numerosos movimientos políticos modernos. Pero no es el espacio para analizar por qué el feminismo es una secta política, escatológica y apocalíptica, sino para cuestionar su valor veritativo. La razón obliga a preguntar por qué la lucha de los "derechos de las mujeres" no coincide con la forma de protesta. ¿De qué manera garantiza la destrucción de monumentos y obras pictóricas los derechos humanos? ¿O tomar la Comisión Nacional de Derechos Humanos, o quemar expedientes de violencia de género los derechos de las mujeres? ¿No es a través de la promulgación de leyes y la elaboración de políticas públicas y programas de gobierno cómo se garantizan los derechos humanos? ¿No es a través del voto popular en una democracia representativa? Explicarlo a las activistas no tiene sentido porque son conductas alentadas y justificadas desde la academia, los medios de comunicación y las funcionarias, senadoras y diputadas que deberían producir las políticas públicas en materia de derechos humanos que exigen a un Estado abstracto. ¿De qué sirve el voto femenino, las cuotas políticas y las candidaturas paritarias si no inciden en las condiciones estructurales de las mujeres? ¿Cuál es el valor veritativo o utilitario del feminismo?: "Para Baudrillard, la era de la simulación, que corresponde al momento hiperrealista del capitalismo, se caracteriza por una suplantación de la realidad por sus signos: como consecuencia, la realidad se agota en sus dobles. Baudrillard establece una diferencia entre disimular y simular. Disimular: fingir no tener lo que se tiene. Simular: fingir tener lo que no se tiene. Los simulacros de primer y segundo orden corresponden a la etapa de la disimulación: tanto la falsificación como la producción serial remiten a un referente o realidad consolidada, al menos en apariencia. En cambio, los simulacros de tercer orden pertenecen a la era de la simulación: ni siquiera podría decirse que fingen, puesto que en verdad ellos mismos anulan la posibilidad de la falsificación, borrando toda diferencia entre el original y la copia, entre la realidad concreta y su abstracción, entre la imagen y su imaginación, entre, en suma, la presentación y su repetición, es decir, la representación. La simulación abre el ingreso a la época hiperrealista, en la cual se liquida el principio de realidad y, con ello, todos los referentes que la modernidad pudo concebir a partir de la existencia de éste principio: verdad, bien, progreso, significado, sexualidad, poder, etc. Ésto es lo único claro: la simulación hiperrealista no opera como falsa representación, sino más bien como eliminación de la posibilidad de la representación. Así pues, según Baudrillard, los simulacros preceden a los hechos, logran fundarlos. Los avances de los últimos cien años en comunicación y transmisión de información han desmantelado más de tres siglos de modernidad… En el orden de los signos-imágenes se produce la siguiente escala de transición: 1. La imagen es el reflejo de una realidad profunda; 2. La imagen enmascara y desnaturaliza una realidad profunda; 3. La imagen enmascara la ausencia de realidad profunda; 4. La imagen no tiene que ver ya con ningún tipo de realidad… Por su parte, el arte hiperrealista es la manifestación en el dominio de la estética de la desaparición de lo real por saturación, por exceso… El momento hiperrealista de lo social implica que la lógica de la simulación se opone a la lógica de los hechos. Ésto quiere decir: el modelo precede a los hechos, el simulacro precede a los acontecimientos. Por tanto, los hechos se confunden con su modelo, lo que vuelve irrisoria cualquier pretensión de verdad o de distancia… El Pop Art y el Dadaísmo serán los precursores del Arte Hiperrealista, momento trans-estético por excelencia del hipercapitalismo. Con el Arte Hiperrealista se confirma la hipótesis de Baudrillard según la cual la realidad desaparece por su propio exceso. Así pues: trans-política, trans-estética, trans-cultura. Obscena, la sociedad sin secreto celebra la transparencia del mal" (Oittana, pp. 259, 260, 261, 262, 263).

Nana Kic ©

Manifiesto Futurista.

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Filippo Tommaso Marinetti (1876-1944) provenía de la comunidad artística, literaria, utópica y simbolista Abbaye de Creéteil. Influido por Nietzsche, Sorel, Giuseppe Mazzini y Gabriel D´Annunzio. El autor de "Fondazione e Manifiesto del Futurismo" (Le Figaro, 22 de febrero de 1909) y "ll Manifesto dei Fasci Italiani de Combattimento" (ll Popolo d´Italia, 6 de junio de 1919). El fundador del Partido Futurista Italiano y miembro del Partido Nacional Fascista. El manifiesto futurista evoca ideas gnósticas identificadas con el industrialismo, el fascismo italiano, el futurismo ruso, el ultraísmo español, el dadaísmo suizo, el constructivismo ruso, el surrealismo francés y la revolución sexual, el punto de referencia del arte de los setenta. Selena Daly en Futurism at the Front: The Italian Avan-Garde and the Great War "Futurismo en el frente: El vanguardismo italiano y la gran guerra" (University College de Dublín, 2018), ubica la neutralidad y la intervención de Italia en la Primera Guerra Mundial como fuente de propaganda ultranacionalista. Los futuristas tuvieron una campaña de diez meses para promover la intervención, organizando cuatro manifestaciones independientes: dos en Milán en septiembre de 1914 y dos en Roma en diciembre. Obteniendo como respuesta la mofa de los medios italianos. El primer evento futurista en favor de la intervención militar tuvo lugar el 15 de septiembre de 1914, cuando Marinetti y otros futuristas interrumpieron brevemente la representación de la ópera de Giacomo Puccini La Fanciulla del West en el teatro Dal Verme de Milán, agitando banderas italianas y gritando consignas antiaustríacas. La noche siguiente, Marinetti organizó una marcha en la galería de compras de lujo Vittorio Emanuele del centro de Milán. Un pequeño grupo de diez futuristas marchó a través de la galería derribando mesas y denostando a Austria, para luego comenzar a incendiar banderas austríacas. La policía intervino rápidamente y los futuristas fueron arrestados y puestos en prisión, permaneciendo durante seis días. Las acciones protagonizadas por los futuristas y su encarcelamiento produjeron varias caricaturas cómicas y satíricas en los principales medios periodísticos de Italia. En el mes de diciembre de 1914 Marinetti y sus seguidores se manifestaron en La Sapienza Università di Roma. Durante más de dos días, invadieron las salas de conferencia de los profesores a los que catalogaban como neutrales y progermárnicos, provocaron peleas y fueron expulsados. En las manifestaciones el futurista Francesco Cangiullo vistió el traje de Giacomo Balla, confeccionado con los colores de la bandera italiana. Los futuristas fueron arrestados en una manifestación en Roma en febrero de 1915. En otra manifestación futurista en abril de 1915, Marinetti fue arrestado junto con Benito Mussolini. Sus miembros se retiraron a la actividad artística y se comprometieron en la promoción del futurismo como un fenómeno cultural más que político. Los vanguardistas se concentraron en el periódico florentino Lacerba, editado por Giovanni Papini y Ardengo Soffici: comprometido en la campaña intervencionista desde agosto de 1914, y que desde 1913 promovía la demolición de las instituciones sociales burguesas, las convenciones morales y el establishment intelectual. Cuando estalló la guerra, Papini y Soffici declararon que Lacerba se convertiría en un periódico político a favor de la intervención de Italia. La alianza entre los seguidores de Marinetti y los de Lacerba se vio comprometida por diferencias en asuntos de orden estético y por la crisis intervencionista. El último ejemplar de Lacerba apareció el 22 de mayo de 1915, dos días antes de que Italia entrara en la Primera Guerra Mundial. El futurismo se define por la velocidad, el contraste, la simultaneidad, la disonancia, la espontaneidad, el dinamismo, la disarmonía, la impulsividad. Lo contrario del equilibrio, la proporción, la simetría y la armonía del arte clásico y neoclásico apolíneo. El futurismo es dionisiaco, desequilibrado, desproporcionado, asimétrico, inarmónico, violento. El futurismo adora la máquina, el automóvil, los aeroplanos, las armas, las fábricas, la contaminación, el cine, lo novedoso, lo automático, la fuerza, la agresividad, la aniquilación del pasado. Exalta la guerra, el militarismo y el patriotismo. Exalta el superhombre, la vida anárquica y el amor al peligro. Hace un llamado a la destrucción de los museos, las academias, las bibliotecas y demás recintos sagrados de la institución cultural. El ataque a todas las representaciones de la moral burguesa, identificada con el pacifismo, el matrimonio y la familia: "… Nosotros queremos cantar el amor al peligro, el hábito de la energía y la temeridad. El coraje, la audacia y la rebelión serán elementos esenciales de nuestra poesía. Hasta hoy, la literatura exaltó la inmovilidad reflexiva, el éxtasis y el sueño. Nosotros queremos exaltar el movimiento agresivo, el insomnio febril, el paso veloz, el salto mortal, la bofetada y el puñetazo Nosotros afirmamos que la magnificencia del mundo se ha enriquecido con una belleza nueva, la belleza de la velocidad. Un auto de carrera con su capó adornado de gruesos tubos semejantes a serpientes de aliento explosivo… Un automóvil rugiente, que parece superar a la metralla, es más bello que la Victoria de Samotracia. Nosotros queremos exaltar al hombre que está al volante, cuyo eje ideal atraviesa la Tierra, también ella lanzada a la carrera por la pista de su órbita… Ya no hay otra belleza que la de la lucha. Ninguna obra que no tenga un carácter agresivo puede ser obra nuestra… ¿Por qué deberíamos mirar atrás si queremos derribar las misteriosas puertas de lo Imposible? El Tiempo y el Espacio murieron ayer. Nosotros ya vivimos el absoluto, porque ya hemos creado la eterna velocidad omnipresente. Nosotros queremos glorificar la guerra –única higiene del mundo-, el militarismo, el patriotismo, el genio destructor de los libertarios, las hermosas ideas por las que se muere y el desprecio por la mujer. Nosotros queremos destruir los museos, las bibliotecas y las academias de toda especie, y combatir el moralismo, el feminismo y toda vileza oportunista o utilitaria. Nosotros cantaremos a las grandes muchedumbres agitadas por el trabajo, el placer y la revuelta: cantaremos a las marchas multicolores y polifónicas de las revoluciones en las capitales modernas, cantaremos el vibrante fervor nocturno de los arsenales y de los astilleros incendiados por violentas lunas eléctricas; cantaremos las estaciones voraces, devoradoras de sierpes humeantes; a las fábricas que cuelgan de las nubes del retorcido humo de sus chimeneas; los puentes semejantes a colosales gimnastas que atraviesan los ríos relampagueando al sol con un fulgor de cuchillos, los vapores aventureros que olfatean el horizonte, las locomotoras de pecho ancho que resuellan sobre los rieles como enormes caballos de acero embriagados de tubos, y el vuelo de los aeroplanos, cuya hélice ondea el viento como una bandera y parece aplaudir como una multitud entusiasta. Desde Italia lanzamos al mundo éste nuestro manifiesto de violencia arrolladora e incendiaria con el cual fundamos hoy el FUTURISMO porque queremos liberar a éste país de su fétida gangrena de profesores, de arqueólogos, de cicerones y de anticuarios. Ya por demasiado tiempo Italia ha sido un mercado de ropavejeros. Nosotros queremos liberarla de los innumerables museos que la cubren por completo de cementerios". Filippo Marinetti y Anne Jeanne Valentine Marianne Desglans de Cessiat-Vercel "Valentine de Saint Point" se conocieron, la primera futurista fue la autora de Il Manifiesto della Donna Futurista (25 de marzo de 1912): "La humanidad es mediocre. La mayoría de las mujeres no son superiores ni inferiores a la mayoría de los hombres. Son iguales. Todos merecen el mismo desprecio. Es absurdo dividir a la humanidad en hombres y mujeres. Se compone sólo de feminidad y masculinidad.  Todo superhombre, todo héroe, no importa lo épico, genial o poderoso que sea, es la expresión prodigiosa de una raza y de una época sólo porque está compuesto, al mismo tiempo, de elementos masculinos y femeninos, de feminidad y masculinidad: es, en consecuencia, un ser completo. Todo individuo exclusivamente viril es un bruto; todo individuo exclusivamente femenino es una hembra. Y lo que vale para los individuos, vale también para cualquier colectividad y cualquier época de la humanidad. Los períodos fecundos, aquellos en los que una gran cantidad de héroes y genios surgen del terreno de la cultura en todo su esplendor, son ricos en masculinidad y feminidad. Aquellos períodos en los que sólo hubo guerras, con unos pocos héroes representativos porque el aliento épico acaba con el resto, fueron períodos exclusivamente viriles; aquellos que negaron el instinto heroico y, volviendo la vista al pasado, se aniquilaron en sueños de paz, fueron períodos en los que dominó la feminidad. Estamos viviendo uno de esos períodos. Lo que falta, tanto en mujeres como en hombres, es virilidad. Por eso el Futurismo, aun con todas sus exageraciones, tiene razón. Para restituir algo de virilidad a nuestras razas, adormecidas en la feminidad, debemos conducirlas hacia la virilidad, incluso al precio de caer en la tosca animalidad. Debemos imponer a todo el mundo, hombres y mujeres, que son igualmente débiles, un nuevo dogma de energía, con el fin de alcanzar un período de humanidad superior. Toda mujer debería poseer no sólo virtudes femeninas, sino también viriles, sin las cuales no es más que una hembra. Todo hombre que tenga sólo fuerza masculina, sin intuición, no es más que un tosco animal. Pero en el período de feminidad en el que vivimos, sólo la exageración contraria resulta saludable: debemos tomar al tosco animal como modelo… Pero nada de feminismo. El feminismo es un error político y cerebral de la mujer, un error que su instinto sabrá reconocer. No hay que dar a la mujer ninguno de los derechos reclamados por las feministas. Otorgárselos no conduciría a ningunos de los excesos deseados por los futuristas, sino, al contrario, a un exceso de orden… Dejad que la mujer encuentre una vez más ésa crueldad y ésa violencia que le hacen atacar a los vencidos sólo porque lo son, hasta de punto de mutilarlos. Dejad de pedir para ella la justicia espiritual que ella misma ha tratado de alcanzar en vano. ¡Mujer, hazte una vez más sublimemente injusta, como todas las fuerzas de la naturaleza! … Sé la madre feroz y egoísta, cuida celosamente de tus niños, en lo que llaman todos los derechos y todas las obligaciones para con ellos; mientras necesiten físicamente tu protección. Deja al hombre, libre de la familia, llevar su vida con audacia y conquista en tanto tenga fuerzas físicas para ello, y a pesar de que sea hijo y sea padre. El hombre que siembra no se detiene en el primer surco que fecunda… La lujuria es fuerza porque destruye al débil y excita al fuerte a emplear sus energías, y así, a renovarlas. Todo pueblo heroico es sensual. La mujer es, para ellos, el trofeo más excelso. La mujer debe ser madre o amante. Las auténticas madres serán siempre amantes mediocres y las amantes, madres incompletas, debido a sus excesos. Iguales ante la vida, la una completa a la otra. La madre que concibe al hijo construye el futuro con el pasado; la amante da rienda suelta al deseo, que conduce al futuro… Mujeres durante demasiado tiempo pervertidas por la moral y los prejuicios, volved a vuestro sublime instinto, a la violencia, a la crueldad. Procread para el fatal sacrificio de sangre, mientras los hombres se encargan de guerras y batallas, y entre vuestros hijos, como un sacrificio al heroísmo, poneos del lado del Destino… Le debéis héroes a la humanidad. ¡Hacedlos!". Valentine de Saint Point tenía influencia del gnosticismo, así que haré el análisis a partir de ésa lógica. Los tiempos de paz son femeninos y los tiempos de guerra son viriles. Para la autora sólo existe la masculinidad y la feminidad, detecta que los hombres y las mujeres de su tiempo carecen de virilidad. Exige que las mujeres sean esposas y madres de héroes. En clave moderna, los hombres de nuestro tiempo carecen de virilidad, las mujeres son más viriles que los hombres y en sus desvaríos se vuelven lesbianas al no encontrar la energía masculina en los hombres. En el texto se aprecia la lógica völkisch de Tierra y Sangre, la tierra fértil de los héroes son las mujeres y la sangre derramada de la patria son los hombres. El deber de las mujeres es entregar héroes a la patria. Valentine es autora de Il Manifesto Futurista della Lussuria (1913): "La lujuria, entendida fuera de todo concepto moral y como elemento esencial de dinamismo de la vida, es fuerza… La lujuria es la búsqueda carnal de lo desconocido, como la cerebralidad es la búsqueda espiritual. La lujuria es el gesto de crear, y es la creación. La carne crea, como crea el espíritu. Ante el Universo, su creación es igual. Una no es superior a la otra. Y la creación espiritual depende de la creación carnal. Nosotros tenemos un cuerpo y un espíritu. Reprimir uno para expandir el otro es prueba de debilidad, y un error. Un ser fuerte debe realizar todas sus posibilidades carnales y espirituales. La lujuria es un tributo a los conquistadores. Tras una batalla en la que han muerto hombres, es normal que los victoriosos, seleccionados por la guerra, se vean impelidos, en la tierra conquistada, hasta el estupro para recrear la vida. Después de las batallas, los soldados aman la voluptuosidad, en la que se relajan, para renovarse, las energías en continuo asalto. El héroe moderno, no importa en qué campo actúe, siente el mismo deseo y el mismo placer. El artista, gran médium universal, tiene la misma necesidad. Incluso la exaltación de los espíritus iluminados de religiones nuevas, que sienten todavía la tentación de lo desconocido, no es sino una sensualidad espiritualmente desviada hacia una sagrada imagen femenina. El arte y la guerra son las grandes manifestaciones de la sensualidad; de ellas florece la lujuria. Un pueblo exclusivamente espiritual y un pueblo exclusivamente lujurioso caerían igualmente en la esterilidad. La lujuria estimula las energías y desencadena las fuerzas. Ella empujaba implacablemente a los hombres primitivos a la victoria, por el orgullo de llevar a la mujer los trofeos de los vencidos. Ella empuja hoy a los grandes hombres de negocios que gobiernan la banca, la prensa y los tráficos internacionales a multiplicar el oro, creando núcleos, utilizando energías, exaltando a las multitudes para adornar, enriquecer y magnificar el objeto de su lujuria". Es más fácil empatizar con los manifiestos teosóficos de Valentine de Saint Point que los anarquistas de Marinetti. Nunca explica cuáles son ésas bellas ideas por las que se muere. Glorifica la guerra, el militarismo, el patriotismo y el desprecio de la mujer sin explicar por qué. El texto carece de significado. Parece DADA. Al menos podemos saber por qué quiere destruir el pasado y la cultura clásica en nombre del futuro. Marinetti es gnóstico, pretende una liberación del Tiempo y el Espacio a través de la Velocidad. Los puntos a favor de Valentine de Saint Point es que dota de significado la guerra, la patria, la familia, la virilidad, y hasta la lujuria. No hay nada en el texto de la autora que no tenga significado, que no sea universal e histórico. Los manifiestos de Valentine son genealógicos. Los puntos que pueden parecer en contra son ejemplos de realismo grotesco. La guerra es la única actividad que es capaz de sacar del marasmo a la familia burguesa y aspirar a valores aristocráticos. El sexo o la lujuria es lo que mueve a los hombres a satisfacer a las mujeres. El feminismo no es un error político, es un error epistemológico y teleológico. Es políticamente correcta la reivindicación ilustrada de libertad e igualdad, pero que sea posible no sólo para las mujeres, es otra cosa. Lo único que le puedo echar en cara es el olvido del amor como elemento universal y una de ésas bellas causas por las que vale la pena morir. El amor convierte a los cobardes en valientes, a los estúpidos en inteligentes y a los mediocres en virtuosos: "En el afán por la praxis tecnológica y por la virilidad impetuosa, la mujer está relegada a su papel de criatura deseada y procreadora, "cuerpo-máquina" que, en la maravillosa época infiel, en el encuentro metafísico entre cuerpo y acero, acepta el desarrollo tecnológico de la modernidad, se ofrece liberada de las obsesionantes frustraciones eróticas favoreciendo el triunfo definitivo del macho, liberado a su vez de la esclavitud de los vínculos afectivos: "la mujer desnuda siempre es fiel, la mujer desnuda siempre es un poco falsa", según Marinetti. En éste contexto cultural, histórico y literario, Marinetti y los futuristas, declarando con convicción la necesidad del amor libre, reconocen como verdadero y efectivo protagonista no al hombre con su herencia histórica dominante sino a la mujer, "la mejor parte de la humanidad"… Para las mujeres futuristas que intervinieron en el debate era importante reclamar con "valor heroico" un cierto protagonismo en el reconocimiento del desprecio futurista por la "mujer fatal" de los prototipos dannunzianos y fogazzarianos. La exaltación del amor libre, la aceptación del divorcio y de otros contenidos más "libertarios" del Futurismo del primer momento están resumidos en el Manifesto della donna futurista, de 1912 y de la Lussuria, de 1913. En éstos manifiestos que representaran también la base ideológica del movimiento femenino futurista, su principal artífice, Valentine de Saint Point, poetisa y nieta de Lamartine, afirma la virilidad de la mujer, considerando poco ejemplares a las mujeres "enamoradas, enfermas y madres"… En los relatos marinettianos de sus aventuras amorosas se encuentra resumida la temática de la revolución sexual futurista, según la cual la sexualidad es el instinto fundamental del ser humano y no puede aceptar los tabúes de una burguesía hipócrita y aparentemente puritana. El elogio al coito y la prostitución significan el desprecio por el sentimiento en la literatura y también en la vida, afirmando de ésta forma la alegría física de los sentidos a través de la fantasía erótica, la invención y el sentido del juego amoroso, siempre bajo el poder de las cualidades viriles y de la fuerza masculina. Los futuristas defendieron sus teorías bajo el ataque de la moral tradicional, sufriendo muchas veces imputaciones de ultraje al pudor, como se puede ver en la obra de Corra y Settimelli, I processi del futurismo per oltraggio al pudore" (Zarlenga, pp. 207, 208, 209).

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Fascismo Futurista.

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¿Eres fascista? Si respondiste que no, tal vez debas pensarlo dos veces. ¿Te gustan los Alfa Romeo, Maserati, Bugatti, Ferrari, Mercedes Benz, Horch, Audi, Wanderer, DKW? ¿Te gustan las Ducati, Benelli, Piaggio, Yamaha, Honda, Kawasaki, Suzuki, Harley Davidson? ¿Te gustan los calendarios Pirelli, Uniroyal, Bardahl? ¿Te gustan los deportes extremos? ¿Te gusta La Naranja Mecánica? ¿Te gusta El Club de la Pelea? ¿Te gusta Psicópata Americano? ¿Te gustan las innovaciones tecnológicas? ¿Te gusta vivir en las grandes ciudades? ¿Te gusta destruir el lenguaje? ¿Te gusta destruir la historia? ¿Te gusta vandalizar museos, bibliotecas, escuelas e iglesias? ¿Eres progresista? ¡Bienvenido al club de los fascistas! A partir de que Italia entró en la Primera Guerra Mundial, en mayo de 1915, Marinetti y algunos camaradas futuristas tuvieron la oportunidad de experimentar la guerra como soldados voluntarios y combatientes. Marinetti y Luigi Russolo se enrolaron el 17 de agosto de 1914 en el Battaglione Lombardo di Volontari Ciclisti e Automobilisti, el único cuerpo de voluntarios oficialmente reconocido por el Alto Comando del Ejército Italiano durante la guerra. Cuando el ingreso de Italia en la guerra era inminente, Marinetti fue rechazado debido al descubrimiento de una hernia. Después de someterse a una operación, se unió al batallón luego del período de entrenamiento, en julio de 1915. Junto con Marinetti y Russolo, en el batallón estaban los pintores futuristas Umberto Boccioni, Mario Sironi, Sant´Elia y Ugo Piatti. Los Ciclistas Voluntarios arribaron a orillas del Lago de Garda, cerca de la frontera de Italia con Austria-Hungría en julio, y los futuristas se manifestaron llenos de entusiasmo en su nueva vida militar. En octubre tuvieron la oportunidad de combatir cuando el batallón se vio envuelto en la captura de la posición austríaca en Dorso Cassina. Poco después de la captura, el batallón fue disuelto y regresaron a Milán en diciembre de 1915. El hecho de que tantos futuristas lucharan en el mismo batallón, supuso una experiencia colectiva de gran importancia. Más de 50 futuristas sirvieron en el Ejército italiano durante la Primera Guerra Mundial (infantería, división antiárea, cuerpos de ingenieros, artillería) y un número indeterminado de combatientes futuristas fueron voluntarios: Luigi Russolo, Mario Carli, Francesco Balilla Pratella, Luciano Nicastro, Ardengo Soffici, Giuseppe Prezzolini, Ottone Rosai, Ugo Tommei, Fortunato Depero, Ennio Valentinelli, Umberto Maganzini, etc. Aldo Palazzeschi en Il controlodore (1914): "Mirad abiertamente a la muerte y ella os proporcionará materia de risa para toda la vida. Yo afirmo que el hombre que llora, en el hombre que muere están las mayores fuentes de la alegría humana. Hay que educar a nuestros hijos a la risa, a la risa más desmedida, más insolente (…) Les proporcionaremos juguetes educativos, muñecos jorobados, ciegos, gangrenosos, tullidos, tísicos, sifilíticos, que de forma mecánica lloren, griten, se lamenten, sufran epilepsia, peste, cólera, hemorragias, hemorroides, blenorragia, se desmayen, agonicen y mueran. Además su maestra será hidrópica, aquejada de elefantiasis, o bien seca seca, alta, con cuello de jirafa (…) Un maestro menudo, menudo, jorobado raquítico, y uno gigantesco de rostro impúber, de voz muy fina y de llanto como hilillo de cristal (…) Jóvenes, vuestra compañera será jorobada, tuerta, tullida, calva, sorda, desquijarada, desdentada, maloliente, tendrá gestos de simio y voz de papagayo (…) No os detengáis en su belleza, si desgraciadamente para nosotros os parece hermosa, profundizad en ella y conoceréis su deformidad (…) Profundizad en ella y tendréis la vejez, verdad que de no ser así os resultará desconocida cuando la poseáis y se apodere de vosotros la nostalgia. No os detengáis en ningún grado de lo deforme, de lo viejo, ya que, a diferencia de lo bello y lo joven, no tienen límite: son infinitos (…) Pensad en la felicidad de veros crecer junto a muchos pequeños jorobados, tuertos, enanos, cojos, divinos exploradores de alegría. En vez de ponerle una peluca a nuestra compañera, si no es completamente calva haced que se afeite del todo, y rellenadle la espalda si no es jorobada (…) Transformar los manicomios en escuelas de perfeccionamiento para las nuevas generaciones". Para sorpresa de todos, Carlo Carrà prefirió permanecer en Milán para buscar un estudio de arte, Corrado Govoni por su familia y Giovanni Papini en su casa de Florencia. No era lo mismo promover la entrada de Italia en la Primera Guerra Mundial que participar en ella. La filosofía de la voluntad y la acción no aplicaban en tiempos de guerra. El ex editor de Lacerba, Giovanni Papini, se sintió obligado a explicar su decisión en el artículo La mia vigliaccheria: "nunca había sido un irredentista, no creía en una guerra local, una guerra particular y estrictamente nacional". Papini afirmaba que su lucha era contra la cultura y la civilización germánica, y que podía hacer una mayor contribución a la guerra escribiendo y formando la opinión pública: "las guerras no se preparan ni pelean sólo con municiones". Al igual que Marinetti, Papini estuvo influenciado por Nietzsche, Sorel, Gabriele D´Annunzio. Pero también por Stirner y Bergson. El autor de Amemos la guerra (Lacerba, 1 de octubre de 1914): "La guerra, por último, beneficia a la agricultura y a la modernidad. Los campos de batalla producirán durante muchos años, bastante más que antes sin necesidad de abono. ¡Qué buenas coles comerán los franceses allí donde se amontonaron los soldados alemanes y qué buenas patatas se obtendrán en Galitzia éste año! Y el fuego de las vanguardias y la violencia de los morteros acabarán con todas las casas viejas y las viejas cosas. Aquellos sucios pueblos que la soldadesca incendió serán rehechos con mayor higiene. Y todavía quedarán demasiadas catedrales góticas y demasiadas iglesias y demasiadas bibliotecas y demasiados castillos para embrutecimiento, éxtasis y aburrimiento de viajeros y profesores. Tras el paso de los bárbaros nace un arte nuevo entre las ruinas, y toda guerra de exterminio da comienzo a una moda diferente. Siempre habrá quehacer para todos si el deseo de crear es, como siempre, estimulado y robustecido por la destrucción. Amemos la guerra y saboreémosla como gourmets mientras dure. La guerra es espantosa, y precisamente porque es espantosa y tremenda y terrible y destructora debemos amarla con todo nuestro corazón de varones". A su regreso de la guerra, Marinetti se dio cuenta que la prensa cambió su actitud con los futuristas. Los que antes causaban risa en las caricaturas de los periódicos ahora eran respetados como voluntarios, soldados y veteranos de guerra. A partir de 1916 Marinetti centró su atención en el teatro para promover el futurismo como un movimiento comprometido con el esfuerzo de guerra y causas caritativas de la guerra. En la primavera de 1916, se realizaron dos giras de "teatro sintético" alrededor de toda Italia, recibiendo una respuesta positiva, diferente a la primera gira durante la neutralidad italiana en 1915. En junio de 1916 Marinetti concretó el sueño de un periódico futurista independiente en Florencia, cuando L´Italia Futurista fue publicado y editado en varias secciones por Settimelli, Corra, Conti, Remo Chiti, Arnaldo Ginna y María Ginnani. El lector ideal de L´Italia Futurista era el soldado que luchaba en el frente, aunque la publicación contaba con muchos seguidores en el frente interno, incluyendo un gran público femenino. Gracias a que los futuristas habían combatido, remitían artículos y composiciones libres donde compartían sus experiencias de guerra. L´Italia Futurista publicaba composiciones libres, editaba ejemplos de obras teatrales de futurismo "sintético", defendía el cine futurista, publicitaba el primer film de ésa corriente, Vita futurista, y dedicaba espacio para el "protosurrealista", tendencia espiritualista promovida por María Ginnani, Primo Conti e Irma Valeria: "Durante su breve vida, L´Italia Futurista fomentó un importante debate acerca del rol de las mujeres dentro del movimiento y su contribución al esfuerzo de guerra, encendido por la publicación del misógino libro de bolsillo para soldados, Come si seducono le donne, en 1917, de Marinetti… Fue inmediatamente un best seller: al mes la primera edición de dos mil ejemplares se había agotado y una segunda edición estaba en preparación. El éxito de éste libro produjo una ola de novelas similares de autores futuristas, de género masivo, todas publicadas por importantes editoriales, contrariamente a las caseras Ediciones Futuristas de "Poesías" de Marinetti. La novela de Bruno Corra lo ti amo (publicada en marzo de 1918) y la de Corra y Marinetti L´isola dei baci (publicada en agosto de 1918) fueron también enormemente exitosas, habiendo vendido la última más de tres mil quinientos ejemplares en el espacio de un mes. Dentro de los géneros de ficción detectivesca, historias de misterio y erótica, éstas novelas explotaban temas tales como los peligros de la homosexualidad, la unión masculina y la traición femenina… En septiembre de 1918, el mismo día de la primera edición del II Montello, fue publicado otro periódico futurista, Roma Futurista, editado por Carli, Settimelli y Marinetti… El subtítulo de la publicación era "periódico del partido político futurista". El Manifiesto del Partido Político Futurista había aparecido siete meses antes en la última edición de L´Italia Futurista, en febrero de 1918. Constaba de un amplio programa que proponía la introducción del divorcio, la clausura de universidades "inútiles", la transformación del Parlamento a través de una igualitaria participación de industriales, agricultores, ingenieros y empresarios, el mantenimiento de un ejército y una armada fuertes y el apoyo a los excombatientes en áreas tales como el empleo y las pensiones. El Manifiesto, además, proporcionaba importantes clarificaciones para el futuro del movimiento futurista. Marinetti declaró que "el partido político futurista que estamos fundando hoy, y que organizaremos después de la guerra, será claramente diferente del movimiento artístico futurista". Dividir el movimiento en dos líneas paralelas fue un punto de partida extremo desde la retórica fundacional del futurismo, que había expresado la necesidad de comprometerse plenamente con la vida y la introducción del "puño en la lucha por el arte"… A pesar de que el manifiesto del partido había sido publicado en febrero de 1918, y Roma Futurista, el periódico del partido, en septiembre de ése mismo año, el Partido Político Futurista recién se concretó en noviembre, luego de la finalización de la guerra. El 30 de ése mes, la primera rama del partido fue conformada en Florencia, seguida por filiales en otras ciudades italianas, como Milán, Nápoles y Bolonia" (Daly, pp. 130, 131, 134, 135). Cuando los Fasci di Combattimento de Benito Mussolini se constituyeron en marzo de 1919, hubo una fuerte presencia futurista. Marinetti, Corra y Carli asistieron y el primero fue electo en el Comité Central. Marinetti se presentó a la elección por la lista fascista en noviembre de 1918, pero sólo alcanzó el 1,72% de los votos en Milán. Ante tremendo fracaso, Marinetti exigió que el futurismo retornara exclusivamente a los asuntos culturales y artísticos. A partir del 4 de enero de 1920, Roma Futurista cambió su subtítulo, desapareció "periódico del partido político futurista" por "periódico semanal del movimiento futurista". En el segundo congreso del Partido Nacional Fascista, celebrado en Milán en 1920, Marinetti y otros futuristas lo abandonaron porque sus posiciones antimonárquicas y anticlericales no encontraron espacio: "Dios, Patria, Familia". El proyecto futurista era una democracia que abolía los grandes privilegios y la gran propiedad, el capital colaboraba con el trabajo, pero requería la abolición de la policía, de la supresión del derecho de sucesión, de la burocracia, del matrimonio y de la familia. Entre 1923-1924 regresó al partido con la intención de asegurar la continuidad del futurismo. En 1926 dio conferencias en Río de Janeiro, Sao Paulo, Santos, Buenos Aires, Rosario, Córdoba, La Plata. En el Teatro Casino de Sao Paulo fue recibido por los antifascistas con una lluvia de papas, zanahorias, nabos y tomates. En Argentina, la prensa liberal democrática y la prensa de izquierda lo atacaron y unos jóvenes intelectuales y artistas acusaron a los grandes medios de conservadurismo estético: Oliverio Girondo, Jorge Luis Borges, Macedonio Fernández, Xul Solar y Emilio Pettoruti. El futurismo se puede observar en diversas manifestaciones artísticas, literarias y culturales que influyen en la cultura popular, la celebración de la velocidad y la tecnología en la ciencia ficción y la cultura del automóvil; el enfoque en la experimentación y la innovación en la música, la moda y el diseño; el uso de la violencia y la agresión como elementos estéticos en la cultura. Mussolini para hacerse con el poder organizó la marcha sobre Roma, una movilización que tuvo lugar entre el 27 y el 29 de octubre de 1922. La idea era movilizar a los fascistas para presionar al rey e instaurar un régimen totalitario de carácter fascista en Italia. El día después de la marcha, Benito Mussolini se vistió de paisano para inclinarse ante Víctor Manuel III, cuando se preparaban para honrar la llama del altar de la patria. El fascismo obligó a que los diputados hicieran pública su pertenencia a las logias para tener control de los elementos disidentes y jamás elaboró ninguna ley "contra la masonería", sino contra las sociedades secretas sin mencionar a la masonería. En 1926 el Parlamento quitó sus funciones a los diputados que se ausentaran del trabajo sin justificación ("trabajos masónicos"), perdiendo su cargo los diputados republicanos, socialdemócratas, socialistas y católicos. Se prohibieron los partidos y asociaciones políticas sin nombrar a la masonería. Las logias masónicas para evadir la ley mutaron en el Nuevo Estado del Partido Nacional Fascista PNF, que adoptó los símbolos, las siglas, los héroes y las fechas masónicas: el Gran Maestro, la Gran Logia y el Consejo Supremo se convirtieron en el Gran Consejo, los lictores y los seniori. Los orígenes "Caballerescos Templarios" en la Milicia Voluntaria de Seguridad Nacional ("Guardia Nacional") con cónsules, centuriones y jefes manípulos. Las fechas masónicas de la veneración de la Navidad en Roma, el culto al Sol (himno fascista "Sol que surges", himno franquista "Cara al Sol"), la exaltación de la juventud, la virilidad, la competencia deportiva y la aniquilación del enemigo. La masonería cumplía la función de agrupamiento de la clase dirigente, asumida por el Rotary Club, cuyo presidente honorífico desde 1925 era el rey Víctor Manuel III. El abrazo del fascismo a la monarquía y a la iglesia católica indica que la Gran Logia de Italia se impuso al Gran Oriente de Italia. El Partido Nacional Fascista PNF tuvo entre sus miembros masones a Italo Balbo, Roberto Farinacci, Balbino Giuliano (futuro ministro de Educación Nacional), Edmondo Rossoni (jefe de los sindicatos fascistas), Giacomo Acerbo (subsecretario de Presidencia), Giuseppe Belluzo (ministro de Economía Nacional). A partir del período 1923-24, fueron iniciados en secreto los altos exponentes del fascismo. El fascismo disolvió la masonería, pero los masones dirigieron el fascismo. El fascismo no es un sistema político ni está anclado en la tradición como propone Umberto Eco o Noam Chomsky. El futurismo fue un movimiento masónico, anarquista, anticlerical y antimonárquico que creó el Manifiesto del Futurismo y el Manifiesto del Fascismo. La única vanguardia que creó un partido e inspiró otro: el Partido Futurista y el Partido Nacional Fascista. Los futuristas querían destruir la tradición, no conservarla. El fascismo no propuso el regreso del imperio romano ni el renacimiento neoclásico. El fascismo abrazó la monarquía y la iglesia, pero es un sistema cultural que puede adecuarse a cualquier espectro político: "Ocurre que el eco del futurismo a nivel internacional fue prácticamente inmediato gracias a la publicación de su Manifiesto y a la efervescente labor de su líder, Marinetti, en la difusión de sus principios, que hizo correr como la pólvora por Europa y Rusia. Por ejemplo, tan sólo un mes de la aparición del "Manifiesto futurista" en Le Figaro, se publicaba ya en la revista rusa Apollon, y dos años después, en 1911, surgían en Rusia grupos de artistas que se identifican con el futurismo, como los "egofuturistas", encabezados por Igor Severianin… Así, al igual que el futurismo italiano, la vertiente rusa abogaba por atentar contra el pasado normativo y tradicional. Véase a éste respecto el Manifiesto publicado en 1912 en Moscú con el título "Bofetada al gusto del público", de evidente actitud provocadora, entre cuyas afirmaciones cabe destacar algunas muy similares a las defendidas por los ultraístas: "Solamente nosotros somos la imagen de nuestro Tiempo. (…) Pushkin, Dostoievski, Tolstoi, etcétera, deben ser tirados por la borda del vapor del Tiempo Presente"… Y habiendo recibido tan prontamente las influencias italianas, el futurismo ruso también se contagiará del protagonismo concedido al cinematógrafo, recopilando los preceptos marinettianos del cinema y empleándolos en la producción de sus propios films; que, además, se perfilan como la baza mediática principal de la ideología estético-política soviética… Pero sin lugar a dudas quien mejor asume los principios cinematográficos del futurismo en Rusia es Dziga Vertov, a quien debemos la formulación del "cine-ojo"… Según éste proceder, la cámara es la que ejerce el poder de captación de lo que sucede en el entorno, ya sea éste la ciudad, la fábrica, el lugar de ocio, de deportes, etc. El principio operativo es la verdad visual, aséptica, mecánica. La cámara es, pues, en otras palabras, el ojo mecánico; el cine-ojo ("Kino-glaz"), He aquí la clave del cine de Vertov: la cámara se asimila a la acción de un ojo en perpetuo dinamismo, en perpetua atención ante lo que acontece a su alrededor; abierto al mundo, filmando desde los coches en movimiento, desde el tranvía, desde las azoteas… Así ojo y cámara entablan un peculiar diálogo de equivalencias, que se hace icónico en los films de Vertov –especialmente en Cine-ojo, la vida captada al improviso (1924) y El hombre de la cámara (1929)" (Molina Barea, pp. 198, 199, 200).

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Cabaret Voltaire.

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Cristina Alexandra Vlad en "DADÁ: Bucarest, Zúrich, París. Una historia del dadaísmo" (QUINTANA, 2009) ubica el origen del movimiento en Rumanía. El reino rumano experimentó un desarrollo cultural en los años precedentes a la Primera Guerra Mundial: en la pintura las influencias del Fauvismo y el Cubismo, y en el mundo literario el Simbolismo y el Decadentismo. Los cafés y restaurantes de Bucarest se llenaron de jóvenes pintores, escultores, poetas, filósofos, que hablan francés y alemán, que habían estudiado en las mejores universidades europeas y que permanecían en contacto con las nuevas ideas. Entre los años 1907 y 1910, se crea uno de los grupos más activos en el ámbito modernista de Bucarest alrededor del poeta y crítico de arte Tudor Arghezi. Un adepto de la estética de lo Feo en sus escrituras, pero también un admirador del Simbolismo y de la Secesión vienesa. Arghezi era socialista y frecuentaba con regularidad las veladas del más grande patrocinador de las artes Alexandru Bogdan-Pitesti. Al mismo grupo de Arghezi pertenecían los artistas del período: Ion Minulescu, Liviu Rebreanu, Eugen Lovinescu, Gala Galaction, Victor Eftimiu, Iosif Iser, Alexandru Satmari, Jean Alexandru Steriadi y el coleccionista de arte Krikor Zambaccian. Éste círculo bohemio tenía como lugares de encuentro el Bucarest Kübler Café, el Restaurante Capsa y la casa de Bogdan-Pitesti. Fue un grupo ecléctico que reunía artistas atraídos por estilos muy diferentes, pero ésta atmósfera diversa y el entretejido de ideas y técnicas ofreció la base para algo más extremo y original: el DADAÍSMO. Algunos de los artistas mencionados crearon en 1910 una asociación para jóvenes pintores y escultores llamada Tinerimea Artistica ("Los Jóvenes Artistas"), que publicaba crónicas de arte escritas por Arghezi o Bogdan-Pitesti y donde en abril de 1912, Marcel Iancu expuso sus primeros diseños. En 1907, llega a Bucarest el joven Samuel Rosenstock ("Tristan Tzara") para empezar sus estudios en el Colegio "Schemitz-Tierin". Tzara nació en Moldavia, en el pueblo de Moinesti, provincia de Bacau, en el seno de una familia burguesa de judíos rumanos. En 1912, cuando tenía sólo 16 años, edita junto con sus compañeros de instituto, Marcel lancu e Ion Vinea, una revista de arte y literatura llamada Simbolul ("El Símbolo"). La revista representaba los experimentos de los jóvenes artistas con el Simbolismo y con las nuevas formas de expresión, e incluía contribuciones de figuras conocidas en el mundo cultural de Bucarest como el escritor Ion Minulescu (el mentor de Tzara en esos años) o el pintor Josif Iser (el profesor de pintura de lancu). La revista tuvo sólo cuatro números, que aparecieron desde el 25 de octubre de 1912. Tristan Tzara hizo su debut como poeta en Simbolul bajo el pseudónimo S. Samyro y era el editor principal de ésta revista. Publicó en total cuatro poemas de inspiración simbolista, en los cuales se notaba la influencia de Minulescu. Su compañero, Ion Vinea, era atraído más por el estilo parnasiano y era el encargado junto con Adrian Manu, un artista conocido, de la parte satírica y política de la publicación. Simbolul agrupó en sus páginas creaciones poéticas de algunos de los más conocidos artistas modernistas de la época y cada número estaba decorado con diseños de Marcel lancu, Adrian Maniu e Iosif Iser. En 1915, Ion Vinea empieza a editar una nueva revista modernista llamada Chemarea ("El Llamamiento") con la participación de Tristan Tzara. Chemarea representa la primera revista en la cual Samuel Rosenstock firma sus poemas bajo el pseudónimo de Tristan Tzara. En esos tiempos aparecen las primeras diferencias notables entre los dos escritores: Vinea continúa dedicándose al modernismo, pero Tzara cambia su visión, es más insolente, radical y cercano al vanguardismo. En el verano de 1914, Marcel Iancu viaja junto con su hermano Iuliu a Suiza para estudiar en la Eidgenössischen Technischen Hochschule de Zúrich. Tristan Tzara cursa en éste período las enseñanzas de Filosofía y Matemáticas en la Universidad de Bucarest, pero un año más tarde, en 1915, renuncia a éstos estudios y se reúne en Zúrich con Iancu. En 1914 estalló la Primera Guerra Mundial y aunque Rumanía permaneció neutral hasta 1916, un gran número de intelectuales y artistas se declararon en contra de la guerra y en contra de los movimientos nacionalistas. Tristan Tzara abandonó en 1915 a su familia, sus estudios y la escena cultural rumana y se reunió con los hermanos Marcel, con Iuliu y con George Iancu en Zúrich. Cuando llegó con la edad de 19 años, Tzara se inscribió en la Facultad de Filosofía y Letras. La vida resultaba difícil y para conseguir dinero Marcel Iancu junto con su hermano cantaban por la noche canciones francesas o rumanas en los cabarets y cafés. En una de ésas noches conocieron al escritor y director teatral Hugo Ball, estudioso de la obra de Nietzsche, un discípulo y admirador del anarquista Mijaíl Bakunin y conocido como revolucionario en Zúrich. Hugo Ball había llegado a Zúrich en 1915 acompañado por su esposa, la bailarina y cantante Emmy Hennings, después de desertar del ejército alemán. Ball quería que los jóvenes intelectuales se organizaran en un grupo: así surgió la idea de fundar un cabaret. Macel Iancu informó a Tristan Tzara de la idea de Ball e inmediatamente los dos jóvenes empezaron a trabajar en la primera velada. En esos tiempos conocería en una fiesta al alsaciano Hans Arp, pintor, escultor y poeta. Arp aceptó con placer unirse a la propuesta de Ball. El 5 de febrero de 1916 tuvo lugar la primera velada en el famoso Cabaret Voltaire, que los artistas llamaron así como prueba de su respeto para el autor de la sátira "Candide, ou l´Optimisme". La prensa de Zúrich publicó la noticia de la apertura de un centro de divertimento artístico: "El pequeño local ubicado en Meirei, Spiegelstrasse se abarrotó en su estreno y fueron muchos los que no conseguirían entrar. La velada estuvo presidida por Hugo Ball, contenía un programa diverso y proponía la espontaneidad total tanto de los actores como de los espectadores: ésto significó un cambio importante, la participación del público en los actos artísticos. En el presente se pueden comparar con facilidad las veladas del Cabaret Voltaire con los actos de performance y happening de los artistas contemporáneos pero fueron toda una novedad para la época. El ecléctico programa del cabaret reunía las canciones de Emmy Hennings en francés o danés, las poesías rumanas de Tristan Tzara o las canciones populares rusas de una orquesta de balaicas. También el local fue decorado con aguafuertes, dibujos, pinturas y relieves creados por diferentes artistas como Arthur Segal, Picasso, Marcel Iancu o Otto van Rees. Marcel Iancu se ocupaba en gran parte de las escenografías y los trajes, él creó las célebres máscaras abstractas y el traje de patriarca que Ball vistió en una de sus representaciones… Lo que fue más sorprendente sobre el Cabaret Voltaire fue su libertad para aceptar como participantes o colaboradores a artistas que pertenecían a cualquier estilo y tendencia, no les interesaba su pasado y lo que buscaban en una persona era la libertad de pensamiento y la originalidad… El Dadaísmo no fue un estilo o una manera de crear, fue más un modo de vivir, un fenómeno efímero, un principio gobernante que incitaba a la libertad. La actividad predominante en el Cabaret era la literatura, produciendo, presentando y publicando poemas, relatos o canciones… La palabra significa en rumano la doble afirmación "sí, sí" y probablemente era usada con frecuencia entre los rumanos del cabaret. La personalidad de Tzara contrastaba con las otras del grupo. Hugo Ball era más racional y tranquilo, se encargaba de alquilar la sala del cabaret y de dirigir las veladas. Richard Huelsenbeck poseía una impertinencia que irritaba y motivaba al mismo tiempo al público. Marcel Iancu era una persona calmada y elegante. Hans Arp poseía un encanto infantil. Emmy Hennings como única mujer del cabaret poseía una personalidad muy fuerte, era cantante y su voz aguda le daba un aire de anti-diva… Muchas veces nos olvidamos que la aventura de Dadá empezó con una fiesta, en un local de noche donde todas las personas que entraban acababan cantando, emborrachándose y divirtiéndose. El cabaret estaba cerca de una escuela de coreografía y las bailarinas al acabar sus clases paraban muchas veces por allí. Los jóvenes artistas representaban una atracción en sí mismos y las historias de amor eran habituales" (Vlad, pp. 276, 277). En abril de 1916 el Cabaret Voltaire de Meirei, Spiegelstrasse fue clausurado y los dadaístas se quedaron sin local. La burguesía era constantemente atacada en las actuaciones del Cabaret Voltaire por la moral conservadora, la clase burguesa de la ciudad presionó al propietario para no prolongar el contrato. El 14 de julio de 1916, Hugo Ball leyó en el Zunfthaus zur Waag el primer anti-manifiesto titulado "La Huida del Tiempo", el programa de DADA consistía en no tener uno. DADA desafiaba al pasado, renunciaba al convencionalismo y rechazaba convertirlo en una tendencia en el arte. Todo tenía que ser destruido para que DADA pudiera aparecer: la negación del sentido común, la opinión pública, la educación, las instituciones, los museos y el buen gusto. El dadaísmo era un espectáculo de "anti-arte" que pretendía movilizar la pintura, el diseño, el teatro y la poesía para que se convirtieran en armas contra la "guerra capitalista". En éste período puede catalogarse como un laboratorio de arte total o incubadora de arte experimental, pero también es un rebrote de gnosticismo, los dadaístas condenaban todas las instituciones establecidas por encadenar la libertad espiritual. La idea se expandió rápidamente por Budapest, Bucarest, Liubliana, Tokio, Berlín, Ámsterdam, París y Nueva York. En septiembre de 1916 Ball se fue de Zúrich por el desencanto con la forma en que el dadaísmo estaba evolucionando. Se enfrentó con Tzara, cuya ambición era convertir el dadaísmo en uno de los movimientos de la vanguardia internacional. En 1917 Duchamp presentó en Nueva York un urinario colocado boca abajo como "obra de arte" titulada "Fuente", inventando el "arte conceptual". En 1917, Hugo Ball vuelve a Zúrich y decide junto con Tzara reabrir el Cabaret en Bahnshofstrasse en una gran sala de exposiciones. En marzo de 1917 dedicaron una exposición a sus antepasados espirituales: Wassily Kandisky y Paul Kle. La primera Galería Dadá en exponer las pinturas de Giorgio de Chirico. Los dadaístas mutaron de experimentales fiesteros a promotores serios del arte vanguardista. Las exposiciones eran acompañadas por una especie de performances que tenían por objetivo implicar al público pasivo. Las provocaciones fueron perfeccionadas en París y Berlín. Hugo Ball recitó sus poemas fónicos vestido como un cruce entre el Hombre de Hojalata y un obispo, con un sombrero alto de hechicero. En julio de 1917, bajo la dirección de Tzara, el dadaísmo era lanzado oficialmente como un movimiento total, con su propia editorial, manifiestos y campaña de promoción: textos de Hugo Ball y Tristan Tzara, dibujos o relieves de Marcel Iancu, pinturas o collages de Hans Arp, etc. Tzara entró en contacto con los escritores franceses André Breton, Guillaume Apollinaire o Georges Ribemont-Desaignes que colaboraron en los números 4 y 5 de la revista DADA. Si el futurismo es progresismo bárbaro, ilustrado y deshumanizador, el dadaísmo es la negación contrailustrada del progreso, ambos nihilistas. El dadaísmo se caracterizó por promulgar la anarquía, lo aleatorio, el sinsentido, la contradicción, y en contravía de los conceptos artísticos establecidos y de las normas sociales, morales y estéticas. Fue un movimiento anti-arte, cuestionador, radical y agresivo que consideraba que el arte convencional no tenía ninguna función social. El dadaísmo se opuso al concepto de razón, al futuro, a la cultura tradicional, a la lógica y a la moral. Los dadaístas propusieron obras elaboradas con fragmentos de revistas, de elementos industriales y de objetos de desecho cotidiano, denominados ready-mades, para elevarlos a la categoría de obra de arte por el simple hecho de exponerlos en un museo bajo una firma y una fecha, los dadaístas promovían el anti-arte para ridiculizar la poca crítica del público burgués. Tristan Tzara. Manifiesto dadaísta (1918): "Escribo éste manifiesto para demostrar cómo se pueden llevar a cabo al mismo tiempo las acciones más contradictorias con un único y fresco aliento; estoy contra la acción y a favor de la contradicción continua, pero también estoy por la afirmación. (…) DADA no significa nada. Si alguien lo considera inútil, si alguien no quiere perder el tiempo por una palabra que no significa nada. (…) La obra de arte no debe ser la belleza en sí misma porque la belleza ha muerto; ni alegre ni triste, ni clara ni oscura, no debe divertir ni maltratar a las personas individuales sirviéndoles pastiches de santas aureolas o los sudores de una carrera en arco a través de las atmósferas. Una obra de arte nunca es bella por decreto, objetivamente y para todos (…) El principio "ama a tu prójimo" es una hipocresía. "Conócete a ti mismo" es una utopía más aceptable porque también contiene la maldad. Nada de piedad. Después de la matanza todavía nos queda la esperanza de una humanidad purificada. Yo hablo siempre de mí porque no quiero convencer. No tengo derecho a arrastrar a nadie a mi río, yo no obligo a nadie a que me siga (…) Así nació DADA, de una necesidad de independencia, de desconfianza hacia la comunidad. Los que están con nosotros conservan su independencia. No reconocemos ninguna teoría. Basta de academias cubistas y futuristas, laboratorios de ideas formales. ¿Sirve el arte para amontonar dinero y acariciar a los gentiles burgueses? (…) Toda obra pictórica o plástica es inútil (…) Nosotros desgarramos como un furioso viento la ropa de las nubes y de las plegarias y preparamos el gran espectáculo del desastre, el incendio, la descomposición (…). Yo proclamo la oposición de todas las facultades cósmicas a tal blenorragia de pútrido sol salido de las fábricas del pensamiento filosófico, y proclamo la lucha encarnizada de todos los medios del ASCO DADAÍSTA (…) Libertad: DADA, DADA, DADA, aullido de colores encraspados, encuentro de todos los contrarios y de todas las contradicciones, de todo motivo grotesco, de toda incoherencia: LA VIDA". Asco dadaísta. Tristan Tzara. Manifiesto dadaísta (1918): "Toda forma de asco susceptible de convertirse en negación de la familia es DADA; la protesta a puñetazos de todo el ser entregado a una acción destructiva es DADA; el conocimiento de todos los medios hasta hoy rechazados por el pudor sexual, por el compromiso demasiado cómodo y por la cortesía es DADA; la abolición de la lógica, la danza de los impotentes de la creación es DADA; la abolición de toda jerarquía y de toda ecuación social de valores establecida por los siervos que se hallan entre nosotros es DADA; todo objeto, todos los objetos, los sentimientos y las oscuridades, las apariciones y el choque preciso de las líneas paralelas son medio de lucha DADA; abolición de la memoria: DADA; abolición de la arqueología: DADA; abolición de los profetas: DADA; abolición del futuro: DADA; confianza indiscutible en todo dios producto inmediato de la espontaneidad: DADA; salto elegante y sin prejuicios de una armonía a otra esfera (…)". La lectura de los manifiestos dadaístas puede ser chocante e ininteligible racionalmente. La clave son los conceptos: Nada, Contradicción, Paradoja, Contrario, Grotesco, Incoherencia. Comparten con los futuristas la negación de la belleza, la crueldad, la violencia, la destrucción, la negación de la familia, el rechazo de la burguesía, el conocimiento sexual, la abolición de la lógica, la abolición de los valores sociales establecidos, la abolición de la memoria, la abolición de la arqueología. Difieren de los futuristas en la abolición de toda jerarquía y del futuro. Leído de forma racional DADA es una trampa dialéctica. Los futuristas creían en la destrucción creativa viril para exaltarse de forma irracional y construir el futuro. Los dadaístas en la destrucción por la destrucción misma, son los anarquistas puros, gnósticos, Hermanos del Libre Espíritu, sufíes o budistas Zen: "No se sabe quién fue el primer autor dadaísta en aplicar el principio del azar en las obras de arte Dadá, Hans Richter comenta una anécdota de algo sucedido en una ejecución artística de Hans Arp en su taller de Zeltweg: éste se encontraba trabajando en un dibujo, al ver que el resultado no era el que deseaba decidió romper el papel en el cual había dibujado y lo dejó caer al suelo, al ver la distribución azarosa en la cual los papeles quedaron, se percató que la nueva composición del dibujo era lo que había estado buscando, Arp dice lo siguiente: "… Me entregué a una acción automática. Lo llamé "trabajar sometido a la ley del azar", la ley que contiene a todas las demás, y que es insondable, como la causa primera de la que brota toda la vida, y que sólo puede ser experimentada dejándose totalmente a merced del inconsciente. ("Y así se cierra el círculo", On my way, Nueva York, 1948: 77)… Posterior al descubrimiento del azar, Arp introdujo a toda su creación artística éste principio fundamental, lo llevó a todos los campos del arte, a la hora de hacer poemas tomaba frases escritas y las desordenaba para que no existiera algo de coherencia… Después de éste descubrimiento los dadaístas tomarían el principio del azar con un nuevo tipo de ataque contra el arte, éste elemento sería una nueva forma de creación artística, un elemento espontáneo que dotará al arte de un nuevo contenido destructivo frente a principios lógicos de creación artística, invocando una revolución, una nueva experiencia… Éste anuncio por parte de Richter es la apertura del pensamiento en puro estado de movimiento, es pura potencia de creación, el azar es un dispositivo que dibuja la figura del pensamiento. Por primera vez el pensamiento es colocado en el espacio de las cosas visibles, colocando en el mundo "real" las cosas temporales no antes vistas. Tristan Tzara fue el encargado de llevar el principio del azar a su límite, y lo logró incursionando en el campo de la poesía, dando un método para "hacer un poema dadaísta": Coja un periódico. Coja unas tijeras. Escoja en el periódico un artículo de la longitud que cuenta darle a su poema. Recorte el artículo. Recorte enseguida con cuidado cada una de las palabras que forman el artículo y métalas en una bolsa. Agítela suavemente. Ahora saque cada recorte uno tras otro. Copie concienzudamente en el orden en que hayan salido de la bolsa. El poema se parecerá a usted. Y es usted un escritor infinitamente original y de una sensibilidad hechizante, aunque incomprendida del vulgo (Tzara, s.d.)" (Burgos Rodríguez, pp. 40, 41, 42, 43).

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Dadaísmo & Surrealismo.

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Los años 1914-1923 fueron un período de cambio revolucionario en las artes: fauvismo, cubismo, futurismo, expresionismo, dadaísmo, neoplasticismo y de Stilj, vorticismo, verismo, purismo, constructivismo, productivismo. La revolución rusa de 1917 hizo que las masas de Petrogrado y Moscú, al igual que el Partido Bolchevique, expropiaran los bienes de la burguesía, la pequeña nobleza y la aristocracia, ocuparon pisos, casas solariegas, palacios, museos, redefinieron el espacio público y privado y destruyeron los símbolos del antiguo régimen, desde edificios y cuadros hasta muebles elegantes y libros. El urinario de Duchamp fue rechazado en Nueva York por la Sociedad de Artistas Independientes de los Estados Unidos por no ser considerado una obra de arte, sólo había agregado un nombre (R. Mutt) y una fecha (1917). El autor de La Gioconda con bigote (1930), a la que agregó una pequeña barba y las siglas L.H.O.O.Q.: Elle a chaud au cul "Ella tiene el culo caliente". Tzara con la ayuda de Picabia y Serner, fue apartando el dadaísmo de las ideas originales del Cabaret Voltaire. Pocos años más tarde, se produjo una nueva escisión en el movimiento y el dadaísmo se divisó en dos facciones. El grupo alemán, liderado por Huelsenbeck, George Grosz y los hermanos Herzfelde, con un enfoque fundamentalmente político. En 1918 Zuckmayer, Piscator, Toller, Vogeler, Bertolt Brecht, Max Horkheimer y Herbert Marcuse se sumaron a la revolución alemana. Los intelectuales se organizaron en el Comité Central Revolucionario de Dadá, en el efímero Consejo Político de Trabajadores Intelectuales en Berlín y Múnich, en el Grupo de Noviembre a favor de los intereses de los artistas radicales; y en el Consejo Trabajador para el Arte, que se esforzó por influir en la política oficial de arquitectura y diseño. Piscator, Grosz, Heartfield y su hermano Wieland Herzfelde fueron miembros fundadores del KPD: Partido Comunista de Alemania. Y el grupo de Tzara, que se trasladó a París en 1920 y abogó por el anarquismo estético que a la postre desembocó en el surrealismo. Tzara se involucró en las revistas dadaístas Littérature de André Breton y 391 de Francis Picabia. En Littérature fue fundada por André Breton, Philippe Soupault y Louis Aragon, teniendo como colaboradores a Paul Éluard, Francis Picabia, Ribemont-Dessaignes y Man Ray. En París aparecieron los dos últimos números de DADA: Bulletin Dada y Dadaphone. Las actividades dadaístas de París tuvieron su apogeo en 1920 en el Teatro de la Ópera con un espectáculo de variedades organizado por André Breton, Francis Picabia y Tristan Tzara. En Alemania aparecieron tres números de la revista Der dada (1919-1920), editada por Raoul Hausmann, John Heartfiel y George Grosz. Las cinco técnicas DADA: performance (Hugo Ball), ready made (Marcel Duchamp), collage (Hans Arp), fotomontaje (Raoul Hausmann, Hanna Höch), poemas (Hans Arp). Existen cinco libros para entender las bases dadaístas: Dadaglobe Reconstructed, varios autores (Scheidegger and Spiess, 2016); Dadá. El cambio radical del siglo XX, de Jed Rasula (Anagrama, 2016); Almanaque Dadá, de Richard Hüelsenbeck (Tecnos, 2015); Correo Dadá: Una historial del movimiento dadaísta contada desde dentro, de Raoul Hausmann (Acuarela Libros, 2011); Siete Manifiestos Dadá, de Tristan Tzara (Tusquets, 2002). Silvia Hernández Muñoz en The Influence of the Dadaist inherence on the Structuring of Creating Principles of Graphic Design "La influencia de la herencia dadaísta en la vertebración de principios creadores en diseño gráfico" (POLIANTEA, 2015) expone las características del diseño dadaísta, como el uso del humorismo en la creación de carteles, folletos, libros y tipografías del diseño gráfico: ridiculización, burla, parodia, sarcasmo, sinsentido, rebeldía, irreverencia, sacrilegio. El humor, la antiseriedad, la burla y la ironía serán el comportamiento habitual de DADA. Al reírse de la moralidad, de la religión, de la burguesía, del Estado y de la patria, el dadaísmo es transgresor y provocador. Los promotores de la guerrilla estética o marketing de guerrilla. El humorismo dadaísta aparece representado en la deconstrucción tipográfica, en la no relación del texto y la imagen, y en la deconstrucción de la propia imagen y en la temática a través de la representación de las máquinas, lo grotesco de los dadaístas alemanes o lo escatológico de Merz. La transgresión del urinario de Duchamp no estaba en llevar un urinario a un museo, sino en nombrarlo, ya que la imagen deja de ser figurativa. En Le Violon d´Ingres (1924) de Man Ray, la tipografía pervierte la imagen fotográfica. El fotomontaje berlinés era un fotocollage: foto y texto, foto y color, foto y dibujo. Marcel Duchamp, Francis Picabia y Tristan Tzara influyeron en el diseño gráfico, pero fueron los alemanes John Heartfield, George Grosz, Raoul Hausmann, Hannah Höch, Baader, Hoech y Max Ernst, las maderas de Hans Arp o Kurt Schwitters, los que marcaron la tendencia. La revolución tipográfica, el collage absurdo presurrealista, el fotomontaje y el diseño de las revistas especializadas: dibujos, temas polémicos, multiplicidad de fuentes y de signos, publicidad de otras publicaciones satíricas dadaístas y de actividades y exposiciones. Mientras la tipografía futurista pretendía rehacer las reglas gramaticales y crear asociaciones tipográficas, el dadaísmo descuadraba absolutamente todo orden sintáctico o de lectura desde el propio lenguaje gráfico para convertirse en la subversión absoluta. El dadaísmo no puede ser catalogado como un arte degenerado porque es un movimiento anti-arte, aunque la misma lógica dialéctica apunte a que eran degenerados. Los futuristas eran socialistas de derecha que defendían todo tipo de fantasías eróticas y la prostitución, los dadaístas eran socialistas de izquierda que se daban el lujo de la contradicción dialéctica. Bajo la lógica del anti-arte, un cuadro en blanco es DADA. Un plátano pegado en la pared es DADA. Un chicle pegado en la banqueta es DADA. El LGBTTTIQ es DADA. El BDSM es DADA. El Gokkun es DADA. El Bukkake es DADA. El incesto es DADA. La pedofilia es DADA. Pronto se hace evidente que la pornografía es DADA, un laboratorio revolucionario donde se anulan las categorías del parentesco y se niega la familia burguesa puritana: madre-hijo, padre-hija, hermano-hermana, hermano-hermano, hermana-hermana, etc. Los autores intelectuales del Erotismo, Grotesco y Sinsentido: "Erotic", "Grotesque" y "Nonsense"; "Ero Guro Nansensu". Aunque fueron los primeros modernos en plantear que no se puede separar el arte y la vida y promovieron el anti-arte total, la vida que proponían era anárquica y antisocial. No existe separación entre la obra y el autor, la obra es su vida… El 0 como concepto de la nada o vacío es DADA. El 0 puede transformarse fácilmente en un 9 e inflar cualquier cantidad con un par de ceros al final. El 0 le abre las puertas a los números negativos que legitiman el concepto de deuda y préstamo. El concepto de la nada, vacío o cero lo encontramos en las matemáticas, la física, la economía, la filosofía y la cultura. El vacío es nihilismo, depresión, locura, pero también sexo, amor, muerte y liberación, el olvido de uno mismo… DADA es una invitación a jugar con el lenguaje. Una de las técnicas DADA era hacer poemas desordenando frases escritas para que no tuvieran orden. Ejemplo de un poema DADA producto del "azar": "Los látigos chasquean y de las montañas descienden las sombras bien peinadas de los pastores, los huevos negros y los cascabeles de los locos caen de los árboles, las tempestades y los bombos y los tambores de las orejas de los asnos, las alas rozan las flores, las fuentes se mueven en los ojos de los jabalíes" (Richter, 57): "Los diarios de Hugo Ball son un buen punto de partida. Ball, una figura clave en la fundación del dadaísmo, fue además el primer desertor del movimiento, y sus anotaciones sobre el período que va del año 1914 a 1921 son un documento extremadamente valioso… En otra parte, en su conferencia de 1917 sobre Kandinsky, expone éstas ideas incluso con mayor énfasis: "Una cultura milenaria se desintegra. Ya no hay columnas ni pilares, ni cimientos…, se han venido abajo… El sentido del mundo ha desaparecido"… Lo que es inesperado, en cualquier caso, es lo que Ball dice un poco más adelante en el prólogo: Podía dar la impresión de que la filosofía había pasado a manos de los artistas; como si los nuevos impulsos partieran de ellos. Como si ellos fueran los profetas de éste renacimiento. Cuando hablábamos de Kadinsky y de Picasso, no hablábamos de pintores, sino de sacerdotes; no hablábamos de artesanos, sino de creadores de nuevos mundos, de nuevos paraísos"… Los sueños de regeneración total no podían coexistir con el más negro pesimismo, y para Ball no había contradicción en ésto: ambas actitudes formaban parte de un mismo planteamiento. El arte no era una manera de dar la espalda a los problemas del mundo, era una manera de resolver directamente esos problemas… Si Tzara dio al dadaísmo su identidad, también es cierto que le sustrajo el propósito moral al que había aspirado con Ball. Al convertirlo en doctrina, al aderezarlo con una serie de ideales programáticos, Tzara llevó el dadaísmo a una contradicción consigo mismo y a la impotencia. Lo que para Ball había sido un auténtico clamor que partía del corazón contra todos los sistemas de pensamiento y acción se convirtió en una organización más entre muchas… La postura del anti-arte, que abrió el camino a incesantes ataques y provocaciones, era esencialmente una idea inauténtica, porque el arte que se opone al arte no deja por ello de ser arte; no se puede ser y no ser a un tiempo. Tal como Tzara escribió en uno de sus manifiestos: "Los auténticos dadaístas están en contra del dadaísmo". La imposibilidad de establecer éste principio como dogma resulta evidente, y Ball que tuvo la perspicacia de advertir ésta contradicción muy pronto, abandonó en cuanto vio signos de que el dadaísmo estaba convirtiéndose en un movimiento. Para los demás, sin embargo, el dadaísmo se convirtió en una especie de farsa que iba cada vez más lejos. Pero la auténtica motivación había desaparecido, y cuando el dadaísmo finalmente murió no lo hizo tanto por la batalla que había librado como por su propia inercia" (Auster, pp. 7, 10, 13, 14). En 1923, André Breton rompió con Tristan Tzara y fundó un movimiento que iba a liderar durante las siguientes cuatro décadas. Breton, que había estudiado medicina y neurología, utilizó algunas de las técnicas psicoanalíticas de Sigmund Freud para tratar a víctimas de la fatiga de combate (shell-shock) de la Primera Guerra Mundial. Entre los surrealistas, fomentó la exploración del inconsciente mediante la "interpretación de los sueños" y la "escritura automática", donde el inconsciente guía la mano en una forma de asociación libre de ideas. Salvador Dalí, Marx Ernst y Joan Miró se sumaron al surrealismo. Con el tiempo, el surrealismo sería conocido por sus pinturas, sus imágenes oníricas y fantasmagóricas creadas por Dalí, Ernst, Miró, René Magritte, André Maison, Yves Tanguy. André Breton. Manifiesto del surrealismo (1924): "SURREALISMO: sustantivo, masculino. Automatismo psíquico puro por cuyo medio se intenta expresar verbalmente, por escrito o de cualquier otro modo, el funcionamiento real del pensamiento. Es un dictado del pensamiento, sin la intervención reguladora de la razón, ajeno a toda preocupación estética o moral. (…) El surrealismo se basa en la creencia en la realidad superior de ciertas formas de asociación desdeñadas hasta la aparición del mismo, y en el libre ejercicio del pensamiento. Tiende a destruir definitivamente todos los restantes mecanismos psíquicos, y a sustituirlos en la resolución de los principales problemas de la vida. (…) Ordenad que os traigan recado de escribir, después de haberos situado en un lugar que sea lo más propicio posible a la concentración de vuestro espíritu, al repliegue del espíritu sobre sí mismo. Entrad en el estado más pasivo o receptivo, de que seáis capaces. (…). Escribid deprisa, sin tema preconcebido, escribid lo suficientemente de prisa para no poder refrenaros, y para no tener la tentación de leer lo escrito. La primera frase se os ocurrirá por sí misma. (…) De ésta manera, provistos de un reducido número de características físicas y morales, éstos seres que, en realidad, tan poco os deben, no se apartarán de cierta línea de conducta de la que nosotros ya no os tendréis que ocupar. De ahí surgirá una anécdota más o menos sabia, en apariencia, que justificará punto por punto ése desenlace emocionante o confortante que a vosotros os ha dejado ya de importar". El surrealismo es un DADA onírico, las contradicciones y perversiones son producto del inconsciente por la moral burguesa puritana. Los poetas Louis Aragon, Paul Éluard, Robert Desnos y Benjamin Péret se sintieron atraídos por el surrealismo como una liberación del orden francés clásico. En 1926 André Breton llamó a sus seguidores de la Rive Gauche a afiliarse al Partido Comunista francés, pero Stalin obligó a los partidos comunistas a abrazar el modelo cultural soviético. En 1933 Breton empezó a criticar las posiciones del partido y fue expulsado con Paul Éluard. Louis Aragon decidió no seguirlos y André Breton lo expulsó del surrealismo. En París había tolerancia para todo tipo de expresiones culturales. En 1928 Breton publicó la novela experimental Nadja, que giraba alrededor de la locura. El dramaturgo André Gide, que desató una tormenta cuando proclamó su homosexualidad en Corydon, de 1924. También había novelistas con un largo número de seguidores: Antoine de Saint-Exupéry, Paul Morand, André Maurois y Colette. A diferencia de los futuristas italianos de buena cuna y envidiables relaciones políticas. Los dadaístas y los surrealistas eran Sans-Culottes marginales que vivían al día. La escritora experimental Gertrude Stein alojaba a artistas como Pablo Picasso y Matisse en su apartamento de la Rive Gauche, en el 27ª de la rue de Fleurus, donde vivía con su compañera lesbiana, Alice B. Toklas. En la década de 1920 y 1930, Stein se convirtió en mecenas de la "generación perdida" de escritores norteamericanos: Ernest Hemingway, Thornton Wilder, John Dos Passos, Ezra Pound y F. Scott Fitzgerald. Los escritores norteamericanos y franceses se encontraban en Shakespeare & Company, la librería de la Rive Gauche de Sylvia Beach en la 12ª de la rue de l`Odéon, frente a la Maison des Amis des Livres, dirigida por su amiga y amante Adrienne Monnier. Beach también acudió al rescate de James Joyce, que se había trasladado a París en 1920; cuando los editores americanos y británicos lo rehuían, temerosos de las acusaciones de obscenidad. Beach publicó Ulysses de James Joyce en 1922. Henry Miller huyó a París cuando tres de sus novelas fueron prohibidas por obscenas en Estados Unidos: Tropic of Cancer ("Trópico de Cáncer"), Black Spring ("Primavera Negra"), Tropic of Capricorn ("Trópico de Capricornio"). Lo que no se publicaba en Estados Unidos y Gran Bretaña se publicaba en París. No debe sorprender que la escena parisina fuera surrealista. Escritores norteamericanos, franceses e irlandeses, artistas rusos, artistas judíos, artistas homosexuales y bisexuales, todos provocadores y con la conciencia de ser apestados. Peggy Guggenheim estuvo casada dos veces: Laurence Vail y Max Ernst. Mantuvo amasiatos con Marcel Duchamp, Cy Twombly, John Holms, Douglas Garman, Yves Tanguy, Samuel Becket, John Cage, etc. Incluyendo a los homosexuales, que no se podían dar el lujo de rechazar el mecenazgo de la vanguardia. Con Laurence viajó por toda Europa, se instaló en un piso de Montparnasse, barrio donde malvivían los artistas y escritores vanguardistas: Pablo Picasso, Marc Chagall, Henri Matisse, Georges Braque. Intentó conocer a Pablo Picasso y visitar su estudio, pero no la recibió, pensaba que sólo coleccionaba arte por diversión. Hizo amistad con Marcel Duchamp, Tristan Tzara, Jean Cocteau, André Breton, Man Ray, James Joyce, Djuna Barnes, Paul Bowles, Mina Loy, Ezra Pound, Isadora Duncan, Natalie Barney, André Gide, Ernest Hemingway. Hitler criticaba el cubismo, el dadaísmo y el surrealismo por romper con las reglas del arte clásico, calificó el arte moderno de arte degenerado, producto de mentes degeneradas. El deber del Estado era impedir a un pueblo caer bajo la influencia de la locura espiritual. Picasso, Matisse, Braque, Léger, Dalí, Miró, Kandinsky, Modigliano y Chagall fueron excluidos: "Cubistas como Braque y Picasso pretendían una deconstrucción de las formas y para ello buscaban fuentes de inspiración en las artes no europeas, en las máscaras africanas que la opinión corriente consideraba monstruosas y repelentes. En el movimiento DADA, la apelación a la fealdad aparece de forma decidida a través de la remisión a lo grotesco. Duchamp pinta un provocador bigote a la Gioconda y comienza la poética del ready made exponiendo como obra de arte un urinario. Con el manifiesto surrealista de 1924 comienza una tendencia especial a representar situaciones perturbadoras e imágenes monstruosas. El artista tiende a reproducir situaciones oníricas que abren rendijas en el subconsciente por medio de operaciones como la escritura automática, para liberar a la mente de cualquier freno inhibidor y dejarla vagar según libres asociaciones de imágenes e ideas. La naturaleza es transfigurada para dar vía libre a situaciones de pesadillas y a teratologías inquietantes en artistas como Ernst, Dalí, Magritte. Se practican juegos como los "cadáveres exquisitos", en los que cada uno de los participantes escribe una frase o comienza a trazar una figura, luego se dobla el papel y el jugador siguiente continúa a ciegas, creando así secuencias y combinaciones inusuales como la preconizada por Lautréamont… Domina un gusto anárquico por lo insostenible, como sucede en Roussel, o en películas como Un perro andaluz de Buñuel (1929), en la que se asiste a repugnantes operaciones como la vivisección de un ojo. Artaud lanza en 1932 su "teatro de la crueldad", como "peste" y "flagelo vengador", en el que la vida "supera todos los límites y se pone a prueba en la tortura y en el desprecio de todas las cosas"; Dalí se ejercita en operaciones de "paranoia crítica" como su análisis del célebre Angelus de Millet, Bataille celebra el dedo pulgar y las flores como objetos repugnantes. Más tarde, lo informal revalorizará lo que hasta entonces se había considerado irrepresentable, ésto es, los aspectos más remotos de la materia, el moho, el polvo, el fango; el nuevo realismo redescubrirá los desechos del mundo industrial y los restos de objetos destruidos y ensamblados después en nuevas formas; con el pop art de Andy Warhol apela al reciclaje estético de la sobra" (Eco, pp. 368, 369, 378).

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La batalla cultural.

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El padre intelectual del futurismo, el fascismo y la revolución sexual era un anarquista: Filippo Tommaso Marinetti. Estaba a favor del amor libre, la prostitución, la fantasía erótica y el divorcio. Los dadaístas comparten la negación de la belleza, la crueldad, la violencia, la destrucción, la negación de la familia, el rechazo de la burguesía, el conocimiento sexual, la abolición de la lógica, la abolición de los valores sociales establecidos, la abolición de la memoria, la abolición de la arqueología: Tristan Tzara. Difieren de los futuristas en la abolición de toda jerarquía y del futuro. Pero el Manifiesto DADA incluye el giro dialéctico o salto mortal: "Los auténticos dadaístas están en contra del dadaísmo". El sujeto se rebela contra el mundo de los conceptos y los objetos, pero la experiencia demuestra que la rebelión es inútil. Giovanni Papini mutó de ateo futurista a un católico recalcitrante. Valentine de Saint Point, de mujer futurista que proclamaba la crueldad femenina y la revolución lujuriosa a una conversión islámica. Maurice Barrès, de anarcoindividualista a un nacionalista de derecha. Salvador Dalí, de dadaísta nihilista y surrealista franquista a un materialista cínico "Ávida Dollars". En términos modernos, Santiago Armesilla, de comunista a un nacionalista de derecha, o Pablo Iglesias e Irene Montero, de indignados podemitas socialistas a materialistas cínicos, o Andrés Manuel López Obrador y Claudia Sheinbaum, de juaristas a autócratas. Las vanguardias prestaron servicios de propaganda a los sistemas totalitarios. Los futuristas al Servizio Propaganda del Partido Nacional Fascista en el periódico La Ghirba (1918) e Il Montello (1918): Marinetti, Umberto Boccioni, Luigi Russolo, Ugo Piatti, Ardengo Soffici, Mario Sironi, Massimo Bontempelli, Carlo Carrà, Mario Carli, Francesco Cangiullo, Giorgio De Chirico, Luciano Folgore, Pietro Gigli, Emilio Settimelli. Los dadaístas al Partido Comunista Alemán (KPD) en el periódico satírico Jedermann sein eigner Fussball (1919) y Arbeiter Illustrierte Zeitung (1924-1938): John Heartfield, George Grosz, Wieland Herzfelde, Walter Mehring, Mynona, Richard Huelsenbeck, Erwin Piscator, Karl Nierendorf, J. H. Kuhlemann. Los principales surrealistas eran miembros del Partido Comunista Francés (PCF): André Breton, Louis Aragon, Paul Éluard, Benjamin Péret, Pierre Unik. La ilustración fue un movimiento heterogéneo y contradictorio DADA: ateos, deístas, liberales, antiliberales, comunistas, defensores del libre mercado, igualitaristas, racistas. En el siglo XIX los pensadores rusos tenían a Europa como modelo ilustrado: el anarquista Bakunin, el marxista ortodoxo Plejánov, el liberal anglófilo Turguéniev. En San Petersburgo la élite cultural hablaba francés, veneraba a Voltaire y buscaba inspiración en los philosophes. Los bolcheviques tenían en mente la Comuna de París cuando crearon el Estado soviético. Los bolcheviques buscaban la socialización de las tareas domésticas y el cuidado de los niños, la provisión de servicios sociales, la distribución de alimentos y el cuidado de los niños sin hogar. La revolución bolchevique no se había hecho para que las mujeres tuvieran "libertad sexual". Los libertinos tuvieran que esperar la contracultura freudiana de la revolución sexual, una nueva forma de gnosticismo. En las vastas fiestas populares, como el Primero de Mayo en Petrogrado en 1918 y el primer aniversario de la revolución bolchevique en Moscú o las cuatro grandes fiestas de Petrogrado en 1920, las masas escenificaron representaciones simbólicas mientras los artistas aprovecharon el potencial de las calles: de carnaval y circo, títeres y caricaturas, etc. Llevar el arte a las masas se hizo de muchas formas en 1918-1920: carteles; teatro callejero; grupos de arte en las fábricas, con géneros de literatura e interpretación industriales; los "trenes de agitación" que utilizaban arte y películas para politizar a los campesinos. La alianza del bolchevismo con la vanguardia futurista rusa se vio facilitada por el nombramiento de Anatoli Lunacharski para el Comisariado de Instrucción en noviembre de 1917. En su ministerio cultivó un utopismo empujado por un ideal emancipador de la clase obrera: "Adquirir en el transcurso de muchos años, cultura auténtica, alcanzar verdadera conciencia de su propia valía humana, gozar de los frutos saludables de la contemplación y la sensibilidad". Pero pronto se vio enfrentado a la cruda realidad de una economía que se derrumbaba y la educación técnica utilitaria. La educación popular se hallaba en un estado desastroso. En 1925 menos de la mitad de la población escolar había terminado siquiera tres años de estudio y el total de matriculaciones no llegaba al 50 por 100 de los niveles de 1913. A pesar de todo, Lunacharski albergaba un departamento de museos: secciones de teatro, música, arte, literatura, cine y fotografía; la Agencia de Telégrafos; las escuelas de arte; el Estudio Superior de Arte-Técnica Estatal; y el Instituto de Cultura Artística. Se encargaba de las escuelas, las universidades, la educación científica y técnica y también de la protección de la infancia. Lunacharski aprovechaba la energía del futurismo, pero rechazaba su absolutismo. A diferencia de Marinetti, Lunacharski deseaba preservar y mantener las tradiciones clásicas y protegía los museos contra los actos vandálicos. Al mismo tiempo que recurría a la vanguardia juvenil, también trabajaba con los antiguos intelectuales no socialistas. Lunacharski pronto se encontró entre dos fuegos. El Proletkult que recomendaba una cultura de los propios obreros, libre de expertos, análoga a los Consejos de Obreros en la producción y la economía. El partido bolchevique veía en el Proletkult un refugio de intelectuales indisciplinados con el partido. La utilización de los futuristas no gustaba a los líderes del partido, la vanguardia representaba una distracción frívola y costosa para el movimiento obrero: "En todos éstos aspectos, la revolución bolchevique organizó un debate paradigmático sobre la forma que debía tomar la cultura socialista y su conversión en política. La postura más atractiva -un humanismo socialista de espíritu generoso, demasiado alejado de los apremios prácticos de la construcción del estado para salir victorioso- era la de Lunacharski. Otra, compartida por el Proletkult y la vanguardia, era un "modernismo de izquierda" que buscaba el enfrentamiento y exigía la ruptura con el pasado y la invención de formas nuevas. Ambas fueron derrotadas por la mentalidad dominante después de la guerra civil. Éste nuevo ambiente contenía un utilitarismo extremo que abordaba la educación exclusivamente a través de la necesidad desesperada de habilidades técnicas que experimentaba la economía soviética. Era reforzado por el reduccionismo marxista, que veía la cultura como un fenómeno secundario al que daban forma fuerzas materiales, algo que debía medirse de acuerdo con las condiciones socioeconómicas del momento. Según éste punto de vista, una cultura nueva no podía crearse inmediatamente. Sólo podía llegar por medio de una transformación económica… En el soviét húngaro de 1919, la labor del Comisariado de Educación dirigido por György Lukács reflejó la de Lunacharski en Rusia. Formaron parte de ella una amplia reforma escolar, campañas de alfabetización, programas de educación para adultos y la Universidad Obrera de Budapest; el apoyo de las artes por medio de las secretarías de escritores y artistas; la apertura de la Academia del Arte al modernismo, con un nuevo estudio de enseñanza que subrayaba la decoración política, el diseño de carteles y otras formas artísticas de masas; y una relación tensa pero tolerante con la vanguardia… Lukács buscó el equilibrio entre la democratización de la herencia europea clásica y la innovación radical. Bela Balàzs, el teórico pionero del cine, transformó el repertorio de los recién nacionalizados teatros combinando los dramas nacionales progresistas con las obras clásicas y modernas del teatro europeo y repartiendo entradas subvencionadas por medio de los sindicatos. Creó compañías teatrales ambulantes y un Directorio del Cine dirigido de manera imaginativa. Produjo 31 películas (adaptaciones de la literatura mundial para públicos obreros); dirigió una unidad de documentales y noticiarios; publicó una interesante revista, Vörös Flim (Película Roja) y planeó una escuela de actores de cine. Balàzs dio prioridad a los niños y organizó funciones ambulantes de títeres y "tardes de fábulas" y una unidad de cine infantil" (Eley, pp. 208, 209). El franquismo en la Guerra Civil Española (1936-1939) y la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) era caudillista, contrarrevolucionario, antimoderno y ultracatólico: antimasónico, antimarxista, anticomunista, antiseparatista y antiprogresista.  Jordi Gracia y Domingo Ródenas en Historia de la literatura española. 7. Derrota y restitución de la modernidad. 1939-2010 (CRÍTICA, 2011), ubican la construcción mítica de Francisco Franco como salvador de la quiebra de España a manos de una República entregada a la horda comunista teledirigida por Moscú y sometida a la secularización atea, además de rota por las tensiones separatistas que animaron los tres estatutos de autonomía que la República sancionó, primero para Cataluña en 1932 y después, con la guerra empezada, para el País Vasco y Galicia. Los lemas en las monedas restituyeron los patrones morales del viejo tradicionalismo ligado a la Iglesia católica y una idea dogmática de la Hispanidad: "Caudillo por la gracia de Dios", "Por el imperio hacia Dios". Afectando a intelectuales como Miguel de Unamuno, Ortega y Gasset, Juan Ramón Jiménez, Antonio Machado, Valle Inclán, Pío Baroja y Azorín. El médico y ensayista Gregorio Marañón y Ramón Menéndez Pidal, fundador del Centro de Estudios Históricos y presidente de la Real Academia Española, decidieron en los últimos días de 1936 la incorporación al bando franquista a través de la salida de España. Lo mismo habían hecho algunos otros, refugiados en París, como Baroja y Azorín, o en Buenos Aires, como Ortega y Gasset. Mientras intelectuales liberales, pero de escasa sensibilidad democrática, como Baroja, Azorín, Ortega, Pérez de Ayala o Marañón identificaron en el franquismo la garantía de continuidad del orden burgués frente al temor a una revolución anarquista o comunista. Otros liberales como Clara Campoamor, Antonio Machado, Juan Ramón Jiménez, Américo Castro y Pedro Salinas, se exiliaron tempranamente o permanecieron en tareas de apoyo a la República a través de algunas revistas para la agitación de la propaganda republicana. El Mono Azul fue fundada por la Agrupación de intelectuales Antifascistas, con José Bergamín y la pareja Rafael Alberti y María Teresa León al frente. Hora de España, fundada por los jóvenes Ramón Gaya, Rafael Dieste, María Zambrano, Juan Gil-Albert o Antonio Sánchez Barbudo, pero sostenida por el aval de una nómina de creadores, ensayistas, novelistas y poetas: Antonio Machado, Luis Cernuda, Vicente Aleixandre, José Bergamín, Benjamín Jarnés, Juan David García Bacca, José Gaos. En el periódico La Vanguardia de Barcelona aparecieron los artículos de Corpus Barga, Mario Verdaguer o Benjamín Jarnés, hasta que hubieron de exiliarse tras la caída de Barcelona el 26 de enero de 1939. Los franquistas tuvieron de su parte a fascistas italianos notorios como Curzio Malaparte o el poeta católico francés Paul Claudel o los fascistas Robert Brasillach, Drieu de la Rochelle, el poeta irlandés Roy Campbell, el novelista británico Chesterton y George Bernanos, que se movió en círculos de la extrema derecha. En París funcionó una oficina del bando franquista financiada por Francesc Cambó destinada a las tareas de propaganda a través de la editorial y los cuarenta números de la revista Occident entre 1937 y 1939. Los republicanos tuvieron el apoyo de George Orwell, Ernest Hemingway, Robert Capa, César Vallejo, Stephen Spender, W. H. Auden, André Malraux, Max Aub, Octavio Paz, Pablo Neruda, Tristan Tzara. El principal agente de Moscú era Willi Münzenberg, miembro fundador del Partido Comunista alemán que partir de 1933 trabajó como agente del Comintern en París y en toda la Europa Occidental. Aunque muchos intelectuales franceses formaban ya parte del Partido Comunista, el talento de Münzenberg consistió en hacer que personas que no eran comunistas se sumaran a la lucha antifascista, básicamente creando organizaciones de apariencia respetable. Entre esos compañeros de viaje había escritores alemanes y austriacos exiliados, y también intelectuales franceses alarmados por el ascenso de Hitler al poder. Malraux no se afilió al Partido Comunista, pero aun así viajó a Moscú en agosto de 1934 para asistir al Congreso de Uniones de Escritores Soviéticos. En junio de 1935, ayudó a organizar el Primer Congreso Internacional de Escritores para la Defensa de la Cultura, que se celebró en París. Aunque Moscú controlaba en gran medida las deliberaciones, el congreso logró presentar a un deslumbrante abanico de escritores (con André Gide como presidente honorario, acompañado de E. M. Forster, Bertolt Brech, Aldous Huxley, Waldo Frank, Heinrich Mann y muchos otros) como amigos de la Unión Soviética y enemigos de la Alemania nazi. Se produjeron tensiones. Ilya Ehrenburg, periodista ruso y agente soviético involucrado en la organización del congreso, había escrito anteriormente un provocativo panfleto en el que tildaba a André Breton y los surrealistas de pédérastes. En la víspera del congreso, Breton coincidió con Ehrenburg, al que abofeteo repetidamente, lo que provocó la exclusión de los surrealistas de la reunión. René Crevel, poeta al que habían expulsado del Partido Comunista junto con Breton y Éluard, intentó que le levantaran la prohibición. Sin embargo, sus esfuerzos fracasaron y Crevel, desesperado, se suicidó. Sin embargo, pronto la realidad más acuciante para la izquierda europea fue la guerra civil española. La Alemania nazi y la Italia de Mussolini reaccionaron inmediatamente y proveyeron de armas a las fuerzas nacionalistas de Franco, pero sólo la Unión Soviética se mostró dispuesta a ayudar al Gobierno Republicano de Madrid. Por ése motivo, incluso los izquierdistas no comunistas accedieron a cerrar filas alrededor de Moscú. Los intelectuales antifascistas franceses, avergonzados por la negativa del Frente Popular a ayudar a la República española, se sintieron obligados a actuar. Junto con numerosos intelectuales británicos, norteamericanos y latinoamericanos, una delegación francesa encabezada por Aragon viajó a Madrid y Valencia en julio de 1937 para asistir al Segundo Congreso Internacional de Escritores para la Defensa de la Cultura. Un puñado de escritores franceses incluso se presentaron voluntarios para luchar junto a los republicanos. Pablo Picasso protagonizó una protesta más duradera contra los horrores de la guerra civil. Aunque nunca salió de París, al inicio de la guerra, y en su calidad de artista español más célebre del momento, accedió a ser nombrado director del Museo del Prado. A principios de 1937 lo invitaron a pintar una obra de gran formato para el pabellón de España de la Exposición Universal que ése verano iba a celebrarse en París. De entrada no lograba decidir qué tema iba a tratar, pero sus dudas quedaron despejadas con el bombardeo de Gernika por parte de aviones de guerra alemanes e italianos el 26 de abril. Después de la Exposición Universal, el Guernica viajó por toda Europa y Estados Unidos, para recaudar fondos para la República española. Cuando la guerra civil terminó con la victoria franquista, el cuadro permaneció en el Museo de Arte Moderno de Nueva York, hasta que se reinstauró la democracia en España a finales de 1970. El apoyo alemán e italiano a Franco decidió en última instancia el destino de la República, aunque mientras duró el conflicto, Moscú lo utilizó para asfixiar a los miembros de la izquierda que se negaban a acatar la disciplina soviética. Aunque André Gide nunca antes había sido políticamente activo, a principios de la década de 1930 empezó a expresar su simpatía por el comunismo y su admiración por la Unión Soviética. Su prestigio internacional era tan grande que, naturalmente, Moscú se mostró encantado cuando el escritor, a punto de llegar a los setenta años, aceptó una invitación para visitar la Unión Soviética en junio y julio de 1936, casualmente unos meses antes de que iniciaran los infames juicios de Moscú. El viaje se inició con Gide pronunciando un discurso en el funeral de Maxim Gorki en la Plaza Roja, en el que se comprometió a defender "el destino de la Unión Soviética": "Durante las siguientes cuatro semanas, viajando con todas las comodidades y con el editor de origen ruso Jacques Schiffrin como intérprete, Gide fue agasajado y tratado con honores, como un valioso amigo del régimen. Al regresar a París, inmediatamente escribió su relato del viaje, Retour de l´U.R.S.S. (Regreso de la U.R.S.S.). No era lo que sus anfitriones soviéticos habían esperado. El mensaje de Gide era claro: había querido encontrar confirmación de lo que, tres años antes, había descrito como "mi admiración, mi amor por la U.R.S.S.". Encontró algunos elementos positivos a resaltar y expresó su convencimiento de que la Unión Soviética "acabará superando los graves errores que señalo", pero su veredicto final era devastador. Escribió que los artistas debían seguir obligatoriamente la línea del partido. "Lo que se le exige al artista, al escritor, es que se someta: todo lo demás le será dado". Pero sus críticas más implacables se centraban en la falta total de libertad en la Unión Soviética. "Dudo mucho que en otro país del mundo, incluso en la Alemania de Hitler, el pensamiento sea menos libre y esté más sometido, más aterrorizado, más avasallado". El manuscrito de Gide cayó en manos de los intelectuales comunistas, que rápidamente lo presionaron para que suavizara sus ataques a Moscú argumentando que perjudicarían la causa republicana en España. Pero Gide se mostró inflexible y publicó el texto tal cual. Naturalmente, el libro, que pronto se tradujo al inglés, complació a la derecha, pero también escandalizó a muchos izquierdistas no comunistas, entre ellos Simone de Beauvoir, la joven compañera de Sartre. En sus memorias La forcé de l´âge (La plenitud de la vida), recordó la impresión que le causó el libro: "No imaginábamos que la U.R.S.S. fuera un paraíso, pero nunca habíamos cuestionado seriamente las estructuras socialistas. No era conveniente hacerlo en un momento en el que nos sentíamos asqueados por las políticas democráticas. ¿Acaso no había ningún lugar en la Tierra en el que depositar nuestras esperanzas?". En 1937, en respuesta a los textos de la izquierda, Gide publicó una nueva reflexión, más matizada, del viaje, Retouches à mon retour de l´U.R.S.S. (Retoques a mi regreso de la U.R.S.S.). Pero para aquel entonces, la mayor parte de la izquierda se negaba ya a reconocer siquiera su existencia. No iba a estar solo por mucho tiempo. Tanto la represión comunista de la disidencia izquierdista en España como las violentas purgas derivadas de los juicios de Moscú habían empezado ya a erosionar la lealtad hacia la Unión Soviética. Curiosamente el trotskismo nunca llegó a arraigar en Francia, aunque el propio Trotsky vivió exiliado cerca de París entre 1933 y 1935" (Riding, pp. 39, 40).

Nana Kic ©

Las editoriales francesas.

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La editorial francesa más prestigiosa es Gallimard, que puede jactarse de haber publicado 43 (o 44, si se cuenta a Jean Paul-Sartre, que lo rechazó) premios Nobel de literatura desde que Gaston Gallimard la fundó en 1911. El último, Annie Ernaux, la autora de El lugar o Pura pasión, premiada por la Academia Sueca. Unos días después de anunciarse el premio a Ernaux, en octubre de 2022, Antoine Gallimard –nieto de Gaston y actual patrón de Gallimard y de Madrigall, el grupo editorial en el que se integra- enumeraba en una sala de la vieja sede editorial, uno a uno, todos los premios Nobel de literatura publicados en su sello. Empezó por Rabindranath Tagore (1913). Citó a Pirandello, a Faulkner, a Hemingway, a Camus, a Pasternak… Y terminó con los más recientes franceses Le Clézio y Modiano (2008 y 2014), con el austriaco afincado en Francia Peter Handke (2019) y con Ernaux (2022). Alan Riding en Y siguió la fiesta, La vida cultural en el París ocupado por los nazis (CRÍTICA, 2011) exhibe la depuración cultural comunista contra los escritores colaboracionistas. En el mundo editorial los nazis parecieron actuar movidos más por ideología que por codicia; tampoco aquí les costó hallar colaboracionistas bien dispuestos. Tres editoriales judías, Calmann-Lévy, Nathan y Ferenczi, fueron adquiridas por arios y cambiaron de nombre, mientras que otros editores franceses estaban ansiosos por reanudar la actividad. Entre éstos se encontraban Bernard Grasset (fundador de Éditions Grasset en 1907) y Robert Denöel (fundador de Éditions Denöel en 1930), que ya durante la década de 1930 habían demostrado sus simpatías al publicar a autores de derechas; en concreto, Denöel había publicado los panfletos antisemíticos de Céline. Ahora Grasset y Denöel, ambos amigos de Otto Abetz, estaban más que dispuestos a fomentar la entrada de la literatura alemana en Francia. Otros editores tomaron también conciencia del riesgo de verse excluidos. Desde su escondite en el sur de Francia, Gaston Gallimard temía que el catálogo liberal de su editorial pudiera convertirlo en objetivo de los nazis. Éstos ya habían empezado a intervenir en el mundo editorial, pero los autores de Gallimard lo animaron para que regresara a París. Su sede en el número 5 de la rue Sébastien-Bottin, en la Rive Gauche, había sido clausurada el 9 de noviembre, después de que los alemanes encontraran libros contrarios a Hitler en sus archivos. Ya en agosto, las fuerzas de ocupación publicaron la llamada "Lista Bernhard", que incluía 143 libros antinazis o de autores judíos que debían retirarse de circulación. En septiembre, con la prohibición de un millar de libros más a través de la "Lista Otto", la asociación de editores franceses (el Syndicat des Éditeurs) se ofreció a cooperar bajo la excusa de mantener viva la cultura francesa. En un acuerdo firmado con la propaganda Staffel, los editores se comprometieron a no publicar ningún libro prohibido en Francia o en Alemania y a asumir la responsabilidad por cualquier nuevo libro que sacaran al mercado. El acuerdo satisfacía también a los nazis que, sin ésta autocensura, habrían tenido que poner a un pequeño ejército de expertos en francés a examinar miles de manuscritos. Gallimard, por su parte, firmó un acuerdo de tintes faústicos con la Embajada alemana. Abetz, del que se dice que, en su día, afirmó que los tres poderes de Francia eran la banca, el Partido Comunista y la Nouvelle Revue Française, pronto puso sus ojos en ésa publicación literaria y política, fundada por Gide, Coupeau, el escritor Jean Schlumberger y el propio Gallimard en 1909. El 10 de octubre de 1940, Paul Riche escribió en Au Pilori a propósito de Gallimard y la NRF: "Una panda de sinvergüenzas ha regido la literatura francesa desde 1909 hasta 1939 bajo las órdenes del jefe de los bandidos: Gallimard. Treinta años de turbia y abyecta propaganda a favor de la anarquía, los revolucionarios de todos los colores, y los "anti": los antifascistas, los antinacionales y los antitodo. ¡Treinta años de nihilismo literario, espiritual y humano! Gallimard y su pandilla han preparado a los líderes de una distinguida ley de la calle". Como era bien sabido, desde 1925 la NRF era editada por Jean Paulhan, una tarea que automáticamente lo convertía en una de las figuras más poderosas de la intelectualidad parisina. En su formato tradicional, con sus páginas abiertas a un amplio abanico de opiniones políticas, la revista no era aceptable para Abetz. Sin embargo, el diplomático alemán estaba dispuesto a autorizar de nuevo su publicación si su amigo Drieu La Rochelle editaba la revista. Gallimard accedió sin dudar demasiado. La primera edición de la revista posterior a la ocupación salió al mercado en diciembre de 1940 y, con ello, Éditions Gallimard no sólo volvió al negocio, sino que gozó de cierta libertad para publicar libros de autores que no eran precisamente conocidos por sus simpatías hacia los nazis. Jacques Schiffrin, el editor judío de origen ruso que acompañó a Gide durante su viaje por la Unión Soviética en 1936, estaba también ansiosos por eludir a los nazis. En su condición de hombre completamente integrado en la escena literaria parisina, tenía buenos motivos para esperar el apoyo de sus colegas. En 1923 había fundado Éditions de la Pléiade, que debía publicar clásicos rusos en francés; ocho años más tarde, añadió clásicos franceses modernos a su editorial, que rebautizó como La Bibliothèque de la Pléiade. En 1933 Schiffrin tuvo problemas económicos y la Pléiade fue absorbida por Éditions Gallimard, aunque siguió siendo un sello de prestigio. Sin embargo, el papel de Schiffrin en tanto que fundador pronto quedó olvidado. En el verano de 1940, Schiffrin trasladó a toda su familia a Saint-Tropez después de que unos oficiales alemanes ocuparan su apartamento de París. Entonces, en noviembre, recibió una breve carta de Gaston Gallimard en la que éste le informaba de que lo cesaba de su cargo como editor de la colección de la Pléiade. Gallimard no tuvo el valor de contarle el verdadero motivo de su cese (que Schiffrin era judío) y explicó que se trataba de una reorganización que obedecía a "las nuevas directrices de nuestra editorial". Consciente de que era posible que los escritores más conocidos de la NRF se opusieran a su nombramiento, Drieu La Rochelle invitó a Paulhan a colaborar con él como coeditor. Paulhan rechazó la oferta, pero accedió a cooperar para "salvar" la NRF. El arreglo era bastante peculiar. Ambos hombres ocupaban oficinas adyacentes en el edificio de Gallimard aunque Drieu La Rochelle sabía perfectamente que Paulhan era un antinazi. Sin embargo, Heller recordaría en sus memorias que, a principios de 1941, Drieu La Rochelle le había dicho: "Asegúrate de que no les pase nada a Malraux, Paulhan, Gaston Gallimard y Aragon, independientemente de las acusaciones que se les imputen". En mayo de ése año, Drieu La Rochelle utilizó sus conexiones con los nazis para sacar a Paulhan de la cárcel después de que la Gestapo descubriera sus vínculos con el grupo de Resistencia del Musée de l´Homme. Paulhan, por su parte, mantuvo su palabra e invitó a muchos escritores respetables a colaborar en la "nueva" NRF. Las primeras tres ediciones incluyeron dos pasajes de los diarios de André Gide, poemas de Paul Valéry y Éluard y un ensayo del compositor Georges Auric que, como Éluard, más tarde se uniría a la Resistencia… En otro artículo, titulado "Lettre á un américain", Alfred Fabre-Luce celebró que los "nuevos horizontes" europeos propiciaron el nacimiento de una "raza diferente" de franceses. Pronto, éstos escritores y otros colaboracionistas como Morand, Jouhandeau, Chardonne, Montherlant, Gino, Fernandez y Châteaubriant, Abel Bonnard y el filósofo Alain llenaron las páginas de la NRF. La tirada de la revista nunca superó los diez mil ejemplares, pero Abetz la definió siempre como un modelo de colaboracionismo intelectual. Sin embargo, Drieu La Rochelle era infeliz con la publicación, también con su propia vida… Gaston Gallimard estaba alarmado. Por temor a que los nazis pudieran volverse contra su editorial si Drieu La Rochelle se iba, instó a Paulhan a crear un comité editorial aceptable para los alemanes para así reducir el volumen de trabajo del editor. El último número se publicó el 1 de julio. Doce días más tarde, Drieu La Rochelle escribió: "Finalmente, la NRF está muerta. Pobre Paulhan, abrazando hasta el último momento los escombros de la literatura francesa (surrealistas, judíos y profesores que se creen tan libres como Baudelaire y Rimbaud)": "Pero Éditions Gallimard no sufrió represalias. Las reglas del juego para el mundo editorial eran las mismas desde el verano de 1940, cuando René Philippon, presidente del Syndicat des Éditeurs y el Propaganda Staffel acordaron un régimen de autocensura que impidiera la publicación de nuevas obras de escritores judíos o antialemanes. La letra pequeña decía que si los editores franceses dudaban de si un libro era apropiado o no, podían mandar el manuscrito al Propaganda Staffel para su aprobación o rechazo. Los nazis también habían "limpiado" los catálogos de obra publicada de las editoriales. En el verano de 1940, después de que la "Lista Bernhard" especificara 143 títulos prohibidos (entre ellos obras de alemanes exiliados como Thomas Mann, Erich Maria Remarque y Stefan Zweig), se requisaron unos 20.000 libros. A finales de septiembre, la "Lista Otto" incluyó 1.060 títulos, muchos de ellos de autores franceses como Gide, Mauriac, Julien Benda, Georges Duhamel, Aragon y, por absurdo que parezca, Flaubert (cuyo Madame Bovary recuperó de pronto su decimonónica reputación de inmoral). Curiosamente, también se prohibió el Mein Kampf, aunque al parecer sólo porque en 1934 se había publicado una traducción francesa de la obra sin la autorización del editor de Hitler. La Lista Otto provocó una requisa mucho más extensa, durante la cual la policía militar alemana asaltó varias editoriales, cerró once y confiscó más de 700.000 libros. Pero ni siquiera entonces los nazis se dieron por satisfechos. En julio de 1942, la propaganda Staffel publicó una actualización de la Lista Otto con 1.070 libros; algunas obras de la lista original habían sido eliminadas al considerar que su inclusión había sido un error, mientras que se habían añadido nuevas. Finalmente, en mayo de 1943, se publicó una tercera lista con 1.554 autores, 739 de ellos "escritores judíos en lengua francesa". En sus memorias, Heller dijo que en total se quemaron 2.242 toneladas de libros y añadió: "Tuve ocasión de ver el lugar donde se almacenaron todos esos libros antes de su destrucción. Era un enorme garaje en la Avenue de la Grande-Armée. Bajo la luz apagada que se filtraba por las ventanas de polvo, vi montañas de libros sucios y desgarrados, que para mí eran objetos de culto. Una montaña de horror, una visión atroz que me recordó los autos de fe ante la Universidad de Berlín en mayo de 1933. Heller aseguró que no pudo resistirse a llevarse algunos de esos libros prohibidos y esconderlos en el Propaganda Staffel, e incluso bromeó diciendo que su oficina se había convertido en un anexo de la Biblioteca Nacional Francesa" (Riding, pp. 282, 283). En la práctica, muchos libreros y bouquinistes escondieron los libros prohibidos y se dedicaron a venderlos bajo mano a clientes de confianza. Pero los alemanes también realizaban a menudo redadas en las librerías buscando títulos ilegales. Hasta diciembre de 1941, Shakespeare & Company, en la rue d l´Odéon, contó con la protección de Sylvia Beach y su nacionalidad estadounidense, pero eso cambió después de que Estados Unidos entrara a la guerra. Poco después de la Navidad de 1941, un oficial alemán se presentó en la tienda y, por enésima vez, intentó persuadir a Beach de que le vendiera su único ejemplar de Finnegans Wake de Joyce. Cuando Beach se negó, el oficial le anunció que todos sus libros le serían confiscados ésa misma tarde. Durante las horas siguientes, Beach y sus amigos trasladaron todo el stock a un apartamento vacío en la cuarta planta del edificio de la librería. Beach incluso mandó a repintar el letrero de la librería y desmontar los estantes, de modo que cuando los alemanes regresaron, no encontraron nada. Los editores franceses, que no tenían ningún tipo de interés en poner a prueba la tolerancia alemana, pronto aprendieron a actuar dentro de su nueva camisa de fuerza. Ése fue también el caso de las editoriales judías arianizadas como Calmann-Lévy, ahora Éditions Balzac, o Ferenczi, que reapareció en 1942 como Le Livre Moderne. Una excepción fue Éditions du Seuil, por aquel entonces una pequeña editorial católica que inicialmente suspendió sus operaciones porque uno de sus socios, Jean Bardet, era prisionero de guerra y el otro, Paul Flamand, se había incorporado al movimiento Jeune France, adscrito al régimen de Vichy. Muchos otros editores, sin embargo, optaron por congraciarse con los alemanes, aunque ninguno lo hizo tan descaradamente como Bernard Grasset, por aquel entonces una figura muy poderosa dentro del mundo editorial francés, que se veía a sí mismo como el interlocutor ideal entre los nazis y la industria editorial. Muchos editores (Stock, Flammarion, Payot y Plot entre ellos) se dirigían también al Instituto Alemán en busca de libros alemanes que publicar. La mayoría de editores se centraron en el mercado francés, que se expandió rápidamente durante los primeros años de guerra. De hecho, aunque la escasez de papel obligaba a hacer ediciones más reducidas, el número de novedades se incrementó de año en año hasta 1943. Entre los escritores no fascistas que entregaron sus manuscritos a editores autorizados por los alemanes había poetas como Aragon y Éluard y novelistas como Colette y Camus. Algunos hacían una distinción entre publicar libros, que consideraban algo aceptable, y escribir para la prensa colaboracionista, donde sus nombres podían aparecer junto a columnas proalemanas o anitisemitas. Aun así, unos pocos escribieron para semanarios como Comoedia y Gringoire porque necesitaban el dinero. Otros cobraban algún sueldo. Paulhan y más tarde Camus trabajaron para Éditions Gallimard; Guéhenno, Sartre y Beauvoir enseñaban en institutos; y Desnos trabajaba como periodista para el periódico colaboracionista Aujourd´hui. Todos ellos publicaron también libros. Asimismo, los nombres más consagrados del mundo literario tardaron también en ejercer su liderazgo. Gide y Valéry colaboraron en las primeras ediciones de la Nouvelle Revue Français de Drieu La Rochelle, mientras que Mauriac publicó La pharisienne en 1941. Aun así, la mayoría de éstos escritores (con la excepción de Claudel, Colette y Simone de Beauvoir) eran identificados con la Resistencia. Sin embargo, hubo un número reducido de escritores que decidieron pasar a la acción, ayudando a los soldados británicos a huir de Francia, recabando información y enviándola a Londres. Pero para actuar de forma mas profesional, necesitaban liderazgo y pronto surgieron dos hombres dispuestos a ejercerlo: Paulhan, el crítico literario que, en su condición de editor de la NRF antes de la guerra, conocía a la mayoría de escritores franceses, y Aragon, el poeta comunista que ensanchó el movimiento y lo hizo crecer más alá de las filas estrictamente comunistas. Pero si Paulhan y Aragon se convirtieron en los pilares de la Resistencia intelectual, la idea de organizar a los escritores ya la había tenido Jacques Decour, profesor de un instituto parisino que, con George Politzer y Jacques Salomon, fundó L´Université Libre y La Pensée Libre, dos publicaciones periódicas auspiciadas por el Partido Comunista y dirigidas específicamente a las elites académicas e intelectuales. Para enarbolar ésta bandera, el Partido Comunista fundó el Front National des Écrivains. Sin embargo, y a pesar de su ambicioso nombre, éste contaba con muy pocos miembros, pues varios escritores no comunistas se negaban a escribir (ni que fuera de forma anónima) en La Pensée Libre. Al mismo tiempo, al Partido Comunista no le agradó la decisión de Aragon de publicar poesía bajo su nombre, pues creía que debía canalizar sus energías en tareas más subversivas. En cualquier caso, la primera iniciativa importante de Aragon después de que la Unión Soviética entrara en la guerra fue convencer a Decour para abrir las puertas a personas externas a las filas comunistas. Con ése objetivo muy presente, durante un viaje secreto a París a finales de junio de 1941, Aragon puso a Decour en contacto con Paulhan. La iniciativa dio frutos unos meses más tarde, cuando Decour, Paulhan, Mauriac y varios escritores más confundaron el Comité National des Écrivains, o CNE, que debía representar a todos los escritores antifascistas. Aragon accedió a organizar una delegación en la zona no ocupada, mientras que Decour, desde París, asumió la responsabilidad de publicar el nuevo periódico de los escritores, Les Lettres Françaises, y empezó a escribir él sólo el primer número. Pero el 19 de febrero de 1942, tras la impresión de la segunda (y última edición) de La Pensée Libre, Decour fue arrestado por la policía francesa y entregado a los alemanes. Lo fusilaron el 30 de mayo, apenas una semana después que a Salomon y Politzer: "El Partido Comunista encargó la tarea de publicar Les Lettres Françaises a un hombre conocido como Claudel Morgan, el seudónimo que utilizaba el hijo de Georges Lecomte. Miembro de la Académie Française… Les Lettres Françaises se convirtió en la principal raison d´être del CNE, aunque sus miembros también se reunían para intercambiar noticias y rumores, para debatir sus respuestas ante nuevos libros, planificar la denuncia de escritores fascistas y prepararse para el fin de la ocupación. Morgan, Thomas, Aragon y Éluard eran algunos de sus miembros comunistas, pero la organización incluía también a moderados como Mauriac y Paulhan… El comité (o al menos el puñado de sus veintidós miembros en París) se reunía de vez en cuando en la oficina de Paulhan en la sede de Gallimard, literalmente puerta por puerta con la oficina de Drieu La Rochelle… En 1943, la mayoría de escritores del CNE participaron también en una extraordinaria operación para la publicación clandestina de libros… Cuando los alemanes confiscaron la imprenta del periódico (y arrestaron a sus editores), Lescure y Bruller decidieron fundar su propia editorial clandestina, que bautizaron con el apropiado nombre de Éditions de Minuit (o sea, Ediciones de Medianoche). Encontraron un impresor, Claude Oudeville, que podía imprimir la novelita de Vercours, aunque tan sólo en tandas de ocho páginas, mientras que Bruller acudió a una amiga de la infancia, Yvonne Paraf, que encuadernó los libros a mano… Animado por la respuesta del público, Bruller decidió publicar más libros en Éditions de Minuit. Yvonne Paraf, que mantuvo en secreto la identidad de Vercours hasta el final de la guerra, cruzó la línea de demarcación a la zona no ocupada para recoger el manuscrito de À travers le désastre, obra del filósofo exiliado Jacques Maritan, que ya había sido publicada en Estados Unidos como France, My Country, Through the Disaster. El libro apareció bajo el sello de Éditions de Minuit en octubre de 1942. Entonces, a principios de 1943, Bruller se puso en contacto con Paulhan y pronto tuvo acceso a todo su círculo de resistentes. Eso se reflejó en el tercer libro, Chroniques interdites, publicado en abril de 1943, que incluía un tributo de Paulhan a Jacques Decour. Durante los siguientes dieciséis meses se publicaron veintiún libritos más bajo varios seudónimos. Triolet publicó su novelita Les amants d´Avignon como Laurent Daniel; Mauriac publicó un ensayo, Le cahier noir como Forez; Debû-Bridel rindió homenaje a la literatura inglesa en Angleterre (d´Alcuin à Huxley) como Argonne; Guéhenno publicó Dans la prison, una adaptación de su diario personal, como Cévennes; y Morgan publicó una novelita, La marque de l´homme, como Mortagne" (Riding, pp. 322, 324, 325, 327).

Nana Kic ©

La depuración cultural.

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La primera definición de escritor en la RAE es elemental ("persona que escribe"), cualquier persona que escribe es un escritor, como cualquiera que lee es un lector, o cualquiera que folle es un follador, que no implica ser profesional ("perteneciente o relativo a la profesión") o intelectual ("perteneciente o relativo al entendimiento"). Escribir para salir de problemas económicos no es una buena idea, más bien es al revés, hay que tener una buena situación económica y una educación impecable para dedicarse a la escritura. Antoine Gallimard, nieto del fundador Gaston Gallimard, está hoy al frente de Le Groupe Madrigall, formado por una veintena de editoriales, entre ellas Éditions Gallimard, Éditions Denöel, Éditions de Minuit, Éditions Flammarion, Éditions Mercvre de France, Éditions La Table Ronde, Éditions P.O.L, Éditions Alternatives, Éditions Les Grandes Personnes, Éditions Hoëbeke, Éditions Futuropolis, Éditions J´ai Lu, Éditions Casterman, Éditions La Partie, Éditions Sarbacane, Éditions Les Jolies Planches, Éditions Gallimard Jeunesse, etc. La adquisición de Flammarion por Gallimard en 2012 es producto de una larga relación. Las dos casas cooperaron desde los años 50 bajo la dirección de Claude Gallimard y Henri Flammarion. En 1959 crearon una sociedad de gestión colectiva (Scelf) y en 1981 apoyaron la creación de la Feria del Libro de París. Firmaron un acuerdo de colaboración en 1971 para el lanzamiento de la estructura de distribución de Gallimard (Sodis) y crearon una empresa de distribución en Canadá, Socadis. Antoine Gallimard y Charles-Henri Flammarion fundaron a su vez filiales comerciales conjuntas; y Teresa Cremisi decidió en 2009 unirse a Eden Livres, la empresa de distribución de libros digitales de Gallimard. Por otro lado, Éditions du Seuil a Le Groupe La Martinière-Le Seuil, producto de la fusión de las casas en 2004. Incluye en particular Les Éditions de la Martinière, Le Seuil y su marca de libros Points, L´Olivier, Le Sorbier, Delachaux y Niestlé. La Martinière UK y la empresa distribuidora Volumen. Éditions Grasset bajo la presidencia de Bernard Privat se fusionó con Éditions Fasquelle en 1967 como Éditions Grasset et Fasquelle. En el caso de Éditions Stock, en 1961, Maurice Delamain y Jacques Boutelleau negociaron la venta con Hachette Livre, propiedad de Le Groupe Lagardère. El Clarín el 14 de abril de 2021 informaba que las principales editoriales francesas, desde que inició la crisis sanitaria del COVID-19, reciben casi el doble de manuscritos, a tal punto que la editorial Gallimard pidió en Twitter a los aspirantes a escritores "calmar" sus envíos sobre todo porque, según cifras del Ministerio de Cultura, los franceses leen menos pero escriben más. El cierre de las librerías dos veces en 2020, en la primavera y en el otoño, resultó en aplazamientos, lo que provocó un atasco editorial en 2021. Sin embargo, Gallimard nunca fue desconsiderado con las primeras novelas en su famosa Colección Blanca, por lo tanto publicó cinco a principios de enero, dos en marzo y dos en abril. Para Gallimard es demasiado: "En vista de las circunstancias excepcionales, les pedimos que deje de enviar los manuscritos, Cuídate siempre y buena lectura", escribe la prestigiosa casa en su página web. Éste consejo se transmitió en su cuenta oficial de Twitter. Consultada sobre los motivos de éste mensaje al público, Gabrielle Lécrivain de Éditions Gallimard mencionó la inmensidad de volúmenes enviados. Los 30 manuscritos por día recibidos en la rue Gaston-Gallimard aumentaron a cincuenta durante casi un año. Otras editoriales francesas viven el mismo proceso y habían dado el mismo consejo en un contexto muy específico: durante el primer confinamiento, en la primavera de 2020. Laure Belloeuvre de Éditions Le Sueil informaba que recibe alrededor de 3.500 manuscritos al año y entre enero y marzo llegaron a 1.200. Juliette Joste de Éditions Grasset, el récord de 5.000 manuscritos recibidos en 2018, más de 1.000 en 2021, a mediados de marzo. Timothé Guillotin de Novice Editions, que aún no había publicado ningún libro, creó un premio literario para "escritores inéditos" en enero de 2020, el jurado recibió 150 manuscritos. Jeanne Grange de L´Olivier, más de 700 manuscritos en los primeros tres meses, lo que significa que superaran los 2.000 en 2021, mientras que estaban en 1.500 o 1.600 por años antes del Prix Goncourt de Jean-Paul Dubois en 2019. En sus memorias, Otto Abetz afirmó que en 1943 Francia había publicado más libros que Estados Unidos e Gran Bretaña, en una prueba más de que la orden de Goebbels de desmantelar la cultura francesa había sido ignorada. Los libros más populares eran los que permitían al lector evadirse. Simenon publicó diez thrillers entre 1940 y 1944, mientras que la popular serie de historias de ciencia ficción de Marcel Aymé incluía Le passemuraille. Las tres novelas cortas publicadas por Colette durante la guerra –Le Képi, Chambre d´hôtel y Julie de Carneilhan- se vendieron bien, lo mismo que las novelas históricas, los libros de viajes y aventuras, y los manuales de cocina que incluían consejos para sobrevivir mejor el racionamiento. Como en el teatro, la nostalgia de un tiempo mejor fomentó el hambre de biografías de grandes figuras francesas del pasado, no sólo de los inevitables Napoleón y Juana de Arco, sino también de Luis XVI, Richelieu, Molière, Voltaire, Fragonard y Diderot. Pero los acontecimientos presentes también interesaban. Un importante número de libros ofrecían análisis o visiones personales de la derrota de Francia, como por ejemplo Les murs sont bons, de Henry Bordeaux, Après la défaite, de Bertrad de Jouvenel, y Chronique privée de l´an 1940, de Chardonne. También aquí los alemanes intervinieron: así, autorizaron Le solstice de juin, de Montherlant, después de que Vichy lo hubiera prohibido, y promocionaron Quand le temps travallait pour nous, de Paul Mousset, que ganó el Premio Renaudot en 1941. La Académie Française, por contraste, conservó su tradicional autonomía, que la protegió de las interferencias de Vichy. Fundada por el cardenal Richelieu en 1635 como custodia de la lengua francesa, en los últimos tiempos se había distinguido por nombrar a sus nuevos miembros más en función de sus méritos políticos, militares y eclesiásticos que de su talento literario. Así, en junio de 1940, entre sus cuarenta miembros, llamados immortels, estaban no sólo Pétain, sino también el cardenal Alfred Baudrillart, rector del Instituto Católico de París, y otros generales y prelados: "La Académie Goncourt tenía una reputación más escasa que defender. De hecho, incluso su pretensión de llamarse academia parece algo pomposa, pues ni siquiera tenía una sede propia: sus diez miembros simplemente se reunían para comer el primer martes de cada mes en una sala privada del Restaurant Chez Drouant, en París. Sin embargo, desde su fundación en el año 1900 el Premio Anual Goncourt de ficción se había convertido en el premio literario más codiciado de Francia. Eso provocaba graves presiones por parte de las editoriales para que sus amigos formaran parte del jurado y para que éste premiara sus libros. Los años en que los periódicos no destapaban algún escándalo era la excepción. Aunque los premios Femina y Interallié se suspendieran durante la ocupación, el Goncourt siguió adelante para sorpresa de casi nadie. Como el jurado estaba disperso por toda Francia, la academia no se reunió hasta diciembre de 1941. Entonces decidió conceder de forma retroactiva el Premio de Ficción de 1940 a un escritor encerrado en el campo de concentración alemán, cuyo nombre se decidiría más tarde. Sin embargo, en las reuniones durante la ocupación, a las tradicionales diferencias personales y generacionales de la academia se le unieron también las disputas políticas. Ningún miembro de la Academia Goncourt se incorporó a la Resistencia, unos pocos evitaron tomar partido y muchos de ellos tuvieron que responder más tarde a cargos de colaboracionismo. La figura dominante del grupo era Guitry, que utilizó sus contactos con los alemanes para controlar aún más el jurado del Premio Goncourt. Su mejor aliado en ése sentido fue René Benjamin, un viejo admirador de Mussolini que dedicó un libro y numerosas odas al mariscal Pétain. Gracias a sus intrigas, el Premio Gouncourt de 1941 fue para Vent de mars de Henri Pourrat, otro pétainiste leal… De todos los escritores que participaron en los dos viajes que se organizaron en Alemania, ninguno necesitaba que lo persuadieran de las virtudes de la ocupación… El primer viaje lo ordenó Goebbels, que quería contar con escritores de todos los países "amigos" para el Primer Congreso de Escritores Europeos en Weimar, a finales de octubre de 1941. Para ése viaje, la delegación francesa incluía la crème de la collaboration: Drieu La Rochelle, Brasillach, Bonnard, Fernandez, Jouhandeau, Chardonne y André Fraigneau. En cambio, y aunque no eran ni mucho menos résistant, Montherlant, Arland, Gino, Benoit y Morand excusaron su asistencia" (Riding, pp. 289, 290, 291). En el mundo de la cultura, todas las disciplinas crearon sus propios comités d`épuration, que obtuvieron permiso para investigar e interrogar a artistas y escritores colaboracionistas. Entre los diferentes comités d`épuration culturales, el de los escritores fue el mejor organizado y el más radical, del mismo modo que el Comité National des Écrivains (el CNE) había sido el grupo de resistencia cultural más efectivo. Su comisión d`épuration, que incluía a Éluard, a Queneau y a Jean Bruller (más conocido como Vercors), empezó dando el nombre de doce traidores a principios de septiembre de 1944, entre ellos Céline, Drieu La Rochelle, Brasillach, Montherlant, Giono, Jouhandeau y Châutebriant. A esos nombres se añadió el de 153 "indeseables", definidos como aquellos periodistas y escritores que habían mantenido su lealtad a Vichy después de que Alemania invadiera el sur de Francia en noviembre de 1942. Muchos de los "más buscados" eran editores de periódicos afines a los alemanes que no sólo habían alabado a Hitler y denunciado a los judíos, sino que también habían atacado e insultado a comunistas y gaullistas, ahora en el poder. Esos casos, sin embargo, fueron juzgados por los Tribunales de Justicia. El primero en ser juzgado y condenado a muerte por lo que había escrito fue Georg Suárez, editor de Aujourd´hui. Aunque Youki Desnos habló a su favor y declaró que había intentado evitar la deportación de su marido, Robert, fue ejecutado el 9 de noviembre de 1944. Paul Chack, escritor y antiguo oficial naval que también había escrito para la prensa colaboracionista, fue condenado a muerte. Lo fusilaron el 9 de enero de 1945. Se produjo la ejecución de tres periodistas famosos más. Jean Hérold-Paquis, que había emitido propaganda alemana en Radio-Paris y era famoso por cerrar cada día su noticiero nocturno con el lema "Inglaterra, como Cartago, debe ser destruida", fue ejecutado el 11 de octubre de 1945. Paul Ferdonnet, acusado de divulgar propaganda nazi en francés desde Radio Stuttgart entre 1940 y 1942, fue arrestado en Alemania en mayo de 1945, juzgado en julio y ejecutado en agosto. Jean Luchaire, antiguo editor de Les Nouveaux Temps, que su amigo Abetz había sacado de la cárcel para que testificara en su favor, fue ejecutado el 22 de febrero de 1946. Había dos escritores fascistas y también periodistas que destacaban por el prestigio literario del que gozaban. Uno de ellos, Drieu La Rochelle, que había editado la Nouvelle Revue Français durante treinta meses, no se hacía ninguna esperanza respecto al destino que lo aguardaba. Desde mucho antes de la liberación, no sólo había anticipado la derrota alemana, sino que también había planeado su propio suicidio. Murió el 15 de marzo de 1945, tras abrir el gas e ingerir veneno. Su funeral en Neully contó con la presencia, entre otros, de Paulhan, Léautaud y Gaston Gallimard. Malraux, a quien Drieu La Rochelle había pedido expresamente que estuviera presente, no logró regresar a tiempo del frente, donde luchaba con el Ejército francés. Si Drieu La Rochelle logró evitar el arresto con su suicidio, Robert Brasillach se vio obligado a rendirse a la policía de París el 14 de septiembre de 1944, tras el arresto de su madre y de su cuñado, Maurice Bardèche, también fascista. Tras ser recluido en un fuerte de Noisy-le-Sec, en las afueras de París, fue trasladado a Fresnes, donde debía esperar el inicio de su juicio en el Tribunal de Justicia. En la esfera pública, la cuestión enfrentó a Camus desde las páginas de Combat y Mauriac en Le Figaro. Ambos admitían que el proceso de épuration estaba siendo caótico, pero Camus insistía en que, para que Francia renaciera, era necesario llevar a cabo una purga genuina. Mauriac no cejó en su empeño. Tras el veredicto del caso Brasillach, organizó una petición de clemencia dirigida a de Gaulle, no por razones morales, sino porque el padre de Brasillach había "muerto por Francia" durante la Primera Guerra Mundial. Entre sus setenta formantes estaban Valéry, Claudel, Anouilh, Paulhan, Colette, y el compositor Honneger, los pintores Derain y Vlaminck y, como incorporación de último minuto, Camus. Pero de Gaulle rechazó la petición y Brasillach fue fusilado el 6 de febrero. El juicio contra Charles Maurras, que en el momento de la liberación de Francia había cumplido ya los setenta y seis años, tuvo una significación completamente distinta. Al arresto de Maurras en septiembre de 1944 le siguió un juicio de tintes sensacionalistas, que empezó el 26 de enero de 1945, en medio de la campaña de los escritores para salvar a Brasillach. Como no podían acusarlo de colaborar con un enemigo al que odiaba, los cargos formales que se presentaron fueron por haber desmoralizado al país. Su verdadero crimen, sin embargo, fue el de fundar el movimiento fascista, que tanto daño había hecho al país. La acusación pedía la pena de muerte, pero su avanzada edad y el alboroto provocado por el caso Brasillach hicieron que Maurras fuera condenado a cadena perpetua. "¡Es la venganza de Dreyfus!", exclamó. Fue liberado en marzo de 1952 por motivos de salud y murió ocho meses más tarde. Para muchos escritores, el peor castigo fue la incertidumbre, Jacques Chardonne, el novelista y accionista de Éditions Stock que había formado parte de las dos delegaciones francesas que habían acudido a la conferencia de escritores europeos de Weimar, pasó seis semanas encarcelado en 1944. A finales de septiembre de 1944, Paulhan dimitió de su puesto en Les Lettres Française y, poco a poco, empezó a distanciarse de sus antiguos colegas. Su preocupación era que, la épuration intellectualle empezaba a parecerse cada vez más a las purgas estalinistas… Otros moderados señalaron la gran divergencia de castigo por crímenes idénticos y empezaron a preguntarse si, en un país libre, era lícito condenar a un escritor por el "crimen de opinar". Algunos mostraron su descontento cuando se prohibieron noventa y tres libros de Céline, Rebatet y otros colaboracionistas, en una decisión que les recordaba a la Lista Otto de los nazis… A consecuencia de ello, y teniendo en cuenta que muchos résistants habían publicado libros con la aprobación de los alemanes, el comité de purga de los editores, entre cuyos miembros estaba Sartre, Bruller y Sehgers, se vio en gran medida atado de manos. Su incapacidad para juzgar a los editores pronto llevó a Bruller y Sehgers a dimitir, asqueados. Aunque es cierto que Bernard Grasset, el editor más activamente proalemán, fue arrestado el 19 de septiembre y enviado a Drancy, no lo es menos que, después de que Mauriac, Valéry y Duhamel, entre otros, acudieran en su defensa, Grasset fue liberado al cabo de seis semanas. Éditions Grasset fue condenada a no vender ni publicar libros, pero dicha prohibición se levantó en mayo de 1946. Robert Denöel, el ciudadano belga que había publicado los desvaríos antisemitas de Céline y Rebatet, pero también libros de Aragon y Triolet, nunca fue llevado a juicio: lo encontraron muerto en la calle, cerca de los Inválidos, el 2 de diciembre de 1945; nunca se logró establecer la identidad del asesino ni el móvil del asesinato. Por otro lado, Gaston Gallimard, que había protegido su propio negocio y había permitido que Drieu La Rochelle se hiciera cargo de la Nouvelle Revue Française, no tenía nada que temer. Había publicado a muchos escritores contrarios a Alemania y veinte de ellos le escribieron cartas de apoyo: "Creo que cualquier crítica contra Éditions Gallimard debería hacerse extensiva a todos los escritores que formaban parte de la Resistencia intelectual y que publicaron sus obras en ésa editorial", escribió Sartre, ignorando la pregunta sobre si los escritores deberían no haber publicado en absoluto. En cualquier caso, dos "intocables", Paulhan y Camus, seguían estando en la nómina de Gallimard: "Hubo dos instituciones literarias que también aprovecharon para hacer limpieza. La Académie Française expulsó a Pétain, Maurras, Bonnard y Abel Hermant y llenó los numerosos asientos que habían quedado vacíos con la ocupación. Sin embargo, no por eso dejó de ser una entidad conservadora, que incorporó a Claudel, Marcel Pagnol, Jules Romains y Édouard Herriot en 1946, a Cocteau en 1955 y a Montherlant en 1960. Más tarde aprobó la incorporación de los résistans Guéhenno, en 1962, y Paulhan, en 1963. La Académie Goncourt, a su vez, expulsó a Guitry y a René Benjamin, e incorporó a Colette. En enero de 1951 y julio de 1953 se decretaron sendas amnistías que se tradujeron en la liberación de casi todos los colaboracionistas encarcelados. Hubo varios escritores que optaron por permanecer en el extranjero, aunque seguramente el regreso de Céline de Dinamarca cerró éste capítulo de las guerras literarias francesas… Una década más tarde, cuando era visto ya como un ermitaño loco, empezó a publicar de nuevo en Gallimard y pareció garantizarse su estatus como uno de los mejores escritores franceses del siglo XX. Para muchos ciudadanos franceses, su genio literario eclipsaba sus delirios pronazis y antisemitas. En 1951, Éditions Gallimard publicó Les deux étandards, de Rebatet. Al año siguiente publicó Féerie pour une autre fois (Fantasía para otra ocasión), de Céline. Y en 1953, Gallimard obtuvo permiso para volver a publicar la Nouvelle Revue Français (que hasta 1959 se conoció como la "nueva" NRF para distinguirla de la versión de Drieu La Rochelle); Paulhan se incorporó como su editor y abrió sus páginas a todas las corrientes políticas, como ya hiciera antes de la guerra… En la escena cultural, el Partido Comunista intentó aprovechar el acusado político hacia la izquierda para imponer sus ideas sobre una nueva generación de artistas y creadores de posguerra. Incluso Éluard, cuyo poema "Liberté" había inspirado a la Resistencia durante la guerra, se convirtió en un servidor de la máquina de propaganda soviética y en 1950 escribió una "Oda a Stalin". Aragon, que conservó su rol como comisario intelectual del partido, empezó a editar su periódico de tarde, Ce Soir, hasta que éste cerró en 1953. A continuación se hizo cargo de Les Lettres Françaises y convirtió la revista en un suplemento semanal del periódico del partido, L´Humanité. Sartre, que nunca se afilió al Partido Comunista pero que compartía muchas de sus posiciones, se mostró aún más influyente. Como gurú del existencialismo dirigía con su sempiterna pipa la inteligencia de la Rive Gauche desde los bancos del Café de Flore. Los miembros de la izquierda que osaban cuestionar su supremacía eran tratados sin piedad, como Camus tuvo ocasión de comprobar… A consecuencia de ello, Camus sufrió un ostracismo cada vez mayor por parte de la izquierda. Debido a su enorme fama, naturalmente, Picasso se convirtió en la nueva estrella rutilante del Partido Comunista" (Riding, pp. 384, 385, 402, 403).

Nana Kic ©

Librorum Prohibitorum.

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Don Tapscott y Anthony D. Williams en "Macrowikinomics: Nuevas fórmulas para impulsar la economía mundial" (PAIDÓS, 2011), citan al economista Harold Innis de la Universidad de Toronto, maestro y mentor de Marshall McLuhan, como el verdadero precursor de la teoría de medios. Innis afirmaba que, si entendíamos las características tecnológicas de los medios, podíamos entender la naturaleza de las sociedades y desentrañar los secretos de la historia. Los nuevos medios de información y comunicación dotan de conocimientos a las fuerzas sociales emergentes, en detrimento de los antiguos monopolios. Ésas fuerzas incipientes crean monopolios de conocimientos aún mayores, generando un ciclo interminable de desafíos y conflictos sociales. Innis sostiene que el uso de la arcilla confirió un papel dominante a los pueblos que favorecían el sacerdocio y la religión, y que en Babilonia y en Nínive se construyeron bibliotecas donde se conservaban escrituras en pergamino para reforzar el poder de la monarquía. La imprenta propició la difusión del libro y el surgimiento de la Reforma. A su vez, los nuevos métodos de comunicación, como la radio y la televisión, debilitaron el culto al libro y abrieron el camino a nuevas ideologías. El periódico era acusado por Nietzsche de desplazar el libro que libera del presente por la literatura Big Mac. Ahora los periodistas se presentan en las Ferias del Libro sin rubor alguno. Los primeros libros impresos de Occidente fueron producidos en Maguncia entre 1455 y 1457. La ventaja del libro impreso era su bajo precio comparado con los libros artesanales de piel de animales de las bibliotecas del clero y la aristocracia. Hacia 1500 había 73 imprentas en Italia, 51 en Alemania, 39 en Francia, 24 en España, 15 en los Países Bajos y 8 en Suiza: 27 editiones príncipes de autores griegos (1494-1515) de Aldo Manucio en Venecia; Historia de Alemania de Pío II (1496); segunda edición de La Germania de Tácito en Viena y las ediciones latinas de Los Anales de Tácito (1500); Adagios (1500), Enchiridion (1503, 1509, 1515; traducido al checo, alemán, inglés, francés, español, italiano, portugués), Elogio de la Locura (39 ediciones antes de 1536), El Nuevo Testamento griego (1516), Discusión del Libre Albedrío (1524) e Hyperaspistes (1525-1527) de Erasmo de Rotterdam, el primer autor best seller; La cautividad babilónica de la Iglesia, Acerca de la libertad de un cristiano y A la nobleza cristiana de la nación alemana (1520), Jesucristo nació Judío (1523), Contra las hordas de campesinos asesinas y ladronas (1524) y Acerca de los judíos y sus mentiras (1543) de Martín Lutero. Las 95 tesis de Martin Lutero fueron condenadas por la Santa Sede en 1520. El Nuevo Testamento griego de Erasmo en 1522 tenía catorce versiones impresas en alemán y cuatro en holandés sin censura, el Concilio de Trento de 1546 lo declaró anatema y Pablo IV como "el jefe de todos los herejes" y reclamó que quemaran sus obras completas. También fueron censuradas las obras de Balzac, Berkeley, D´Alembert, Darwin, Defoe, Diderot, Dumas, Flaubert, Heine, Hobbes, Hugo, Hume, Kant, Lessing, Locke, Malebranche, Stuart Mill, Montaigne, Montesquieu, Pascal, Proudhon, Rousseau, Sand, Spinoza, Stendhal, Sterne, Zola. Entre los italianos encontramos al Aretino, Beccaria, Bruno, Croce, D´Annunzio, Fogazzaro, Foscolo, Galileo, Gentile, Giannone, Gioberti, Guacciardini, Leopardi, Maquiavelo, Minghetti, Monti, Negri, Rosmini, Sacchetti, Sarpi, Savonarola, Settembrini, Tommaseo, Verri. Entre los últimos: Beauvoir, Gide, Moravia, Sartre. El Concilio de Tolosa de 1229 prohibía que los laicos poseyeran una Biblia. En Concilio de Tarragona de 1234 ordenaba la quema de las traducciones de la Biblia a las lenguas vulgares. La Sagrada Congregación de la Romana y Universal Inquisición era un colegio de cardenales y altos prelados que dependían directamente del papa Pablo III en la bula Licet ab initio (1542). El objetivo del organismo era mantener y defender la integridad de la fe, examinar y proscribir los errores y las falsas doctrinas. A partir de 1571, contó con un apéndice, el Index librorum prohibitorum. Pío X (903-1914) eliminó la palabra Inquisición del tribunal: Sagrada Congregación del Santo Oficio. En 1917, se transfirieron a dicho organismo las competencias de la congregación dedicada a la elaboración y actualización de la lista de libros prohibidos. En 1948 fue la última edición del Índice. En 1965, Pablo VI cambió de nuevo el nombre: Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe. También decretó el fin del Índice y la Congregación siguió recibiendo denuncias de libros peligrosos, pero su misión no era prohibirlos, sino únicamente reprobarlos. El motivo principal era que los libros ya no eran el canal principal donde circulaban las ideas, ahora sólo era un medio de comunicación más, también estaba la radio, el cine y la televisión. Juan Pablo II eliminó el adjetivo Sagrada: Congregación para la Doctrina de la Fe. Finalmente, en un discurso pronunciado en marzo de 2000, Karol Wojtila pidió perdón al mundo por los pecados que había cometido la iglesia, incluidas las acciones de la Inquisición. El pensamiento lógico señala que los papas han deslegitimado la Iglesia y son capaces de representar cualquier cosa en nombre de lo políticamente correcto. Pero las ideologías dogmáticas no tienen ésa flexibilidad moral ni piden perdón por sus excesos. La Inquisición romana era severa con las obras en que las doctrinas políticas eran expuestas como una religión laica, pero el Índice nunca incluyó las obras de Hitler, Mussolini, Lenin y Stalin. Las ideologías totalitarias nunca dicen que lo son, siempre se presentan con discursos atractivos hasta que el discurso se vuelve indebatible y surgen correcciones de lenguaje y castigos del pensamiento. En España, desde 1502 los Reyes Católicos prohibieron a los libreros, impresores y comerciantes imprimir o importar libros sin previa autorización bajo pena de multa y perder todos los libros para ser quemados en público. El gobierno civil recibía las denuncias y encargaba a la Inquisición la confiscación de los escritos y los castigos a los infractores. El otorgamiento de licencias de impresión que correspondía a los funcionarios del gobierno desde 1502, quedó en manos del Santo Oficio a partir de 1521. La visita a las librerías en busca de escritos prohibidos estaba en manos de las autoridades reales, de los comisarios del Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición desde 1530, de la Inquisición por disposición real en 1540. En 1554 Carlos V ordenó que las licencias fueran otorgadas sólo por el Consejo de Castilla, la censura previa a cargo de la autoridad civil y la censura posterior por el Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición. En 1558 Felipe II dispuso que ningún comerciante introdujera en Castilla libros impresos no autorizados. Las penas se dirigían a los impresores sin licencia con la pena de muerte, la pérdida de sus bienes y la quema de libros, y a los que modificaban textos examinados y aprobados con la pérdida de los bienes y el exilio. En 1557, la Sagrada Congregación de la Romana y Universal Inquisición en la primera redacción oficial del Index librorum prohibitorum censuraba parte de la Biblia y algunas obras de los Padres de la Iglesia. También incluía el Decameron de Boccaccio, El Príncipe de Maquiavelo, el Novellino de San Masuccio Salernitano y las obras de Erasmo de Rotterdam. El Índice del Concilio de Trento de 1564 censuraba a los Padres de la Iglesia (Ambrosio, Tertuliano, Tomás de Aquino), las obras médicas que mostraban el cuerpo como una "máquina" (Hipócrates, Galeno, Paracelso), los filósofos (Platón y Aristóteles); los historiadores (Heródoto, Tácito, Tucídides), los clásicos (Ovidio, Virgilio, Horacio, Salustio, Livio, Plutarco, Homero, Catón, Plauto, Esopo). Las guerras liberales fueron una reedición de la reforma protestante y la contrarreforma. Los ingleses disputaban la ruta asiática y americana junto con los holandeses y franceses, los responsables de crear la leyenda negra americana. El Santo Oficio censuraba obras de filósofos, matemáticos, físicos y astrónomos: De revolutionibus orbium coelestium (1543) de Nicolás Copérnico, por colocar el sol en el centro del universo; Discurso del método (1637) de René Descartes, por atacar los principios escolásticos y elaborar su teoría sobre la duda metódica; Tractatus theologico-politicus (1670) y la Ética (1677) de Baruch Espinoza, por predicar el racionalismo y la libertad en materia religiosa; Principia mathematica philosophiae naturalis (1683) de Isaac Newton, por describir las leyes de la gravedad universal; Nuevo Tratado sobre el entendimiento humano (1704) de Godofredo Guillermo Leibniz, por desarrollar una filosofía racionalista para debatir la constitución de los seres. Un tercer apartado para los textos de Rousseau, Montesquieu, Pascal, Mirabeau, D´Alembert, Voltaire, etc. Podemos estar de acuerdo en que éstas obras serían censuradas por diversas ideologías y pseudociencias. La censura es una actividad universal que adquiere distintos discursos. La Lista Bernhard y La lista Otto de los nazis en Francia, La Lista del Comité National des Écrivains (el CNE) y los comités d`épuration culturales de comunistas y gaullistas. Las prohibiciones ideológicas, lingüísticas y editoriales de las banderas posmodernas actuales. Muchos de que los que critican la censura eclesiástica elaboran argumentos laicos para justificar la censura gubernamental. Una de las más grandes mentiras institucionales es que el feminismo fue pionero en la educación femenina mexicana o que el gobierno revolucionario fue pionero de la educación pública: "En la época en la que se presentó la denuncia, fines del siglo XVIII, los borbones alentaron de manera especial la lectura, la escritura y la educación en general de las mujeres de la Nueva España. La Corona consideraba la cooperación esencial femenina para el progreso y la prosperidad del reino. Hasta mediados de ésa centuria, las niñas ricas podían recibir instrucción en su casa, pero la mayor parte de las mujeres se quedaban sin estudiar o lo hacían en "amigas", con damas que a menudo sólo les enseñaban catecismo, oraciones y costura. En cambio, a partir de mediados de siglo la educación femenina recibió mayor atención y se establecieron en el virreinato varias instituciones educativas. En Guadalajara el Colegio de San Diego de Alcalá se construyó entre 1712 y 1738. En Valladolid se fundó el Colegio de las Rosas (1743), "el primer conservatorio musical en América", en el que las niñas aprendían "primeras letras", doctrina cristiana, historia, aritmética, algebra, geografía y latín. En la Ciudad de México destacaron el Colegio del Pilar, de la Compañía de María o La Enseñanza, establecido en 1754, y el colegio laico de las Vizcaínas (1767), que enseñaba lectura, escritura, doctrina cristiana y bordado. En 1786, el Ayuntamiento ordenó establecer escuelas primarias gratuitas y en 1793, Las Vizcaínas, "la más grande e importante de las escuelas privadas formadas por laicos", abrió una escuela pública para 500 niñas de "cualquier clase o condición". Como uno de los resultados de las reformas educativas, en 1802, 70 escuelas conventuales, parroquiales, municipales y privadas tenían registradas 3100 niñas. De tal modo, no sorprende en general. Como entre los miembros de la Iglesia, los servidores de la Corona, los comerciantes y los militares, los individuos que no pertenecían a ninguno de éstos grupos también fueran personas afectas a la lectura. Las personas implicadas se encontraban en ésa situación por necesidad profesional, por curiosidad, por distracción, etcétera. Entre los implicados ajenos a la Iglesia, el gobierno, el comercio y la milicia, se contaron muy pocos denunciados, desempeñaron sobre todo un papel "secundario", así como la función de denunciantes" (Ramos Soriano, pp. 269, 270). Brian R. Hamnett en La política española en una época revolucionaria, 1790-1820 (FCE, 2011) ubica que la tesis de la soberanía de la "nación", proclamada el 24 de septiembre de 1810, el día de la apertura de las Cortes, condujo lógicamente a la definición de nacionalidad. De acuerdo con el decreto del Consejo de Regencia de 14 de febrero de 1810, que dio efecto práctico al principio de igualdad de derechos entre los europeos y los americanos, los diputados americanos -suplentes en ése momento- tomaban su lugar en las Cortes junto con los elegidos por la España europea. La Constitución promulgada el 19 de marzo de 1812 desarrollaba ésta posición al definir a la nación hispánica como "la totalidad de los españoles de ambos hemisferios". Ésta definición, por tanto, incluía a todo el Imperio americano, y a las Islas Filipinas también, dentro del concepto de "nación". De ésta manera, la Constitución de Cádiz no definía a España -es decir, la parte peninsular y europea de la monarquía- como una nación, sino la totalidad de los territorios. Desde abril de 1810 un grupo de criollos de Caracas intentaba establecer un gobierno distinto en Venezuela del gobierno metropolitano en Cádiz, rechazando a la sazón el régimen bonapartista de Madrid. En Buenos Aires en mayo una revolución llevó al poder a los intereses comerciales y territoriales de la zona litoral. En ambos casos los nuevos regímenes insurgentes abrieron el comercio a las naciones extranjeras. Durante los meses de julio y septiembre ocurrieron revoluciones similares en Santa Fe de Bogotá y en Santiago de Chile. En la Nueva España una insurrección que tenía como meta la independencia se desencadenó el 16 de septiembre en la próspera y poblada región del Bajío. La intranquilidad prevalecía igualmente en Quito y en el Alto Perú. La Constitución de 1812 ya había sido sobrepasada por esos acontecimientos americanos. Los que forjaron la Constitución consideraban a la España europea y americana como una sola entidad política. Los diputados de América a Cortes no compartían ésa opinión sin reservas. Las insurrecciones en las Américas, sean por la autonomía o por el separatismo, constutuían un reto para la tesis de una monarquía unitaria, protagonizada por los liberales peninsulares. La mayoría de los legisladores europeos en las Cortes veía en la Constitución el medio para unir más estrechamente al imperio y a la metrópoli. La definición de nacionalidad de la Constitución rechazaba totalmente no solamente la posibilidad de la independencia americana sino también cualquier forma de autonomía dentro de la monarquía. Christian Duverger en Cortés. La biografía más reveladora (TAURUS, 2014) identifica los antecedentes cortesianos de la Independencia de México. En 1562 los tres hijos de Cortés que vivían en España fueron recibidos en Yucatán por Francisco de Montejo, hijo del compañero de Hernán Cortés. El 17 de enero de 1563, los tres hermanos hacen su entrada a México, tienen aliados en el Ayuntamiento y el Consejo de Indias y se placean con el sello y el estandarte de armas de Cortés. El visitador de la Nueva España, Jerónimo de Valderrama, es el encargado de reunir los cargos que pesan sobre el virrey Luis de Velasco. Los tres hermanos se adelantan a Velasco y reciben a Valderrama con el estandarte de Cortés y acepta residir en el palacio de Martín. El segundo Marqués del Valle lo nombra alguacil mayor de la Ciudad de México para acelerar el proceso de destitución del virrey. Velasco fallece el 31 de julio de 1564. La Audiencia asume el gobierno provisional y el cabildo del Ayuntamiento de México propone la supresión de la función de virrey, la autonomía o ¡Independencia de México! Los hermanos Cortés se arroparon con Valderrama, los criollos, los indios y los franciscanos que simpatizaban con el pasado prehispánico y el proyecto mestizo de Hernán Cortés. Con ayuda de Valderrama, los criollos organizan una tentativa de tomar el poder con los hermanos Cortés. La afrenta salió cara, Felipe II confiscó el marquesado de Martín Cortés y la Corona le reclamó "una fianza" de 150 000 ducados. ¡Felipe II inventó el impuesto sobre la desposesión! El 16 de julio de 1566, Martín es convocado a la sede del gobierno de la Nueva España donde es aprendido sin miramientos por Ceynos, el presidente de la Audiencia. Una violenta y eficaz operación policiaca mandará a la cárcel a todos los conjurados. Luis y el otro Martín, el hijo de Marina, van a dar a prisión con su hermano el mismo día. Una justicia expedita se pone en marcha. Llueven las sentencias. Para los dos hijos mestizos de Cortés: la muerte. Para los dos hermanos Ávila, que resultaron ser el alma del complot: la muerte. El nuevo virrey desembarca en Veracruz el 17 de septiembre, anula la pena de muerte dictada en contra de los dos hermanos mayores, para luego recusar a todos los jueces. Pero no sólo los gobernantes mexicanos conmemoran la caída de Tenochtitlán. En 1790, cuando por casualidad se encontraron durante las obras de ornato de la Plaza Mayor la famosa Piedra del Sol y la gigantesca Coatlicue, el virrey Güemes dispuso no enterrar de nuevo esos monumentos, a partir de entonces quedarían expuestos: la Coatlicue halló espacio en la Real y Pontificia Universidad, y la Piedra del Sol quedó fijada en posición vertical en el ángulo suroeste de la Catedral. El 8 de noviembre de 1794 va a inaugurar un mausoleo para honrar a Hernán Cortés. Todos los detalles han sido cuidadosamente dispuestos por el propio virrey, que solicitó a José del Mazo el proyecto de un monumento conmemorativo: un obelisco de mármol de siete metros de altura y un altar para exponer los restos del conquistador contenidos en una urna de cristal. Es un cambio radical, se exhibe con ostentación lo que estaba discretamente enterrado en el piso de una iglesia franciscana. La fecha elegida para la inauguración conmemora los 275 años de la entrada de Hernán Cortés en Tenochtitlán. El sitio escogido para construir el mausoleo: el primer encuentro de Cortés con Motecuzoma. Es el 8 de noviembre de 1794 en la iglesia del Hospital de Jesús. El 8 de noviembre de 2019 Federico Acosta y Ascanio Pignatelli, descendientes de Motecuzoma y Hernán Cortés, se fundieron en un abrazo frente a la iglesia Jesús de Nazareno de la CDMX para conmemorar los 500 años del encuentro ocurrido el 8 de noviembre de 1519, reunidos por el documental "El reencuentro, 500 años de Motecuzoma y Cortés": "El 1 de marzo de 2019 tuvo la ocurrencia de enviarle una carta al rey de España, Felipe VI, pidiéndole que en nombre del Estado admitiese la responsabilidad histórica y ofreciese una disculpa o resarcimiento por las ofensas cometidas durante la Conquista y el proceso de colonización… Las ofensas y violaciones que denuncia la carta de López Obrador fueron la violación del quinto real, la imposición de la fe cristiana, la construcción de templos católicos sobre las antiguas pirámides, la instauración de la esclavitud y las encomiendas, la usurpación de tierras propiedad de los nativos, el saqueo de riquezas naturales, la imposición de la lengua castellana y la destrucción sistemática de las culturas mesoamericanas. La carta asentaba que "en suma", durante la Colonia se vulneraron derechos individuales y colectivos que con una mirada contemporánea deben asumirse como atentados a los principios que rigen ambas naciones"… El propio presidente, según dijo en su carta, se disponía a pedir perdón por las atrocidades y agravios cometidos por los mexicanos después de la Independencia, como por ejemplo las políticas genocidas contra los yaquis o mayas o la persecución de chinos. El gobierno pretendía una "reconciliación histórica" con el pasado de México, un gran acto de confesión y contrición por las antiguas culpas. Y pretendía que ésa especie de inmolación simbólica participase el Estado español en un acto el día 21 de septiembre de 2021, al cumplirse 200 años de vida independiente y 500 años de la caída de Tenochtitlán… Por ello, cuando López Obrador le pidió al papa lo mismo que al rey español, el pontífice católico le contestó que ya se había disculpado, lo mismo que varios papas anteriores. La carta al rey no se hizo pública de inmediato, pero alguien en el gobierno mexicano la filtró, tal vez por instrucciones del presidente, que seguramente estaba molesto porque el rey no le contestó. Cuando se divulgó la carta, el gobierno español rechazó con toda firmeza el contenido de la carta, y el ministro de Asuntos Exteriores de España, Josep Borrell, declaró que no iban a pedir perdón a México por los abusos durante la Conquista de México y la Colonia "del mismo modo que no vamos a pedir a la República francesa que presente disculpas por lo que hicieron los soldados de Napoleón cuando invadieron España; o los franceses van a pedir disculpas a los italianos por la conquista de las Galias de Julio César". El presidente de México quedó en ridículo; fracasó en su intento de montar un gran espectáculo de nacionalismo anacrónico con la participación del rey español" (Bartra, pp. 79, 80, 81).

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Las editoriales hispanas.

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El mundo editorial hispano está lleno de premios: Adonais, Alfaguara, Anagrama de Ensayo, Ausiàs March, Biblioteca Breve, Boscán, Café Colón, Casa de las Américas, Comillas, Espasa de Ensayo, Formentor, Herralde de Novela, Hiperión, Internacional de Primera Novela, Joan Creixell, Joven Literatura, Juan Boscán, Juan March, La Sonrisa Vertical, Larra, Loewe de poesía, Lope de Vega, Marqués de Brandomín, Nacional de Ensayo, Nacional de Poesía José Antonio Primo de Rivera, Nadal, Nueva Poesía de la Unión de Intelectuales Españoles, Pío Baroja, Planeta, Primavera de Espasa Calpe, Ramón Sijé, Sésamo, Tigre Juan de Primera Novela, Valle-Inclán. Los premios más importantes son Goncourt, Nobel de Literatura, Pulitzer de Novela, Premio de Cultura Europeo. La Corona de España auspicia otros tres premios importantes: Príncipe de Asturias, Cervantes, Nacional de las Letras Españolas. Los premios editoriales buscan proyectar alguna obra o autor por su potencial de mercado, los premios importantes la calidad literaria. Penguin Random House Grupo Editorial es la división en lengua castellana de la compañía editorial internacional Penguin Random House, fundada el 1 de julio de 2013 tras la fusión de la división editorial del grupo mediático alemán Bertelsmamn, Random House, con la del grupo británico Pearson, Penguin. En la actualidad, Bertelsmann es propietaria del 100% de las acciones. En 2014 el grupo prosiguió con su estrategia de crecimiento y unió a sus editoriales históricas otras con gran tradición mediante la adquisición e integración de los sellos editoriales de Santillana Ediciones Generales. En 2017 sumó al grupo las editoriales de Ediciones B. En 2019 se añadieron los sellos de Salamandra Editores y La Campana Llibres. En 2020 Vintage Español, una de las principales editoriales en español en los Estados Unidos, pasa a formar parte de PRHGE. En 2021 se adquirieron al grupo RBA los sellos editoriales Molino, Serres y La Magrana. En julio de 2021 PRHGE se une a 20/20 Editora para consolidar su presencia en lengua portuguesa, y en septiembre de ése mismo año PRHGE lanza el sello editorial Penguin Kids. En mayo de 2023 se firma la adquisición de Rocca Editorial. Los sellos de Penguin Random House en castellano: Aguilar, Alamah, Alfaguara, Alfaguara Infantil y Juvenil, Altea, B de Blok, B de Bolsillo, Beascoa, Bruguera, Caballo de Troya, Cliper, Conecta, Debate, DEBOLSILLO, Distrito Manga, B, Flash, Grijalbo, Lumen, Molino, Montena, Nova, Nube de Tinta, Origen, Penguin Clásicos, Kids, Plaza Janés, Random Cómics, Random House, Reservoir Books, Rocabolsillo, Roca Editorial, Salamandra, Salamandra Bolsillo, Salamandra Graphic, Infantil y Juvenil Salamandra, Sapristi, Selecta, Sudamericana, Suma de Letras, Taurus, Vergara. Los sellos de Penguin Random House en castellano: Debutxaca, La Campana, La Magrana, Rosa dels Vents. Los sellos de Penguin Random House en portugués: Alfaguara, Arena, Book Smile, Cavalo de Ferro, Companhia das Letras, Elsinore, Fábula, Fábula Educaçao, Iguana, Lilliput, Nascente, Nuvem de Letras, Objetiva, Penguin Clásicos, Secret Society, Suma de Letras, Topseller, Vogais. El Grupo Planeta es un grupo multinacional español de capital familiar, cuenta con el mayor grupo editorial del mercado de habla hispana, con más de 70 sellos, y junto a DeAgostini es accionista de Atresmedia, grupo de comunicación líder en España, que incluye los canales de televisión Antena 3, laSexta, Neox, Nova y GOLt; así como las emisoras de radio Onda Cero, Europa FM y Onda Melodía. A través de Prisma Publicaciones gestiona también un conjunto de revistas especializadas: Lonely Planet Traveller, Historia y Vida, Objetivo Bienestar, Dapper, Año Cero, Tu Suerte, Enigmas e Historia de la Iberia Vieja. Y un conjunto de 22 instituciones educativas referentes en formación superior y universitaria agrupadas en Planeta Formación y Universidades. Además, el Grupo es propietario de Casa del Libro, la primera cadena de librerías en España. Desde la creación de Editorial Planeta por José Manuel Lara, en Barcelona, en 1949, Planeta se ha convertido en un grupo que opera en más de 20 países y que conecta diariamente con más de 30 millones de personas. Los sellos de Grupo Editorial Planeta: Editorial Planeta, Espasa, Booket, Destino Infantil y Juvenil, Planeta Cómic, Tusquets Editores, Ediciones Martínez Roca, Ediciones Destino, Crossbooks, Timun Mas Infantil, Seix Barral, NdeNovela, Libros Disney, Paidós, GeoPlaneta, Libros Cúpula, Austral Editorial, Minotauro, Editorial Ariel, Deusto, Lunwerg Editores, Editorial Crítica, Zenith, Planeta Junior, Esencia, MaxiTusquets, Ediciones Península, Diana, Alienta Editorial, Para Dummies, Yoyi, Temas de Hoy, Planeta Gastro, Ediciones Luciérnaga, Gestión 2000, Planeta Gifts, Tantanfan, Fundación José Manuel Lara, Planetalector, Noguer Ediciones, Ediciones Corín Tellado, Click Ediciones, Zafiro eBooks, Esencia Digital, Lectura Plus, Ediciones Oniro, Salsa Books, El Aleph Editores, BackLits, Emecé Editores. Una buena biblioteca debe tener libros que garanticen la calidad de contenido y materiales. De Grupo Editorial Planeta: Editorial Crítica, Ediciones Paidós, Editorial Ariel, Editorial Minotauro, Espasa Calpe, Seix Barral. Del Grupo Editorial Penguin Random House: Editorial Taurus. De Grupo Editorial Siglo XXI: Siglo XXI Editores, Anthropos Editorial. De Grupo Editorial RBA: Editorial Gredos. De Grupo Editorial Anaya: Alianza Editorial, Ediciones Siruela. Las editoriales independientes españolas: Editorial Morata, Editorial Nordicalibros (autores nórdicos), Editorial Satori (autores japoneses), MinaLima (clásicos infantiles), Editorial Trotta, Editorial Marcial Pons, Editorial dÉpoca, Abada Editores. Editorial Edelvives, Editorial Reino de Cordelia, Editorial Valdemar, Alba Editorial (Maior, Clásica Maior), Editorial Acantilado, Editorial Libros del Zorro Rojo, Editorial AstroRey, La Biblioteca de Carfax, Editorial Pre-textos, Editorial Impedimenta, Trotalibros Editorial, Ediciones Hiperión, Editorial Galaxia de Gutenberg. Los mejores sellos en calidad-precio están disponibles en libros de bolsillo: Libro de Bolsillo de Alianza Editorial (Grupo Editorial Anaya), Biblioteca de Bolsillo de Crítica (editorial Crítica), Zeta Bolsillo o B de Bolsillo (ediciones B), Rocabolsillo (Roca Editorial), Salamandra Bolsillo (Salamandra Editores), Pocket Edhasa (editorial Edhasa), Cátedra de Bolsillo (ediciones Cátedra), Alba Minus (Alba Editorial), Acantilado de Bolsillo (editorial Acantilado), AUSTRAL, Booket, MaxiTusquets (Grupo Editorial Planeta), Punto de Lectura (Grupo Editorial Santillana), Cisne, Penguin Clásicos, DEBOLSILLO (Grupo Editorial Penguin Random House). Una segunda categoría de sellos accesibles: editorial Tecnos (Grupo Editorial Anaya), Tusquets Editores, Destino (Grupo Editorial Planeta), Editorial Alfaguara, Grijalbo, Plaza Janés, Lumen, Debate, Nube de Tinta (Grupo Editorial Penguin Random House), Anagrama (Grupo Editorial Feltrinelli), Ediciones Cátedra, Editorial Gedisa, Ediciones Akal, Ediciones B. En México, contenido especializado en libros unam, libros UAM, El Colegio de México (COLMEX), Fondo de Cultura Económica (FCE), Educal, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (CONACULTA), Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS), etc. En el gobierno de Felipe Calderón, en el marco del Bicentenario de la Independencia de México y los 100 años de la Revolución, el CONACULTA editó colecciones dirigidas por Enrique Florescano con Penguin Random House: colección Pasado y Presente (Editorial Taurus) e Historia Ilustrada de México (Editorial Debate). Con el Fondo de Cultura Económica, la colección Biblioteca Mexicana. También la colección Patrimonio Histórico y Cultural de México (1810-2010). La Biblioteca Digital Mexicana (BDMx) nace el 23 de noviembre de 2010 en colaboración del Archivo General de la Nación, La Biblioteca Nacional de Antropología e Historia (INAH), el Centro de Estudios de Historia de México CEHM-Carso, y el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (CONACULTA). El 16 de diciembre de 2015 el ex presidente Enrique Peña Nieto firmó el decreto que desapareció el CONACULTA para subir su categoría como una de las 18 secretarías de Estado: Secretaría de Cultura. En agosto de 2023, en plena polémica por los libros de texto gratuito, Andrés Manuel López Obrador acusaba que había tres o cuatro editoriales desde los tiempos de Ernesto Zedillo que se dedicaban a hacer libros para la Secretaría de Educación Pública (SEP). Según el reporte, Editorial Santillana recibía 281.9 millones de pesos por la compra de libros, Editorial Trillas unos 120 millones; SM Ediciones casi 200 mdp; y Ediciones Castillo casi 29 mdp. Además, en las compras consolidadas 2021-2022, Santillana obtuvo contratos por 157 mdp y 249.8 mdp por cada año; SM 140.9 y 185 mdp, respectivamente; Trillas, 82.3 y 120.1 mdp; y Castillo 153.2 y 255.3 mdp. Los mejores sellos mexicanos en calidad-precio: Ediciones Era, Editorial Almadía, Sexto Piso, Editorial Porrúa, Editorial Trillas, perla ediciones, Antílope, El naranjo, An.alfa.beta. Los sellos accesibles que no siempre garantizan la calidad: Lumen, Alfaguara, Almadía, Anagrama, Emecé Editores. Los peores sellos de Grupo Editorial Planeta: Ediciones Martínez Roca, Temas de Hoy, Editorial Planeta. Los peores sellos de Grupo Editorial Penguin Random House: Aguilar, Altea, Beascoa, Montena. En el caso de Crítica, Paidós, Ariel e incluso Minotauro, tienen que ser ediciones anteriores al 2016 o de autores reconocidos, existe un bajón notable en la calidad, sea por las políticas de Editorial Planeta, la crisis económica (2008-2024) y la explosión de contenido progre. En general, es palpable la crisis editorial en los sellos grandes y el aumento de la calidad en las editoriales independientes españolas que confían en un público de mayores recursos y formación. Con la aparición de Facebook (2004), YouTube (2005), Twitter (2006), Instagram (2010) y TikTok (2018); era cuestión de tiempo que aparecieran los Booktubers, los Bookstagramers y los BookTok. La Feria Internacional del Libro de Guadalajara ha presentado Los secretos de Yuya. Mis mejores trucos de maquillaje y peinado (Ediciones Martínez Roca) en 2014, o Luisito Comunica. Un boleto sin escalas a lugares asombrosos (Alfaguara) en 2019. En la Feria del Libro de Madrid, El Rubius. El Libro Troll (Ediciones Martínez Roca) en 2014, y Así es la puta vida, Jordi Wild. El libro de Anti-ayuda (Ediciones B) en 2016. En la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires 2016 Luna de Plutón, El Festival de la Blasfemia y Valle de la Calma de Dross (Temas de hoy). La lista es amplia: Historias perturbadoras. Basadas en hechos reales por Luisito Comunica (Alfaguara), El Rubius. Escuela de Gamers (Temas), Recetario mis pastelitos. Gris Verduzco (Altea Trade), Las aventuras de Ami y El diario secreto de Ami (Altea), 8 misterios sin resolver narrados por Paulettee. Tras la pista invisible (Penguin Random House), Vistmond. El Cuartel de los Sueños. La Bala. Isabella de la Torre (Altea), Una familia anormal. Lyna Vallejos (Penguin Random House), la saga La Diversión de Martina (Montena), Tres promesas. Lesslie Polinesia (Penguin Random House), Jukilop. La verdadera historia (Altea), Dany Hoyos. Los 7 colores de mi vida (Penguin Random House), YoSoyPlex. Epic Battle. El día en que los youtubers salvaron el mundo (Ediciones Martínez Roca), Sieteex. Sin secretos (Montena), @monismurf. Detrás de todo. Lo que ningún influencer cuenta (Destino Infantil & Juvenil), Team Nico. El reto de ser YouTuber (Beascoa), La guía del ligue. Werever-tumorro. Cómo salir bien librado en el complejo mundo del amor (Altea), Quiúbole conGaby Vargas & Jordi Rosado (Aguilar). Existen editoriales que no aportan al diálogo democrático a pesar de que se dirigen a un público infantil y juvenil, las principales víctimas de las malas políticas públicas: Alfaguara, Montena, Beascoa, Planeta, Altea, Ediciones Martínez Roca, Ediciones B, Aguilar, Penguin Random House, Temas de hoy. Los libros de entretenimiento son fáciles de encontrar en el Corte Inglés, Casa del Libro (Grupo Editorial Planeta), Crisol (Grupo PRISA), Bertrand (Mondadori Editore), FNAC (Groupe Fnac Darty de Francia), Sanborns, Wal-Mart, SAMS Club, Bodega Aurrera, el Sótano y Gandhi. Libros que se pueden encontrar dos o tres años después al 50-80% de descuento, si no acaban antes en la basura: literatura McDonald´s: "En democracia la literatura se abrió sin vergüenza al mercado, el sistema literario se hizo más estratificado y diverso, la palabra "negocio" dejó de ser malsonante y los contratos ganaron un protagonismo que no habían tenido en la etapa heroica. En el transcurso de la Feria del Libro de Madrid en 1973, Castellet había aguantado estoicamente la desilusión de Gabriela Ferlosio a propósito de que ya sólo se oía hablar de dinero entre los escritores, y apenas unos años después, en 1981, el mismísimo Carlos Barral tiraba la toalla: antes "había una sed de información literaria y humanística, digámoslo así, provocada por la represión de la cultura. Se era lector de literatura y creación de humanidades críticas para resistir a ése mundo zafio y analfabeto, culturalmente represivo, que era el franquismo. En segundo lugar la industria editorial estaba menos deformada por un mercantilismo a ultranza, como ahora, con medios de publicidad descomunales, premios puramente de promoción de ventas, lanzamientos millonarios de libros menores o mediocres, etc. En ése sentido es más fácil imponer un estilo, porque podía tener una clave, la clave de la resistencia cultural o de la independencia literaria"… El éxito ha dejado de ser culpable porque la calidad literaria no va reñida con las ventas pero las ventas no garantizan de ningún modo el valor literario. El efecto de ése nuevo sistema iba a ser el sentimiento generalizado de desjerarquización de la literatura y la confusión continua entre prestigio y calidad. El superventas ya no sólo era el autor norteamericano asociado al género de terror, la fantasía histórica o la novela de intriga sino que pudo empezar a ser también el autor español que encontraba su público con los mismos materiales básicos… El consumo masivo de novela has sido sobre todo pasto de un público entregado a tramas bien construidas, muchos diálogos y misterios vinculados a un pasado fingidamente verídico. Las grandes ventas fueron una costumbre estacional y crónica para autores de la índole de Dominique Lapierre o Frederik Forsyth y lo han sido para los novelones de John Grisham o Noah Gordon después, mientras el fin de siglo y la actualidad han leído sin descanso a Ken Follet o Dan Brown, la serie periodística-detectivesca de Stieg Larsson en torno a Salander o los siete tomos de J. K. Rolling sobre el pequeño mago Harry Potter" (Gracia & Ródenas, pp. 250, 251, 253, 254). En el gobierno de Andrés Manuel López Obrador, en agosto de 2021, presentó la colección 21 para el 21 del Fondo de Cultura Económica (FCE) por la commemoracion de los 500 años de la caída de México-Tenochtitlán y el Bicentenario de la Independencia de México. El titular del fondo, Francisco Ignacio Taibo, informaba que la colección 21 para el 21 estaba conformada por 21 títulos de cien mil ejemplares cada uno. La colección tuvo un costo de 45 millones de pesos, financiado por el Instituto para Devolverle al Pueblo lo Robado: costos de impresión y distribución, así como pago por derechos de autor a herederos o autores. Incluye siete títulos de reflexión histórica: La revolución de la independencia, de Luis Villoro; Breve historia de la guerra con los Estados Unidos, de José C. Valadés; El libro rojo de la independencia, de Vicente Riva Palacio y Manuel Payno; Noticias biográficas de insurgentes apodados, de Elías Amador; Pueblo en vilo, de Luis González y González; Crónica de amor, de historia y de guerra, de Guillermo Prieto. Los otros títulos son Canek, de Emilio Abreu Gómez, Muerte en el bosque, de Amparo Dávila; Balún Canán, de Rosario Castellanos; Tomóchic, de Heriberto Frías; Tiene la noche un árbol, de Guadalupe Dueñas; Antología de poesía mexicana del siglo XIX; Y matarazo no llamó…, de Elena Garro; Tiempo de ladrones, de Emilio Carballido; Río subterráneo, de Inés Arredondo; Los de abajo, de Mariano Azuela; El libro vacío, de Joséfina Vicens; El laberinto de la soledad, de Octavio Paz; Apocalipstick, de Carlos Monsiváis; Paseo de la Reforma, de Elena Poniatowska; La sombra del caudillo, de Martín Luis Guzmán. En el sexto y último informe de gobierno, el 1 de septiembre de 2024, López Obrador habló de culturas prehispánicas, invasores europeos y México profundo. También informó de la entrega de 160 millones de libros de texto gratuito, y que el Fondo de Cultura Económica lanzó la colección 21 para el 21 por los 500 años de la batalla de Tenochtitlán y la invasión española, conformada por 21 títulos: 17 millones 365 mil libros. Llama la atención que López Obrador siga usando los conceptos invasión española y Colonia, ambos son erróneos en el caso de España. México ha sufrido la invasión francesa y estadounidense, pero el idioma oficial de México es la lengua de Castilla y la religión es católica, guste o no a los liberales. Los españoles no invadieron México, lo conquistaron, el proceso de mestizaje incluye la lengua, la sangre y la religión. El padre del México moderno no es Benito Juárez, Miguel Hidalgo, José María Morelos y Pavón, Francisco Villa, Emiliano Zapata o Francisco I. Madero, es Hernán Cortés. La madre del México moderno es La Malinche. El primer mestizo es Martín Cortés. No se entiende los 500 años de la caída de Tenochtitlán sin el nacimiento del México moderno. Las Nuevas Leyes de Carlos V (1542) suprimieron las encomiendas por los recogimientos, la propiedad privada se convirtió en propiedad real administrada por la Corona. Pero no era el rey quien tomaba las decisiones en América, sino el Virrey de la Nueva España o de Perú y el presidente de la Audiencia en América Central: "Las facilidades que dio México bajo el gobierno de Lázaro Cárdenas a los intelectuales españoles no las dio ningún otro país. Ése fue el destino mayoritario de la emigración intelectual y también el que ha capitalizado de manera más compacta la imagen colectiva del exilio literario. México no restablecería relaciones diplomáticas oficiales con España hasta la muerte de Franco pero sobre todo concibió desde 1937 un organismo de protección de refugiados que se convertiría enseguida en un centro capital de la vida intelectual española. Incluso en alguna medida valió como resurrección del abolido Centro de Estudios Históricos de Madrid… Se llamó desde 1938 La Casa de España en México, y fue rebautizada en 1940 como El Colegio de México, siempre bajo la dirección y el aval de Alfonso Reyes, que fue su inventor, y de Daniel Cossío Villegas, estrechamente relacionado también con la editorial que iba a incorporar entre sus colaboradores a un significado grupo de exiliados, Fondo de Cultura Económica. Fueron asesores y traductores en ésa editorial perfiles tan dispares como José Gaos o Wenceslao Roces, el crítico musical Adolfo Salazar o el poeta León Felipe, Max Aub o Ernestina de Champourcín y Juan José Domenchina. Las ediciones de El Colegio de México, cuidadas por Ramón Gaya -otro de los fundadores de Hora de España-, fueron eficientes y constantes con quienes figuraban entre sus profesores- y muchos de los nombrados lo serían también de la Universidad Nacional Autónoma de México- como el propio Alfonso Reyes, José Gaos o Eugenio Ímaz, Moreno Villa o Enrique Díez Canedo… La primera editorial de Juan Grijalbo, Atlante, estuvo en México y también acudió al pasado inmediato para editar una antología cuidada por Domenchina sobre la poesía española entre 1900 a 1936, con epílogo de Enrique Díez Canedo, pero también la primera edición del Diccionario de filosofía, de Ferrater Mora, algún texto de Pere Calders o la autobiografía de Constancia de la Mora, Doble esplendor en 1944. El mismo Grijalbo fue el fundador a principios de los años cincuenta de la editorial que lleva su nombre, y con una orientación distinta y militantemente comunista, porque en el interior se leyeron (o difundieron) libros de la Academia de Ciencias de la Unión Soviética que editaba Grijalbo, como el Manual de Economía Política, El Materialismo Histórico de Konstantinov, la correspondencia secreta de Stalin o La Sagrada Familia y otros escritos, de Marx y Engels, varios de ellos en traducciones de Wenceslao Roces o Adolfo Sánchez Vázquez" (Gracia & Ródenas, pp. 31, 32, 33).

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El franquismo literario.

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La concepción empresarial y cultural que desplegaron unos cuantos personajes en la inmediata salida del exilio creó una red compleja de lazos intelectuales entre exiliados en distintos países y pronto también en relación con la España del interior. La continuidad fue la evidencia más rotunda de la cultura del exilio y ésa continuidad regresó a la península en gran medida gracias a ellos, aunque hubiese de ser en forma clandestina o a través de sólo unos pocos nombres mayores que pasaron a ser referentes del futuro inmediato (Juan Ramón, Cernuda, Salinas, Guillén, Max Aub, Chacel o Ayala). Gonzalo Losada no era un exiliado, sino un español que residía en Argentina desde antes de la guerra como directivo de Espasa Calpe, pero la guerra le impulsó a desvincularse de la empresa madre. Acababa de fundar la colección Austral para Espasa pero las discrepancias políticas le animaron a fundar su propia editorial, Losada, junto con Guillermo de Torre y otros exiliados como el pedagogo Lorenzo Luzuriaga, o el dominicano Pedro Henríquez Ureña. Losada iba a ser desde entonces uno de los espacios naturales de las obras de escritores refugiados y en ella apareció la primera edición española de La velada en Benicarló de Azaña en 1939 (La invención de Morel de Bioy Casares, con prólogo de Borges, saldría al año siguiente y El Aleph en 1949). Se encargó de las obras completas de García Lorca en numerosos volúmenes y de las obras del mismo Rafael Alberti, así como del teatro de Casona o de Jacinto Grau. Fue también la editorial del fundamental Juan de Mairena de Machado y de la primera edición de Españoles de tres mundos en 1942, de Juan Ramón Jiménez, que también publica ahí La estación total (1946), poco después de la Poesía junta (1942) de su repudiado Pedro Salinas y antes de Como quien espera el alba (1947) de Cernuda. La otra gran editorial del exilio en Buenos Aires fue Sudamericana, creada en 1939 por un grupo de escritores, entre ellos Victoria Ocampo y Oliverio Girondo, que enseguida se puso en manos del gerente que la hizo grande, Antoni López Llausàs (junto a Julián Urgoiti), con experiencia editorial antes en Llibreria Catalònia de Barcelona y recién exiliado en Buenos Aires en 1939. Allí publicaron sus libros Oliverio Girondo, Felisberto Hernández, Eduardo Mallea o Ernesto Sabato y fue también también la editorial para las traducciones españolas de Jorge (Georg) Santayana. Los maestros de la narrativa norteamericana moderna se leyeron desde entonces en traducciones que se han discutido después, pero fueron vitales, como Las palmeras salvajes de Faulkner que firmó Borges o el Contrapunto de Aldous Huxley traducido por Lino Novás, Al Faro traducido por Antonio Marichalar o el Orlando de Virginia Woolf (por el mismo Borges), y todos aparecieron entre 1938 y 1943. Desde mediados de los años cincuenta López Llausàs pudo contar con uno de los asesores más relevantes de la edición de narrativa en Hispanoamérica (Francisco Porrúa, el mismo fundador de la editorial de ciencia ficción Minotauro). En España, la actividad editorial no se había detenido durante la guerra y por supuesto no se detuvo tampoco en la posguerra sino todo lo contrario. Las casas editoriales procedían en su mayor parte de negocios de antes de la guerra reanudados después. Bruguera fue refundada por un capitán republicano represaliado, y funcionaron a toda marcha las editoriales más populares del momento como Molino y su serie Hombres Audaces (algunos de aquellos personajes, como Doc Savage, los veremos reaparecer en la estética camp de los años sesenta, cuando los poetas y novelistas resuciten sus lecturas adolescentes y juveniles). Si el Libro de Bolsillo de Alianza ya desde 1966 fue una plataforma de divulgación cultural extraordinaria, lo fueron también por lo que hace sobre todo a la democratización de la gran literatura universal y la literatura popular colecciones de Germán Plaza o tras la muerte de José Janés, Plaza y Janés, incluidos lectores con perfiles heterodoxos. Desde el primer momento el meridiano de la actividad editorial literaria se situó en Barcelona frente al perfil más político y oficial de la capital, donde al menos tres importantes editoriales reanudaron la actividad, Manuel Aguilar, Biblioteca Nueva y Espasa Calpe, casi siempre atentas a reediciones de su catálogo de preguerra. Las dificultades materiales fueron múltiples, al menos durante toda la década de los cuarenta, y las limitaciones fueron económicas pero también estructurales. Los cortes de luz, la carestía y la escasez de papel (que a menudo había que importar), las dificultades de censura y la situación general no facilitaron la producción editorial pero nada se detuvo. La actividad fue incesante en todos los géneros, incluso las crónicas más o menos autobiográficas sobre la guerra civil o sobre la experiencia de la División Azul, que fue otro subgénero prolífico desde 1942. Y si bien en el tono general dominó la ausencia de riesgo literario, la voluntad de jugar sobre seguro con autores consagrados antes de la guerra y con una cantera de escritores locales sin riesgo desde el punto de vista ideológico ni estético, el aislamiento pudo paliarse en parte con los stocks de libros traducidos antes de 1936 pero también con la reimpresión de clásicos que no iban a producir roces con la censura. El brevísimo exilio le permitió a Janés un regreso cauteloso y renacer como el Ave Fénix, que fue su emblema editorial como el gran editor literario de la posguerra desde 1944. Encontró el modo de sortear el mal nombre de su catalanismo evidente anterior a 1939 y los mayores nombres contemporáneos de las letras del siglo XX estuvieron en su catálogo, encuadernados en tela y caros, o bien en series más asequibles, aunque siempre con cuidada encuadernación y tapa dura pese al formato de bolsillo, como en la colección "El manantial que no cesa". Faulkner o Proust, Thomas Man o Virginia Woolf, los premios Goncourt, los premios Nobel o los premios Pulitzer de novela tuvieron sus colecciones específicas para un público burgués, dispuesto a gastar en libros con empaque tanto si iba a leerlos como si no. Pocos años después, en 1949, un capitán de la Legión que había entrado en Barcelona con el ejército franquista, José Manuel Lara, fundaría la editorial Planeta. Se había casado en 1941 con una joven de la burguesía catalana y tras emprender diversos negocios relacionados con la enseñanza privada, compró la editorial Emporion a Félix Ros con el dinero que obtuvo de la venta del fondo de la misma editorial. El autor estrella de L.A.R.A., que fue su primer sello editorial, será de nuevo Somerset Maugham y una variada nómina de escritores británicos de novelas de aventuras e intriga, entre ellos los relatos de Puck, de Rudyard Kipling, otro popularísimo autor de la posguerra. Las otras dos editoriales de mayor empuje tienen su origen en el compromiso ideológico falangista de sus responsables: Luis de Caralt y Destino. La primera nacía en 1942, y cuido en particular la novela policiaca, con decenas de títulos del comisario Maigret en la serie El Club del Crimen, además de fundar el premio Simenon (Lo obtendría uno de los jóvenes, Mario Lacruz, con una novela sombría, El inocente, en 1953). Tradujo abundante literatura extranjera, no siempre mediocre, con considerables éxitos populares como Pearl S. Buck, Cecil Roberts, James M. Cain o Harold Robbins, combinados con autores más minoritarios y de calidad como Faulkner, Virginia Woolf o Graham Greene. Destino iba a convertirse entre 1944 y 1960 en la plataforma natural para los nuevos novelistas españoles y auténtico objeto del deseo de todo joven narrador, sobre todo a través del premio Nadal. Pero Áncora y Delfín había nacido como una colección destinada a nombres consagrados: su primer y tercer título, de Azorín y José Pla, estuvieron entre los más vendidos de 1943. Publicaba en torno a diez títulos por año, no siempre de ficción, pero entre ellos figuraban entre 1943 y 1946 (tantas veces traducidos del inglés por Vázquez Zamora) dos novelas de Joseph Conrad, la Virginia Woolf de Flush, o El cero y el infinito de Arthur Koestler o, ya en 1951, J. B. Priestley, They walk in the city (traducido como Londres los separa). Pero también celebridades populares de antes de la guerra como André Maurois o Paul Morand y clásicos británicos como Walter Scott, Thackeray y Dickens, o rusos como Tolstoi y Chéjov: "Julián Gorkin dirigía en París, bajo el auspicio y teórico sostén económico de fundaciones privadas norteamericanas, los Cuadernos del Congreso por la libertad de la cultura. Ésa revista fue el instrumento de penetración cultural e intelectual en el ámbito hispánico de un más ambicioso proyecto para Europa concebido por la CIA en 1950 para contrapesar y detener el ascendiente comunista en los medios intelectuales de la posguerra, a través de numerosas publicaciones, congresos y actividades culturales. El proyecto movió mucho dinero y contó con el respaldo de numerosos intelectuales de primer nivel (ignorantes en su mayor parte de la financiación de la CIA). Las revistas fueron tan notables como Encounter en Inglaterra o Preuves en Francia, y entre sus colaboradores estuvieron Stephen Spender, Karl Jaspers, Raymond Aron, Albert Camus o Czeslaw Milosz, Pierre Emmanuel o Ignazio Silone, Denis de Rougemont o Jean Daniel. La financiación encubierta de la CIA fue una sospecha flotante (y confirmada públicamente en 1967), pero no impidió que acudiesen a sus páginas las voces del viejo exilio republicano, la nueva disidencia que había sido vencedora en la guerra y los jóvenes antifranquistas que a menudo era inequívocos compañeros de viaje o socialistas clandestinos del interior y del exilio. El contingente de los arrepentidos de la victoria o cuando menos ya antifranquistas no fue menor, porque el promotor era Ridruejo pero a él se añadieron enseguida nombres de la cultura oficial como Aranguren y Cela, Laín Entralgo y Antonio Tovar, Carmen Conde, Julián Marías, Ricardo Gullón y algunos exiliados, desde Madariaga, Américo Castro, Jorge Guillén o Sender hasta Víctor Alba, Ayala, Ferrater Mora o María Zambrano. Y entre los jóvenes asomaron con frecuencia en ésas páginas (y a las actividades promovidas por el Congreso) Castellet, José Luis Cano, Lorenzo Gomis, Juan Goytisolo o Valente, Caballero Bonald y exiliados nuevos como Vicente Girbau, Esteban Pinilla de las Heras, Francisco Fernández Santos, Miguel Sánchez Mazas o Francisco Farreras" (Gracia & Ródenas, pp. 91, 92). Las obras literarias que podían estar en manos de otros lectores europeos fueron traducidas con rapidez en España, sobre todo a través de los siempre despiertos consejeros editoriales de Seix Barral, de Taurus o de la renovada editorial Lumen. Ésta había sido desde 1939 una empresa de textos escolares confesionales y plenamente franquista pero en manos de la joven Esther Tusquets, sobrina del sacerdote fundador Juan Tusquets, se convirtió desde mediados de los sesenta en una novedosa editorial literaria. Lanzó la colección Palabra en el tiempo bajo la dirección de Antonio Vilanova para desempeñar un papel complementario al que se proponía Biblioteca Breve aunque más específicamente dedicado a la literatura y el ensayo traducidos. Desde mediados de los sesenta difunde a Virginia Woolf, James Joyce y Kafka, a Hannah Arendt y su Eichmann en Jerusalén, las novelas de Samuel Beckett y las de Gertrude Stein, a James Baldwin y a Kingsley Amis, a Hermann Broch pero también a Peter Weiss o Muriel Spark, y numerosos ensayos de estética y arquitectura o cultura pop, como Apocalípticos e integrados de Umberto Eco –que fue un éxito de ventas crucial para la supervivencia de la empresa, como lo sería uno mucho mayor todavía en 1982, El nombre de la rosa, o los sucesivos títulos de Mafalda, de Quino-, una crónica de la Bahaus de Walter Gropius, Gillo Dorfles, Oriol Bohigas o los escritos sobre cine de Eisenstein, de Guido Aristarco o Román Gubern. Pero el título inaugural había sido en 1966 el estudio fundamental de Georg E. Wellwarth Teatro de protesta y paradoja (la edición original había salidos dos años antes), en el que muchos dramaturgos jóvenes encontraron espléndidas introducciones a Beckett, Artaud, Ionesco, Genet, Durrenmatt, Pinter, Osborne o Edward Albee, pero donde no figuraba ningún autor español. A sugerencia de José María Bellido, Wellwart se interesó por el teatro subterráneo cultivado en España, al que en 1972 dedicó un libro imprescindible, Spanish Underground Drama, que no se traduciría hasta 1978. También gracias a Lumen pudo leerse la descomposición de las categorías novelísticas que operaba Beckett en la desoladora trilogía Molloy, Malone muere y El innombrable, aunque el plan de publicación empezó por ésta última, que fue el cuarto título de la colección, mientras desde Seix Barral se ponían en circulación traducciones que recondujeron algunas biografías literarias esenciales. Juan Benet descubrió Gran Serton: Veredas, de Guimaraes Rosa (lo tradujo en 1963 Ángel Crespo) con la fragua en marcha de Volverás a Región, simultánea de algunas obras que resumen parte del tono de una época: lo hace La soledad del corredor de fondo, de Allan Sillitoe, pero también una reconstrucción social tan distinta como El jardín de los Finzi-Contini, de Bassani, títulos de Henrich Böll sobre la culpa histórica o de Max Frisch, de Burnard Malamud y de Carson McCullers, las novelas de John Updike, de Doris Lessing, de Le Clézio o de Carlo Emilio Gadda, como El aprendizaje del dolor (traducido por Joan Petit y Juan Ramón Masoliver). No es una lista precisamente calamitosa para mediados de la década de los sesenta, mientras el Régimen adaptaba a marchas forzadas sus estructuras de control ideológico y represivo a las nuevas condiciones sociales del país. El aggiornamiento procedió en materia de censura a través del ministro Fraga Iribarne y la promulgación en abril de 1966 de la Ley de Prensa e Imprenta. Revocaba la todavía vigente de 1938 y establecía un nuevo terreno de juego. Ahora se requería un registro oficial de la empresa editora, se establecía un sistema de "consulta voluntaria" y la decisión ministerial podía "desaconsejar" la edición o recomendar determinadas supresiones, de acuerdo con la imprecisa noción de "libertad responsable" por parte del editor. Vino a ser un mecanismo de control más sutil y peligroso porque las consecuencias de una extralimitación o el efecto de una denuncia comportaban sanciones económicas o secuestros íntegros de ediciones ya distribuidas (con graves pérdidas económicas). Los secuestros, las multas, las suspensiones de actividad o el "silencio administrativo" fueron las respuestas del sistema contra lo que no era capaz de detener, entre otras cosas porque en torno a 1970 las editoriales más atrevidas asumieron el riesgo de los secuestros sin pasar por consulta previa. El "Estado de excepción" decretado en enero de 1969 (hasta marzo, y por primera vez tras la guerra) significó la suspensión de las garantías legales del Fuero de los Españoles y una intensa movilización política y sindical, y prohibió también la difusión de una biografía de Bakunin, del Stalin que escribió Trotski o del diario del Che Guevara… Entre 1968 y 1969, el joven fundador de Anagrama, Jorge Herralde, había visto "desaconsejados" por el ministerio no menos de 40 títulos posibles, porque "había particularmente una serie de temas tabúes": la revolución cubana, la china, el Mayo francés, la guerrilla urbana y, por descontado, cualquier alusión no canónica a la guerra civil, sus antecedentes y sus secuelas. Entre las editoriales estimulantes estaban Fondo de Cultura Económica (que se instaló en Madrid desde 1962 con Javier Pradera al frente y era la más importante del panorama hispano) y Revista de Occidente (con los tomitos amarillos que editan las obras de Ortega y Gasset, entre otras cosas), pero también algunas de las más nuevas entonces, como Ariel y su colección Zetein de ensayo filosófico, que dirigía Manuel Sacristán (con obras de Adorno o Quine) y en seguida el Ariel Quincenal de bolsillo. Tecnos creó las colecciones de ciencias sociales que allí dirigieron Enrique Tierno Galván o Manuel Jiménez de Parga y fueron relevantes los panoramas sobre arte y cultura europea que había programado la editorial Guadarrama desde los años cincuenta o su difundida colección Omega (donde se incluyó la muy influyente Historia social del arte, de Arnold Hauser, traducida por Antonio Tovar y Varas-Reyes): "Los regresos del exilio tuvieron en la colección El Puente su mejor espacio entre 1962 y 1967. Se imprimía en Barcelona en la editorial Edhasa (que era hasta entonces la distribuidora de Antoni López Llausàs y Sudamericana fundada en los años cuarenta), pero su pie de imprenta era Barcelona-Buenos Aires porque nació con voluntad de servir no tanto de puente geográfico como de enlace entre las dos Españas, de ahí que Guillermo de Torre actuase como director y Laín Entralgo, Ridruejo y Tierno Galván lo hiciesen como asesores más o menos informales para ensayos de José Ferrater Mora, María Zambrano, Francisco Ayala, Max Aub (con El zopilote y otros cuentos en 1964), Gaziel y su estupenda Castilla adentro, o Los pasos contados de Corpus Barga… A mediados de los años sesenta no hacía falta ya subrayar que Taurus era desde 1955 la nueva editorial de pensamiento más comprometida en la revisión europea del catolicismo y casa propia para los intelectuales que habían dejado atrás su etapa totalitaria. Bajo el área de influencia de Aranguren y Laín Entralgo, su vocación modernizadora empezó por enlazar con ciertos exiliados como Américo Castro, Zambrano, Ayala, Ferrater Mora. Los conflictos contemporáneos de la espiritualidad católica estuvieron en los libros de Laín, Lorenzo Gomis, Lilí Álvarez o los ensayos que reunió en Crítica y meditación el propio Aranguren. Pero también influyó el catolicismo liberal de Julián Marías o el agnosticismo crítico y materialista de raíz marxista de Enrique Tierno Galván en uno de sus mejores libros, Desde el espectáculo hasta la trivialización (1961), cuando las lecturas de pensamiento en España pasaban por autores de la valiosa colección Ensayistas de Hoy. Jacques Maritan, Emmanuel Mounier o Teilhard de Chardin fueron sus autores de referencia en los años sesenta, se les leyó y comentó ampliamente en El Ciervo y en Cuadernos para el diálogo, y sus obras se tradujeron y reimprimieron a menudo, como sucedió con uno de los best sellers de minorías del momento, que fue El pensamiento de Carlos Marx del jesuita Jean-Yves Calvez en 1958 y pronto lo serían algunos otros como Edgard Morin o el autor que abrió la colección en 1955, Mircea Eliade: Imágenes y símbolos: ensayos sobre el simbolismo mágico religioso (traducido por Carmen Castro) o nada menos que La miseria del historicismo de Karl Popper, traducido en 1961" (Gracia & Ródenas, pp. 168, 169).

Nana Kic ©

 El mercado editorial.

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Quien había sido un hombre mediador y casi factótum de las ediciones de Seix Barral, Jaime Salinas, fue desde 1966 (y hasta 1976) el gestor de la gran colección de Libro de Bolsillo de Alianza Editorial, con Javier Pradera y el fundador de ésa casa, José Ortega Spottorno, hijo del filósofo y responsable desde 1940 de la reanudación de la editorial Revista de Occidente. Debía de ser verdad que hacia 1966 el mercado español empezaba a ser capaz de absorber la producción y los tirajes de nuevas colecciones de bolsillo que mejoraran la histórica Austral y equivalieran a lo que eran ése tipo de colecciones en Estados Unidos, Gran Bretaña o Francia. En 1972 apareció el número 400 de Libro de Bolsillo de Alianza (La familia de León Roch, de Pérez Galdós), mientras que ése mismo año Austral publicaba su número 1.500 con un título tan desangelado como Mujeres españolas del prestigioso Salvador de Madariaga. El Quijote de Austral bordeaba el millón de ejemplares, las poesías de Antonio Machado el medio millón y La rebelión de las masas de Ortega, con la que se inició la serie en 1937 en Buenos Aires, el cuarto millón de ejemplares e incorporó a muchos jóvenes a las lecturas de Valle-Inclán, Azorín o Baroja. El plan de Libro de Bolsillo partía de numerosos títulos (hasta llegar a cinco diarios pero con una media inicial de 60 al año), a precios económicos; 50 pesetas costaba el primer título, Unas lecciones de metafísica de Ortega y Gasset, y 100 la novela que por primera vez pudo reeditarse tras la guerra, La Regenta de Clarín, que era su número 8 (y el 7 fueron los Cuentos de Baroja y en el 21 reaparecía Clarín con su otra novela, Su único hijo). Las atractivas portadas fueron obra durante décadas de Daniel Gil y fue también vastísimo el espectro de materias, autores y géneros, desde la poesía o la narrativa a la autobiografía, el ensayo o el periodismo de calidad. Pero el rasgo que la hacía singular y que explica su función capital es la formación del lector medio de la España inmediatamente predemocrática (y democrática) fue la voluntad de difundir los campos de la cultura contemporánea que la España franquista había desalojado del centro de la formación civil y ética del ciudadano. Acotando el comentario a sus primeros cinco años de actividad, hasta 1971, su oferta humanística fue de primer nivel, contemporaneísta y netamente moderna, a precios populares y en traducciones de nuevo cuño, o en todo caso respetuosas con sus originales. La interpretación de los sueños de Sigmud Freud no era un texto natural de la cultura media española dada la fobia católica por el análisis del inconsciente o más genéricamente las pulsiones y recovecos irracionales (por definición inmorales en términos normativos y doctrinales). Pero ocupa tres tomos de la serie (34-36), además de otros tantos volúmenes como el primer del autor en la colección, Psicopatología de la vida cotidiana (19), Tótem y tabú (41) o más expresamente todavía, el 62, Ensayos sobre la vida sexual y teoría de la neurosis, poco antes de la edición de la Introducción al psicoanálisis (82) o poco después de La histeria (96) hasta llegar a su autobiografía (172), apenas meses después de Psicología de las masas (193) o, entre algunos clásicos, El malestar en la cultura (280). Todo lo cual hace explicable el pensamiento crítico que la colección difunde, como Carl Jung o un ensayo de Herbert Marcuse sobre el propio Freud, mientras algunos autores españoles descomponen las estrecheces oficiales de la moral católica: Carlos Castillo del Pino en Psicoanálisis y marxismo o los Cuatro ensayos sobre la mujer, José Luis L. Aranguren en El marxismo como moral o La crisis del catolicismo, o el joven Rubert de Ventós en Moral y nueva cultura. Y si un poco antes ha aparecido el Marcel Proust de Jean Santeuil es porque Libro de Bolsillo permitió leer En busca del tiempo perdido en los sucesivos tomos que fue publicando desde 1966, y el lector encontrará años después la biografía canónica de Georg Painter (344-345), del mismo modo que los trotskistas que proliferarían en poco tiempo probablemente leyeron, o robaron y se prestaron, el tomito Sobre arte y literatura de Trotski (327) y discutirían con Isaac Deutscher a propósito de La década de Jrushov (329) cuando Jordi Solé-Tura había propuesto ya una antología de ensayos sobre cultura de Antonio Gramsci, aunque su título estrella fue un considerable éxito de ventas en Cataluña como Catalunisme i revolució burgesa en 1967 y traducido en Edicusa en 1970. Pero es verdad también que varios años antes de la muerte de Franco no sólo los jóvenes más politizados echarían mano de los títulos de Alianza sino también un espectro de público que era potencialmente consumidor de la fastuosa narrativa hispanoamericana. Quizá leyeran antes a García Márquez, a Rulfo, a Onetti o a Vargas Llosa que a los autores que habían nutrido sus obras y estaban apareciendo gradualmente en ésa colección de bolsillo. Entre el número 4 de la colección, que era La metamorfosis, y hasta el 297, que era El Castillo, o la novela inacabada América publicada en 1971, los tres de Franz Kafka, los lectores habían encontrado numerosas razones para alimentar la euforia o al menos el optimismo ante una efervescencia cultural evidentísima y cuyo sentido más hondo era el sentimiento de estar recuperando el orden intelectual del Occidente contemporáneo perdido en 1939: El Aleph, Ficciones e Historia de la eternidad del argentino Jorge Luis Borges aparecieron entre 1969 y 1970, o Los signos en rotación y otros ensayos del mexicano Octavio Paz (328), y ambos son autores tan cruciales entonces como para Fernando Savater los identifique como sus modelos irreprimibles de escritor. Muchos de los nuevos lectores estuvieron pendientes de asuntos que no tenían que ver ni con el pasado franquista ni con la posguerra ni con los cuidados de la socialdemocracia, sino con un tejido ético e intelectual que súbitamente puso a la España contemporánea a leer materiales a menudo muy abstrusos. Hubo nuevos gurús sin nada que ver con el marxismo ni el materialismo dialéctico sino incluso con todo lo contrario. Pániker había conocido en California a finales de los sesenta a uno de los líderes de la nueva espiritualidad, Alan Watts, al que tradujo en los años setenta para Kairós en El gran mandala, El futuro del éxtasis y otras meditaciones en 1974 y hasta El camino del Tao en 1976. Los jóvenes se acercaron a las páginas que exaltaban la nueva sensibilidad, como las de Theodor Roszak y El nacimiento de una contracultura, o la condena de la amputación vital de la sociedad tecnocrática con Abraham Maslow en El hombre autorrealizado: hacia una psicología del ser. Se pudieron de moda los psiquiatras entre la burguesía ilustrada y se les mencionaba en los artículos de prensa al paso que algunos leían a Michel Foucault, que estuvo tan presente en el Eugenio Trías de Filosofía y carnaval (1970), pero su obra sobre la locura y la sexualidad no se traduciría en España hasta los años ochenta. La antipsiquiatría desculpabilizadora del enfermo (que ya no era propiamente enfermo y el psiquiátrico dejó de ser su destino) fue otra de las corrientes del momento y en las novelas aparecían los psiquiatras porque la vida se había hecho más complicada. El efecto que causa ésa breve etapa desde la perspectiva editorial es abrumador por la extraordinaria diversidad de publicaciones para un público nuevo y ávido de puentes inmediatos a la cultura contemporánea. Incluso se podía encontrar material a través de Woody Allen y las fábulas desternillantes que publicaba en esos mismos años Tusquets en sus Cuadernos Ínfimos. Los nombres de Jacques Lacan o Lévi Strauss, Foucault o Louis Althusser dejaron de ser misteriosos. Anagrama y Tusquets desde 1969 batallaron por insuflar en los jóvenes españoles los principios de ruptura política y cultural que animarían el tránsito de la Dictadura a la democracia. En Tusquets inventaron dos colecciones, Marginales e Ínfimos, con portadas color oro y plata respectivamente, y Anagrama creó su serie de cuadernos. Unos y otros eran de pequeño formato, casi siempre en torno a las cien páginas y un irresistible atractivo que satisfizo la bulimia cultural e ideológica con una vasta pluralidad de asuntos políticos, arquitectónicos, científicos o culturales. Abarcaron casi todas las formas de la heterodoxia (así se llamó una de las series de Tusquets) pero su atención estuvo centrada fuera: las cartas de Rimbaud, los ensayos breves de Nietzsche, manifiestos dadaístas de Tristan Tzara. Las estrellas de esos catálogos rebeldes fueron todas las variantes del psicoanálisis, mezclado con estructuralismo y antropología o con marxismo heterodoxo y más afín a los tiempos modernos. Los estudios desacomplejantes de Wilhelm Reich (aunque La revolución sexual todavía tuvo que publicarse en Ruedo Ibérico en 1970) y el situacionismo de Guy Debord, pero también el detector del rumbo de la literatura internacional estuvo despierto muy pronto en Anagrama y por eso puso en circulación un par de volúmenes narrativos, recentísimos, del muy posmoderno Donald Barthelme (Prácticas indecibles, actos antinaturales y City Life) o, por fin, el Tom Wolfe de La izquierda exquisita, algo antes de El nuevo periodismo, publicado en 1977 y muy cerca del genial Manual del distraído de Alejandro Rossi. Quienes estaban construyendo colecciones tituladas Acracia u organizando festivales de rock postularon la libertad sin mando, el amor libre y la abolición de la propiedad individual, empezando por la del cuerpo y la intimidad. La colección Contraseñas de Anagrama nació en 1977 y apuró la incipiente libertad con más descaro todavía, con relatos y novelas con mucho sexo, drogas, alcohol y furia regada de humor y sátira firmados por Charles Bukowski (Erecciones, eyaculaciones, exhibiciones o La máquina de follar, en 1978) o Copi, el escritor hispano-argentino integrado en el París de los años sesenta en el Grupo Pánico con Fernando Arrabal o Alejandro Jorodowsky y cuya narrativa y teatro traduce Anagrama del francés (Las viejas travestís y el uruguayo o La vida es un tango, escrita en español), mientras la colección traducía a narradores catalanes en la estela del primer Terenci Moix tan provocativos como El anarquista desnudo, de Lluís Fernández: "La absorción de editoriales con largos años de ejecutoria y crédito literario por parte de megagrupos de comunicación no ha dejado de crecer hasta nuestros días, ampliando sus divisiones de negocios hasta la participación en televisiones o en otros mercados muy alejados del libro. El efecto más dañino en términos estéticos ha sido la superpoblación de una librería con volúmenes pensados para el consumo rápido y presuntamente inocuo, de modo que el espacio público en el que compite la literatura exigente ha tenido que inventar sus propios métodos de difusión y publicidad, como cualquier otra mercancía. A lo largo de los años ochenta, Planeta adquiere participaciones mayoritarias de editoriales que habían sido referencias del gusto literario, como Seix Barral y Destino, ambas inevitablemente identificadas con el pasado frente a la pujanza de sellos como Anagrama y Tusquets, pero también de otras como el ámbito de ensayo universitario que cubría Ariel o incluso, más adelante, la editorial Crítica que fundaron Gonzalo Pontón y Xavier Folch en 1976 como instrumento modernizador de los medios historiográficos y los estudios literarios para la construcción de la ciudad democrática, por decirlo con frase de uno de sus autores y amigos, Vázquez Montalbán. El caso de la editorial Bruguera fue más crudo, después de un esfuerzo importante de construcción de un catálogo literario excelente, en una etapa breve que quiso ir más allá de las ediciones populares y de literatura comercial que había sido su seña de identidad: Libro Amigo de Bruguera fue una de las colecciones más memorables (asequible y selecta) de la España de los años setenta. Pasó a manos del nuevo grupo editorial Ediciones B, que nacía en 1987 del impulso que El Periódico de Catalunya y otras publicaciones habían dado al Grupo Zeta de Antonio Asensio, pero la crisis del sector editorial ha conducido en 2010 al cierre definitivo de Bruguera tras un intento de relanzamiento que se había confiado a la dirección de Ana María Moix" (Gracia & Ródenas, pp. 258, 259). El otro gran proceso de concentración editorial se dio en Madrid y tuvo a Jesús de Polanco como protagonista relevante ya que había sido el cofundador de la editorial Santillana como Pancho Pérez González, muy boyante desde los años setenta, con una amplísima implantación en el mercado del libro de texto y escolar, y es también fundador de El País y el conglomerado de empresas editoriales del Grupo Timón. Al grupo pertenecen la editorial Taurus, que mantuvo su excelente catálogo en el ámbito del ensayo, y la editorial Alfaguara. Por los mismos años cambia de manos también otra de las tradicionales editoriales españolas: Plaza y Janés había sido el resultado de la fusión entre el catálogo extraordinario de José Janés, fallecido en accidente en 1959, y los libros populares, de bolsillo y precios muy baratos, de la editorial de Germán Plaza, Libros Plaza y la colección Reno. Durante principios de los ochenta su catálogo combinó autores como Vargas Llosa (ahí apareció La guerra del fin del mundo), Bryce Echenique, Cabrera Infante o Isabel Allende y nombres españoles de relieve como el de Arturo Barea y el ciclo de La forja de un rebelde y autores actuales como Juan Marsé, Semprún, Umbral, Torrente Ballester, Terenci Moix o Elena Soriano. Plaza Janés fue adquirida en éstos años por uno de los más importantes grupos mundiales de comunicación, el alemán Bertelsman, que era el propietario de Círculo de Lectores y que a su vez era propietario de Random House. Era un nuevo paso en un proceso paralelo al resto de editores de países desarrollados, que hizo que también Espasa Calpe cayera en la órbita de Planeta, y con ella una editorial de ensayo universitario relevante como Paidós. RBA había estado especializada en fascículos y quiosco pero desde el siglo XXI ha crecido como sello propio en castellano y ha adquirido Gredos, además de otros sellos editoriales en catalán, como La Magrana, aunque la megaoperación en el ámbito catalán ha sido la asociación de la clásica Edicions 62 con Enciclopèdia Catalana y Planeta (cuyo volumen de negocio desde hace mucho tiempo atrás no depende de los resultados editoriales sino de su participación en empresas de distribución, televisiones, periódicos y hasta negocios del todo ajenos a la comunicación). Hubo lugar para encargos inteligentes destinados a un lector común y curioso, como la serie sobre ciudades que la editorial Planeta lanzó a finales de los ochenta con algunos esplendidos títulos. José María Valverde pintó la Viena del final del Imperio y Juan Benet trazó un vivísimo retrato del Londres victoriano pero la Venecia de Casanova la recorrió con empatía Félix de Azúa. Vázquez Montalbán visitaba El Moscú de la revolución con la mirada puesta en el arte y la imaginación aplastados por la ideología, Caballero Bonald se sumergía en Sevilla en tiempos de Cervantes, Muñoz Molina contaba la Córdoba de los Omeyas, Juan Goytisolo el Estambul de los otomanos y Cristina y Eduardo Mendoza recomponían el cuadro de la Barcelona modernista. Aquellos libros mostraban un canon vivo de escritores dispuestos a asumir encargos bien remunerados sin que el resultado fuese un producto comercial trivializado. Había público para ésas iniciativas como pudo comprobar también la editorial Destino en su hermosa colección sobre ciudades contemporáneas –la ciudad como sujeto activo ha sido un icono de la posmodernidad también en España-. Bajo la dirección de Valentín Puig, los ensayos tuvieron más de libro de viaje personal y anecdótico que de guía, o fueron una suerte de falsas guías o guías literarias para una sociedad que empezaba a viajar más de lo que había hecho nunca. Pero además, y de nuevo, eran escritores consagrados los responsables de ciudades que por una u otra razón conocían bien: Juan Eduardo Zúñiga hizo Sofía y Teresa Pàmies, Praga; el joven escritor José Ovejero, Bruselas, Rosa Regàs contó una desapacible Ginebra y Mendoza daba un Nueva York vivido con humor y perplejidad, mientras ni Fernando Savater ni Miguel Sánchez-Ostiz renunciaban de veras a ser ciudadanos en sus respectivas San Sebastián y Pamplona pese a las dificultades. La Marsella de Manuel de Lope, la Lisboa de Ángel Crespo, la Roma de Valentí Gómez, el Moscú de Pilar Bonet o el Dublín (y Palma de Mallorca) de Valentí Puig aparecían como ciudades habitadas por razones a veces profesionales pero el resultado tuvo una naturaleza literaria, como ha seguido sucediendo en una veta poderosa de la prosa literaria contemporánea que puede ilustrar Viajar es muy difícil (1995) de Nuria Amat. Porque el libro de viajes ha crecido como cauce de una escritura de calidad a veces muy alta, como en los numerosos títulos que Miguel Sánchez-Ostiz ha publicado, en particular en La isla de Juan Fernández (2005) o Cuaderno Boliviano (2008), a medio camino entre la autobiografía en marcha, el diario confesional y el cuaderno de viajero: "Tanto Anagrama, Tusquets o Alcantilado, como Alfaguara, Debate, Destino, Mondadori o Seix Barral (y las cinco últimas pertenecen a grandes grupos) han mantenido una cuota de su producción literaria para nombres desconocidos o nuevos, aunque no sea ése el grueso de su catálogo. La proliferación de nuevas y pequeñas editoriales, que a veces logran un modesto éxito que no puede ser tan modesto, ha sido un fenómeno simultáneo a la patológica inflación de números de los grandes grupos. Las editoriales pequeñas consolidadas no son escasas ni invisibles, y entre ellas están Pre-Textos, Renacimiento o DVD, o más recientes como Artemisa, Minúscula, Funambulista, Menoscuarto, Página de Espuma o Barril y Barral. La resonancia de un nuevo autor será el estímulo suficiente para que una editorial de tamaño medio o menor ofrezca un contrato probablemente más suculento y sin duda con una garantía de una proyección mediática y una distribución que una pequeña editorial no puede igualar. Desde finales de los años ochenta Círculo de Lectores ensayó una reorientación de su catálogo y de su público para abrir nuevas colecciones más eminentemente literarias que facilitaban el acceso a la literatura de calidad actual. En la última década ésta orientación editorial la ha asumido el sello Galaxia de Gutenberg, nacido de Círculo, que permite la comercialización de sus libros fuera de la versión club. La serie de obras completas que publicó desde finales de los años ochenta ha sido modélica en su rigor filológico –sean las de Pío Baroja, Ramón Gómez de la Serna, Pablo Neruda o Ramón del Valle-Inclán, y más recientemente, las de Vargas Llosa, Miguel Delibes, José Ángel Valente, Juan Goytisolo o Carmen Martín Gaite, pero también las de Franz Kafka o Vladimir Nabokov- tanto como en la calidad material de las ediciones… La otra gran editorial con fuerte presencia en España ha sido la italiana Mondadori, más potente todavía tras su alianza en 2001 con Random House, que se ha ganado un nuevo espacio cultural con la incorporación a lo largo de los años noventa de escritores prolíficos, comerciales y en muchos casos de primer nivel: es el caso tanto de Gabriel García Márquez como de Vázquez Montalbán, de Philip Roth, J. M. Coetzee, António Lobo Antunes, Cormac McCarthy o Orhan Pamuk y autores del ámbito hispánico como Fogwill, César Aira o Rodrigo Fresán y españoles como Javier Cercas, Francisco Casavella o Julián Rodríguez" (Gracia & Ródenas, pp. 259, 264).

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Los premios hispanos.

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Los últimos quince años han ido disolviendo lentamente el perfil clásico del editor literario en los grandes grupos, y una consecuencia inmediata del proceso ha sido una tendencia a la homogeneización de la oferta literaria comercial en busca de repetir tal o cual éxito de mercado. Los responsables últimos en los grandes grupos han tenido una alta movilidad y han actuado menos como editores y más como gestores sometidos a las exigencias empresariales respecto a la cuenta de resultados. Hoy puede llegar a exigirse en un gran grupo un porcentaje de beneficio del 12 o 14 por 100, lo cual significa a veces casi el doble de lo que un editor clásico espera obtener. También eso ayuda a explicar un fenómeno nuevo de los últimos veinte años, que es el desligamiento de algunos autores respecto a los editores con los que obtuvieron un primer reconocimiento, o incluso el tránsito de asesores literarios relevantes por editoriales tan dispares como Anagrama, Plaza y Janés, Planeta o Alfaguara, como en el caso de Enrique Murillo (1944), él mismo novelista de escepticismo a veces displicente (como en El centro del mundo, de 1988, o La muerte pegada a las uñas, de 2007). Algunos casos célebres tienden más bien a confundir la lógica de ésa tendencia general: Javier Marías abandonó a quien había sido su editor más importante, Anagrama, por múltiples desavenencias. Pero ésa disolución del vínculo entre editor y autor forma parte de las vicisitudes mercantiles de la profesión, y ambos actúan con la ley de la oferta y la demanda. Los manuscritos no viven atados a un editor de por vida, o casi, como fue tan común a lo largo de la posguerra y casi hasta la transición (con su propio caso célebre como fue el intento infructuoso de Juan Benet de suspender su vinculación contractual con la editorial Destino). Hoy el mercado es más abierto, más competitivo y se juega más dinero, pero la vieja noción romántica (y empobrecedora) del autor y el editor convive hoy con las más puras relaciones profesionales. No son más frías ni más distantes; son más profesionales en la medida en que ni autor ni editor están dispuestos a renunciar a unos beneficios económicos o a una difusión más alta por razones de carácter sentimental, aunque sean muy sentimentales a menudo los vínculos con las agencias literarias, auténticas responsables de ésa transformación del mercado literario. Enrique Vila-Matas ha sido un autor cuya obra casi íntegra apareció en Anagrama y sin embargo su agente literario ha gestionado un acuerdo con la editorial Seix Barral que el autor (y su nuevo editor) han creído ventajoso, mientras que otro autor de Anagrama como Álvaro Pombo publicó dos libros con Planeta (con el premio incluido) sin que ésa operación haya significado nada más que el transitorio desplazamiento del escritor a una empresa con más capacidad económica y de difusión. Pero éstos trasvases han sido muy frecuentes en otros escritores y a través de otros premios, como el Primavera de Espasa Calpe (en la órbita de Planeta), cuya dotación de 200.000 euros lo hizo atractivo a numerosos escritores desde su fundación en 1997. Rara vez las obras han sido destacadas, aunque sus autores fuesen Juan José Millás o Manuel de Lope. Y algo parecido sucedió con el premio Alfaguara desde 1998, más atento al mercado hispanoamericano que al autor español, aunque lo obtuviese Manuel Vicent en 1999 o Andrés Neuman diez años después. En 2009, y tras muchos años de feliz trayectoria, se suspendía el premio Tigre Juan a primera novela, fundado en ésa modalidad en 1990, y con el premio que se repartía entre el autor y el editor con el fin de promocionar la novela en los medios. Entre los autores que lo obtuvieron figuran Francisco Casavella, Belén Gopegui, Ismael Grasa, Antonio Orejudo. El premio que desempeña un papel más relevante en la poesía es el Loewe, dotado con 20.000 euros y editado por Visor. Lo han obtenido autores españoles e hispanoamericanos desde Juan Luis Panero en su primera convocatoria de 1988 y poetas con larga trayectoria y marcadas disparidades estéticas, como Guillermo Carnero, Jenaro Talens o Jaime Siles, pero también buena parte de los nombres más significativos de la nueva poesía desde los ochentas: Luis García Montero (por Habitaciones separadas), Felipe Benítez Reyes, Carlos Marzal, Vicente Gallego o Juan Antonio González Iglesias por Eros es más y su hedonismo erótico y neoclásico. Sin embargo, la definición definitiva de un poeta en activo o en plena madurez se encuentra en los sellos de Tusquets y su colección de Nuevos Textos Sagrados: la tapa dura y el grosor de la obra completa ha alcanzado a autores nuevos como Carlos Marzal o Luis García Montero pero también a un veterano Carlos Bousoño y la misma colección ha visto preparada por Andrés Soria Olmedo una antología de los textos aparecidos en ella en sus primeros veinte años, y entre ellos por tanto poemas de Alfonso Costafreda, José Corredor-Matheos o María Victoria Atencia hasta Chantall Maillard, Concha García o Álvaro Valverde. El histórico premio Adonais sigue año tras año proponiendo nuevos nombres. Con el mismo fin de abrir nuevas voces, se convocaba en otra de las principales editoriales de poesía, Hiperión, otro premio de poesía desde 1985: la editorial tenía diez años de existencia por entonces, dirigida por Jesús Murrániz, y el premio lo han obtenido entre otros Luisa Castro y Almudena Guzmán, con Usted, que compartieron la primera entrega, y autores que iban a ser también nombres seguros como Jorge Riechman, Benjamín Prado, Luis Muñoz o Andrés Neuman y su primer libro, Septiembre, José María Micó con La espera o Carmen Jodra en 1999. Sin embargo, el premio mayor de la poesía en España se constituyó en 1992 con el nombre de Reina Sofía y sus candidatos son propuestos por distintas instituciones académicas y la propia Universidad de Salamanca que lo organiza. La norma tácita ha hecho alternar los nombres españoles e iberoamericanos. De ahí que entre los premiados figuren Joao Cabral de Melo, Nicanor Parra, Álvaro Mutis, Mario Benedetti, Sophia de Mello Breyner, Juan Gelman o José Emilio Pacheco junto con los españoles José Hierro, Claudio Rodríguez, Ángel González, Valente, Caballero Bonald, Gamoneda o Gimferrer. El Estado actuó entonces como un sancionador simbólico del mejor pasado, el anterior a la guerra, el del exilio y el de la resistencia intelectual, y actuó incluso con gratitud hacia quienes habían hecho de la vida cultural, del cine o el arte espacios protegidos contra el anacronismo histórico y la vileza política. Se hizo cargo de ése reconocimiento a través de Premios Nacionales, premios Cervantes, de las actividades del Centro de las Letras, del auspicio de fundaciones y de una programación institucional que hizo participar a la sociedad de un puñado de homenajes, exposiciones, cultos más o menos sacralizados a figuras centrales de la historia artística y cultural del siglo XX. Con el fin de la etapa heroica y de vanguardia civil, empezó la nueva vida de una cultura literaria ya sujeta a los parámetros de cualquier democracia capitalista, donde las baratijas, los subproductos y la plena banalidad se mezclaban con literatura de alto bordo, y todo bajo un mismo rasero dictado por el mercado y sus sinergias. Ésa transformación estimuló en numerosos intelectuales la quejumbrosa protesta por la desjerarquización y la nivelación social de la cultura de acuerdo con datos externos manejados en claves hostiles (como las ventas). Era una nueva sociedad, promiscua y caprichosa por definición, altamente expuesta a la publicidad y a la información en flujo continuo. La condición de ésa sociedad, que ya no era sólo española, fue llamada posmoderna desde que Jean-François Lyotard utilizó en 1979 el término en su famoso ensayo La condición posmoderna, que en 1984 ya se podía leer en español. Una conciencia de Estado en relación con la cultura que tiene una expresión muy directa en la política de premios oficiales que ha seguido la democracia desde el primer momento de la transición. Ha sido una vía no sólo para reafirmar la consagración de un creador sino sobre todo para favorecer la circulación de figuras a menudo desconocidas para la inmensa mayoría de los ciudadanos y que, gracias a tales premios, asoman a los telediarios, aparecen entrevistados en los periódicos o salen en los primeros lugares de la búsqueda de internet. No son formas del marketing sino pedagogía cultural indirecta y no sermoneadora que nunca había sido tan efectiva. En la inmensa mayoría de los casos se rehabilita a autores de valor e interés objetivo, casi siempre masivamente ignorados: "El más internacional de todos los galardones está arropado por la Corona a través de la institución privada Príncipe de Asturias. El apartado de las letras ha reconocido a grandes nombres españoles e hispanoamericanos, entre los que se encuentran escritores tan dispares como Francisco Umbralo o Claudio Rodríguez, el mexicano Juan Rulfo, el peruano Mario Vargas Llosa o el colombiano Álvaro Mutis. Algunos de éstos autores se repiten en el Cervantes, creado en 1975, y en el premio Nacional. El primero se entrega el 23 de abril (que es el día del libro y de la rosa en Cataluña, festividad de Sant Jordi) en una ceremonia pública con los Reyes en la Universidad de Alcalá de Henares y suele servir para comprobar a través de la televisión el embarazo de muchos escritores con el protocolo del poder. Entre los últimos galardonados ha estado un gran novelista refractario a las formalidades envaradas, como Juan Marsé (en 2008), pero la incomodidad ha sido frecuente entre los últimos escritores que lo han obtenido: desde el poeta mexicano José Emilio Pacheco (en 2009) o el argentino Juan Gerlman (en 2007), hasta Sánchez Ferlosio (en 2004), José Jiménez Lozano (en 2002), Antonio Gamoneda (en 2006), Ana María Matute (en 2010) o, en el más lejano 1988, María Zambrano, además de hispanoamericanos que van desde Jorge Luis Borges o Juan Carlos Onetti hasta Ernesto Sabato, Bioy Casares o Mario Vargas Llosa. Cualquier lista que evoque a los premiados, incluidos Cela o Umbral, evidencia el acierto en que en conjunto han tenido unos premios cuyos candidatos son propuestos por las Reales Academias de la Lengua (española e hispanoamericanas), las universidades y por otros escritores ya premiados con el Cervantes. De hecho, la misma renovación de la Academia fue evidente con el ingreso de Pere Gimferrer en 1985 y de Francisco Rico en 1987 o de Muñoz Molina en 1996 (todos ellos en torno a sus cuarenta años), aunque no es pequeña la lista de quienes han desestimado la invitación a ingresar a ella, y el deber que conlleva de asistir a sus sesiones de trabajo de los jueves, como Marsé, Sánchez Ferlosio o Eduardo Mendoza. En todo caso, en democracia la institución ha buscado una clara sintonía con la literatura viva de su tiempo al escoger a Luis Goytisolo en 1994, Luis Mateo Díez en 2000, Álvaro Pombo en 2008 o Soledad Puértolas en 2010, e incluir a periodistas como Juan Luis Cebrián y Luis María Anson o al popularísimo novelista Arturo Pérez-Reverte en 2003" (Gracia & Ródenas, pp. 236, 237). La transformación editorial de España ha sido paralela a los procesos europeos de fusión o absorción en conglomerados empresariales cada vez más grandes y con metas de rentabilidad más inalcanzables. Las élites literarias han deplorado la hegemonía de la vulgaridad en tanto que usurpación del espacio de la alta cultura por el mercado, pero en ocasiones soslayando que su misma visibilidad depende en gran medida de circuitos y condiciones semejantes, y son frecuentes beneficiarios de sus efectos positivos en forma de contratos o de premios (la mayoría de los bien remunerados, con algún tipo de acuerdo previo entre autor, editorial convocante y agente literario). La imprevisibilidad del mercado explica también que títulos aparecidos sin la menor estrategia promocional se conviertan en asombrosos éxitos de público. La peripecia editorial de Anagrama es especialmente reveladora de las mutaciones del sistema literario de calidad. Sus catálogos empezaron reflejando las inquietudes ideológicas de una juventud revolucionaria y levantisca, conectada con los movimientos emancipadores más o menos subversivos de los últimos años setenta y su impulso violento -como en Italia o Alemania-. Sin embargo a lo largo de los años ochenta se constituyó Anagrama, como Tusquets, en el retrato de la progresiva consolidación de un lector español moderno atento tanto al ensayo como a la ficción. Cuando decide en 1982 promover el premio Herralde de novela se han agotado las baterías de la ruptura y desde la segunda mitad de la década de los ochenta, la sociedad es otra, culturalmente mejor preparada, de economía menos endeble y más dispuesta a reconocer sus propias inquietudes en las letras norteamericanas o europeas (británicas en particular). Pero el ingrediente que vincula a Herralde con el mejor legado de Carlos Barral es su colección de Panorama de Narrativas, capaz de ajustar el reloj de la cultura literaria española con las letras modernas occidentales de forma metódica y casi popular, más allá por lo tanto de las esferas minoritarias en las que básicamente se había movido la colección Biblioteca Breve en los años setenta. El fundador de Planeta no ocultó que ése nuevo agente del mercado podía ser para los demás una peste amarilla (por el color de sus portadas frente al verde ceniza de la serie hispánica). Cada vez había más lectores capaces de leer en el original inglés o francés o italiano o alemán las novelas de Julián Barnes o Philip Roth, de Patrick Modiano, Albert Cohen, Dino Buzzati, Claudio Magris, Peter Handke o Thomas Bernhard, pero sobre todo lo que había era un cuerpo de lectores de narrativa traducida alimentado -y casi inventado- por el catálogo de Anagrama con títulos de gran fiabilidad literaria. Herralde ha hablado varias veces de su oficio como la edición non-stop para mostrar ésa continua fluencia de información que explica el desembarco de los escritores británicos que el editor tradujo en los años ochenta y noventa: Martin Amis, Ian McEwan, Graham Swift, Julian Barnes, Kazuo Ishiguro. Y ésa política de traducciones funcionó en alguna medida como garantía de protección a su política de lanzamiento de autores españoles de la colección Narrativas Hispánicas. La identificación inmediata de un sello de calidad estuvo también en la colección de Alfaguara que diseñó Enric Satué con portadas azules y franja lateral de color gris, o muchos años después en el diseño negro y rojo de Acantilado. Con el tiempo, Alfaguara alteró ése formato para acomodarlo al signo de los tiempos, cuando la calidad literaria no iba asociada ya necesariamente a la discreción de la cubierta, y dio a sus colecciones un diseño más colorista y atrevido (de la mano del mismo Satué). Fue el momento en que la editorial se relanzó en los años noventa con la incorporación de Juan Cruz, la convocatoria de un premio de novela en 1998 y un nuevo protagonismo en la captación de autores hispanoamericanos de primer nivel (Juan Carlos Onetti, Cortázar, Vargas Llosa, Fuentes). Ésa ha sido una constante de los últimos veinte años, en la medida en que la literatura hispanoamericana nueva ha encontrado una plataforma de difusión en las editoriales españolas de gran tamaño, como Alfaguara (absorbida desde 1980 en el grupo Santillana) o de tamaño medio como Anagrama (con participación desde 2010 de la italiana Feltrinelli), cuyo premio de novela ha ido en los últimos años a autores hispanoamericanos: en 1997 a Jaime Bayly, en 1998 a Roberto Bolaño por Los detectives salvajes, y en el sexenio 2003-2008 –en una suerte de indicador tácito sobre la falta de nuevo talento novelístico en España- a Alan Pauls, Juan Villoro, Alonso Cueto, Alberto Barrera, Martín Kohan y Daniel Sada. Y hacía mucho tiempo que la narrativa norteamericana no había estado tan presente entre el lector culto español: al margen de fenómenos globales y muy recientes como la popularidad de Cormac McCarthy, la novela y la autoficción de Saul Bellow, Philip Roth o E. L. Doctorow han tenido una amplísima presencia (en los sellos de Seix Barral y de Alfaguara, por ejemplo), pero John Irving estuvo en muchas manos a través de Tusquets, como lo han estado Paul Auster, con un insólito éxito en España. Con menor repercusión lectora pero muy tenaz, la figura de Nabokov ha sido igualmente dominante, y fue también minoritaria pero crucial la huella de posmodernos como Thomas Pynchon, Robert Cover y Don DeLillo. Y desde luego los nuevos maestros han formado parte de las lecturas de los más jóvenes, desde Jonathan Franzen hasta su íntimo amigo David Foster Wallace, de estética opuesta y muy influyente entre algunos jóvenes narradores españoles, tanto como antes como después de su suicidio en 2008. Sin embargo, desde 1983, el premio Herralde y la colección asociada fueron surtiendo algunos de los nombres capitales del futuro de la novela en español. Durante su primera década y media el premio consolidó un canon propenso al inconformismo literario, pero contaminado del casticismo de estilo y del costumbrismo asociados convencionalmente con la tradición española, y con afinidades que a menudo iban más allá del mero valor literario. Fue el caso del primer ganador, Álvaro Pombo, pero es también el significado de los siguientes premiados: como Félix de Azúa, Javier Marías, Miguel-Sánchez-Ostiz o narradores de hechura más realistas y clásica como Justo Navarro, Pedro Zarraluki, Antonio Soler o el lirismo de Adelaida García Morales: "Más tardíamente, la narrativa meditativa y exigente de González Sainz, de Marcos Giralt Torrente o de Luis Magrinyà se adelantaron en la obtención del premio a Enrique Vila-Matas, que lo ganó con El mal de Montano en 2002 cuando había consolidado ya un público fiel e internacional. Ha sido política de la editorial la incorporación de algunos de los premiados al jurado, como Molina Foix, Magrinyà o Giralt Torrente, aunque históricamente estuvo constituido por el núcleo duro que formaron el propio Herralde, los novelistas y amigos de juventud del editor Esther Tusquets y Luis Goytisolo, el ensayista y político Salvador Clotas y el articulista Juan Cueto. Desde 1979 la editorial Tusquets (cuyo nombre procede del primer marido de Beatriz de Moura y hermano de la refundadora de Lumen, Esther Tusquets) descubrió nombres relevantes en las letras democráticas a través del mencionado premio La Sonrisa Vertical, como Mercedes Abad (Ligeros libertinajes sabáticos, 1986) y Almudena Grandes (Las edades de Lulú, 1989), o fue a parar a otros ya acreditados en otros géneros o registros, como Ana Rossetti, Luis Antonio de Villena o Andreu Martín. Fuera de ésta serie, el catálogo de Tusquets puso en circulación éxitos de público con las obras de la propia Almudena Grandes (Malena es un nombre de tango, en 1992) o de Eduardo Menticutti (El palomo cojo o Yo no tengo la culpa de haber nacido tan sexy). La trayectoria casi completa de Jorge Semprún, Luis Landero, Fernando Arumburu o buena parte de la obra narrativa de Felipe Benítez Reyes ha cuajado en ésa editorial, que además ha impulsado el fuerte protagonismo actual del memorialismo a través de su colección Andanzas y el premio Comillas de historia, biografía y memorias, fundado en 1988. A pesar de que su segunda y cuarta convocatoria quedaron desiertas, entre los títulos que lo obtuvieron están algunos de los clásicos mayores de un género cristalizado en democracia: Cuando las horas veloces de Carlos Barral era el tercer y el más débil volumen de su autobiografía pero marcaba el itinerario de altura literaria por el que avanza Pretérito imperfecto de Carlos Castilla del Pino o Tan lejos, tan cerca, de Adolfo Marsillach. Pero también la biografía ha sido como tal uno de los subgéneros o géneros auxiliares de la historia que ha vivido un crecimiento más significativo en la última etapa, y Tusquets también intervino en ello desde el Franco de la guerra que estudió Javier Tusell hasta la pericia de un hombre de cine y política como Ricardo Muñoz Suay, el general Vicente Rojo o los escritores Luis Cernuda y Luis Martín-Santos" (Gracia & Ródenas, pp. 257, 258).

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El oficio literario.

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Fue en el indefinido ámbito del pensamiento donde Francia dejó la huella más profunda durante los años de posguerra. Con su desarrollo de las ideas existencialistas de Kierkegaard y Nietzsche, Sartre se consolidó como el principal filósofo de París durante dos décadas. En 1964 le concedieron el Nobel de Literatura (que rechazó), aunque en su mención el comité del Nobel se hizo eco de su influjo: "Por su obra que, rica en ideas e impregnada por el espíritu de la libertad y la búsqueda de la felicidad, ha ejercido una enorme influencia en nuestra época". Aunque Sartre no estaba solo. En 1949, Simone de Beauvoir publicó el tratado titulado Le Deuxiéme Sexe (El segundo sexo), que se convirtió en la piedra angular del feminismo moderno, mientras que un heterogéneo grupo de hombres desempeñaron un papel crucial a la hora de repensar las formas de analizar la historia, la literatura y la sociedad. El filósofo marxista Louis Althusser, el sociólogo y filósofo nietzscheano Michel Foucault, el psicoanalista Jacques Lacan, el antropólogo Claude Lévi-Strauss, el experto en semiótica Roland Barthes y el filósofo Jacques Derrida introdujeron conceptos como el estructuralismo, la deconstrucción y el postestructuralismo en el lenguaje moderno. No eran tan glamurosos como los pintores y los actores y, de hecho, en su mayoría ni siquiera eran nombres conocidos en Francia, pero su influencia intelectual y académica fue inmensa, y llegó hasta las universidades americanas. Muchas de ésas personas fueron en su momento miembros del Partido Comunista francés y, sin embargo, no se sentían herederos de los intellectuels engagés del periodo de entreguerras, ni tampoco de los résistant culturales de la ocupación. Fue una vez más Sartre quien, defendiendo causas tan dispares como la independencia de Argelia, la revuelta estudiantil de 1968 en París y el movimiento contra la guerra de Vietnam, mantuvo viva la idea del intelectual público hasta su muerte en 1980. Hace muchos años que dejó de tener vigencia el mito del escritor que viajaba a la capital para triunfar. Empeñarse en sacar una definición común o un rasgo compartido de forma genérica está condenado al fracaso. Ésa pluralidad tipológica, sin embargo, no impide que hayan concurrido en novelistas, poetas, ensayistas –que a menudo son las tres cosas- algunos elementos comunes, y un tanto la margen del relativo éxito de la obra. Quizá entre los hechos más significativos está la especialización técnica y profesional de algunos de los escritores más importantes del panorama literario. Juan Benet no fue nunca un novelista con lectores y no abandonó tampoco la profesión de ingeniero de caminos y puentes, que desempeñó en una importante empresa y con obras de envergadura como la presa de Porma en León, de la misma manera que Luis Martín-Santos ejerció en su corta biografía como psiquiatra profesional y Carlos Castilla del Pino ha sido uno de los más leídos ensayistas de los años de la transición y después un excepcional memorialista sin renunciar a su consulta psiquiátrica hasta más allá de la jubilación (falleció en 2009). Mientras Juan Marsé y Jorge Semprún son escritores profesionales con episódicos pero importantes tratos con el cine como guionistas. La mayoría de los escritores han tenido que hacer compatible la literatura con otra ocupación laboral, a menudo como funcionarios públicos, como Juan García Hortelano, que lo fue en el Ministerio de Obras Publicas desde 1953, o como el poeta y memorialista Antonio Martínez Sarrión (en varios ministerios) o el novelista Luis Mateo Díez en el Ayuntamiento de Madrid, o Juan Perucho, que fue juez. Carmen Martín Gaite tampoco ejerció otra profesión que la escritura, con colaboraciones en prensa o trabajos de traducción, que es lo que distingue también a numerosos poetas que sin embargo han sido a menudo, excepto casos raros como Francisco Brines, trabajadores con dedicaciones ajenas a la literatura: tanto como José Ángel Valente como Alfonso Costrafeda fueron traductores e intérpretes profesionales de la ONU en Ginebra, del mismo modo que Jaime Gil de Biedma fue alto ejecutivo de la multinacional Tabacos de Filipinas y Carlos Barral fue siempre editor y al final de su vida fue elegido senador por el Partido Socialista en los años ochenta. Gabriel Ferrater fue asesor editorial y traductor y su hermano Joan Ferraté profesor universitario en Canadá desde 1961, como lo sería en Estados Unidos Ángel González desde principios de los setenta, tras abandonar su empleo como funcionario de la administración del estado, y también fue profesor en períodos más o menos largos Claudio Rodríguez (o el citado Gabriel Ferrater). José Agustín Goytisolo fue colaborador temprano de editoriales y en una valiosa etapa también trabajó para el taller de arquitectura de Ricardo Bofill, pero tanto Luis como Juan Goytisolo han sido esencialmente escritores con habituales colaboraciones en medios escritos o audiovisuales y una labor ocasional como guionistas de documentales televisivos. Hoy, sin embargo, es casi imposible la ausencia de una figura relativamente nueva, o al menos inexiste antes de los años sesenta en España (fundamental en Estados Unidos o Inglaterra, pero irrelevante en Francia, por ejemplo): el agente literario. Es un intermediario casi insustituible para el autor con algún impacto o que ha empezado a ganar su mínima notoriedad. Carmen Balcells fue desde 1959 la fundadora de unos servicios editoriales de representación internacional del escritor cuya prosperidad dependió de manera básica de la atención que prestó a algunos autores hispanoamericanos y algunos españoles con quienes los vínculos acabaron siendo de auténtica dependencia tanto profesional como personal. Entre los más destacados figuran García Márquez, Mario Vargas Llosa o Juan Carlos Onetti, pero ha sucedido lo mismo con Juan Marsé, Manuel Vázquez Montalbán, Eduardo Mendoza o Terenci Moix. Carmen Balcells empezó trabajando con Carlos Barral y Jaime Salinas en la editorial recién fundada pero se independizó muy pronto para representar a escritores con un potencial de negocio que ella misma multiplicó agregando criterios de mercado y competividad que nadie había usado antes (aunque existió hasta principios de los sesenta otra agencia, creada por Vintilia Horia). Los escritores pudieron empezar a obtener unos beneficios económicos respetables gracias a contratos con múltiples especificaciones que hicieron desaparecer las situaciones abusivas que el medio había vivido a lo largo de todo el franquismo, cuando el autor apenas podía regular ninguna de las condiciones de sus contratos. Ésto significa por primera vez algo nuevo y que se iría convirtiendo en norma común: los contratos estipulan plazos y límites para la venta del libro, detallan las reediciones o las tiradas para colecciones de bolsillo o colecciones de club, las traducciones dejan de quedar en manos de los editores por defecto para ser objeto de negociación específica, del mismo modo que lo son las condiciones de difusión, el control de las tiradas y las posibles adaptaciones cinematográficas o televisivas. Desde luego la actividad colateral que pueda originar una traducción o un nuevo libro formará parte de también de lo que cuida la agencia del escritor… Desde los años noventa el submercado de agentes literarios (casi siempre mujeres) ha crecido sustancialmente y ya son numerosas las agencias que representan los intereses económicos (incluso de imagen) de autores españoles. Ellas mismas son buena parte de la razón de la exportabilidad que la narrativa española ha generado en los últimos años. Antonia Kerrigan, Mercedes Casanovas, Raquel de la Concha, Silvia Bastos, Mónica Martín o Anna Soler-Pont son nombres que forman parte del lenguaje habitual de editores y autores y por supuesto están también comprometidas en las negociaciones habituales con las editoriales dispuestas a conceder los premios literarios. La tenacidad negociadora de Carmen Balcells y la valía de un puñado de autores hispanoamericanos ayudan a entender también el cambio de papel que ha desempeñado en democracia la literatura hispanoamericana. Vargas Llosa ha contado que vivió en Barcelona dedicado exclusivamente a la literatura entre 1969 y 1973 porque fue Carmen Balcells quien dio garantías económicas a ésa estancia y Gabriel García Márquez residió algo más de tiempo, desde 1967 (cuando todavía era un autor anónimo) hasta mediados de los setenta, en parte también por la protección maternal y profesional que Balcells supo procurar a sus escritores, entre los que también se contaron Alfredo Bryce Echenique o José Donoso. La narrativa breve y el ensayo tuvieron sus nombres propios insoslayables, tan decisivos en la formación de los jóvenes escritores de la futura democracia como Cortázar, Jorge Luis Borges u Octavio Paz, porque además ninguno de esos autores desapareció del universo literario peninsular, sino todo lo contario: incrementaron su presencia pública y su prestigio con todo tipo de reconocimientos o premios, alguno ingresó en la Academia (como Vargas Llosa) y han mantenido una popularidad que en los primeros tiempos (al filo de 1970) despertó las suspicacias (y la envidia) de algunos colegas españoles: "Desde aquella remota y benéfica invasión, ha sido común y fecundo que las letras españolas se confundan con las hispanoamericanas, aunque las novelas de Ricardo Piglia, por ejemplo, llegasen con más retraso del debido. Muchos escritores han encontrado en España un editor que apueste por su obra, desde Manuel Puig, Reinaldo Arenas o Augusto Monterroso hasta Guillermo Fadanelli, Daniel Sada, Héctor Abad Faciolince o un clásico lentamente reconocido como Sergio Pitol, y la edición peninsular se ha ido convirtiendo en el trampolín de una difusión en el continente que es muy difícil desde la propia América Latina. Además ha persistido la opción de residir y publicar en España, integrándose de ése modo de forma completa en el sistema literario español a veces con obras determinantes, como en los casos del chileno Roberto Bolaño, los mexicanos Juan Villoro y Jordi Soler, el argentino Rodrigo Fresán y escritores más jóvenes –todos residen en España- como el colombiano Juan Gabriel Vázquez, el peruano Fernando Iwasaki, el argentino Patricio Pron o el hispanoargentino Andrés Neuman. La nueva conciencia profesional ha sido más visible en los escritores que apenas han desarrollado otra actividad, pese a los trabajos ocasionales en cine o la habitualísima colaboración en prensa. En éstos casos están Álvaro Pombo o Juan José Millás, mientras que Eduardo Mendoza ha sido traductor en organismos internacionales, Javier Marías ha sido ocasional profesor, pero Savater, Juaristi, Sánchez Robayna y Luis García Montero son catedráticos universitarios, y Antonio Muñoz Molina fue durante años funcionario público del Ayuntamiento de Granada. Otros como Enrique Vilas-Matas, Andrés Trapiello, Ignacio Martínez de Pisón, Rafael Chirbes o Almudena Grandes complementan los ingresos de sus libros con artículos y conferencias, a veces con el cine. La docencia universitaria ha sido, con mucha diferencia, el trabajo más común entre los poetas y los ensayistas, pero la fortuna comercial sucesiva de sus títulos ha podido propiciar la retirada de la actividad profesional básica entre los novelistas y ensayistas, como Luis Landero o José Antonio Marina –ambos profesores de instituto-, mientras que Miguel Sánchez-Ostiz renunció a la abogacía en favor de la literatura y la prensa y Javier Cercas abandonó también las aulas universitarias. Singularmente los dramaturgos jóvenes han encontrado en la industria audiovisual una fuente de ingresos (y protección para sus trayectorias más propiamente literarias) impensables en otras épocas" (Gracia & Ródenas, pp. 296, 297). El sistema en su conjunto ha desarrollado unas cuotas de impudicia que hubiesen sido impensables veinte años atrás, cuando la profesión literaria tendía a la condena instantánea del estrellato de un escritor, y desde luego identificaba negativamente el éxito y la notoriedad. Desde la campaña publicitaria televisiva que lanzó la colección de bolsillo de Salvat RTVE en 1969, los mecanismos de comercialización de las obras como productos no han hecho más que aumentar sin que ya nadie se escandalice por la presencia de los escritores en las televisiones, las radios, los escenarios u otras ceremonias públicas (como las entregas de premios comerciales). Ésa dimensión mediática de lo literario tiene un reflejo inmediato en el incremento sostenido y constante de los índices de lectura en España, aunque la relativa bonanza de ésas cifras revela conductas muy tipificadas. Los lectores lo son a menudo de muy pocos e idénticos títulos, siguiendo el modelo de difusión y consumo que se da en el sector cinematográfico: la promoción de pocos títulos capaces de movilizar a grandes cantidades de personas con campañas de publicidad costosísimas ha llegado también a la literatura. El incremento de las sumas que se adelantan a los escritores ha sido notable también a lo largo de la década de los noventa y eso ha exigido de las editoriales grandes, capaces de ésas inversiones, esfuerzos publicitarios adicionales que han pasado por muchas fórmulas y han acabado pasando también sus facturas en formas de ruinosas decepciones: desde el regalo de un gadget electrónico para los periodistas que asisten a los actos de promoción de algunos premios (y el Planeta es la estrella mayor de una constelación de premios de las empresas) hasta la compra directa o la negación de espacios de privilegio en los puntos de venta de libros, que son las clásicas librerías o las nuevas cadenas de librerías (algunas asociadas a grupos editoriales, como Casa del Libro a Planeta, Crisol al grupo PRISA, Bertrand al grupo Mondadori o FNAC a su matriz francesa). La expansión de la lectura es sin embargo un hecho social indiscutible que tiene numerosas manifestaciones complementarias, o puede seguirse por indicios muy diversos: la más obvia es el aumento sustancial de la población que aprovecha en mucha mayor medida que antes los ya comunes trayectos de metro, tren o autobús para leer. Otro asunto es la naturaleza de lo leído: los análisis de consumo tienden a señalar lecturas de nivel medio bajo, lejos del ensayo de pensamiento o universitario, y sobre todo muy concentrado en pocos títulos que tienen el favor internacional de muchos lectores en cualquier lengua en detrimento de un consumo más diversificado. Son best sellers globales que funcionan igual de bien en cualquier latitud del mundo: novelas de intriga histórica, capaces de generar la ilusión de aunar el aprendizaje sobre el pasado y el placer de la ficción, de acuerdo con un viejísimo dictum de la antigüedad grecolatina: aprender y deleitarse. Ésas son las razones que aduce nada menos que el 85 por 100 para explicar las motivaciones de la lectura, mientras que la respuesta relacionada con la mejora del nivel cultural es netamente minoritaria, con dígitos que están por debajo del 10 por 100. Eso significa también que la lectura es mayoritariamente de novela y que sobre todo desde la segunda mitad de los años noventa unos pocos títulos acaparan una y otra vez los rankings de los libros más leídos. Se registra, además, una creciente audiencia de un tipo de ensayo que es menos ensayo que auxilio psicológico o consuelo espiritual: los libros que se suelen llamar de autoayuda no son nuevos en los mercados de Norteamérica o Europa y en España tuvieron sus propios referentes claves, pero hoy el fenómeno ha mudado en un sentido preciso. Ha dejado de ser la oferta específica de editoriales dedicadas a la psicología recreativa para convertirse en parte de la oferta convencional de editoriales literarias y culturales más ambiciosas. No rehúyen ése material divulgativo porque el mercado del ensayo universitario ha menguado gravemente sus ventas en los últimos años. El aumento de las bibliotecas públicas ha sido espectacular en un país tradicionalmente muy deficitario en ése tipo de infraestructuras: hoy, por el contrario, la inmensa mayoría de las poblaciones pequeñas tienen su propia biblioteca y tanto la calidad arquitectónica como la del servicio prestado han mejorado de forma sustancial. En 1978, sólo un 36,4 por 100 de la población podía ser considerada lectora de libros, y cinco puntos más para los lectores de periódicos y revistas. Pero casi diez años después, el porcentaje crece en cinco puntos, de modo que en torno al 2005 el 57 por 100 de la población es lectora, aunque ésa cifra no se reparte equitativamente (Castilla-La Mancha, Extremadura o Galicia están siete puntos por debajo de la media nacional, por ejemplo). Suele ir asociada ésta proliferación de instituciones a nuevos servicios que no son sólo presentaciones de libros o charlas literarias con escritores, críticos o periodistas discretamente remunerados por su intervención sino ciclos de conferencias más ambiciosos, bien programados, concebidos a menudo como empresas culturales cooperadoras o definidos por las bibliotecas con voluntarismo e imaginación: "El crecimiento de ése tipo de actividades ha dejado definitivamente atrás la noción castiza de la conferencia vespertina del sabio maestro porque la pluralidad de la oferta ha disipado el valor de la jerarquía pero ha ampliado formidablemente la oferta de ocio cultural de los ciudadanos, incluyendo en ésa oferta los niveles más exigentes del panorama literario. No se trata de ir a escuchar al gurú de turno sino de satisfacer la más modesta curiosidad por el mundo de las letras o del cine, a veces con actos de presentación de libros que han perdido el viejo formato del orador que pondera la obra y se han convertido en microdramaturgias encargadas a un periodista famoso, un actor o cantante. Los clubs de lectura son un fenómeno paralelo que ha crecido masivamente en las grandes y pequeñas ciudades, al hilo del incremento abrumador de otro tipo de actividades paralelas. La más significativa son las diversas variantes del taller de escritura o escuela de letras. Fue una fórmula feliz, sobre todo desde la segunda mitad del siglo, aunque ha predominado el amateurismo frente a la institucionalización de los programas de Escritura Creativa en las universidades norteamericanas, en los que han trabajado grandes escritores, desde Saul Bellow, Coover o Carver hasta el crítico reciente James Wood. La proliferación de ésa oferta ha sido rasgo típico también desde la década de los noventa porque se ha diseminando por muchas ciudades y todas por supuesto tienen su sitio web promocional. Desde principios de los años ochenta funcionan talleres de escritura en la librería Fuentetaja, en Madrid, y desde 1989 entró en funcionamiento la Escuela de Letras, fundada y dirigida por Juan Carlos Señén, de la que depende también un máster en Creación literaria multidisciplinar que dirige José María Guelbenzu y entre sus colaboradores habituales han estado Lourdes Ortiz, Marta Sanz o Alejandro Gándara. Entre las últimas iniciativas figura el Hotel Kafka, también en Madrid, con escritores que a menudo combinan ésa labor con la colaboración en prensa, como Rafael Reig, Eloy Tizón, Elvira Lindo, Begoña Huertas, Jordi Doce o Antonio Orejudo. En casi todos los casos se combina la docencia de cursos sobre poesía, periodismo cultural, creación literaria con el taller de escritura propiamente dicho, presencial o a distancia, y suele haber cursos para guión de cine, televisión y casi todas las variantes imaginables de iniciación a la escritura creativa, que es la fórmula mágica. En lógica consecuencia de ésta proliferación de actividades de escritura, también ha aumentado la edición de autor, generalmente a cargo de empresas editoriales dispuestas a captar incautos que desean ver sus libros publicados. Lo que había sido al principio de la democracia objeto de grandes risas –la enseñanza de la creación literaria- por parte del escritor profesional ha acabado siendo en algunos casos un ámbito de profesionalización aceptado por escritores de valía" (Gracia & Ródenas, pp. 270, 271).

Nana Kic ©

Autor del texto: Armando Ossorio ©

XPOFERENS

 

"Las culturas están hechas de procesos de comunicación. Y todas las formas de comunicación, como nos enseñaron Roland Barthes y Jean Baudrillard hace muchos años, se basan en la producción y el consumo de signos. Así pues, no hay separación entre "realidad" y representación simbólica. En todas las sociedades, la humanidad ha existido y actuado a través de un entorno simbólico. Por lo tanto, lo que es específico desde el punto de vista histórico del nuevo sistema de comunicación no es la inducción de la realidad virtual, sino la construcción de la virtualidad real. Lo explicaré con la ayuda del diccionario, según el cual, "virtual: que es tal en la práctica, aunque no estrictamente o en nombre de", y "real: que tiene existencia verdadera". Así que, la realidad, tal como se experimenta, siempre ha sido virtual, porque siempre se percibe a través de símbolos que formulan la práctica con algún significado que escapa de su estricta definición semántica... Así pues, cuando los críticos de los medios de comunicación electrónicos sostienen que el nuevo entorno simbólico no representa la "realidad", hacen referencia implícita a una noción absurdamente primitiva de experiencia real "no codificada" que nunca existió. Todas las realidades se comunican por medio de símbolos... En cierto sentido, toda la realidad se percibe virtualmente... Es un sistema en el que la misma realidad (la existencia material/simbólica de la gente) es capturada por completo, sumergida de lleno en un escenario de imágenes virtuales, en el mundo de hacer creer, en el que las apariencias no están sólo en la pantalla a través de la cual se comunica la experiencia, sino que se convierten en la experiencia".

 

Manuel Castells.

 

La era de la información. La sociedad red Vol. I


 "Non nobis Domine, non nobis, sed nomini tuo da gloriam".

Nana Kic ©

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Foto: Plato Samarra. Autor: Einsamer Shütze. CC BY-SA 3.0 Serpientes pájaro. Las primeras civilizaciones tenían una agricultura de aldeas con el conocimiento de la casta sacerdotal, los primeros astrónomos que representaban a las estrellas con animales. El pensamiento griego recibió la herencia del culto sumerio con la constelación de Enki (Capricornio), Apzu (Acuario), Isimud (Géminis) y Enlil (Tauro); Leo en Babilonia. El Zodíaco toma forma en la Persia de Zoroastro con la división de la aparente órbita del Sol en doce campos: Aries o Carnero, Tauro o Toro, Géminis o Gemelos, Cáncer o Cangrejo, Leo o León, Virgo o Virgen, Libra o Balanza, Escorpio o Escorpión, Sagitario o Arquero, Capricornio o Cabra montesa, Acuario o Aguador, Piscis o Peces. Estos signos no siempre tuvieron la misma representación, en la Babilonia de 420 a.C., el Jornalero (Aries), Pléyades (Tauro), Géminis, Cáncer, Leo, Espiga (Virgo con una espiga de trigo en la mano), Libra, Escorpión, Centau...

Trumpilandia: Vol.1

  Hal Hefner © El estatus de la ciencia . ¸¸¸¸¸ M. Paz Sandín Esteban en "Investigación cualitativa en educación. Fundamentos y tradiciones" (McGraw Gill, 2003), expone que en la historia cultural de Occidente anterior al siglo XVII predominó una determinada idea de ciencia, heredada en gran parte del pensamiento griego y, en parte, reelaborada por los medievales. La ciencia (llamada episteme) se consideraba un saber seguro, apoyado en demostraciones y ordenado en sus conocimientos, contrapuesto a la simple opinión (doxa). La filosofía se consideraba como la síntesis y el ordenamiento de la episteme. En la Edad Media, la teología fue la "reina de las ciencias" y la misma filosofía era una ancilla theologiae. El siglo XVII ya puede ser considerado un punto de inflexión en la historia del pensamiento, y las ideas que significó, un declive del antropocentrismo, el antropomorfismo y la teología (Barnes, 1987). Se rechaza la cosmología teológica y centrada en el hombr...

Ossario: siglo XVII-XXI.

Foto: Escudo Ossario en Turienzo de los Caballeros. Autor: Jim Anzalone. CC BY-SA 2.0 Casa de Astorga, Altamira y Montemar:  Siglo XVII-XXI. Marqués de Cerralbo y Virrey de la Nueva España, Rodrigo Pacheco Ossorio y Álvarez de Toledo (1624). Autor: Francisco Antonio Vallejo. Virrey de Nápoles y marqués de Astorga, Antonio Pedro Sancho Dávila y Ossorio y Colonna (1652). Autor: Alonso Cano. Inquisidor y Vicario General de la diócesis de Toledo, Obispo de Puebla y Virrey de la Nueva España, Diego Osorio Escobar y Llamas (1664).  Marqués de Astorga y Grande de España, Vicente Joaquín Ossorio de Moscoso y Guzmán (1756-1816). Autor: Francisco de Goya.  Marqués de Astorga y 13 veces Grande de España, Vicente Ferrer Isabel Ossorio de Moscoso y Álvarez de Toledo (1777-1837). Autor: Francisco de Goya.  Don Manuel Ossorio Manrique de Zúñiga (1787). Autor: Francisco de Goya. María Ignacia Álvarez de Toledo y Gonzaga, conde...

Satanismo para principiantes.

Autor: Elena Tkachenlo. CC BY-SA 4.0 El Libro de Enki. אבגדהוזחטיךכלםמןנסעףפץצקרשתװױ El Libro de Enoc es en realidad una colección de textos conocidos como Libros de Henoc en el período III a.C.-VI d.C. El corpus compuesto por el Libro Etiópico de Henoc (Henoc 1), El Libro Eslavo de Henoc (Henoc 2), El Libro Hebreo de Henoc o Sefer Hekalot “Palacios Celestiales” (Henoc 3), los fragmentos arameos y coptos de Henoc del siglo VII y VIII (basados en Henoc 1). ¿Dónde surge el nombre Henoc? Los hebreos hacen descender el nombre de la raíz hebrea חנך hnk “dedicar” o hanikim “dedicar, celebrar, vasallo” en Gn 14, Dt 20:5, 1Re 8:63 y 2Crón 7:5. No comparto la raíz hebrea, la kemita HN “hierba” y K “duna” producen Heneke “hierba de la duna”, pero si al final agregas una T “torta”, produce la cerveza HNKT (Heineken). Las palabras kemitas que terminan con T son femeninas, torta es el equivalente de “pan” y duna de “pecho”: hitita PEDA “lugar”, latín OPPIDA “colina, meseta”, nipón OPPAI “t...

Pedonomics Vol. 2

Gluttonouslop © #PedoNiveles.  あかがか゚さざただなはばぱまぱ   El Proyecto COmbating Paedophile Information Networks in Europe o “COPINE” (1997) fue desarrollado por el profesor Max Taylor y la profesora Rachel O´Connell del Departamento de Psicología de la Universidad de Cork en Irlanda. Usaron una colección de pornografía infantil en Internet (70,000 imágenes) para rastrear a los pedófilos. La información fue usada por la Policía de Irlanda (GARDAÍ), la Unidad de Pedófilos de Scotland Yard y la INTERPOL. La Escala COPINE (1997) fue desarrollada con la finalidad de categorizar la gravedad de las imágenes de abuso sexual infantil. La Escala está dividida en 10 niveles según la gravedad de la victimización del menor. El nivel 1 es el menos grave y el 10, el de mayor gravedad. La colaboración de la Unidad de Pedofilia de la Policía Metropolitana de Londres la convirtió en una tipología. El Panel Asesor de Sentencias (2002) en Inglaterra y Gales aconsejó al Tribunal de Apelación sobre delitos...

Simpatía por el diablo.

Micronomel © Armageddon. N ﺱ N ﻖ N ش N ﺱ N ﻖ N ﻖ N N ★ N ★ N ★ N ★ N ★ N   El profeta iranio Zoroastro (1500-1200 a.C.) fue el primero en concebir la vida humana como una batalla entre los hijos de la luz y de las tinieblas con el triunfo final de la luz, tesis que sobrevivió en el judaísmo, el judeocristianismo y el islam. El judeocristianismo era judío, apocalíptico, escatológico, milenario y comunitario. Pablo de Tarso convirtió la salvación comunitaria en universal, imperial y personal, despojada de la ciudadanía activa por la caída de la gracia: “He aquí que por un solo hombre el pecado entró al mundo y por el pecado la muerte, y de este modo la muerte pasó a todos los hombres por el hecho de que todos han pecado (…) Así como la falta de un solo hombre ha arrastrado a todos los hombres a la condenación (…)” (Romanos 5, 12-18). Agustín de Hipona en una confesión privada del Estado laico con la separación de las dos ciudades por la caída de la gracia: “Dad al César lo que ...