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Peter Frankopan en “Las rutas de la seda. Una nueva historia universal” (CRÍTICA, 2019) rescata el puente entre Oriente y Occidente. En Naqsh-e Rostam, a siete kilómetros al norte de Persépolis, se encuentran las tumbas rupestres de los célebres reyes de la Antigüedad persa pertenecientes a la dinastía aqueménida, Darío y su hijo Jerjes, cuyas intenciones fueron rechazadas por los atenienses y sus aliados en las batallas de Maratón y Salamina, en los años 490 y 480 a.C. En el siglo VI a.C. los persas se expandieron con rapidez desde su país de origen, en lo que hoy es el sur de Irán, y consiguieron dominar a sus vecinos: alcanzaron las orillas del Egeo, conquistaron Egipto y en su avance hacia al este llegaron hasta el Himalaya. Una red de carreteras unía la costa de Asia Menor con Babilonia, Susa y Persépolis y permitía recorrer una distancia de más de dos mil quinientos kilómetros en apenas una semana, un logro que maravillaba a Heródoto, que anotó que ni la nieve ni el calor ni la lluvia impedían la veloz transmisión de los mensajes. Las inversiones en agricultura y el desarrollo de pioneras técnicas de irrigación para mejorar el rendimiento de las cosechas contribuyeron a apoyar el crecimiento de las ciudades, pues hicieron posible que poblaciones cada vez más grandes pudieran subsistir a partir de la producción de los campos circundantes, no sólo en las ricas tierras agrarias que había a ambas orillas del Tigris y el Éufrates, sino también en los valles bañados por los caudalosos ríos Oxus y Yaxartes (hoy llamados Amu Daria y Sir Daria, respectivamente) así como en el delta del Nilo, que los ejércitos persas conquistaron en 525 a.C. El imperio persa era una tierra de abundancia que conectaba el Mediterráneo con el corazón de Asia. Persia se presentaba a sí misma como un modelo de estabilidad y justicia, como muestra la inscripción trilingüe labrada en la pared de un acantilado en Behistún. Escrita en persa, elamita y acadio, esta inscripción refiere que Darío el Grande, uno de los reyes más conocidos de Persia, sofocó rebeliones y levantamientos, hizo retroceder a los invasores extranjeros y no agravió a los pobres ni a los poderosos. “Mantén el país seguro”, manda la inscripción, y “cuida del pueblo con rectitud, pues la justicia es el cimiento del reino”. La tolerancia de las minorías era legendaria; de hecho, otro rey persa, Ciro, es celebrado en la Biblia como “mesías” (ungido) y alguien bendecido por “Yahve, el Dios de los cielos” debido a su política, que incluyó liberar a los judíos de su exilio en Babilonia. El florecimiento del comercio en la antigua Persia proporcionó a los gobernantes los ingresos necesarios para financiar expediciones militares que tenían como objetivo lugares capaces de aportar todavía más recursos al imperio, lo que a su vez les dio la posibilidad de permitirse gustos y placeres famosos por su extravagancia. Se erigieron edificios espectaculares en las grandes ciudades de Babilonia, Pérsepolis, Pasagarda y Susa, donde Darío construyó un palacio esplendido utilizando ébano y plata egipcios de la mayor calidad, cedro del Líbano, oro fino de Bactria, lapislázuli y bermellón de Sogdiana, turquesa de Jorasmia y marfil de la India. A finales del II milenio a.C., los medos cruzan el Cáucaso y se instalan en las regiones occidentales del actual Irán, formado por dos ramas principales: los medos y los persas. Los medos se asientan en los alrededores del lago Urmía, en las proximidades del territorio urarteo. Los persas descienden en varias oleadas hacia el sur, en la región de Parsa, en la frontera con Elam. Los medos, que habían provocado la caída asiria, fueron destronados como soberanos de la meseta iraní por sus primos los persas, bajo el mando de Ciro, yerno del rey medo. En el 539 a.C., Ciro conquista Siria, Judea, Asia Menor y Babilonia. Un sacerdote del templo de Marduk, el cronista oficial del reino de Nabonido, describe una ocupación totalmente pacífica, y muy bien recibida por unos ciudadanos desesperados por un cambio, tras años de grotesco mal gobierno por un monarca escandalosamente impío y casi siempre ausente que, además, había robado el trono asesinado al rey anterior. Ciro de Persia había prometido devolver a Marduk a su legítimo puesto todo el año, y había confirmado su intención de apoyar un culto adecuado para todos los dioses. Fue especialmente alabado por el cronista oficial por enviar escuderos alrededor del templo de Marduk, con abundantes archivos, bibliotecas irremplazables y valiosas antigüedades, para prevenir saqueos y robos en los caóticos disturbios de la ocupación. Todo lo contrario de George W. Bush durante la ocupación de Irak: “Ciro había invertido mucho esfuerzo en la guerra psicológica. Meses antes de la invasión, incluso años, sus representantes habían estado difundiendo la noticia de que el rey de Babilonia había demostrado ser una amenaza para sus vecinos y un opresor para su pueblo, y que debía ser restituido para restablecer la libertad y la justicia en Babilonia. Proclamaron la generosidad de Shahansha, y su preocupación por los derechos fundamentales. Enviaron cartas secretas al comité de dirección de Esagila y a Shatammu, su jefe, para asegurarse la firma intención de Ciro de respaldar el culto de Marduk y a todas las deidades sagradas de las ciudades de Mesopotamia. Confirmaron a los dirigentes de los pueblos desplazados y deportados por Nabucodonosor que la intención de Ciro era permitir su retorno… Enviaron a gentes a merodear en bares y tabernas para animar a los ciudadanos disgustados a abandonar su lealtad a Nabonido y dar la bienvenida al nuevo gobernante que restablecería todas las tradiciones antiguas descuidadas por el usurpador del inmortal trono de Nabucodonosor, y ofrecer misericordia y justicia para todos… Por primera vez, los monarcas del reino prefirieron no localizar su capital en Babilonia, sino que se contentaron con gobernar desde sus tierras de origen, es decir, desde Pasagarda, Ecbatana (la moderna Hamadan), Persépolis (la moderna Takht-e-Jamshid) y desde Susa (la moderna Shush), primera ciudad principal de Elam, antigua ciudad enemiga de Mesopotamia… Los persas adoptaron el cuneiforme para crear sus inscripciones en su propio lenguaje, anteriormente no escrito; utilizaban el babilónico y el acadio para propósitos formales o eruditos; adoptaron el arameo mesopotámico (en adelante conocido como arameo del Imperio persa) como lenguaje de la diplomacia y el comercio, incluso en su Persia natal… Su arquitectura es un claro ejemplo de cómo empleaban artesanos de todos lados para embellecer las ciudades de su vasto Imperio: de Babilonia, Asiria, Anatolia. Egipto y Grecia, y otras naciones aparecen con gran detalle ofreciendo sus obsequios en los paneles esculpidos que embellecían la construcción en piedra de la nueva capital solemne del Imperio persa, Persépolis. La famosa inscripción autobiográfica de Darío el Grande, en Behistún, que detalla su lucha por el trono, y que ofrece la clave para descifrar el cuneiforme, fue ilustrada con bajorrelieves de inspiración asiria, pero escritos en persa antiguo, babilónico y elamita, el lenguaje de los anteriores gobernantes de las tierras iraníes” (Kriwaczek, pp. 338, 339, 340, 341). Cambises II se embarcó en la conquista de Egipto, el único Estado independiente que quedaba en Oriente. Después de asegurarse la colaboración de las tribus árabes, que proporcionaron agua a sus tropas en la marcha a través del desierto del Sinaí, la campaña empezó en el año 525 a.C. Los persas derrotaron a los egipcios en la batalla de Pelusio, una ciudad situada en la desembocadura más oriental del Nilo. Javier Núñez en Los sátrapas persas de Alejandro. El imperio aqueménida como espacialidad social (UNIVERSIDAD DE BUENOS AIRES, 2022) rescata las tensiones entre la aristocracia aqueménida. En el Monte Behistún, en la llanura de Kermanshah, al oeste de Irán, se encuentra la inscripción real de Darío sobre su advenimiento y reinado. Behistún se sitúa cerca del tramo del Camino Real que iba de Babilonia a Ecbatana, en una meseta con una elevación de más de 1.000 metros que debió ser un lugar sagrado durante mucho tiempo antes de su reutilización por los persas, por lo que tenía un alto significado simbólico. La inscripción de Darío explica los hechos que le llevaron al trono en el 522 a.C., en un reinado que duró hasta el 486 a.C. Está escrita en tres versiones: en persa antiguo, en elamita y en acadio-babilonio, que no coinciden con todos los detalles. La inscripción fue escrita primero en elamita, que fue la lengua utilizada por los aqueménidas para la administración y después de añadieron las otras dos versiones. Darío, antes que Heródoto, había contado su historia en las inscripciones de la ladera del Monte Behistún. Aquí aparece el nombre de Bardiya, que coincide también con el Esmerdis herodoteo. Pero en esta versión persa aparece también un nuevo nombre, el de Gautama el mago, de la siguiente manera: DB 12. Darío el rey proclama: Esta monarquía, que Gautama el mago arrebató a Cambises, había pertenecido a nuestra familia desde hacía mucho tiempo. En ese contexto, Heródoto describe la conjura que siete miembros de entre las familias nobles persas organizaron para acabar con el mago Gautama, de los cuales uno de ellos era Darío. Según la inscripción, Darío acabó con Gautama en una fortaleza de Nesea, aunque para Heródoto lo hizo en Susa, ya que esta última era la única ciudad persa que conocían los griegos. En todo caso, la capital del imperio era entonces Ecbatana hasta que Darío la trasladó a Susa, por lo que el dato de la fortaleza de Nesea, de menor importancia que la capital, resulta también extraño. Seguidamente se produjo una serie de sublevaciones por todo el imperio que Darío supo frenar, capturando a ocho reyes rebeldes más aparte de a Gautama (en Elam, Babilonia, Media, Armenia, Sagartia, Partia-Hircania, Margiana, Aracosia y Satagidia). Estas acciones aparecen representadas en el relieve de Behistún, donde Darío se presenta como el vencedor absoluto y el unificador del imperio, mientras que Gautama es el personaje que aparece aplastado por el pie de Darío, encabezando al resto de los príncipes rebeldes. En la inscripción aparecen los miembros de ochos casas reales de diferentes satrapías del imperio. En relación a ellas, tras la muerte de Cambises parece ser que hubo una sublevación de las élites que se había extendido hasta unos años después del ascenso de Darío. Puede que el rápido crecimiento del imperio con Ciro y Cambises, que habían adquirido territorio muy rápidamente, creara tensiones, no sólo entre las gentes recién conquistadas sino también entre la nobleza, que veían modificarse las relaciones de poder. Durante el reinado de Ciro II la nobleza había disfrutado de unos privilegios que, sin embargo, Cambises había mermado después a través de la organización de una autoridad real más centralizada y más independiente de la nobleza tribal, que cada vez contaba menos en las decisiones del rey. Esta paulatina abolición de los antiguos privilegios de la nobleza puede haber dado pie a una progresiva lucha entre el poder de esta y el de la monarquía. En todo caso, las satrapías persas serían la muestra de esta centralización que impuso el Imperio Persa, ya que sirvieron de herramienta de control y de recaudación, mediante las cuales todos los beneficios fluían a las arcas del rey. La crisis se extendería hasta el momento en el que Bardiya/Gautama reemplazó a Cambises, por lo que la lucha dinástica puede haber ocurrido en ese contexto, donde podría haber dos facciones diferenciadas dentro de la aristocracia, una apoyando a Cambises y, otra, a Bardiya. El hecho de que un grupo de nobles persas, entre los que estaba Darío, eliminara a Bardiya posteriormente muestra lo profundo del citado conflicto interno entre los persas. Independientemente del advenimiento de Darío, las tensiones sociales propias de un sistema basado en el tributo se vendrían notando también desde hacía tiempo. Todos los pueblos bajo supremacía persa estaban sometidos a él (Darío fijó el sistema tributario) bien en forma de la entrega de regalos, bien de pagos en especie, en metales preciosos o en contingentes militares y navales. Se documentan, de hecho, quejas como la de los egipcios hacia su sátrapa Ariandes, lo que ha hecho pensar también que la base de las revueltas habría estado en la imposición de un tributo. Sin embargo, Bardiya, que se identifica con Gautama, había reinado durante siete meses aparentemente como un buen rey, suprimiendo el reclutamiento militar y los tributos por tres años (lo cual sería un síntoma de la tensión social previa), de forma que todos en el imperio habían sentido su pérdida, excepto los persas. Aun así, de acuerdo con Heródoto, era una práctica común que los reyes persas condonaran las deudas de los súbditos para con el rey o el estado cuando asumían el poder, con la diferencia de que esta vez la medida había sido mucho más extensa. Por el contrario, la inscripción de Darío, con su afán legitimador, retrata a Gautama como un tirano que había sembrado el terror durante su tiempo en el trono, haciéndole responsable de las calamidades de las guerras civiles que se extendieron después. Durante esta época de transición se produjeron sublevaciones en todo el imperio. La del nordeste de la India se convertiría en la más célebre de las campañas en el este. Fijó la frontera del imperio en el río Indo. El territorio anexionado pasó a ser la satrapía de Indos, con capital en Taxila. Darío había logrado imponer su dominio sobre diversas islas del Egeo, como Samos, Lemnos y Quíos, a través de sus sátrapas en Asia Menor. Reunió una gran flota para lanzar un ataque contra los escitas del mar Negro y hacerse con el control de las tierras de Tracia. Los persas no tardaron en someter Tracia, y luego se dirigieron hacia el norte, cruzaron el Danubio y penetraron en las estepas del sur de Rusia. Darío regresó a Persia, pero sus jefes militares continuaron la expansión hacia el oeste y lograron la sumisión del reino de Macedonia. El imperio de Darío abarcaba de Pakistán a Egipto y de Arabia a Turquía. Darío competía por el dominio del Mediterráneo y el trigo de las costas del mar Negro. En 492 a.C. un ejército persa cruzaba el Bósforo y se adentraba en Tracia y Macedonia, territorios perdidos en tiempos de la revuelta jonia y en los que Darío estableció de nuevo su autoridad. Al mismo tiempo, una gran flota se dirigía al norte de Grecia. Sin embargo, una tormenta destrozó la mayor parte de las naves y envió a la muerte a unos 20.000 soldados. Las trabas aplazaron la campaña definitiva dos años. El objetivo principal era Atenas, pues Darío consideraba que su conquista llevaría al control de toda la península. Una nueva flota a las órdenes del general Artafernes, sobrino de Darío, se puso en marcha. En pocas semanas, Naxos y Eubea, protagonistas junto a Mileto de la revuelta jonia, fueron conquistadas y gran parte de su población exterminada o deportada a Persia. En 490 a.C. los 15.000 soldados del ejército persa fueron derrotados en la batalla de Maratón, a unos cuarenta kilómetros de Atenas. En 480 a.C. Jerjes I se dispuso a vengar la derrota de su padre mandando un vasto ejército a Grecia. Para no repetir el error de 492 a.C., cuando la flota aqueménida naufragó tratando de bordear la península del monte Athos, mandó construir un canal para que sus cuatro mil buques la atravesaran de forma rápida y segura. No encontraron oposición hasta llegar a las Termópilas, donde trescientos espartanos y unos miles de griegos fueron derrotados por trescientos mil persas. En 492 a.C., los persas fueron derrotados en la batalla de Salamina y finalmente en 479 a.C., en la batalla de Platea.
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El
Rey de Asia.
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Alejandro de Macedonia ascendió al trono en 336 a.C. tras el asesinato de su padre, el brillante Filipo. Para Alejandro, como para todos los griegos de la Antigüedad, la cultura, las ideas y las oportunidades, así como las amenazas, procedían de Oriente. De modo que no fue una sorpresa que su mirada se posara en la potencia más grande del mundo antiguo: Persia. Tras desalojar a los gobernantes persas de Egipto en un ataque relámpago en 331 a.C. Alejandro lanzó un ataque sin cuartel contra el corazón del imperio. La confrontación decisiva tuvo lugar después, en ese mismo año, en las polvorientas llanuras de Gaugamela, cerca de lo que hoy es la ciudad de Erbil, en el Kurdistán iraquí, donde Alejandro infligió una derrota al ejército persa bajo el mando de Darío III, que era enormemente superior. Después de destrozar a los ejércitos persas en Gaugamela, siguió avanzando hacia el este. Las ciudades se rindieron a medida que fue apoderándose de los territorios antes controlados por sus rivales. Lugares legendarios por sus dimensiones, riqueza y belleza cayeron ante el héroe macedonio. Cuando Babilonia se rindió, la población cubrió la carretera que conducía a la gran ciudad con flores y guirnaldas y se instalaron altares de plata con pilas de incienso y perfumes a uno y otro lado de la vía. Jaulas con leones y leopardos le fueron presentados como obsequio. Alejandro y sus hombres no tardaron en tomar todos los puntos a lo largo del camino real que unía las principales ciudades de Persia y la red de comunicaciones que conectaba la costa de Asia Menor con Asia Central. Alejandro solía ser comprensivo con las creencias y prácticas religiosas locales, por las que mostraba tolerancia y también respeto: por ejemplo, se cuenta que le disgustó tanto la forma en que la tumba de Ciro el Grande había sido profanada que no sólo ordenó su restauración, sino que castigó a los culpables del expolio. Después de que se hallara abandonado en una carreta el cuerpo de Darío III, que había sido asesinado por uno de sus propios lugartenientes, Alejandro se aseguró de que recibiera un funeral acorde con su rango y fuera sepultado junto a otros soberanos persas. Otra razón por la que Alejandro consiguió poner más territorios bajo su dominio fue su disposición a contar con las élites locales. Se permitió que los funcionarios locales y los miembros de la vieja élite conservaran sus posiciones y se ocuparan de administrar las ciudades y los territorios conquistados. El propio Alejandro decidió adoptar los títulos tradicionales y vestirse con prendas persas para subrayar su aceptación de las costumbres locales. Alejandro fundó nuevas ciudades, que solía bautizar con su nombre, pero que hoy conocemos con otras denominaciones, como Herat (Alejandría de Aria), Qandahar (Alejandría de Aracosia) y Bagram (Alejandría del Cáucaso). La construcción de estos puestos, y el refuerzo de otros más al norte, hasta el valle de Ferganá, creó una nueva serie de puntos a lo largo de la columna vertebral de Asia. La construcción de nuevas ciudades dotadas de defensas poderosas, así como de fortalezas y fuertes independientes, tenía como objetivo principal hacer frente a la amenaza que planteaban las tribus de las estepas, que eran expertas en lanzar ataques devastadores contra las comunidades rurales. El programa de fortificaciones de Alejandro se concibió para proteger las nuevas áreas que sólo recientemente había sido posible conquistar. Entre tanto, más al este, y en la misma época, una inquietud similar recibía una respuesta similar. Para entonces, los chinos ya habían desarrollado la idea de la huaxia, que representaba el mundo civilizado en contraposición al desafío que suponían los pueblos de las estepas, y animados por el mismo principio adoptado por Alejandro, es decir, que la expansión sin defensa era inútil, emprendieron un programa intensivo de construcciones que amplió una red de fortificaciones en lo que terminaría siendo la Gran Muralla china. Alejandro, por su parte continuó luchando de forma implacable, Cruzó en Hindú Kush y marchó hacia el sur por el valle del Indo, fundando nuevos fuertes y dejando guarniciones para su defensa, si bien comenzaron a ser frecuentes los gritos de protesta de sus hombres, cada vez más cansados de la guerra y deseosos de volver a casa: “En los seis meses posteriores a Gaugamela, los macedonios obtuvieron el control de tres de las regiones nucleares de Babilonia, Susiana y Pérside. Los sátrapas a cargo de las dos primeras entregaron el control a Alejandro y fueron reconfirmados en sus cargos, aunque con funciones acotadas a los civil y el nombramiento paralelo de comandantes macedonios… La tercera satrapía –Pérside- da cuenta de un perfil de tránsito mixto. Ariobarzanes intentó infructuosamente resistir a los macedonios –o por lo menos dilatar su llegada-. En cambio, Persépolis aceptó rendirse, sea de modo colectivo o a través del tesorero real, Tiridates. Sin embargo, la ciudad fue saqueada y, poco después, el palacio imperial incendiado… La residencia real conformaba un auténtico centro de la geografía aqueménida, que representaba el mundo a partir de las distancias con la región de origen de la dinastía. El palacio localizaba a la corte al tiempo que escenificaba las relaciones entre monarcas y súbditos. Por tanto, su destrucción contenía fuertes implicancias simbólicas en términos del vínculo entre el soberano y la élite a escala imperial… Curcio aporta un relato detallado de la división de los sátrapas leales a Darío al abandonar Ecbatana, capital de Media. Su narración aglutina elementos propios de una representación favorable a Alejandro –y probablemente elaborada para legitimar su adopción de prácticas persas, rechazadas por Curcio- con la identificación de dos grandes grupos, que dan cuenta de las rupturas internas de los sectores dominantes aqueménides. Por un lado, los leales al monarca: su principal figura, Artabazo, probablemente se encontraba acompañado por los sátrapas Fratafernes –Partia e Hircania- y Autofradates –tapurios-. Por otro lado, aquellos que conspiraron en contra de Darío, conducidos por Bessos –Bactria-, el quiliarca Nabarzanes y los sátrapas Barsaentes –Arachosia y Dranguiana- y Satibarzanes –Aria-. Estos alineamientos incidieron sobre el trato que les dispensó Alejandro. A estos dos grupos cabe sumar aquellos que ya se habían unido a los macedonios, como el ya mencionado Maceo en Babilonia u Oxydates, otrora rival de Darío, colocado temporalmente al frente de Media por Alejandro. Tras la muerte de Darío, la sumisión voluntaria de quienes habían permanecido leales tuvo efectos más allá de la simple acumulación de apoyos. En Hirzcania, Alejandro estableció las bases de una corte heredera de la aqueménida, si bien con una adopción parcial de simbologías, que generaba tensiones con la nobleza macedonia. Las rendiciones de Artabazo, Fratafernes e incluso de Satibarzanes y Nabarzanes –protagonistas de la conspiración contra Darío- exhiben un formato similar, mediante el cual se reconstruye la asimetría del monarca a partir de una lealtad personalizada” (Núñez, pp. 101, 102, 103). Los mesopotámicos entraron en un nuevo mundo, con nuevas ciudades helenísticas surgiendo por todos lados, con nuevos tipos de edificios públicos: templos con columnas, basílicas, gimnasios; con una población cosmopolita: persas, indios, griegos, egipcios y judíos viviendo codo a codo con babilonios, asirios, armenios y escitas. Desde una perspectiva militar, los logros alcanzados por Alejandro Magno hasta el momento de su muerte, a la edad de treinta y dos años en Babilonia (323 a.C.), y en circunstancias que siguen envueltas en el misterio, son nada menos que sensacionales. La rapidez y la extensión de sus conquistas fueron asombrosas. Y no menos impresionante fue la magnitud del legado que dejó tras de sí y el modo en que las influencias de la Grecia antigua se mezclaron con las de Persia, las de la India, las de Asia Central y, llegado el momento, también las de China. Si bien a la muerte repentina de Alejandro sucedió un período de agitación y luchas intestinas entre sus principales generales, no tardó en surgir un líder para la mitad oriental de los nuevos territorios: un oficial nacido en el norte de Macedonia llamado Seleuco que había participado en todas las expediciones importantes del rey. Apenas unos pocos años después de la muerte de su señor, Seleuco se había convertido en gobernador de las tierras que se extendían desde el Tigris hasta el Indo, un territorio tan vasto que más que un reino parecía un imperio por derecho propio. Allí fundó la dinastía que iba a gobernar la región durante casi tres siglos, los seléucidas. Las décadas que siguieron a la muerte de Alejandro fueron protagonistas de un programa de helenización inconfundible, en el que las ideas, temas y símbolos de la Grecia antigua se introdujeron gradualmente en Oriente. Los descendientes de sus generales recordaban sus raíces griegas y las subrayaron de forma deliberada; por ejemplo, en las monedas acuñadas en las cecas de las principales ciudades, a saber, situadas en puntos importantes a lo largo de las rutas comerciales o centros agrarios especialmente dinámicos. La forma de esas monedas se estandarizó: una imagen del gobernante en el anverso, con una diadema para contener sus rizos y mirando invariablemente hacia la derecha, como hiciera Alejandro; y una imagen de Apolo en el reverso, siempre identificado con letras griegas. La lengua griega se oía a lo largo y ancho de Asia Central y el valle del Indo. En Ai-Janoum, en el norte de Afganistán, una de las nuevas ciudades fundadas por Seleuco, se grabaron máximas de Delfos en un monumento con la siguiente: En la infancia, compórtate. En la juventud, contrólate. En la madurez, sé justo. En la vejez, sé sabio. En la agonía, no sufras. Más de un siglo después de la muerte de Alejandro, el griego seguía siendo usado de forma cotidiana por los funcionarios, como demuestran los comprobantes fiscales y los documentos relacionados con el salario de los soldados de Bactria que datan del año 200 a.C., aproximadamente. De hecho, la lengua griega tuvo una gran penetración en el subcontinente indio. Algunos de los edictos promulgados por el emperador mauria Asoka, el más importante de los primeros gobernantes de la India, tenían una traducción griega paralela, de la que evidentemente se beneficiaba la población local. La vitalidad del intercambio cultural que produjo el choque de Europa y Asia fue asombrosa. Las estatuas de Buda sólo aparecen después de que el culto de Apolo hubiera arraigado en la región de Gandhara y en el oeste de la India. Los budistas se sintieron amenazados por el éxito de las nuevas prácticas religiosas y empezaron a crear imágenes visuales propias. De hecho, la correlación no es sólo temporal, en cuanto a la fecha de aparición de las primeras estatuas de Buda, sino estilística: la apariencia y el diseño de las primeras estatuas sugieren que tuvieron como modelo las de Apolo, pues tal era el impacto de la influencia griega. Hasta entonces, los budistas habían evitado voluntariamente las representaciones visuales; fue la competencia lo que les obligó a reaccionar, tomar prestado e innovar. Los altares de piedra adornados con inscripciones griegas, las imágenes de Apolo y las exquisitas miniaturas de Alejandro hechas en marfil procedentes de lo que hoy es el sur de Tayikistán revelan cuán lejos penetraron las influencias occidentales. El complejo budista de Mes Aynak está situado a 40 kilómetros de Kabul, la capital de Afganistán. Mes Aynak se puede considerar un eslabón perdido entre Oriente y Occidente. Afganistán es la patria del greco budismo, un cóctel artístico con ingredientes de Persia, Grecia, Roma, India y China. De los griegos a los persas, las conquistas y el comercio fueron depositando en la región diversas influencias. Por eso no es imposible ver a Buda apoyado sobre una columnata corintia, ni encontrarse una efigie de Augusto en monedas acuñadas por un monarca local. Buena parte de las piezas rescatadas corresponden a la época de los kushan, un imperio que se extendía desde el Ganges hasta el actual Tayikistán y que tuvo su capital cerca de Kabul. Llegaron al reino de Bactriana, actual Afganistán, procedentes de China y expulsaron del país a las últimas dinastías griegas. Los kushanes hablaban una lengua escita, pero escribían usando el alfabeto griego. Ellos son los responsables y promotores del “estilo de Gandhara”, una mezcolanza artística con elementos griegos e indios, que hizo furor en la región. También contribuyeron a difundir el greco budismo en China. Loka Ksema, un monje kushan de los que vivían en Mes Aynak, fue el primero en traducir al chino las escrituras sagradas budistas. La expansión de la escritura china en Corea, Vietnam y Japón vino de la mano del budismo. Mes Aynak también es un yacimiento minero de cobre valuado en tres billones de dólares que ha sobrevivido al paso de los siglos, de los talibanes, de Al-Qaeda y la China Metallurgical Corporation (MCC): “Según Plutarco, Alejandro se aseguró de que la teología griega se enseñara a lo largo y ancho del imperio, hasta la India, y en consecuencia, los dioses del Olimpo empezaron a ser venerados por toda Asia. En Persia, y más al este incluso, los jóvenes varones se formaban leyendo a Homero y “cantando las tragedias de Sófocles y Eurípides”, mientras que la lengua griega se estudiaba en el valle del Indo. Esto quizá explica por qué es posible detectar ciertos préstamos en las grandes obras literarias de la Antigüedad. Se ha propuesto, por ejemplo, que el Ramayana, la gran epopeya sánscrita del siglo III a.C., es deudora de la Ilíada y la Odisea, pues el motivo del rapto de Sita a manos de Ravana sería un eco directo de la fuga de Helena con Paris de Troya. Las influencias y la inspiración, sin embargo, no viajaron en una sola dirección, y algunos estudiosos sostienen que textos indios como el Mahabharata influyeron a su vez en la composición de la Eneida. Las ideas, las historias y los temas circulaban de un lado a otro por las carreteras, difundidos por los viajeros, los comerciantes y los peregrinos; las conquistas de Alejandro de algún modo propiciaron una apertura mental, tanto en las tierras conquistadas como en las de la periferia y más allá, a medida que la población local entraba en contacto con nuevas ideas, nuevas imágenes y nuevos conceptos. Incluso las culturas de las inhóspitas estepas se vieron afectadas por las nuevas tendencias, como resulta visible en los objetos funerarios hallados en las tumbas de las figuras de alto rango sepultadas en Tillya Tepe, en el norte de Afganistán, en los que es posible apreciar la influencia artística de Grecia, así como de Siberia, la India y otros lugares. Las ambiciones de China aceleraron la integración de las estepas en este mundo cada vez más entrelazado e interconectado. Bajo la dinastía Han (206 a.C.-229 d.C.), las oleadas expansionistas fueron empujando la frontera hasta finalmente alcanzar una provincia que entonces se llamaba Xiyu (“regiones occidentales”), pero que en la actualidad conocemos como Xinjiang (“nueva frontera”). Esta provincia se encuentra más allá del corredor de Gansu, la ruta de más de novecientos cincuenta kilómetros que une el interior de China con la ciudad oasis de Dunhuang, un cruce de caminos en el borde del desierto de Taklamakán. En este punto había la posibilidad de elegir entre dos rutas potencialmente igual de traicioneras, la septentrional y la meridional, que convergían en Kasgar, una ciudad situada en la conjunción de la cordillera del Himalaya, la cordillera del Pamir, la cordillera de Tian Shan y el Hindú Kush. La expansión de los horizontes de China contribuyó a conectar el continente asiático” (Frankopan, pp. 28, 29).
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Eurasia
Soviética.
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Alejandro Magno al derrotar al Imperio Persa dominaba de Pakistán a Egipto y de Arabia a Turquía. En Irán: Susiana, Pérside (Persépolis, Pasagarda), Carmania, Media (Paretecos), Hircania, Partia, Aria. En Irak: Babilonia. En Armenia: Armenia. En Afganistán: Aracosia, Dranguiana. En Pakistán: Gedrosia. En Afganistán y Pakistán: Parapamisos. En Afganistán, Uzbekistán y Tayikistán: Bactria (Sogdiana). En Turquía: Frigia Helespóntica, Gran Frigia, Lidia (Sardes, Jonia), Caria (Licia, Pamfilia), Capadocia (Paflagonia), Cilicia. En Siria, Líbano, Chipre y Palestina: Siria (Damasco, Celesiria, Árado, Biblos, Sidón, Tiro, Chipre, Samaria, Gaza). En Siria: Mesopotamia/Siria interior. La tierra mítica de los conquistadores ariyas de Irán eran Ariianam Vaeyah (Choresmia o Jorasmia, en el río Aral del norte de Uzbekistán y Adurbadagán –Azerbaiyán-, en el suroeste-noroeste de Afganistán, centro del poder persa). Los iranios del norte: escitas de las estepas de Ucrania y hacia el este (Ossete moderno en el Cáucaso), Sakas de Xinjiang (Khotanese y Tumshuq, mod. Sariqoli) y el oeste de Asia Central, Saka tigraxauda (el “castillo puntiagudo” Saka) y el Saka haumavarga (“el Soma prensado Saka”). Los iranios del oeste: antiguos medos (Mada de Rai y Azerbaiyán), los modernos Kurdos, Baluchís y Persas (la antigua Parsa de Fars), así como los Tayikos (Tayikistán). Los iranios del este en Pakistán, Afganistán, Baluchistán, Tayikistán, Uzbekistán, Turkmenistán, Azerbaiyán: hablantes del Avéstico, Bactriano, Pastún, Pamir, Sogdiano (mod. Yaghnobi), Choresmiano. La cultura tribal airiiaman en el este de Irán: Choresmia (mar de Aral), Sogdia (Samarcanda, Bujara), Bactria (Balh), Margiana (Jorasán), Arachosia (Qandahar), Xananta (Gorgan), Raya (Rai), Varna (Bannu). Las culturas escitas de la estepa euroasiática se clasifican dentro de cuatro grupos: escitas pónticos (alrededor del mar Negro), sármatas (al norte del mar Caspio y en las regiones del río Don y el Volga, en la Rusia actual), masagetas (estepa de Asia Central), saka (oriente de Asia Central). En el siglo IX a.C., los escitas iranios sufren la presión de otros pueblos en su territorio original, como los masagetas (ubicados al norte y este del mar Caspio, emparentados con los saka) o los isedones (en Siberia y Asia Central), y llegan al norte del mar Negro procedentes de Asia Central (Kazajistán). En el siglo VIII a.C., llegan los cimerios iranios al norte del Ponto y Crimea, procedentes de Asia Central (Kazajistán). La gran disparidad de las definiciones del concepto de Asia Central obedece a la perspectiva individual. Restringir su demarcación a Kazajistán, Kirguistán, Tayikistán, Turkmenistán y Uzbekistán implica una visión geopolítica de las cinco ex repúblicas soviéticas. Ampliarla hacia el norte de Afganistán, el noroeste de Irán (Jorasán) y Xinjiang otorga más peso a las realidades histórico-culturales. Cuando las definiciones incluyen territorios todavía más remotos, a menudo se le da a la región un valor de placa central del continente euroasiático, la convierten en un equivalente de la Ruta de la Seda (de Beijing a Estambul) o del mundo turco-iraní (de Mongolia a los Balcanes). Peter Frankopan nos recuerda que Kazajistán y Uzbekistán, Kirguistán y Turkmenistán, Tayikistán y los países del Cáucaso; es una región asociada con regímenes inestables y violentos que constituyen una amenaza para la seguridad internacional, como Afganistán, Irán, Irak y Siria, o poco versados en las mejores prácticas de la democracia, como Rusia y Azerbaiyán. En términos generales, la región parece acoger una serie de estados fallidos, o en proceso de convertirse en tales, dirigidos por dictadores que obtienen mayorías increíblemente elevadas en las elecciones nacionales y cuyas familias y amigos dominan empresas que crecen sin control, poseen vastas fortunas y ejercen el poder político. Son lugares con un pésimo historial en materia de derechos humanos, en los que la libertad de expresión es muy limitada en los que se refiere a religión, consciencia y sexualidad, y donde el control de los medios determina lo que aparece y lo que no aparece en la prensa. Es un juicio severo sobre el puente de Oriente y Occidente, que si hacemos caso omiso a los prejuicios occidentales, podemos encontrar en el mundo civilizado ejemplos que harían sonrojar a los asirios, babilonios y persas. Eurasia se volvió un quebradero de cabeza en las antiguas repúblicas soviéticas. Las más de cien nacionalidades y grupos étnicos de la Unión Soviética se dispersaron a lo largo de su inmensa geografía. Nagorno Karabaj, poblada por armenios, fue incluida por Stalin en Azerbaiyán para complacer a Turquía, poniendo a sus enemigos ancestrales bajo el control azerí. Los osetos se dividieron entre Rusia y Georgia. Georgia explotó en una sangrienta confrontación entre sus múltiples nacionalidades (georgianos, abjazos, armenios, osetos, adjaros, meshchers, rusos). Azerbaiyán continuó luchando contra los armenios en Bakú y Nagorno Karabaj. Y las repúblicas musulmanas de Asia Central se vieron desgarradas entre sus lazos históricos con Rusia y el torbellino fundamentalista islámico que se extendía desde Irán y Afganistán. Como resultado, Tayikistán sufrió una guerra civil a gran escala y otras repúblicas islamizaron sus instituciones y educación para integrar el islamismo radical antes de que fuera demasiado tarde: “En el resto de la Unión Soviética las identidades nacionales no pudieron encontrarse expresadas en las instituciones artificialmente construidas del federalismo soviético. Viene al caso lo ocurrido con Georgia, un rompecabezas multiétnico que se construyó basándose en un reino histórico. Los georgianos representan en torno al 70% de los cinco millones y medio de población. En general, pertenecían a la Iglesia Ortodoxa de Georgia. Pero tenían que coexistir con los osetos, en su mayoría ortodoxos rusos, cuya población se divide entre la República Autónoma de Osetia septentrional (en Rusia) y el Oblast Autónomo de Osetia Meridional (Georgia). En el extremo noroccidental de Georgia, estaban los abjazos, un pueblo turco musulmán suní, que alcanza sólo en torno a las 80.000 personas, pero que constituían el 17% de la República Socialista Autónoma de Abjasia, creada dentro de Georgia como un contrapunto al nacionalismo georgiano. Y se logró: en la década de los noventa, los abjazos, con el apoyo de Rusia, lucharon para conseguir la cuasi independencia de su territorio, pese a ser una minoría de la población. La segunda república autónoma de Georgia, Adjaria, también es musulmana suní, pero georgianos desde el punto de vista étnico, con lo que apoyan a Georgia mientras buscan su autonomía. Los inguches musulmanes están en conflicto con los osetos en las zonas fronterizas entre Georgia, Osetia y Chechenia-Inguchetia. Además, los turcos meshchers, deportados por Stalin, están volviendo a Georgia, y Turquía ha expresado su disposición para protegerlos, provocando la desconfianza de la población armenia de Georgia… En lo que respecta al resto de las repúblicas, además del ilustrativo caso de Georgia, los kazajos son sólo una minoría en Kazajstán; Tayikistán tiene un 62% de tayikos y un 24% de uzbecos; los kirguises suponen sólo el 52% de la población de Kirguizistán; Uzbekistán tiene un 72% de uzbecos y una amplia diversidad de nacionalidades diferentes; el 14% de los residentes de Moldavia son ucranianos y el 13%, rusos. Los ucranianos representan sólo el 73% de la población de Ucrania. Los letones son el 52% de Letonia y los estonios, el 62% de Estonia. Así pues, toda definición estricta de intereses nacionales en torno a la nacionalidad dominante desde el punto institucional conduciría a conflictos graves en todo el continente eurásico” (Castells, pp. 62, 63, 64). Milton Bearden en “La tumba de los imperios. Las traicioneras cumbres de Afganistán” (PAIDÓS, 2002), ubica que Michni Point, la última avanzadilla de Pakistán en el extremo occidental del paso del Khyber, guarda la puerta del Torkham, el puesto fronterizo de entrada a Afganistán. Este lugar ha contemplado el paso de los mayores ejércitos del mundo en operaciones de conquista desde y hacia Asia Central. Alejandro Magno envió sus expediciones de abastecimiento a través del paso del Khyber, para luego esquivarlo con su ejército por el norte en el valle del Konar en su campaña del año 327 a.C. Allí se encontró con una resistencia feroz y, alcanzado por la fecha de un arquero afgano, apenas pudo llegar vivo al valle del Indo. Gengis Kan y los grandes emperadores mongoles comenzaron a atravesar el paso del Khyber mil quinientos años más tarde y al final lograron establecer el mayor de los imperios: de Corea y China hasta Hungría y de India hasta Rusia. En el siglo XIX, el paso del Khyber se convirtió en la piedra angular del Gran Juego, la competición entre Gran Bretaña y Rusia por el control del Asia central y del sur. La primera guerra afgana (1839-1842) comenzó cuando los oficiales británicos enviaron un gran ejército de tropas británicas e indias en Afganistán para evitar las incursiones rusas, sustituyendo al emir por un protegido británico. A causa de la oposición afgana, los británicos tuvieron que retirarse de Kabul en enero de 1842. Los británicos cometieron los mismos errores en la segunda guerra afgana (1878-1881) y la tercera guerra afgana (1917). Hacia el final de la Primera Guerra Mundial, el Gran Juego había acabado. Durante la Segunda Guerra Mundial, Afganistán coqueteó con el arianismo y el Tercer Reich, convirtiéndose en “la Suiza de Asia Central”. Tras la guerra, volvió a su estado natural de conflictos étnicos y faccionales. El país se sumergió en una espiral de anarquía tras la toma del poder en Kabul de Nur Mohamed Taraki en 1978. Hafizullah Amin se convirtió en primer ministro en 1979, y tras la progresiva desintegración del orden, el Kremlin decidió intervenir. Los soviéticos repitieron el error británico de instalar un emir impopular en el “trono afgano”. La operación se desarrolló con una eficiencia brutal: Hafizullah Amin fue asesinado en extrañas circunstancias, Kabul fue asegurada y los soviéticos situaron a Brabak Karmal, a la cabeza del gobierno afgano. Para sorpresa de Moscú, Jimmy Carter canceló un gran número de acuerdos pendientes con la Unión Soviética, puso en marcha el boicot a los Juegos Olímpicos de 1980 en Moscú y firmó una autorización presidencial para que la Agencia Central de Inteligencia (CIA) se encargara de organizar la ayuda, incluyendo armas y apoyo militar, al pueblo afgano para que pudiera resistir la ocupación soviética. En enero de 1980, Carter envió a su consejero de Seguridad Nacional, Zbigniew Brzezinski, a entrevistarse con los líderes paquistaníes, que ya apoyaban a la resistencia afgana. A las pocas semanas la CIA ya había organizado su primera entrega de armamento, un envío de varios miles de rifles viejos Enfield 303, a los rebeldes, que ya habían comenzado a atacar a los soviéticos. Durante los años ochenta, la agencia proporcionó varios cientos de miles de toneladas de armas y de material militar a Pakistán para que se distribuyesen entre los rebeldes afganos, conocidos como muyahidines (“soldados de Dios”). La coalición de países que apoyó la resistencia creció enormemente e incluyó a Estados Unidos, el Reino Unido, Pakistán, Arabia Saudí, Egipto y China. Formando parte de las siete facciones autónomas de la resistencia afganas radicadas en Peshawar, la capital de la provincia fronteriza del noroeste de Pakistán, los comandantes de los muyahidines recogían sus suministros y partían a enfrentarse a las tropas soviéticas. Durante los primeros cinco años de esta guerra encubierta, la CIA intentó mantener una “cierta denegabilidad”, mediante la cual buscaba asegurarse de que la ayuda que proporcionaba a la resistencia no podía ser identificada de forma inequívoca como proveniente de Estados Unidos. Los oficiales de la CIA en Pakistán mantenían un perfil bajo, y las armas que proporcionaban a las muyahidines, con excepción de los Enfield británicos, consistían en modelos manufacturados en países del Pacto de Varsovia. Una ventaja adicional de la utilización de armamento del bloque soviético era que los muyahidines podían emplear cualquier tipo de munición que pudieran capturar de las guarniciones de la República Democrática de Afganistán (DRA), o comprarla, con dólares americanos, a los corruptos responsables de los almacenes militares de la DRA o incluso a los oficiales de suministro del Ejército Rojo. Hacia 1985, el 40º Ejército soviético, que inicialmente era una fuerza expedicionaria limitada, había pasado a ser una fuerza de ocupación de alrededor de 12.000 hombres, dispersa por guarniciones en todo el país. Hacia mediados de los años ochenta los muyahidines contaban con más de 250.000 combatientes, aunque tanto ellos como la población civil habrían sufrido un tremendo número de bajas: un millón de muertos y un millón y medio de heridos, además de seis millones de desplazados internos y externos: “A medida que la CIA se iba implicando más en su guerra encubierta e indirecta con la Unión Soviética, quedó claro para su nuevo director, William Casey, nombrado por el presidente Ronald Reagan, que el conflicto estaba estancado. Estados Unidos podía estar combatiendo a los soviéticos hasta el último afgano que quedase de pie en una confrontación que podía continuar indefinidamente. Hacia 1985, las tácticas aéreas soviéticas habían mejorado considerablemente, y los muyahidines estaban sufriendo un número creciente de bajas a causa de la creciente flota soviética de helicópteros de combate MI-24D. Los afganos no tenían nada en su arsenal para hacer frente a este equipamiento y por eso, tras un acalorado debate y una fuerte presión del Congreso, la Casa Blanca decidió proveerles de misiles antiaéreos Stinger… Dos acontecimientos a finales del verano de 1986 cambiaron el curso de la guerra. El 20 de agosto, un misil muyahidín de 107 mm acertó por casualidad en un depósito de municiones de la DRA en las afueras de Kabul, provocando una explosión en cadena que destruyó decenas de miles de toneladas de material militar, iluminando los cielos de la capital afgana durante la noche y ardiendo durante el día. Un mes después, el 26 de septiembre, un grupo de la resistencia liderado por un comandante con el inadecuado nombre de Gaffar (“el magnánimo”, uno de los 99 nombres de Alá) derribó tres helicópteros MI-24 durante la primera emboscada de la guerra en la que se empleaban misiles Stinger. El efecto de estos acontecimientos en los muyahidines fue inmediato, y en cuestión de días las derrotas de las tropas soviéticas se estaban produciendo en cascada, con uno o dos aviones o helicópteros derribados al día por causa de los Stinger… El 14 de abril de 1988, tras interminables negociaciones sobre conceptos tan retorcidos como la “simetría negativa” en el recorte de suministros a los combatientes, se firmaron los Acuerdos de Ginebra, que estipulaban la retirada soviética de Afganistán… El comandante del 40º Ejército soviético en Afganistán, Boris Gromov, escenificó la partida soviética hasta el último minuto. El 15 de febrero, la prensa internacional fue conducida desde la cercana ciudad de Termez, en la República Soviética de Uzbekistán, hasta un centro especial de prensa completado por un pabellón cubierto recién construido. El cadáver de un pobre soldado detector de minas había sido transportado cuidadosamente a través del Puente de la Amistad tendido sobre el Amur Dar´ya (el río que traza la frontera entre Afganistán y Uzbekistán), antes de que la prensa pudiera darse cuenta de que aquel bulto envuelto era el último soldado ruso muerto en una guerra que duró una década” (Bearden, pp. 105, 106).
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B A B I L O N I A.
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Sólo en el mundo antiguo era posible encontrar figuras de la talla del rey de la Totalidad, rey de Sumeria y Agade, rey de las “Cuatro Regiones del Universo” (Mesopotamia, Anatolia, Levante Mediterráneo, Irán): ŠAR.RU.KI.IN o SHARRU.KINU “Sargón el Grande” (2340-2284 a.C.). El rey de la Totalidad, rey de Sumeria, dios de Agade, rey de las “Cuatro Regiones del Universo”: NA.RA.AM o NARAM.SIN (2260-2223 a.C.). El rey de la Totalidad, rey de Asiria, rey de las “Cuatro Regiones del Universo”: SHAMSHI.ADAD I (1813-1781 a.C.). En la actualidad sólo reconocemos esa capacidad a los organismos supranacionales de gobernanza global: Organización de las Naciones Unidas (ONU), Fondo Monetario Internacional (FMI), Banco Mundial (BM), Organización Mundial del Comercio (OMC), etc. Sabemos que los presidentes son títeres de políticas internacionales y agendas globales: Agenda 2030. En la democracia liberal donde los errores se achacan a los ciudadanos (Fernando Savater) o al sistema político, prácticamente es imposible que un gobernante tenga el cuestionamiento de NARAM.SIN: “Estaba confuso. Estaba desorientado. Desesperado. Aquejado, desconsolado. Me desanimé. Así que pensé: “Qué ha traído Dios a mi reino”. Soy un rey que no ha mantenido la prosperidad de su tierra, y un pastor que no ha mantenido a su pueblo. ¿Qué me he traído a mí mismo y a mi reino?” (Naram-Sin y las Hordas Enemigas). Paul Kriwaczek en “Babilonia. Mesopotamia: La mitad de la historia humana” (ARIEL, 2011), rescata las referencias religiosas de la Guerra de Irak. Saddam Hussein en un encuentro con oficiales de alto rango, expresó la invasión de Kuwait como un mandato del Cielo: “A Dios pongo por testigo, que es el Señor quien quiso que ocurriera lo que ocurre. Esta decisión que recibimos vino prácticamente hecha de Dios… Nuestra función en la decisión fue prácticamente nula”. En un documental emitido por la BBC en 2005, Nabil Shaath, ministro de Asuntos Exteriores de Palestina, recordó el discurso de George W. Bush: “Tengo una misión de Dios. Dios me dijo: “George, ve y lucha contra esos terroristas en Afganistán”. Y lo hice. Y entonces me dijo: “George, ve y acaba con la tiranía en Irak”. Y lo hice. Y ahora, nuevamente siento que se me vienen las palabras de Dios”. Saddam Hussein se veía a sí mismo como el rey Nabucodonosor II (605-562 a.C.), conquistador y destructor de Yerushalayïm y su Templo, enemigo de persas y judíos. Hussein también admiraba a Hammurabi (1795-1750 a.C.), a ambos dedicó nombres de unidades: Guardia Republicana Hammurabi, División de Infantería Nabucodonosor. El Festival Internacional de Babilonia de 1988 mostraba el perfil de Saddam Hussein superpuesto al de Nabucodonosor. El Festival Internacional de Babilonia de 1990 representaba una palmera, el símbolo de la victoria en Oriente, abajo un “bebé Saddam” en una canasta flotando por las orillas de un pantano. El reportero de la revista TIME no entendía por qué se estaba comparando con Moisés, lo que el reportero no sabía, es que la leyenda del niño abandonado en una canasta sellada por betún es mesopotámica, la leyenda de Sargón el Grande (2340-2284 a.C.). Saddam Hussein fue ahorcado el 30 de diciembre de 2006 en Bagdad. Su hija Raghad, que vivía en Jordania tras la invasión estadounidense, realizó dos publicaciones en Twitter para cumplir los últimos deseos de su padre, que le valieron el borrado y la suspensión de la cuenta. En la primera publicación emitió una grabación que advertía sobre los peligros expansionistas de los iraníes sobre los árabes, a quienes Hussein protegió durante dos décadas y media. En octubre de 1971, el Sha de Irán Mohammad Reza Pahleví, su majestad imperial Shahansha “Rey de Reyes”, declaró su parentesco con Ciro el Grande (539 a.C.), el fundador del primer Imperio persa aqueménida. En las ruinas de Persépolis organizó un festejó de $USD300 millones para celebrar los 2.500 años del Imperio persa. 60 reyes, reinas, presidentes, jefes de Estado y líderes internacionales disfrutaron de espectáculos frente el Templo de Darío I el Grande (521-486 a.C.): príncipe Rainiero, princesa Grace de Mónaco, príncipe Felipe de Edimburgo, la princesa Ana, el mariscal comunista yugoslavo Tito, el dictador comunista rumano Nicolás Ceausescu, el ex presidente brasileño Emilio Garrastazu Médici. Tanto Hussein como los gobernantes iraníes hacen conexiones con el pasado premusulmán para escapar de la órbita de la Meca y Medina como única fuente de legitimidad islámica. El derroche de un aeropuerto, autopista y ciudadela, banquetes preparados por Maxim´s y soldados vestidos de antiguos persas detonó la revolución del Ayatolá Jomeini. Mohammad Reza Pahleví no sólo era el hombre más rico de Irán, actuaba como un autócrata del mundo antiguo. Tenía el poder absoluto, designaba al primer ministro, podía disolver el Parlamento y controlaba el ejército y la prensa. Manuel Castells en “La era de la información. El poder de la identidad. Vol. II” (SIGLO VEINTIUNO EDITORES, 2004) explica que las bases sociales del fundamentalismo radical parecen derivarse de una combinación del éxito de la modernización dirigida por el Estado durante las décadas de 1950 y 1960 y el fracaso de la modernización económica en la mayoría de los países musulmanes durante las décadas de 1970 y 1980, cuando sus economías no pudieron adaptarse a las nuevas condiciones de la competencia global y la revolución tecnológica del último período. Una joven población urbana, con un alto nivel educativo como resultado de la primera ola de modernización, se vio frustrada en sus expectativas cuando la economía entró en crisis y se consolidaron las nuevas formas de dependencia cultural. A su descontento se unieron las masas empobrecidas, expulsadas de las zonas rurales a las ciudades por la modernización desequilibrada de la agricultura. Esta mezcla social se hizo explosiva por la crisis del estado-nación, cuyos empleados, incluido el personal militar, sufrieron el descenso de su nivel de vida y perdieron la fe en el proyecto nacionalista. La construcción de la identidad islámica contemporánea avanzó como una reacción contra la modernización inalcanzable (ya sea capitalista o socialista), las perversas consecuencias de la globalización y el derrumbamiento del proyecto nacionalista postcolonial: “La Revolución Blanca del sha, lanzada en 1963, fue un intento muy ambicioso de modernizar la economía y la sociedad, con el respaldo de los Estados Unidos, y con el proyecto deliberado de conectar con el nuevo capitalismo global que estaba en marcha. Al hacerlo, socavó las estructuras básicas de la sociedad tradicional, de la agricultura al calendario. En efecto, surgió un importante conflicto entre el sha y los ulemas sobre el tiempo cuando, el 24 de abril de 1976, el primero cambió el calendario islámico por el preislámica de la dinastía aqueménida. Cuando Jomeini aterrizó en Teherán el 1 de febrero de 1979 para encabezar la revolución, volvió como representante del imán Nacoste, Señor del Tiempo (wali al zaman) para afirmar la preminencia de los principios religiosos. La revolución islámica se opuso a la vez a la institución de la monarquía (Jomeini: “El islam se opone fundamentalmente a toda noción de monarquía”); al estado-nación (artículo 10 de la nueva Constitución iraní: “Todos los musulmanes forman una única nación”); y a la modernización como una expresión de la occidentalización (el artículo 43 de la Constitución estipula la “prohibición de la extravagancia y el derroche en todos los asuntos relacionados con la economía, incluidos el consumo, la inversión, la producción, la distribución y los servicios”). Los ulemas, los blancos principales de las reformas institucionales del sha, conservaron su poder como los intermediarios entre la sharia y la sociedad. La radicalización del régimen islámico, tras el ataque de Irak en 1980 y la atroz guerra que siguió, llevó a la purificación de la sociedad y al establecimiento de jueces religiosos especiales para reprimir los actos impíos tales como “el adulterio, la homosexualidad, el juego, la hipocresía, la compasión por los ateos y por los hipócritas, y la traición”. ¿Cuáles son las bases sociales del fundamentalismo? En Irán, donde otras fuerzas revolucionarias participaron en las largas y cruentas movilizaciones para derrocar la sangrienta dictadura Pahlevi, los dirigentes fueron los clérigos y en las mezquitas se reunieron los comités revolucionarios que organizaron la insurgencia popular. En cuanto a los actores sociales, la fuerza del movimiento estaba en Teherán y otras grandes ciudades, sobre todo en los estudiantes, los intelectuales y los comerciantes y artesanos de los bazares. Cuando el movimiento llegó a las calles, se unieron las masas de inmigrantes rurales recientes que construyeron sus poblados de chabolas en Teherán en la década de 1970, después de que la modernización de la agricultura los expulsara de sus aldeas” (Castells, pp. 39, 40). Samantha Power en “Problema infernal. Estados Unidos en la era del genocidio” (FCE, 2005) expone el exterminio kurdo con la complicidad de Occidente. En marzo de 1987, a un año de ratificarse el Convenio sobre Genocidio, el presidente iraquí, Saddam Hussein, nombró a su primo Alí Hassán al-Majid secretario general de la Oficina del Norte, una de las cinco zonas administrativas de Irak. El dictador iraquí lo invistió de autoridad suprema: “Las decisiones del camarada al-Majid serán obligatorias para todas las dependencias estatales, sean militares, civiles o de seguridad”. El nuevo jefe de la Oficina del Norte aprovechó estos poderes absolutos, en sus palabras, para “resolver el problema kurdo y exterminar a los saboteadores”. Desde la Guerra de Irak contra Irán en 1980, a Hussein le preocupaba el “problema kurdo”. Los kurdos constituían 4 de los 18 millones de iraquíes. Aunque las fuerzas de seguridad de Hussein controlaban las ciudades, Bagdad se encontraba en dificultades para vigilar las zonas rurales habitadas por los kurdos que, armados, se resguardaban en las montañas para organizar rebeliones contra las fuerzas iraquíes. Algunos incluso se aliaron con Irán, por lo que Hussein decidió que la mejor forma de reprimir la rebelión era eliminándolos. Al-Majid ordenó que los kurdos desalojaran los hogares que habitaron durante siglos para congregarse en centros colectivos donde el Estado podía vigilarlos. Cualquier kurdo que permaneciera en las llamadas “zonas prohibidas” y se negara a reubicarse en los nuevos complejos habitacionales del gobierno, sería considerado traidor y señalado para su ejecución. La policía especial y los efectivos iraquíes llevaron a cabo el plan maestro de al-Majid: “limpiaron”, gasearon y mataron con precisión industrial. La ofensiva iraquí se inició en 1987 y culminó entre febrero y septiembre de 1988, en lo que se denominó la campaña Anfal. Según los deseos de Hussein y bajo las órdenes explícitas de al-Majid, los soldados iraquíes saquearon y destruyeron todo. En ocho oleadas consecutivas de Anfal, cuidadosamente concertadas, aniquilaron la vida kurda en el Irak rural. Entre 1987 y 1988, las fuerzas de Sadam Hussein destruyeron varios miles de aldeas y poblados, y mataron a cerca de 100 000 kurdos iraquíes, casi todos desarmados, muchos de ellos mujeres y niños. Aunque los informes de inteligencia y de la prensa acerca de la brutalidad iraquí contra los kurdos se dieron a conocer casi de inmediato, los planificadores políticos estadounidenses y periodistas occidentales trataron la violencia iraquí como un intento comprensible de suprimir la rebelión o como una horrenda consecuencia de la guerra entre Irán e Irak. Puesto que Estados Unidos apoyó a Irak en esa guerra, calló toda protesta, negó pruebas irrefutables de armas químicas en ese país e insistió en que a la larga Saddam Hussein recobraría la cordura. Fue hasta septiembre de 1988 cuando la fuga de decenas de miles de kurdos hacia Turquía obligó a Estados Unidos a condenar al régimen por usar gas tóxico contra su propio pueblo. Sin embargo, aun cuando deploró los ataques con armas químicas, Washington consideró la campaña de destrucción un “asunto interno”. Entre 1983 y 1988 Estados Unidos suministró a Irak más de 500 millones de dólares anuales en créditos para productos agrícolas estadounidenses en un programa llamado Corporación de Créditos para Mercaderías (Commodity Credit Corporation, CCC). Después del ataque de septiembre de 1988, el senador Claiborne Pell presentó un paquete de sanciones al Congreso para poner fin a los créditos agrícolas e industriales a Saddam Hussein como castigo por matar a civiles desarmados. Con la influencia de su ayudante de relaciones exteriores, Peter Galbraith, Pell argumentó que ni siquiera un aliado de Estados Unidos podía excusarse si gaseaba a su propio pueblo. Pero el gobierno de Bush padre, en lugar de cancelar el programa CCC o cualquiera de los demás apoyos al régimen iraquí en 1989, un año después de documentar los salvajes ataques con gases y deportaciones de Hussein, duplicó su compromiso con Irak y aumentó los créditos del CCC a más de 1 000 millones de dólares. Se hundió así la Ley Pell para la prevención del genocidio, que habría castigado a Hussein: “A mediados de marzo de 1988, una operación conjunta kurda e iraní puso en fuga a los soldados iraquíes en Halabja. Los militares iraníes reemplazaron a los iraquíes en el pueblo fronterizo. Los civiles kurdos, peones en la lucha entre los dos grandes poderes de la zona, cayeron presas de una oleada de estremecimiento. El 16 de marzo Irak contraatacó con gases letales… Halabja muy pronto se conoció como el Hiroshima kurdo. En los tres días de ataques, las víctimas fueron expuestas a gas mostaza, que quema, provoca mutaciones del ADN y causa malformaciones y cáncer, así como a los gases neurológicos sarín y tabún, que matan, paralizan o causan daños neurológicos inmediatos y permanentes. Los médicos sospechaban que también se emplearon el temido gas VX y la sustancia biológica aflatoxín. Unos 5 000 kurdos murieron de inmediato y miles más resultaron heridos. Irak por lo general justificaba los ataques contra los kurdos arguyendo que procuraba eliminar a los saboteadores alineados con los iraníes. Pero en Halabja la mayoría de los peshmerga kurdos que colaboraban con Irán consiguieron máscaras antigas. Fueron los civiles kurdos no combatientes quienes quedaron indefensos. Halabja fue el más notorio y mortal de todos los ataques contra los kurdos, pero fue sólo uno de por lo menos 40 asaltos con gas que ordenó al-Majid… Los kurdos, como muchas víctimas recientes de genocidio, entran en una clasificación de lo que la investigadora de genocidios, Helen Fein, llama “víctimas implicadas”. Aunque la mayoría son civiles apolíticos, los dirigentes políticos o militares de un grupo nacional, étnico o religioso muchas veces toman decisiones (reclamar derechos básicos, organizar protestas, lanzar revueltas armadas o incluso planear ataques terroristas) que les ofrecen a los genocidas una excusa para las represalias y a los observadores un pretexto para mirar a otro lado. A diferencia de los judíos europeos de los años treinta, los kurdos querían liberarse del sofocante abrazo de Hussein y, como confesaban en privado, de su país en su totalidad. Así, los kurdos estaban doblemente implicados. No sólo se armaron y se rebelaron contra el régimen iraquí respaldado por Estados Unidos, sino que algunos se aliaron con Irán, enemigo de dicho país. Al ser “guerrilleros”, los kurdos parecían pedir la represión, y como aliados temporales de Irán era muy fácil asociarlos con las fuerzas responsables de la toma de rehenes y de las condenas al “Gran Satanás” (Power, pp. 248, 249, 251).
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Silk
Road.
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Aunque los soviéticos dejaron Afganistán en 1989, los muyahidines no pudieron tomar la capital, Kabul, hasta abril de 1992. Su triunfo sería corto. La guerra civil comenzó de nuevo con una brutalidad horrorosa. Surgiendo del puro caos, los talibanes (“los estudiantes del islam”) comenzaron a formarse bajo el liderazgo del mulá Mohamed Omar, un clérigo tuerto originario de la provincia de Oruzgan, en el centro de Afganistán. Entre 1994 y 1996, Estados Unidos apoyó políticamente a los talibanes a través de sus aliados Pakistán y Arabia Saudí porque Washington los consideraba antiiraníes, antichiítas y prooccidentales. Hacia 1996, los talibanes se habían hecho con el poder en Kabul y habían asesinado a Najibulá. Occidente consideró fugazmente a los talibanes como fuente de un nuevo orden y una posible herramienta en el Gran Juego: la competición por las riquezas energéticas de Asia Central. Algunas compañías petroleras americanas y de otros países estaban buscando fórmulas para canalizar las enormes reservas de gas de Turkmenistán hacia los sedientos mercados energéticos de Pakistán. Hacia 1996, la mayor parte del trazado del gaseoducto propuesto estaba más o menos bajo control talibán y la conjunción de política, poder y energía parecía adecuada. Pero en 1997, los planes para el gaseoducto afgano fueron archivados y el país se sumergió en el caos a medida que los talibanes intentaban completar el control territorial. Su actuación en materia de derechos humanos y su trato a las mujeres provocó el rechazo internacional, y con excepción del reconocimiento de Arabia Saudí, los Emiratos Árabes Unidos y Pakistán, Afganistán estaba totalmente aislado. En este escenario, los árabes afganos comenzaron su retorno a Afganistán. Muchos de ellos, incluyendo a Osama Bin Laden, se habrían marchado tras la derrota soviética, convencidos de poder provocar un cambio radical en sus propios países. El Estado Islámico de Afganistán estuvo al frente de 1992 a 2002. Lo establecieron los muyahidines, quienes luego serían derrocados por los Talibán, facción extremista fundada por veteranos de la guerra con la URSS. Hacia 1998, la ayuda a la Alianza del Norte antitalibán dentro de Afganistán fluía desde Rusia, Uzbekistán, Irán y la India. Desde el punto de vista ruso, los talibanes apoyaban a los islamistas en Tayikistán (donde Rusia había destinado tropas desde 1992 para prevenir el establecimiento de un régimen islámico) y promovían un islamismo radical en otros lugares de Asia Central y Chechenia. El autoritario líder de Uzbekistán, Islam Karimov, consideraba a los talibanes como aliados del proscrito Movimiento Islámico de Uzbekistán (MIU) y por tanto apoyaba a la rama uzbeka de la coalición antitalibán. La India temía que los grupos islámicos separatistas armados en la disputada región de Cachemira, que ya estaban apoyados por Pakistán, dispondrían de un nuevo patrón. Irán apoyaba a la Alianza del Norte, porque los iraníes poseen estrechos lazos históricos con los hazaras del centro de Afganistán, que también son musulmanes chiítas y han recibido un tratamiento particularmente discriminatorio de los talibanes. A diferencia de Pakistán, Irán considera a los talibanes como un régimen suní amenazador y puritano que fue, hasta el 11 de septiembre de 2001, financiado por Arabia Saudí. Además, los iraníes no han olvidado que durante un tiempo Estados Unidos contempló con buenos ojos un Afganistán controlado por los talibanes que reemplazara la anarquía por estabilidad y que permitiera a las compañías occidentales la construcción de un gasoducto desde Turkmenistán hasta Pakistán, vía Afganistán. El valor estratégico del proyecto dependía de su contribución al aislamiento iraní: Turkmenistán estaba considerando un trazo alternativo para el gasoducto que pasaba por territorio iraní, a lo que se oponía Estados Unidos. Tayikistán, Turkmenistán y Uzbekistán poseen fronteras con Afganistán. Los turkmecos no deseaban ser la rampa de lanzamiento para una invasión americana de Afganistán, y no sólo porque Irán, a través del cual Turkmenistán exporta gas natural a Turquía, se opondría a ello. Por su parte, el cercano Tayikistán ha librado su propia guerra civil con otros grupos islámicos. El propio grupo rebelde de Uzbekistán, el MIU, tiene su base en el valle de Ferganá (que también recorre Kirguistán y Tayikistán), y también ha llevado a cabo atentados dentro y fuera de la capital, Tashkent. Uzbekistán, que comparte una frontera de 180 kilómetros con Afganistán, es el Estado más cooperativo de Asia Central. La rebeldía islámica y étnica ha afectado a Kirguistán, Tayikistán y Uzbekistán de varias maneras. La corrupción, el crimen organizado y el tráfico de drogas. También la pobreza, el crecimiento demográfico y los cambios radicales producidos por el colapso de la Unión Soviética. En conjunto, estos factores producen una gran cantidad de jóvenes descontentos y socialmente inestables, una materia prima para los movimientos radicales. Los talibanes empezaron a gravar el cultivo de amapola con dos tasas: el usher para los agricultores y el zakat para los traficantes. Incluso consiguieron gravar las exportaciones de droga, lo que convirtió al régimen talibán en el primero en aplicar impuestos a la producción agrícola. Para llegar a los mercados de Europa, Pakistán e Irán y al de los países que formaban la antigua Unión Soviética, los talibanes se sirvieron de tres grandes rutas que se mantienen hoy en día. La más importante sigue siendo la del oeste a través de Irán, uno de los países más afectados por el consumo de opio. La del sur atraviesa Pakistán a través de las fronteras con Baluchistán, hacia los puertos de Gwadar y Karachi, en donde se carga en barcos con destino a los países del Golfo Pérsico. La del norte cruza Kirguistán, Turkmenistán, Uzbekistán y Tayikistán con destino a los países de la Comunidad de Estados independientes. Además, existen rutas secundarias que atraviesan Oriente Medio y África Oriental con dirección hacia África Occidental y Europa. Estos antecedentes son necesarios para entender que la espectacular reducción del cultivo del opio en 2001 obedeció al intento del gobierno talibán de controlar la caída de los precios internacionales causada por la sobreproducción y no a su lucha contra el narcotráfico, uno de los mitos que se propagaron por el desconocimiento y la propaganda. Para lograrlo, los líderes talibanes, en connivencia con los grandes traficantes, acumularon importantes cantidades de opio antes de prohibir su cultivo, con lo que los pequeños agricultores se encontraron atrapados entre los créditos que habían concedido los traficantes y la imposibilidad de poder plantar amapola. Esto provocó a su vez, la animadversión contra el régimen de gran parte de los agricultores en vísperas del 11 de septiembre. La invasión norteamericana no supuso el final de los talibanes. El objetivo principal de la administración Bush fue la captura de los líderes de Al Qaeda a través de operaciones especiales y ataques aéreos, dejando en segundo plano la persecución del régimen radical. Los talibanes atravesaron la frontera con Pakistán en el invierno de 2002-2003 hacia las remotas regiones de las Áreas Tribales de Administración Federal (FATA) de Pakistán o al Baluchistán paquistaní, contando con la protección del ISI (Servicios Secretos de Pakistán), del partido Jamiat Ulema-i-Islam (JUI), que ya había colaborado con los talibanes desde 1994, y de los propios pastunes de la zona. La ocupación estadounidense permitió a los antiguos señores de la guerra participar en el control de Afganistán, con la pérdida de credibilidad de los nuevos administradores y el incremento de la producción, prácticamente doblando la producción del período talibán. Además, se reprodujeron los conflictos por el control del opio, por ejemplo, entre las milicias de Abdul Rashid Dostum y las de Atta Muhammad en el norte, Amanulá Khan e Isamail Khan en Herat e Ismail Khan y Gul Agha Sherzai en Qandahar. A pesar del riesgo de que Afganistán acabara convirtiéndose en un narco-estado, las fuerzas estadounidenses limitaron sus intervenciones a objetivos militares sin luchar directamente contra el narcotráfico. El caso paradigmático de Harji Bashar Noorzai, uno de los mayores traficantes afganos y benefactor de los talibanes, detenido y posteriormente puesto en libertad en el 2001. Aníbal Ríos Monterrey en “El tráfico de precursores de drogas tóxicas, estupefacientes y sustancias psicotrópicas” (UNIVERSIDAD DE SALAMANCA, 2017), a través de la Operación Topacio en el año 2003 se logró recabar información detallada sobre el comercio internacional del anhídrido acético, lo cual permitió que la JIFE (Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes) lograra una comprensión adecuada del comercio y previniera desviaciones. Obteniendo éxitos destacados en la identificación de redes de traficantes y empresas ficticias a través de las cuales se realizan las desviaciones de esa sustancia catalogada del comercio lícito hacia el tráfico ilícito en Europa. Afganistán, Kazajistán, Kirguistán y Tayikistán se unieron a la operación. Precisamente por la aplicación en estos países de los mecanismos de trabajo y los procedimientos operativos de la operación se pudieron realizar incautaciones por un monto total de 25 toneladas esta sustancia en Afganistán durante el año 2003, lo cual fue muy importante de cara a prevenir desviaciones o contrabando a la región. Durante el año 2004, las autoridades afganas llevaron a cabo el desmantelamiento de algunos laboratorios ilegales de fabricación de heroína, además incautaron 375 litros de anhídrido acético, junto con 675 kilogramos de cloruro de amoniaco (sustancia no catalogada) y 75 kilogramos de bicarbonato de sodio (sustancia no catalogada), desafortunadamente el anhídrido acético no se encontró en los contenedores originales, ni se encontraron documentos relacionados con la sustancia, lo que impidió realizar el rastreo hasta la fuente de esta sustancia. En 2008 y 2009 España, en cooperación con los proveedores lícitos de esta sustancia en su país, suspendieron unas remesas sospechosas de este precursor destinadas a la República Islámica de Irán, Irak y la República Árabe de Siria. En este período las autoridades alemanas también impidieron la entrega de remesas sospechosas de anhídrido acético por un total de 70 toneladas a países de Asia Occidental, entre ellos Afganistán, Armenia, la República Islámica de Irán, Irak, Pakistán, los Emiratos Árabes Unidos y Uzbekistán. Debiendo destacarse que empresas radicadas en Irak incrementaron de forma considerable los pedidos de este precursor de drogas a Alemania, la India, España, el Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda y los Estados Unidos de América. La mayoría de los pedidos fueron realizados por empresas que eran nuevas en el mercado de precursores, que no necesitaban lícitamente esta sustancia o no estaban autorizados para importarlas. En el 2003 México pasó a ser el principal exportador de anhídrido acético al haber vendido más de 110.000 toneladas, equivalentes a casi el 40% del volumen total que se notificó en el ámbito de la Operación. Para hacernos una idea del nivel de comercio mundial del anhídrido acético tomaremos como referencia las notificaciones previas de exportación realizadas desde el período 2004-2005 al período 2013-2014. En estos diez años se notificó la comercialización de 2.477 millones de litros de esa sustancia catalogada entre empresas de más de la mitad de Estados o territorios del mundo, debiéndose tenerse en cuenta que los envíos no se hacen de un país a otro casi nunca, produciéndose en la mayoría de los casos múltiples reexpediciones. Por lo cual un mismo país puede ser exportador, importador y de reexpedición de remesas de esta sustancia. Hay que señalar que en el período 2004-2005 un total de 14 países exportadores realizaron un total de 1.300 notificaciones a 48 países importadores por un monto total de 306.506.000 de litros de anhídrido acético. Mientras que en el período 2013-2014 un total de 28 países exportadores (el doble), realizaron un total de 1.523 notificaciones de exportación (223 más), a 86 países importadores (38 más) por un monto total de 364.000.000 de litros de este precursor de drogas (57.494.000 litros más). Siendo el período 2007-208 en el que se reportó el menor nivel de comercio (115.750.000 litros) y el período 2013-2014 el de mayor nivel (364.000.000 litros). Al Qaeda es la única red terrorista que tiene alcance global, es un subproducto de la globalización. ¿Qué es el terrorismo? El profesor británico de filosofía política Paul Gilbert lo define de la siguiente manera: el terrorismo es un delito con finalidades bélicas. Es una definición simple que puede aplicar a toda forma de violencia política, que lo mismo aplica a los hashshashins, a los jacobinos, a los bolcheviques, a los nazis, a los neoconservadores, a los talibanes y Al Qaeda, que a los anarquistas, al feminismo radical, a la APPO (Asociación Popular de Pueblos de Oaxaca en 2006) y los normalistas de Ayotzinapa (Guerrero) que el activismo fraudulento convierte en héroes. En 2023 la ONU tiene ubicados a los tres mayores productores mundiales de opio: en primer lugar Myanmar (“Triángulo Dorado”: Tailandia, Laos, Myanmar), en segundo lugar Afganistán (“Triángulo Dorado”: Afganistán, Pakistán, Tayikistán) y en tercer lugar México, que en conjunto controlan el 96% de la producción global. Además, México es el tercer país con mayor superficie de cultivo dedicado a la flor de amapola: la Sierra Madre Occidental (“Triángulo Dorado”: Sinaloa, Chihuahua, Durango), el norte de Nayarit y en la Sierra Madre del Sur (Oaxaca, Guerrero). Mientras el IISUABJO entretiene a los oaxaqueños con la gentrificación, oculta las relaciones regionales del narcotráfico que hasta la ONU hace evidentes: “Nueve años después de su retirada de Qandahar, los talibanes siguen siendo un enemigo listo e invencible en una guerra que lleva a Estados Unidos a la ruina. ¿Cómo es posible? “Conoce a tu enemigo”, proclama Von Clausewitz; pero hoy en el Pentágono a nadie le preocupa esta máxima… ¿Cómo financia un ejército irregular como el de los talibanes una guerra de casi diez años? La respuesta es la heroína. Los talibanes forman parte actualmente de la industria de los narcóticos, que según Naciones Unidas, a partir de 2006 genera al año entre 200 y 400 millones de dólares, cuya “facturación” ha aumentado en proporción geométrica desde 2001 a raíz de la caída del régimen del mulá Omar. En el Afganistán “democrático” el narcotráfico les ha conferido un poder económico que nunca habían tenido. Hasta 2001 quien pagaba los sueldos de la administración pública de Qandahar era el ISI, los servicios secretos de Pakistán, porque el gobierno afgano no podía hacerse cargo. La balanza de pagos del Afganistán de los talibanes era menos compleja en cuanto a gastos: aparte de la modesta producción de opio que los gobernantes toleraban con impuestos, un asiento de los ingresos era el alquiler de campos de entrenamiento de Al Qaeda y los impuestos de tránsito del contrabando. Entonces sí que podían calificárseles de ejercito de desharrapados, pero hoy la situación ha cambiado. Según un informe secreto del Pentágono citado por el Washington Post el verano de 2006, los talibanes perciben un porcentaje de todas las fases de producción de la droga, desde la siembra hasta la exportación del producto acabado. Tasan con impuestos hasta la importación de los compuestos químicos que se usan en los laboratorios locales para transformar el opio en heroína. Y lo hacen porque, en realidad, son ellos quienes han creado las condiciones para el desarrollo de la industria en Afganistán. Cultivadores, señores de la droga, narcotraficantes y toda una nébula criminal que vive de este comercio en Asia Central son perfectamente conscientes y se lo agradecen. Nadie se niega a pagar ni en sueños. Ha sido, pues, la contraofensiva talibán la que ha barrido todos los obstáculos al narcotráfico. En el último informe de Naciones Unidas sobre la producción de opio se establece una relación entre esta industria y la reconquista territorial de los talibanes en Afganistán. Desde 2006 los talibanes dirigen esa transformación del país de productor de opio a exportador de heroína” (Napoleoni, pp. 198, 199).
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Himalaya & Tailandia.
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Francis J. Manno y Charles Salamone en “La disputa fronteriza sino-india” (COLMEX, 1967), ubican que los estudiosos chinos viajaban a la India a estudiar budismo, que apareció en la corte de Han en el año 67 a.C. Durante los primeros siglos de nuestra era, los estudiosos chinos tales como Fa-shein, Hsuan-tsang y Yi-tsing, estudiaron y copiaron textos budistas en India. En cambio, indios tales como Kashpaya Matanga –el primer budista indio que viajó a China- Kumarjiva y Gumarata –que tradujeron al chino textos budistas- visitaron la dinastía Han y siguientes, hasta el siglo séptimo de nuestra era. Después de la declinación del budismo en la India con el advenimiento de los musulmanes, y la preocupación china con los bárbaros del norte, hubo poco contacto entre las culturas china e india, excepto en el Sureste de Asia. En épocas recientes, el primer contacto entre India –que estaba bajo el control de Gran Bretaña- y el Estado del Tíbet, tributario de la dinastía Manchú, se estableció después de la guerra Gurkha de 1814-1816, en el que los británicos conquistaron el Estado himalayo de Nepal, fronterizo con el Tíbet. El Tíbet se convirtió en tributario de China en el siglo XVIII, cuando el emperador manchú K´ang Hai (1661-1720) inició y completó su conquista (1718-1720). En ese tiempo el Tíbet era un centro de la religión budista, que había ejercido una gran influencia sobre las tribus nómadas de Asia central, que constantemente incursionaban en el terreno manchú. K´and Hsi pensó que al controlar el Tíbet podría utilizar la influencia de los monjes budistas para disminuir o aun controlar, las incursiones. El emperador manchú intervino para ayudar al Dalai Lama en conflicto con los tribeños Dzungar del Turquestán Oriental (que actualmente forma parte de la provincia de Sinkiang); obtuvo el triunfo y regresó a Lhasa con un victorioso Dalai Lama que posteriormente declaró al Tíbet vasallo de China. De Pekín y se envió a Lhasa un Amban (consejero), para dirigir las relaciones exteriores del Tíbet y para atraer a los estados himalayos a la esfera de influencia china. Durante el siglo XIX, el Amban chino extendió su control en cierto grado a Sikkim, Bhutan, Ladakh y Nepal, y los atrajo a la órbita del Sistema Tributario Manchú, dado que esos estados tenían relaciones diplomáticas con el Tíbet. En el caso de Nepal, que había sido derrotado por los manchúes, el Amban estableció allí la hegemonía china, al igual que sobre los dirigentes de aquellos principados. Nepal fue el único Estado al que se derrotó militarmente antes de entrar en relaciones diplomáticas con China. Los ghurkas, un pueblo guerrero, ocuparon Nepal hasta las estribaciones del Himalaya, en la segunda mitad del siglo XVIII. Luego cruzaron las estribaciones, invadieron Tíbet en 1790, y fueron expulsados por los manchúes y a aceptar un status tributario. Sin embargo, también juraron fidelidad a los británicos en 1816, después de su derrota en la Guerra Gurkha. Los chinos consideraban cualquier representación de cualquier estado como una misión tributaria, y las aceptaban como vasallos en el marco del sistema tributario. Sin embargo, los dirigentes de Sikkim, Bhutan, Ladakh y Nepal creían que su posición de subordinados en el Sistema Tributario Chino no les impedía buscar o aceptar conexiones con los británicos. Ellos deseaban disfrutar los derechos y privilegios de la balanza comercial favorable que a menudos obtenían los miembros del Sistema Tributario, así como las múltiples posiciones, títulos, y beneficios derivados del Imperio Británico. Estos dirigentes se aficionaron a enfrentar a chinos y británicos, al mismo que conservaban en el mayor grado posible, intacta su propia independencia. Estaban bien fundados los temores británicos acerca de las incursiones de ejércitos rusos al Norte de la India y el Tíbet. Los rusos habían conquistado los antiguos estados mongoles de Asia central, y poco había que los detuviera para apoderarse de territorio chino (lo que hicieron en 1858 y 1860) y para entrar al Tíbet. Durante la década de 1880 a 1890, aprovechando la debilidad y la decadencia de la dinastía manchú, y su incapacidad para controlar sus estados subordinados, los rusos empezaron a enviar misiones culturales y comerciales a Lhasa, para cortejar al Dalai Lama. Un ruso de nombre Dorjiev, agente zarista, se convirtió en monje budista a principios del siglo. George Nathaniel Curzon, Virrey de la India, pensó que un Tíbet ruso haría peligrar a una India británica, y que la influencia rusa –una vez fortalecida en el Tíbet- se podría extender a los estados montañosos. Sin embargo, todos sus esfuerzos por comunicarse con el Dalai Lama fracasaron. Temiendo que fuesen ciertos los rumores sobre tratados secretos entre Rusia y el Tíbet, que se extenderían a Pekín, Simia y Katmandu, y que ya habrían concedido a los rusos un protectorado sobre el Tíbet, Curzón envió al Coronel Francis Younghusband, con 8 000 hombres, a comunicarse con el Dalai Lama. La misión Younghusband peleó y conferenció hasta llegar a Lhasa, y en 1904 impuso el Tratado anglo-tibetano. En ese tratado se establecía: 1) Ajustes pequeños de límites entre el Tíbet y la India, en la región de Sikkim; 2) Los británicos podrían establecer centros comerciales en varias ciudades (entre ellas Gyantse, Gartok y Lhasa; 3) Todo contacto entre el Tíbet y un tercer país sólo se podría hacer después de consultar a los británicos (esta disposición se refería a Rusia, ya que a China se le excluyó específicamente. Este tratado estableció de hecho un protectorado británico sobre el Tíbet. Sin embargo, para 1905 había disminuido la necesidad que los británicos tenían del protectorado, debido a la Guerra Ruso-Japonesa y a los disturbios internos en Rusia. El Ministerio de Relaciones Exteriores británico, deseoso de recuperar la amistad rusa, modificó el tratado renunciando al acceso británico a Lhasa. Los británicos luchando por salvar a los manchúes del desastre, les dieron un último empuje cuando en 1906 reconocieron el dominio chino sobre el Tíbet. Además, un acuerdo anglo-ruso de 1907 estableció la “abstención mutua” en el Tíbet: “Los chinos, en respuesta a la reafirmación de su dominio sobre el Tíbet, enviaron a Lhasa al General Chao Erh-feng en 1908, donde pudo obtener el control de la ciudad. Este esfuerzo de última hora no tuvo ningún efecto real sobre el deterioro de la situación dentro de la propia China, y en la famosa “Revuelta 10-10-11” (10 de octubre de 1911), cayó la dinastía Manchú, terminando más de 35 siglos de gobierno dinástico en China. En cuanto se supo de la revuelta en Lhasa, el pueblo se levantó contra los chinos, mató a Chao Erh-feng, y aniquiló a su ejército. Con el advenimiento del régimen nacionalista en China, y en vista de los problemas de la falta de unidad interna, y de la Segunda Guerra Mundial, los chinos nunca tuvieron oportunidad de regresar: “En los años de 1911 a 1950, no hubo control chino sobre el Tíbet. En 1910, los gobernantes budistas de Sikkim y Bhutan firmaron tratados separados transfiriendo el manejo de todos sus asuntos externos a la India británica, a cambio de un subsidio anual. La fecha y sustancia de esos tratados son la base de las reclamaciones indias sobre éstas áreas, ya que India heredó la posición británica después de su independencia. Los chinos pretenden, a su vez, que el estatus anterior de estos estados, como tributarios de China, refuerzan sus reclamaciones sobre áreas mayores de estos territorios. Si se pudiera señalar un solo evento histórico con la mayor importancia en la disputa fronteriza sino-india, la Conferencia de Simla obtendría fácilmente esa distinción. Los indios basan sus reclamaciones en los límites delimitados en esta conferencia, y los chinos dirigen algunos de sus más virulentos ataques contra estos límites y su creador, Sir Henry McMahon. Representantes del Imperio británico, China y Tíbet, se reunieron en Simla, la capital de verano de la India, durante abril y mayo de 1914, a fin de resolver algunos problemas urgentes…Las discusiones preliminares produjeron un tratado que reconocía los derechos chinos en el Tíbet, y la formulación de la línea divisoria conocida como la Línea McMahon. El 27 de abril de 1914 se reunieron los representantes e iniciaron las negociaciones del tratado y de los límites. El 3 de julio Shatra y McMahon firmaron el tratado, pero Chen se rehusó a firmar y deseaba iniciar las pláticas de nuevo… En efecto, Gran Bretaña estaba reconociendo la independencia tibetana, y proporcionaba a los chinos una forma de que reconocieran ese hecho salvando las apariencias, manteniendo los administradores chinos en el Tíbet oriental, o “exterior”. De esta forma, con un Tíbet “interior”, u occidental, completamente independiente, y un Tíbet “exterior” administrado por los chinos, ni los británicos ni los indios reclamaban el dominio sobre el Tíbet. China, al no firmar el tratado, reclamaba la retención de su control en virtud del tratado sino-inglés de 1906, que establecía el dominio chino” (Manno & Salamone, pp. 185, 187). Kevin Bales en “La nueva esclavitud en la economía global” (SIGLO XXI, 2000) expone el tráfico de niñas y mujeres entre Tailandia, Birmania y Laos. La única parte de Tailandia que no tiene tantas bendiciones naturales es el norte montañoso. De hecho, esta región no es plenamente tailandesa, sino que, perteneciendo originalmente al reino de Lanna, se integró en Tailandia a finales del siglo XIX. La influencia de Birmania (Myanmar) es muy intensa en esta región, como también lo es la influencia de las siete principales tribus de las montañas, que son claramente extranjeras con respecto al conjunto de la sociedad tailandesa. Sólo una décima parte de las tierras del norte es apta para el cultivo, si bien esa pequeña parte es la más fértil de todo el país. Como consecuencia de ello, los que poseen las tierras productivas son ricos y los que viven en los bosques y en las montañas son pobres. La dureza de la vida en las montañas contrasta bruscamente con la prosperidad de la llanura. Las costumbres y la cultura también soy muy diferentes, y una de esas diferencias es la clave de la esclavitud sexual que se practica en toda Tailandia. Durante siglos, muchas personas del norte, en su lucha por la supervivencia, se han visto obligadas a considerar a sus propios hijos como mercancías. Una mala cosecha, la muerte de un padre de familia o una deuda contraía por éste podían dar lugar a la venta de una hija como esclava o sirvienta. Esta era una decisión aceptable en la cultura del norte, y se producía con bastante frecuencia. Antiguamente, esto suponía un flujo constante de sirvientas, trabajadoras y prostitutas hacia el sur de Tailandia. La religión aportaba dos importantes justificaciones para la venta de las hijas. Dentro del tipo de budismo que se practica en Tailandia, a las mujeres se les considera inferiores a los hombres. Una mujer no puede alcanzar la iluminación, que es la meta suprema de los fieles. En la escala de la existencia las mujeres están muy por debajo de los hombres, y sólo siendo especialmente cuidadosas podrían a aspirar a reencarnarse en uno de ellos. De hecho, el haberse encarnado en una mujer podría ser un indicio de una vida anterior especialmente pecaminosa. Buda advierte a sus discípulos sobre el peligro de las mujeres: son impuras, lujuriosas y corruptas. Las leyes budistas condenan la prostitución; el vihaya, o reglamento de los monjes, enumera diez tipos de esposas, de las cuales las tres primeras son “las que se compran por dinero, las que viven juntas voluntariamente, las que se disfrutan o utilizan de manera ocasional”. La idea del sexo como pecado está ausente de estas creencias; pero el sexo es entendido como un vínculo con el mundo físico y natural, el mundo del sufrimiento y la ignorancia. Esto significa que, si hay que practicar el sexo, debe hacerse de la manera más impersonal que se pueda. El budismo tailandés también encierra un mensaje de conformidad y resignación ante el dolor y el sufrimiento. Al fin y al cabo, cada uno es responsable de sus propias desgracias, que son el castigo por los pecados cometidos en esta vida o en la otra. Lo que le sucede a una persona es parte de su destino, de su karma. El espectacular crecimiento económico tuvo en efecto nefasto sobre las pequeñas poblaciones del norte. Mientras que el centro de Tailandia se industrializó rápidamente, el norte se quedó desfasado. Los precios de la comida, la tierra y las herramientas aumentaron a medida que crecía la economía, pero los rendimientos del cultivo de arroz y de otras labores del campo permanecieron estancados como consecuencia de las políticas gubernamentales encaminadas a garantizar el bajo coste de la alimentación para los obreros de las fábricas de Bangkok. Antiguamente, las hijas se vendían cuando había problemas económicos graves en la familia. Ante la posibilidad de perder los arrozales hipotecados y de verse en la indigencia, la familia podía verse en la necesidad de vender una hija. La modernización y el crecimiento económico han introducido muchos cambios. Ahora los padres se vuelven locos por comprar bienes de consumo; con el dinero de la venta de una hija se puede comprar un televisor. Un estudio llevado a cabo en las provincias del norte puso de manifiesto que dos tercios de las familias que venden a sus hijas pueden permitirse no venderlas, pero “prefieren comprar televisores a color y equipos de vídeo”. El mismo crecimiento económico que fomenta el consumo en los pueblos del norte llena los bolsillos de los trabajadores de la llanura central. Los emigrantes pobres procedentes de los arrozales trabajan ahora en la construcción o en las fábricas y ganan mucho más dinero que en el campo. Por primera vez en su vida, estos trabajadores pueden hacer ahora lo que los tailandeses ricos han hecho siempre: ir a los burdeles. El poder adquisitivo de estos nuevos y cada vez más numerosos clientes de los burdeles incrementa la demanda de jóvenes campesinas y fomenta el proxenetismo y el tráfico de mujeres. De hecho, gran parte de las niñas que son explotadas sexualmente en Tailandia en realidad vienen de Laos, Birmania y Camboya. En el nordeste del país, muchas tailandesas hablan laosiano, por lo que resulta difícil distinguir si una prostituta es originaria de la región o procede de Laos. Como son extranjeras ilegales, las jóvenes laosianas afirman siempre ser tailandesas y con frecuencia tienen papeles falsos para demostrarlo. Tailandia actualmente es un lugar caro -sin llegar al nivel de Corea del Sur y Japón- el turismo sexual se va directamente a Vietnam, Laos, Birmania y Camboya; lo mismo pero más barato y peligroso: “A la mayoría de las jóvenes las venden sus propios padres, más para otras la esclavización es más directa. Muchos intermediarios recorren las aldeas de Tailandia ofreciendo trabajo en las fábricas o en el servicio doméstico. A veces sobornan a los funcionarios locales para que respondan de ellos o entablan amistad con los monjes del templo de la localidad para que les presenten a la gente. Atraídas por la promesa de buenos puestos de trabajo y por el dinero que sus hijas enviarán a la aldea, las incautas familias dejan marchar a las jóvenes con el intermediario y a veces hasta pagan por ese privilegio… El secuestro es muy frecuente en el caso de mujeres y niñas procedentes de Birmania y Laos que van a Tailandia a visitar a sus parientes. En las estaciones de tren y autobús hay bandas que se dedican a apresar mujeres -ya sea drogándolas o llevándoselas por la fuerza- para enviarlas a los prostíbulos… Las niñas campesinas viven muy recluidas, y la aparición de mujeres sólo un poco mayores que ellas con dinero y hermosos vestidos les produce una gran atracción. Se asombran de los resultados de esa cosa que llaman prostitución, aunque apenas se imaginen en qué consiste… Lo que más temen las mujeres birmanas y laosianas es que las vuelvan a esclavizar nada más cruzar la frontera. Si consiguen escapar o son expulsadas del burdel, llaman enseguida la atención de la policía, pues no tienen dinero para transporte y no saben hablar tailandés… La frontera entre Birmania y Tailandia es especialmente caótica y peligrosa. Parte de ella está controlada por el ejército birmano, pero otras zonas están en manos de milicias tribales o de caudillos independientes. Al llegar a la frontera, las deportadas son retenidas por la policía entre tres y siete días. Durante ese tiempo, la policía les quita el dinero y abusa física y sexualmente de ellas. La policía aprovecha también este tiempo para hacer tratos con los proxenetas y los intermediarios, y para comunicarles las fechas y lugares de deportación… La situación de la frontera tailandesa con Laos es mucho más difícil de evaluar. Esta frontera es mucho más abierta y hay mucho movimiento en ambas direcciones. La policía laosiana, los funcionarios de gobierno y los caciques locales, los cuales están involucrados en el tráfico de mujeres, actúan como intermediarios y pagan dinero a los padres de las niñas. Actúan con impunidad, pues a las jóvenes laosianas les resulta muy difícil regresar a sus aldeas; las que lo consiguen no se atreven a denunciar a la policía o a los funcionarios” (Bales, pp. 47, 48, 73, 74, 75).
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Opio
de la India.
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Marisela Connelly en “Comercio y consumo de opio en China” (COLMEX, 1990), ubica que la adormidera que produce el opio se cultivaba en China probablemente desde el siglo VIII, con fines medicinales. En el Tesoro herbolario, elaborado en 973, hay una referencia sobre su uso en la medicina, señalándose que sus semillas tienen poderes curativos. En el Herbolario de Su Song, escrito alrededor de 1057, se afirma que la adormidera crece por todos lados y que hay dos clases de ella, una con flores rojas y otra con flores blancas. El escritor Li Hong, quien vivió en el siglo XII, es el primero en hacer referencia al uso de la cápsula que contiene el jugo con el cual se prepara el opio. Li Hong dice que debe cortarse la flor de la adormidera y lavarla, después se le saca el jugo que se filtra y hierve; el residuo que queda después del proceso de hervido se moldea en pasteles con figura de pescado. El resultado de todo este proceso es el opio mezclado con impurezas de la sustancia vegetal de la cápsula. Los médicos chinos consideraban que el opio era una droga útil para curar males como la diarrea y la disentería. La primera referencia que se tiene de la obtención del opio in situ se encuentra en los escritos de Wang Hu, quien murió alrededor de 1488 y fue gobernador de la provincia de Gansu, donde entró en contacto con los mahometanos. Según este autor el opio se producía en Arabia, de las adormideras con flores rojas; cuando la flor se marchitaba, se picaba la cápsula para sacarle el jugo. Li Ting, en su Introducción a la medicina de mediados del siglo XVI, explica el método para preparar opio y lo llama afu yong. Los árabes tomaron la palabra griega para opio, io, transformándola en afyum. En China, las provincias de la costa tradujeron el nombre de opio como yanpian, que es como hasta la fecha se conoce. Sin embargo, en la provincia de Yunnan en donde la influencia mahometana ha sido muy marcada, utilizan la palabra fuyong para referirse al opio, que es una forma acortada de afu yong. El origen del vicio de fumar opio está conectado con el de fumar tabaco. El tabaco fue llevado de América a Filipinas por los españoles y llegó a China alrededor de 1620. Los holandeses se apoderaron de Formosa en los años que van desde 1624 hasta 1662 e introdujeron la práctica de mezclar el opio con el tabaco proveniente de Java. De Formosa el hábito se extendió a China a través de Amoy. En 1683 el emperador Kangxi se apoderó de Amoy y de Formosa, de esta forma el gobierno chino empezó a enfrentarse al problema de fumar opio. En 1729, seis años después de que el emperador Yong Zheng subiera al trono, se proclamó el primer edicto en contra del opio, en el que se establecían penas severas para los vendedores y distribuidores del opio y para los dueños de fumaderos. Es curioso que en este edicto no se especifique nada respecto al castigo que recibirían los que lo fumaban. Los vendedores de opio eran castigados con la muerte por estrangulamiento y sus asistentes con cien latigazos y el ostracismo. Aunque el vicio de fumar opio todavía no se había convertido en un problema generalizado, ya preocupaba a los gobernantes Qing (1644-1911) como puede observarse por la expedición del mencionado edicto de 1729. En los años siguientes se fue expandiendo su uso entre los diferentes estratos de la sociedad china. Hasta ese entonces todavía no era claro si ya se fumaba el pio solo o combinado con tabaco. Charles de Constant, por ejemplo, comenta sobre el uso del opio mezclado con tabaco en el área de Guanzhou durante la década de 1780. Abel también describe como se fumaba el opio mezclado con tabaco en diferentes partes de China. Durante gran parte del siglo XVIII, los chinos fumaban lo que se conoce como madak, que no es opio puro. El madak es opio crudo disuelto en agua, hervido y colado, al que se le hierve una segunda vez hasta que se espesa y entonces se mezcla con trocitos de hojas, quedando así listo para fumarse. Se fumaba con una pipa de las que se usaban para fumar tabaco. Esta solución produce alrededor de 0.2% de morfina. Puede afirmarse que fumar madak y fumar tabaco mezclado con opio constituyeron los antecedentes de fumar opio propiamente. Varios fumadores desecharon el madak cuando descubrieron el placer de opio puro bien refinado y añejado. Una porción de extracto para fumar conocido como chandu, produce de 9 a 10% de morfina. A fines del siglo XVIII, fumar opio se fue haciendo cada vez más común en China; sin embargo, aún constituía un fenómeno localizado y controlado. El opio que llegaba a China procedía primordialmente de la India, donde se cultivaba en dos regiones: Rajputana e India central y Bengala. En Rajputana e India central se producía desde los tiempos del rey Akbar (1555-1606) y constituía una fuente importante de ingreso para el estado mongol. Este opio se ha conocido tradicionalmente como malwa. El cultivo parece haberse dado sin restricciones; los campesinos recibían un pago adelantado por su cosecha, por parte de algún comerciante o prestamista. Los árabes eran los que se encargaban de venderlo fuera de la India, especialmente en China. Los portugueses también tenían establecimientos en India y desde sus costas transportaban el opio hacia China, a través de Macao, lugar que habían obtenido en concesión por parte del gobierno chino. La otra región de la India productora de pio, Bengala, comprendía también Bihar, Orissa y Benares, y el centro de producción era Patna, nombre con el que se conoce a este opio. En 1773, los británicos establecieron, a través de la compañía de las Indias Orientales (CIO), el monopolio de la venta del opio y luego, en 1797, el de su manufactura. Los campesinos sólo podían venderlo el opio a la CIO a precios fijados previamente, y una vez obtenido, se sometía al proceso de refinación y se vendía en subastas públicas en Calcuta a los comerciantes que lo distribuían internacionalmente. En China existía un grupo de comerciantes que se encargaba de las transacciones con los extranjeros. Dicho grupo formó, a partir de 1720, un gremio monopólico conocido como el Cohong (Gonghang), destinado a regular los precios y a fortalecer su posición ante las autoridades chinas y los comerciantes extranjeros, y al que a partir de 1760 se le reconoció como agente del gobierno chino. Se instituyó un sistema de seguridad comercial por medio del cual cada comerciante del hong tenía que responder por la conducta y el cumplimiento de los deberes de los miembros de cada barco extranjero. La autoridad oficial responsable de los comerciantes del hong era el superintendente de Aduanas Marítimas de Guangdong (Yuehai Guanbu), mejor conocido como Hoppo. Este organismo tenía que recolectar los impuestos al comercio exterior y enviarlos a Beijing al departamento de ingresos (Hubu): “Desde 1770 la CIO estableció en Guangzhou un grupo permanente de representantes en los llamados almacenes de Guanzhou. La compañía mantenía un estricto monopolio del comercio entre Inglaterra y China. Inglaterra le vendía pocas mercancías a China: lana, algodón, cobre, estaño y plomo; en cambio, compraba grandes cantidades de té y seda en China. En 1761, la CIO compró 2 636 000 libras de té con un costo de 831 000 libras esterlinas; para 1800, esto aumentó a 23 000 000 de libras con un pago de 3 665 000 libras esterlinas. La balanza comercial era desfavorable para los británicos. La CIO ejercía su control sobre los ciudadanos británicos que deseaban entrar a Guangzhou, otorgándoles pasaportes que podían ser revocados si aquéllos no tenían un comportamiento adecuado. Durante la primera mitad del siglo XVIII las importaciones de opio no fueron elevadas. En 1729 entraron a China 200 cajones que contenían de 65 a 80 kilos cada uno. Sin embargo, ya para entonces el gobierno chino prohibía la introducción del opio en el país, por lo que la CIO empezó a cuidarse de que aquellos de sus barcos que realizaban el comercio con China no cargaran opio… Al prohibirles el transporte de opio, al que ya se consideraba como comercio ilegal, la CIO protegía su comercio legal con China. El comercio de opio lo realizaban comerciantes privados de origen británico que obtenían una licencia de la CIO para comprarle a ésta el opio en las subastas públicas que hacía en Calcuta, y para venderlo después en China. La plata que obtenían los comerciantes por la venta del opio, se la cambiaba la CIO en Guangzhou por letras de cambio pagaderas en India o Inglaterra. De esta forma, la CIO podía financiar sus compras de té y seda. Este comercio, conocido como “Country Trade”, se desarrolló ampliamente en el siglo XIX y a través de él, el opio se convirtió en el producto principal que los ingleses le vendían a China. En ese entonces, todavía los registros aduanales chinos consideraban la importación del opio para uso medicinal… Sin embargo, el comercio privado y subrepticio del opio estaba fuera del sistema comercial cantonés. Se realizaba por canales diferentes a los de los comerciantes del Cohong y se incrementaba cada vez más. En 1767 la cantidad aumentó a 1 000 cajones y en 1790, a 4 054 cajones. Desde 1794 hasta 1821 Whampoa se constituyó en el centro del contrabando de opio, y el consumo de éste se extendió más allá de las provincias de Guangdong y Fujian. Esto causó alarma en el gobierno Qing, al punto de que en 1799 se promulgó un edicto donde se prohibía a los comerciantes del Hong que dieran su aval a barcos que cargaran opio” (Connelly, pp. 390, 391, 392). En 1807, el emperador Jia Qing, ante las quejas del censor Zheng Shichao quien planteaba que no se cumplía realmente con las leyes y que el opio seguía extendiéndose, promulgó otro edicto ordenando a las autoridades de Guangzhou que tomaran medidas más drásticas en contra de los traficantes de opio. Los emperadores Qing se preocupaban cuando lo veían muy cerca, por ejemplo, entre sus eunucos, magistrados y soldados. En 1813 había varios oficiales del palacio imperial que fumaban opio y el emperador Jiaqing sospechaba que los eunucos también lo hacían. Posteriormente se llevó a cabo una investigación en la que se descubrió que, efectivamente, un número considerable de eunucos fumaba opio desde hacía veinte y hasta treinta años. En otra investigación que llevaron a cabo miembros del Ministerio de Justicia se comprobó que el vicio de fumar opio se había extendido entre oficiales corruptos y comerciantes, de éstos había pasado hacia los hijos de las grandes familias y luego hacía la gente común. En 1832 se descubrió que, sin duda alguna, la adicción al pio entre ciertos sectores del ejército había llegado a tal grado, que les impedía combatir cuando era necesario. Pero no fue sino hasta 1913 cuando el emperador, asombrado al comprobar que en su misma corte los funcionarios y los eunucos eran adictos al opio, promulgó nuevas reglas para castigar a quienes lo fumaran. Los funcionarios convictos por ese vicio serían destituidos, azotados cien veces y obligados a usar durante dos meses el jia o cepo de madera propio de los prisioneros; los eunucos adictos al opio también tendrían que usar el jia durante dos meses y serían exiliados a Heilongjiang; los militares serían azotados cien veces y obligados a usar el jia también durante dos meses. La CIO, por su parte, empezó a sentir en el mercado chino la presencia de un opio no sujeto a su monopolio: el opio malwa y el turco. El malwa, como ya mencionamos, procedía de Rajputana y los estados de India central, y se exportaba a China desde Bombay y los puertos portugueses de la costa occidental de India. La CIO trató en vano de combatirlo, prohibiendo que se exportara a través de Bombay y llegando a acuerdos con representantes de diferentes áreas. Desde 1814 hasta 1818 la competencia en China llegó a un punto crítico, por lo que la CIO se percató de la necesidad de combatir el opio malwa por otros medios. Decidió entonces comprar anualmente 4 000 cajones de opio malwa y añadirlo a las ventas de opio patna que realizaba en Calcuta, a la vez que trataba de intervenir para que se redujera su cultivo. El opio turco, procedente de Esmirna y transportado a China por los americanos, no constituía una competencia seria ya que su calidad era inferior al patna y al malwa. Entre 1813 y 1826 los americanos importaron 2 924 picules de opio. Para abril de 1815 nuevamente hubo presiones sobre las autoridades chinas de Giangzhou y Macao para que pusieran en vigencia las medidas contra el tráfico de opio. Se les pidió que revisaran los barcos portugueses que llegaran a Macao, para ver si transportaban opio, y además hubo amenazas de hacerlo con otros barcos. Finalmente, se ordenó a los comerciantes del Hong que, al llegar un barco al puerto, le exigieran a los capitanes una declaración de que no había opio a bordo. No obstante la inquietud que despertó todo esto al poco tiempo se hizo caso omiso de estas indicaciones: “En 1821 el gobernador general Juan Yuan adoptó una política enérgica contra el opio. En Macao mandó arrestar a 16 vendedores de opio. Las autoridades de Guanzhou también obligaron a los barcos con opio a salir de su base en Whampoa y concentrarse en la isla de Lintin. El comercio del opio en Lintin se realizaba de la misma forma que se hacía en Whampoa, pero con más facilidades y menor riesgo. Al llegar un barco cargado de opio, éste se descargaba en los barcos de almacenamiento estacionados en las afueras de la isla, a donde llegaban los llamados “cangrejos rápidos” (kuaixie) o los “dragones trepadores” (balong), embarcaciones chinas ligeras sumamente armadas que recogían la mercancía, la pagaban con plata y se la llevaban rápidamente al interior para su distribución. Por supuesto que se hacían los arreglos necesarios para lograr la protección oficial y así evitar ser interceptados en el camino. Durante este periodo de Lintin, el contrabando de opio aumentó a pasos agigantados, y el opio malwa se introdujo en grandes cantidades… En la década de 1830 continuó esta tendencia hacia el aumento del tráfico de opio. Los ingleses se percataron de que el mercado chino era mucho más amplio de lo que ellos suponían. El consumo de opio se extendía con gran rapidez, por lo que en India incrementaron la producción de opio patna y dejaron que también creciera la de malwa, con lo que inundaron el mercado chino de droga barata. La abolición del monopolio de la CIO en 1833 (que se hizo efectivo a partir del 22 de abril de 1834) también contribuyó a este aumento. Los comerciantes particulares, que representaban a las grandes compañías como la Dent y la Jardine and Matheson, se sintieron más libres para traficar con el opio y pudieron presionar con mayor fuerza sobre el gobierno británico para que éste interviniera directamente en los asuntos de China logrando, como se verá más adelante, importantes concesiones para ellos. Los representantes de la CIO fueron sustituidos por oficiales británicos, investidos con autoridad indefinida, que se conocieron como superintendentes del comercio. Lord Napier fue el primero en ser nombrado para este cargo. Ante la expansión del comercio del opio, que entre 1835 y 1836 llegó a los 30 000 cajones, los comerciantes británicos empezaron a adentrarse hacia lugares diferentes de Guangzhou, recorriendo la costa hacia el norte. Jardine, sobre todo, empezó a adueñarse de los mercados costeros. La connivencia de algunos funcionarios Qing propició esta expansión, ya que aceptaban sobornos para dejar pasar el contrabando” (Connelly, pp. 393, 394, 395).
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Guerra
del Opio.
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En 1836, Xu Naize, vicepresidente de la Corte de Sacrificios, encabezó el movimiento que buscaba la legalización del comercio del opio. Según Xu, de nada había servido que el gobierno Qing hubiera impuesto severas penas a los traficantes de opio y a los consumidores, ya que éstos habían aumentado en forma considerable. Por otro lado, el país había perdido grandes cantidades de plata al pagar con ellas las importaciones de opio. La ventaja de legalizar el comercio del opio radicaría en que así se podría controlar su importación y regular su consumo. Xu Naixe recomendaba despedir a todos los funcionarios Qing que fumaran opio, hacer que el comercio se volviera a concentrar en Guanzhou y eliminar la flota de Lintin para así poder ejercer el control sobre los extranjeros; finalmente, proponía que China relajara las leyes en contra del cultivo del opio, para así combatir con medidas prácticas la importación. En ese mismo año de 1836, Zhu Zun, miembro del Consejo de Estado y presidente del Departamento de Ritos, presentó una contrapropuesta en la que hacía énfasis en la necesidad de que se hiciera prevalecer la ley y se prohibiera la importación y el consumo de opio. Había que obligar a los funcionarios, y castigar con toda energía a los que rehusaran y se unieran a los extranjeros. Zhu Zun consideraba inadecuada la propuesta de permitir el cultivo de opio en China, ya que eso no evitaría que éste se siguiera importando y consumiendo. Para Zhu Zun, las repercusiones negativas del comercio del opio sobre la economía eran de menor importancia; lo primordial era evitar el efecto dañino que ese comercio causaba a la salud y el bienestar del pueblo, por lo que había que tomar las medidas pertinentes para detener su avance. El emperador debía ordenar a todos los gobernadores de las provincias que redoblaran sus esfuerzos para hacer cumplir las leyes vigentes respecto a la prohibición del opio. En 1838 otro funcionario Qing, Huang Juezi, le envió un documento al emperador en el que reforzaba la posición de Zhu Zun y proponía, además, severos castigos para los consumidores de opio. El emperador le pidió a los gobernadores generales su opinión al respecto y en sus recomendaciones reconocieron que era necesario terminar con el tráfico de opio, pero expresaron sus dudas respecto a que castigar con la pena de muerte a los fumadores fuera un remedio efectivo. Para ellos lo más adecuado era ejercer presión sobre los que traficaban, transportaban y vendían el opio, quienes eran los que deberían recibir un castigo ejemplar. Lin Zexu, virrey de las provincias de Hubei y Hunan, presentó una propuesta basada en la experiencia adquirida al enfrentarse al problema del opio en el territorio que gobernaba. Lin planteaba que la presión se ejerciera sobre los distribuidores, vendedores y fumadores de opio, e incluía además un plan para ayudar a los adictos a que se regeneraran. El emperador decidió atacar el problema de raíz. A fines de 1838 envió a Lin Zexu a Guangzhou como comisionado imperial (Quinchai dachen) para suprimir el tráfico de opio. En Guanzhou Lin Zexu inició una campaña para acabar con los vendedores y fumadores de opio, y logró realizar en dieciséis semanas una tarea notable. Obtuvo que las autoridades de Beijing dictaran leyes más severas contra los traficantes de opio, quienes recibirían la decapitación inmediata. A los comerciantes extranjeros les ordenó que entregaran todo el opio que poseían, amenazándolos con suspender toda actividad comercial hasta que no cumplieran con su demanda. Ésta era una táctica muy usada por las autoridades chinas para presionar a los extranjeros; además, Lin pensaba que los ingleses no podían vivir sin el té y el ruibarbo que importaban de China. En un intento por resolver el problema por medios pacíficos y apelando a los valores morales, Lin Zexu le escribió una carta a la reina de Inglaterra pidiéndole que prohibiera el cultivo y el comercio del opio en sus dominios y por sus súbditos. Lin logró que, bajo presión, los británicos le entregaran alrededor de 20 291 cajones de opio. Esta medida finalmente beneficiaría a los ingleses ya que en esos momentos el comercio del opio, debido a las medidas severas tomadas por el gobierno chino, se encontraba estancado. Además, el mercado estaba saturado pues si bien el consumo anual de China nunca habría excedido los 24 000 cajones, había 50 000 listos para la venta: 20 000 cajones en la costa de China, 20 000 en Bengala y 12 000 listos para ser embarcados en Bombay. La campaña de Lin Zexu contra la introducción del opio en China por parte de los ingleses, fue llegando a su clímax. Por otro lado, los grandes comerciantes ingleses como Jardine, que estaban sumamente interesados en seguir con el comercio del opio, ejercían su influencia en los medios gubernamentales para lograr que Inglaterra obligara por la fuerza a los chinos a que levantaran todas las restricciones, para poder así continuar con sus actividades en este tipo de tráfico. Al iniciarse los enfrentamientos armados de la primera guerra del opio, los ingleses vencieron al ejército chino pues estaban equipados con armas y barcos de guerra más modernos y eficientes. El gobierno Qing, en total desventaja, tuvo que aceptar su derrota y en 1842 firmó el Tratado de Nanjing por el cual se comprometía a pagar a los ingleses 21 millones de dólares como indemnización por la guerra, de los cuales seis millones eran para retribuir el opio destruido por Lin Zexu; abrir los puertos de Shanghái, Amoy, Ningbo y Fuzhou al comercio, con cónsules ingleses residentes en ellos; abolir el monopolio del Cohong y establecer un impuesto del 55% ad valorem a las mercancías extranjeras, y cederle Hong Kong a los ingleses. En el Tratado de Nanjing el contrabando de opio no se menciona; los cónsules ingleses, al establecerse en los puertos abiertos al comercio con extranjeros, declararon que sólo era de su competencia el comercio legal. El comercio del opio, no obstante haberse acrecentado y expandido después de la guerra, fue ignorado oficialmente por los ingleses. Las grandes compañías comerciales como Jardine y Dent prácticamente monopolizaron el comercio del opio, y poseían unos barcos para el comercio legal y otros para el contrabando del opio. Hong Kong se convirtió en la base de los cargamentos de opio que llegaban de la India con destino a China. En 1845, el auditor general de Hong Kong informó al gobernador que había ochenta barcos que comerciaban con opio, diecinueve de los cuales pertenecían a Jardine Matheson and Company. El comercio del opio seguía dominando el comercio exterior de China; seguía siendo el artículo que más se importaba. Jardine Matheson and Company continuó invirtiendo en opio, desarrolló vínculos con los productores en la India, expandió las ventas en China y contacto empleados, comerciantes y funcionarios chinos para obtener información sobre el mercado, convirtiéndose así en la principal compañía en el comercio del opio: “Shanghái se transformaría en el puerto más importante para el opio; a través de él entraban grandes cantidades de la droga que se distribuían a lo largo del valle de Yangze. En 1849, dos años después de que se abriera el comercio en el río, Shanghái importaba casi la mitad de todo el opio que entraba a China. Durante la década de 1840-1849, llegaron anualmente de la India más de 37 000 cajones de opio y en la siguiente década la cantidad ascendió a los 68 000. En cuanto al gobierno chino, éste siguió con su política en contra del contrabando de opio. Impotente ante los extranjeros después de su derrota, decidió continuar con el ataque al vicio en el interior de la sociedad china. A pesar de las recomendaciones hechas por algunos funcionarios de legalizar el comercio del opio para poder así controlar su entrada y obtener ingresos por los impuestos al producto, el gobierno chino se negó a hacerlo. El emperador Xiang Feng, quien ascendió al poder en 1850, promulgó un edicto en el que se prohibía el uso del opio, le otorgaba un plazo de cinco meses a los fumadores para que se reformaran, y aumentaba los castigos que iban de la estrangulación a la decapitación. Para los británicos, la legalización del comercio representaba la solución más racional al problema del contrabando; de hecho, a partir de 1842 casi no hubo obstáculos para la entrada de opio debido a la continua connivencia de los oficiales chinos corruptos. En esos momentos, los problemas internos que sufría China, entre otros las rebeliones (la más grande de ellas fue la rebelión Taiping), la falta de fondos del gobierno Qing, la desorganización y la corrupción entre los funcionarios y el ejército, propiciaron que finalmente se realizaran negociaciones sobre el opio. Después de la segunda guerra contra Inglaterra se firmó en 1858 el Tratado de Tianjin en el que se estableció la apertura de once puertos más al comercio extranjero, se concedió el permiso para que los extranjeros viajaran y comerciaran en el interior del país y se autorizó la apertura a la navegación de barcos mercantes extranjeros por el río Yangze, otorgándoseles la exención del pago de lijin que se cobraba cuando un producto pasaba de una provincia a otra, a cambio de que añadieran un 2 y medio más ad valorem a la tarifa ya establecida del 5% al entrar en China” (Connelly, pp. 399, 400, 401). En ese mismo año se negoció la legalización del comercio del opio. Al entrar el opio había que pagar un impuesto de 30 taels por picul, sólo podían llevarlo al interior los chinos, como había sucedido en el pasado, y estaría sujeto a pagar el impuesto del lijin. El opio se distinguió de los otros productos, ya que los extranjeros sólo lo vendían en los puertos sin comercializarlo en el interior. En la Convención Alcoock de 1869 y la Convención de Zhifu (Chefoo) de 1876 continuaron las negociaciones tendientes a aumentar los impuestos aduanales que debía pagar el opio al entrar en China. El gobierno británico aceptó que el lijin se cobrara junto con el impuesto aduanal, pues así quedaría en manos del gobierno central y no en las de las autoridades locales. En un artículo adicional, firmado en 1885, se estableció que a los 30 taels cobrados al entrar el opio a China se sumarían 80 taels por cada picul a manera de lijin, haciendo un total de 110 taels por picul de opio. Con la legalización del comercio del opio y el establecimiento de los impuestos mencionados, las agencias indias que manejaban la venta del opio y las grandes compañías que los distribuían en China, se vieron obligadas a reestructurarse y a equilibrar los precios y los costos para que el comercio continuara desarrollándose con ventaja. Además, ahora tenían que enfrentar la competencia del opio producido en China, que cada vez más se extendía más por las diferentes provincias. El opio que se cultivaba al principio en China era de muy baja calidad, y lo consumía la gente del pueblo que no podría darse el lujo de comprar el importado. Sin embargo, poco a poco su calidad fue mejorando y lo consumían otros sectores de la población. Además había diferencias entre el opio cultivado en una y otra provincia; en algunos lugares se fumaba puro y en otros mezclado con malwa, y en todos los puertos abiertos se consumía el opio producido en China. Durante las décadas de 1870 y 1880 el crecimiento de la producción alcanzó grandes proporciones, al punto de que casi todas las provincias lo cultivaban. Por lo regular, el consumo de opio era local, salvo en el caso de las grandes provincias productoras que lo distribuían por diferentes partes del territorio. La principal provincia productora era Sichuan; de acuerdo con la información de observadores como el barón Von Richthofen, quien viajó por esa provincia en 1872, la producción oscilaba entre 80 000 y 100 000 piculs. Este opio se distribuía por tierra a Shandong y por tierra y agua a Hunan, Hubei, Jiangxi, Anhui y Jiangsu. El opio que se producía en Yunnan era el segundo en importancia y también se distribuía por varias provincias. El opio de Zhejiang se consumía principalmente en Shanghái, Hanzhou y Formosa, mientras que el producido en Hunan mejoró tanto su calidad que llegó a compararse con el patna. En las últimas dos décadas del siglo XIX, pues, al mismo tiempo que continuaba la importación del opio de la India, se extendía su cultivo por toda China. El gobierno chino, que seguía insistiendo en la necesidad de detener el consumo de opio y evitar que se cultivara en sustitución de alimentos necesarios, justificaba la legalización de su importación argumentando que ésta se había hecho con el fin de controlar la entrada de opio al país y no para obtener ingresos con los impuestos que pagaba, y que una vez regulada la importación se podría combatir con eficiencia el problema en el interior. En la Gaceta de Beijing siguieron apareciendo edictos donde se prohibía el cultivo del opio, aunque en realidad los oficiales Qing lo propiciaban. Al mismo Li Hongzhang se le acusó de cultivar opio en sus propiedades de Hubei, aun cuando era uno de los que más se oponía públicamente a ello. Li trató de justificarse diciendo que sólo lo hacía para uso medicinal y no para fumar. La misma emperatriz Zixi, a pesar de que aprobaba las leyes que prohibían el opio, al terminar sus asuntos cotidianos, se fumaba su pipa de opio. Sin embargo, algunos funcionarios como Zhang Zhidong, Cuo Congdang, y Dan Zhunbei realizaron grandes campañas para combatir el opio en Gansu, Shensi y Jiang su: “En Inglaterra, mientras tanto, se empezó a organizar un movimiento en contra del opio y se constituyó la Sociedad del Antiopio, al mismo tiempo que desatollaban grandes debates en el parlamento inglés en relación con ese problema. Usando informes de los misioneros y los médicos residentes en China, los que se oponían al opio trataron de demostrar los daños que éste causaba a la población china, mientras que otros argumentaban que Inglaterra no le había causado daño alguno a China ya que fumar opio era menos nocivo que beber alcohol. Al iniciarse el silo XX era notorio que la importación de opio había descendido, pero que la producción interna había aumentado considerablemente. Zhang Zhidong continuaba con su campaña para combatirlo. En 1906, el opio producido en China llegó a los 330 000 picules, en tanto que las cantidades de opio importado de India fueron las siguientes: Malwa 14 465 picules, Patna 25 486 picules, Benares 13 479 picules. Total 53 430 picules. Ante eta situación, el gobierno Qing promulgó el 20 de septiembre de 1906 un edicto donde se establecía que en un período máximo de diez años había que erradicar el opio en China, tanto el importado como el producido en el país, quedando estrictamente prohibido su cultivo y su consumo. Posteriormente, en noviembre de ese mismo año se promulgó otro edicto donde se señalaban las medidas administrativas que se pondrían en práctica para lograr reducir el cultivo y el consumo. De acuerdo con el nuevo reglamento las tierras de cultivo no podían utilizarse para sembrar opio, y en el caso de las tierras que ya se dedicaban a ello, éstas se irían reduciendo en razón de 1/9 por año; además, se requería un permiso especial de las autoridades locales para cultivar opio. Para reducir el consumo de opio era necesario que el gobierno regulara su venta, así que cada tienda de opio tendría que registrarse ante las autoridades locales y obtener un permiso y al final de cada año tendrían que informar del total de sus ventas. Los fumadores de opio menores de 60 años tendrían que registrarse proporcionando la cantidad que consumían diariamente y obtener un permiso para hacerlo. La cantidad a consumir se iría reduciendo cada vez que el fumador renovara su permiso para hacerlo. Todos los fumaderos de opio serían cerrados en un plazo de seis meses y se le prohibiría fumar opio a todos los que trabajaran para el gobierno” (Connelly, pp. 404, 405).
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Tríadas
Modernas.
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La campaña que se desarrolló en Inglaterra en contra del comercio del opio y el hecho de que éste ya no fuera un artículo vital dentro del intercambio comercial con China hicieron que el gobierno británico aceptara cooperar con el gobierno chino para erradicar su consumo. En mayo de 1906, la Cámara de los Comunes dictó una resolución condenando el comercio del opio, en la que afirmaba que ese comercio era inmoral y por ello pedía que se tomaran medidas necesarias para ponerle fin. En 1907, China e Inglaterra firmaron un acuerdo en el que el gobierno británico se comprometía durante un plazo de 3 años –a partir de enero de 1908- a reducir progresivamente la exportación de opio procedente de la India, hasta llegar a los 5 100 cajones por año, lo que equivalía a 1/10 de la cantidad exportada desde 1901 hasta 1905. Al finalizar ese periodo, si China había logrado reducir considerablemente el cultivo en su territorio, se continuaría con esta reducción anual de la exportación de opio indio. Al mismo tiempo, ambos gobiernos acordaron imponer restricciones al opio procedente de Turquía y Persia, que en realidad era mínimo. Los ingleses pedirían a las autoridades municipales de las legaciones extranjeras en los puertos abiertos que prohibieran y cerraran las tiendas y fumaderos de opio. Si bien este acuerdo representaba un paso hacia la solución del problema del opio, no era lo bastante completo ya que el gobierno chino no tenía poder para restringir la importación de opio en los puertos abiertos. China expresó su deseo de ampliar los acuerdos. En mayo de 1911 se firmó otro documento en el que los británicos se comprometían a no introducir opio en las provincias que ya lo habían dejado de producir. El gobierno chino, por su parte, aceptó que siguiera importando opio en Shanghái y Guangzhou hasta que se lograra terminar con su producción en todas las provincias chinas. Zhan Zhidong y Xi Liang continuaron con sus campañas para lograr la supresión del opio. Este último decía que la causa de la decadencia de China era el opio y que por ello, ahora que hasta los ingleses estaban de acuerdo, se debía erradicar su consumo. Xu Liang se enfrentó a la tarea de acabar con el opio en la provincia de Yunnan, una de las grandes productoras. Esto constituiría todo un reto, pues el opio representaba el mayor ingreso de dicha provincia: ocho millones de taels por año, mientras que el impuesto al opio le proveía anualmente al gobierno 500 000 taels, que representaba la mitad de los gastos militares de Yunnan. Xi Liang puso en práctica todas las recomendaciones del gobierno imperial para extirpar el opio y las llevó aún más lejos imponiendo sanciones severas a los infractores. La campaña antiopio del gobierno Qing tuvo éxito, aunque limitado. Sin embargo, si se toma en cuenta la situación caótica y decadente en que se encontraba el país y la desorganización y debilidad del gobierno imperial –que en 1912, después del movimiento revolucionario de 1911, se vio obligado a dejar el poder- esto representó un gran esfuerzo, pues hubo que desechar una fuente importante de ingresos y desafiar muchos intereses de la mayoría de los líderes provinciales y locales. Al establecerse la república con Yuan Shikai como presidente, se continuó con la campaña antiopio, tratando de cumplir con lo que el gobierno Qing había pactado con los ingleses. La importación de opio de la India terminó oficialmente el 1 de abril de 1917, pero todavía quedaban 6 provincias abiertas al tráfico de opio, bajo los términos del acuerdo de 1911. Para 1918, los británicos anunciaron que seis provincias ya habían dejado de producir opio. Al morir Yuan Shikai en 1916 el control del gobierno central quedó dividido entre los militares que dominaban las diferentes provincias. En 1919, el cultivo y el tráfico de opio cobró otra vez fuerza, pues representaba una fuente de ingreso para que los militares financiaran sus actividades políticas y militares y, además, a partir de 1920 se había convertido en un elemento indispensable para llenar sus arcas. Generalmente, los militares establecían un impuesto sobre la producción de opio; algunos de ellos incluso forzaban a los campesinos a sembrar opio y luego les confiscaban la cosecha bajo el pretexto de que era ilícito cultivarlo, y luego ellos lo vendían obteniendo jugosas ganancias. De acuerdo con el informe publicado por la Asociación Internacional Anti-Opio, las provincias de Fujian, Anhui, Guizhou, Yunnan. Henan, Shensi, Gansu y Shandong nuevamente estaban cultivando opio en forma extensa. Para mediados de la década de 1920, alrededor de cinco millones de mou de tierra se usaban para dicho cultivo. Se crearon entonces monopolios locales que no sólo controlaban el cultivo sino también establecían impuestos para el opio que se importaba y exportaba y para su paso de provincia a provincia. El opio de Sichuan, Shanxi y Guizhou, por ejemplo, se enviaba por el río Yangze, y la provincia de Hubei era un punto clave para la distribución hacia las provincias que se encontraban río abajo; lo mismo sucedía con Guangxi, por donde tenía que pasar el opio de Yunan vía Guangdong y Hong Kong. A los consumidores también se les cobraba impuestos. Fumar opio volvió a transformarse en un vicio extendido entre las diferentes clases sociales; esto permitió que los impuestos de los fumaderos de opio y el impuesto mensual a los fumadores se convirtieran en un ingreso fijo para los militares. Los mismos nacionalistas del Guomindang, que supuestamente luchaban por lograr la unificación de China y acabar con los gobiernos militares locales de estos señores de la guerra, en 1927 recolectaron alrededor de un millón de dólares en un mes, producto del monopolio del opio en Guangdong. El que se dedicaran grandes extensiones de tierra al cultivo del opio propició hambrunas en algunas regiones: “En Sichuan, la gente se moría de inanición a causa del opio y la sequía. En Shanghái el tráfico de opio, tanto el proveniente de India como el del interior de China, se hacía en forma abierta y en él participaban funcionarios civiles y militares. En varios distritos de Guangzhou, el opio llegó a ser tan barato que el número de fumadores aumentó considerablemente. En Manchuria, donde cada vez era mayor la intervención japonesa, el opio también se extendía. En esta misma época, empezaron a entrar a China grandes cantidades de morfina con el objeto de curar el vicio del opio, pero después se usó como droga, sobre todo en el norte de China. La morfina llegaba por los puertos de Shanghái, Tianjin, Qingdao, Dairen y Harbin. En la década de 1930 gobernaba en China el Partido Nacionalista, o Guomindang, que después de la famosa Expedición al Norte, a fines de la década de 1920, había logrado la supuesta unificación de todo el territorio chino. El gobierno del Guomindang creo un Comité para la supresión del opio en China y en 1935 aprobó un plan para acabar con su cultivo. De acuerdo con este plan, en las provincias de Jiangsu, Zhejiang, Fujian, Anhui, Jiangxi, Henan, Hubei y Hunan se prohibiría totalmente el cultivo y en Shanxi y Gansu éste se iría suprimiendo paulatinamente. Se enviarían, además, representantes a inspeccionar estas áreas. En ese mismo año se pidió a los gobiernos locales de las provincias, municipalidades y distritos que terminaran el registro de los fumadores de opio y que establecieran comités locales para la supresión de la droga, y construir hospitales para atender a los adictos. De acuerdo con los datos suministrados por el Guomindang, en 1935 había 1 784 733 mou de tierra dedicados al cultivo del opio, y la cantidad producida era de 106 179 285 picules. El gobierno nacionalista planeaba llevar a cabo la campaña antiopio por etapas, hasta llegar a la total prohibición en 1940. Según ellos, tratar de suprimir el cultivo radicalmente sólo propiciaría una mayor importación. En la práctica, el plan nacionalista en contra del opio no alcanzó grandes logros. El escaso control político que tenía el gobierno sobre los líderes provinciales impedía que las medidas dictadas se obedecieran, y en algunas provincias los famosos comités de supresión en lugar de prohibir el cultivo y el consumo del opio lo fomentaban, por lo que el problema seguía creciendo” (Connelly, pp. 408, 409, 410). Los comunistas chinos dirigidos por Mao Zedong llegaron al norte de china después de la Larga Marcha de 1934-1935, y en el área que dominaban empezaron a realizar campañas en contra del opio. Los campos de cultivo de opio se convirtieron en campos de cultivo de alimentos. Entre 1940 y 1945 había en el norte de Shaanxi y en Chahar alrededor de 300 000 fumadores de opio. Con el fin de rehabilitarlos, los comunistas crearon centros de atención organizados en grupos de ayuda mutua, cuyos líderes eran ex adictos que habían logrado romper con el hábito de fumar opio. A los que salían de esos centros se les convencía de que se dedicaran a trabajar en el campo. Además, los grupos de jóvenes y las asociaciones de mujeres se dedicaron a informar a los adictos de los males que ocasionaba el vicio del opio. De acuerdo con las autoridades comunistas, esta campaña dio estupendos resultados. Después de la toma del poder y el establecimiento de la República Popular China en 1949, los comunistas continuaron con su campaña antiopio. Tomando como ejemplo al comisionado imperial Zexu del gobierno Qing, destruyeron el opio y las pipas drásticamente y castigaron a los traficantes. Siguieron con la rehabilitación de adictos, y finalmente lograron acabar con la producción, tráfico y consumo de opio en la década de 1950. En Shanghái se fundó la primera tríada moderna y principal de la época, conocida como la Banda Verde (Qing Bang), que en sus comienzos dirigió el jefe de la policía del sector francés, Huang Jinrong. Al finalizar la dinastía Qing en 1911, el nuevo régimen militar dirigido por el general Chiang Kai-shek, trató de instrumentalizar políticamente a la Banda Verde, y para ello estableció una alianza que le permitiría expulsar a las fuerzas comunistas de Shanghái en la década de 1920 y defender la ciudad de la invasión japonesa de 1937. Más tarde, el líder comunista Mao Zedong utilizó la ayuda de las tríadas para derrocar a Chiang, aunque en 1952 las prohibió para librar de toda competencia al partido comunista. Muchos miembros de la Banda Verde se desplazaron primero a Taiwán, junto con el general Chiang, y luego a Hong Kong, donde lograron subsistir, aunque perdieron gran parte de su poder en beneficio de la 14K, fundada en 1947 por un general del Kuomintang (Partido Nacionalista Chino) que también había huido al producirse la victoria comunista. Otros destinos elegidos por miembros de las tríadas fueron Macao, Singapur y Tailandia, así como diversos países occidentales, donde fueron acogidos por las comunidades de inmigrantes chinos. En las décadas siguientes, Hong Kong, Taiwán y Macao sirvieron de base para el desarrollo de las principales tríadas del siglo XX. Sap Sze Wui (14 K): fundada en 1947 por el general nacionalista Kot Siu-Wong en Guangdong, pero asentada en Hong Kong con ramificaciones en Taiwán y Macao. Chu Luen Pang (Unidad Bambú): se establece cerca de Taipei, la capital taiwanesa, y se extiende a Hong Kong. Sun Yee On (Nueva Virtud y Paz): creada en Guangdong en 1919 y posteriormente se traslada a Hong Kong y Macao. Wo Chi Tau (Federación de la Armonía): fundada en Hong Kong en 1908. Si Hai Pang (Banda de los Cuatro Mares): fundada en Taiwán en 1949. Estos grupos están formados por células que actúan de forma autónoma, sin control de su cúpula central, y coordinan esfuerzos para llevar a cabo operaciones a escala internacional: tráfico de personas, tráfico de drogas, tráfico de armas y órganos, prostitución, extorsión, blanqueo de capitales, falsificación de documentos, promoción de negocios legales mediante tácticas ilegales, discotecas, salones de juego, salas de masaje, apuestas ilícitas, falsificación a gran escala, secuestros, venta de material ilegal… Los miembros del Fuk Ching actúan en la provincia de Fukien, al suroeste de China, y aprovechan sus costas y puertos para trasladar mercancías y a personas a otros países. Por su parte, el Dai Huen Jai (Gran Círculo) fue fundado por integrantes de la Guardia Roja del partido comunista chino, la milicia personal que Mao Zedong empleó para promover su cruenta Revolución Cultural. A su conclusión, muchos guardias rojos se establecieron en Hong Kong y comenzaron a practicar robos de joyerías. Gracias a su relación con el líder de una de las tríadas chinas más activas en Hong Kong, en poco tiempo el Gran Círculo se convirtió en una de las organizaciones criminales asiáticas más activas del mundo: “Todos los estratos de la población fumaban opio: los ricos, los pobres, los funcionarios del gobierno, los comerciantes, los estudiantes, los soldados y hasta los monjes budistas. Los estratos altos podían darse el lujo de comprar el opio patna, era el mejor. Los ricos tenían en su casa un lugar especial para fumar opio, al que conducían a sus invitados durante las reuniones. En algunos lugares durante las épocas de crisis, las familias acostumbradas a fumar opio importado se veían obligadas a fumar opio producido en China. Tal fue lo que sucedió en 1876-1877, cuando las hambrunas de Shandong causaron que decreciera el consumo de opio importado. Los estratos bajos consumían el opio producido en China, y a veces lo mezclaban con un poco de opio importado, generalmente malwa, y aunque sus ingresos eran bajos, dedicaban una parte a la compra de opio. En 1838, un hombre que trabajaba en los barcos haciendo las tareas más pesadas ganaba de cuatro a cinco dólares al mes, un tercio de los cuales gastaba en opio. A fines del siglo XIX, en algunos lugares de china el porcentaje de campesinos que fumaba opio era bajo, porque el ingreso de éstos era tan escaso que no podían comprarlo; sin embargo, en los pueblos y en las ciudades la gente que realizaba los trabajos más humildes y que no podía vivir sin el opio, se abastecía en las tiendas y fumaderos más baratos… Fumar opio constituía todo un rito en el cual era importante el tipo de opio usado y la forma de prepararlo para verterlo en la pipa y consumirlo. El producido en China también se vendía en masas irregulares y era menos sólido. El proceso de preparación pasaba por varias etapas. Primero, el opio crudo se hervía de cuatro a cinco horas a fuego lento, moviéndose constantemente hasta que se obtuviera una consistencia espesa. Luego se extendía y se dejaba reposar en agua durante la noche. Al día siguiente, se colaba el agua en la que se había dejado reposando la masa y ese líquido, que ahora contenía el opio, se dejaba hervir de cuatro a siete horas. Después se vertía en recipientes. Tres libras de opio crudo producían alrededor de dos libras de extracto para fumar. El fumador recostado en un diván, colocaba el extracto en una estufilla para calentarlo y evaporarlo; cuando quedaba hecho una masa porosa lo ponía en la pipa para fumarlo. A medida que el fumador iba sintiendo los efectos del opio empezaba a conversar animadamente, después a reírse sin control hasta que quedaba en un completo silencio que iba seguido de un sueño profundo. El opio estimulaba al fumador, el cual sentía que aumentaba su capacidad intelectual y su deseo sexual. Pero con el tiempo, la adicción afectaba seriamente su salud, especialmente el cerebro, el estómago y el corazón. A través del cerebro se afectaba todo el sistema nervioso; a través del corazón, la circulación de la sangre y a través del estómago todo el aparato digestivo” (Connelly, pp. 413, 414, 415).
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Diáspora
China.
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Loretta Napoleoni en “Maonomics. La amarga medicina china contra los escándalos de nuestra economía” (PAIDÓS, 2011), expone que la apertura de los mercados chinos en los años ochenta había atraído a las Zonas Económicas Especiales a empresarios de la diáspora china que hablaban el idioma y conocían los gustos occidentales: una combinación explosiva ya que estaban en condiciones ideales para explotar la mano de obra baratísima de China y producir a precios muy baratos los bienes en demanda en los mercados más ricos. Los empresarios occidentales llegaron después, cuando ya la obra de los pioneros de Hong Kong y Shanghái habían allanado el camino y las inversiones en China no eran tan arriesgadas. En los años noventa, la delincuencia organizada ha efectuado un proceso análogo. Durante esta década quienes hicieron de puente entre China y los vicios ilícitos de Occidente fueron las tríadas, el crimen organizado originado principalmente en el seno de la diáspora china y que establece vínculos estratégicos con el occidental, más sofisticado y sobre todo globalizado. La estructura de las tríadas se asemeja mucho a la de la n´drangheta. Las células de las triadas son la versión china de la n´drine, pero además su ámbito de actividad es tan variado como el de la n´drangheta, desde trata de blancas hasta falsificación de tabaco. Las tríadas se infiltran en el sotobosque de la ilegalidad y la criminalidad mundial; aprenden parte de las técnicas más sofisticadas de sus colegas occidentales. Según la leyenda, en 1674 el ejército manchú de la futura dinastía Qing prendió fuego al templo budista de la región de Fujian, y en el incendio perecieron todos los monjes menos cinco. Expertos en artes marciales, al extremo de ser conocidos como los Tigres de Shaolin, los supervivientes huyeron al sur de China y fundaron en Guangdong la primera de siete sociedades secretas; se llamaba Tien-ti-jen, Sociedad del Cielo y de la Tierra, y su emblema era el triángulo equilátero, por ello en el siglo XIX los ingleses las rebautizaron el nombre de tríadas. Pero hay una serie de historiadores que atribuyen el nacimiento de las tríadas a razones económicas. La primera en salir a la luz en 1760 en Fujian fue una asociación de ayuda a mercaderes y emigrantes inspirada en el guanxi. En cualquier caso, el poder de las tríadas creció de tal manera que propició que los señores de las sociedades secretas establecieran estrechas relaciones con el poder político y se convirtieran en dirigentes en la sombra del destino del país. Las tríadas participaron en las grandes revueltas que desde la mitad del siglo XVIII sacudieron a China, incluida la de los boxers en 1900, sin incorporarse al proceso de reconstrucción del país tras la caída de la dinastía Qing en 1911, momento en que pasaron a la clandestinidad y, pese a conservar sus ritos seculares, sobre todo el de la iniciación, cambió su propósito y se convirtieron en un medio del poder de grandes grupos familiares que las controlaban. Igual que la mafia a principios del siglo XIX, en los años ochenta las tríadas se internacionalizaron. Hoy en día son cuatro las “Ciudades del Dragón”, puntos cardinales de la brújula del crimen chino: Manchester, Perth, San Francisco y Vancouver. Allí es donde se concentran los grandes grupos criminales asiáticos y de allí parten los tentáculos de su cooperación internacional, avanzadillas del crimen chino con bases en Macao, Taiwán y Hong Kong. Hoy estas organizaciones operan en los cinco continentes, gestionan el 80 por ciento del tráfico de heroína consumida en Australia, controlan gran parte del tráfico de seres humanos en Oriente, son activas en la trata de blancas y lavan el dinero en centros financieros asiáticos, sudamericanos, africanos y europeos. Pero es en Italia donde han adquirido el título universitario en crimen organizado con diploma de honor: “Bastan unas cuantas cifras para explicar la importancia de las mafias italianas en la escala de las tríadas al Olimpo de lo ilícito. Las principales vías de acceso de productos falsos mercadeados en Europa son los puertos, y los italianos figuran entre los más utilizados: de Génova a Giogia Tauro, de Trieste a Palermo y, naturalmente, el de mayor tráfico, Nápoles, donde basta darse una vuelta para comprobarlo en sus muelles abarrotados de barcos cargados de contenedores con el rótulo de China Shipping o de Cosco… Nápoles es el principal portal de entrada en Europa de las falsificaciones chinas, con el 70 por ciento de todas las mercancías destinadas a Italia, que llegan allí dentro de gran parte de los 250.000 contenedores que despacha anualmente la aduana… El fenómeno de las tríadas en Italia es reciente, hizo eclosión hace una década y el principal sector es el de la falsificación de marcas… Hasta hace pocos años la fabricación se hacía en China y a Italia llegaba el material semielaborado para el acabado de calidad que se hacía, sobre todo, en la zona napolitana de Nola y en la provincia de Prato. Desde hace unos cinco años, el proceso de falsificación se ha desplazado totalmente a China y no requiere ya el toque italiano, dado que el producto acabado llega a Europa clandestinamente o mediante técnica de facturación por valor inferior al real. Este salto cualitativo se ha producido en virtud de la cooperación de las tríadas con la camorra que en el pasado ejercía el control de calidad en Italia y de quienes los chinos han aprendido no sólo cómo y qué fabricar, sino, además, cómo realizar estos controles. Actualmente, la camorra ha asumido otros papeles y actúa, por ejemplo, de simple inversor que aporta el capital. Es el caso de la industria de las marcas, que ya contrata a la delincuencia china como intermediaria y ha asumido la contratación de gran parte de la falsificación que antes gestionaba la camorra. Sin embargo, ésta, dado que mantiene el control del territorio, sigue encargándose de mezclar el producto falsificado con el original… Se trata de un estereotipo muy difundido que no corresponde a la realidad, pero que resulta, sobre todo, obsoleto en un mundo caracterizado por la contaminación cultural. Todos los modelos populares acaban por exportarse, o mejor dicho, por copiarse, desde los políticos y los de la canción pop hasta los fenómenos televisivos; la originalidad es efímera. El reciclaje cultural está a la orden del día, y también en este aspecto China, un país que ha sintetizado el modelo comunista y el capitalista en su capi-comunismo, hace escuela en la nueva modernidad… Hoy en día las modas nacen completamente del plagio, o mejor, de la reelaboración de los modelos pre-existentes. El tejido cultural es una mezcla de lo nuevo y lo viejo” (Napoleoni, pp. 292, 293, 295). Déborah Oropeza Keresey en “La esclavitud asiática en el virreinato de la Nueva España, 1565-1673” (2011) identifica que los “cristianos nuevos” portugueses compraban niñas y niños en Asia a fines del siglo XVI e inicios del siglo XVII: Japón (nipones), Macasar (macasares), Java (jaos), Malaca (malayos), Sumatra (malayos), Brunei (borneyos), Siam (sianez de Tailandia), Isla de Flores (endes de Indonesia), Timor (timores), Molucas (malucos), Ceilán (chingalas), Bengala (bengalas), Islas Célebes (buguizes). El Estado da India de Portugal comprendía los territorios de Goa, Cochin y Gujarat en India; Colombo en Ceilán; Bengala; Malaca; Macasar, Tidore, Terrenate en Indonesia; Timor Oriental; Macao en China, Nagasaki en Japón, Mozambique en África. Las Filipinas fueron la base del mercado de esclavos procedentes de India, China, Japón y las regiones actuales de Indochina e Indonesia. Tan lucrativo que un esclavo de 57 u 80 pesos en Manila podía ser vendido en el puerto de Acapulco en 200 o 420 pesos. En México se les decía “chinos” a cualquier asiático que llegara de Filipinas. En México es común encontrar personas que parecen vietnamitas, filipinos, tailandeses, malasios, indios e indonesios. A mediados del siglo XIX, en especial de los años de 1847 a 1874, al menos 1.5 millones de chinos viajaron desde los puertos del sur de China con destino hacia países del sudeste asiático, Australia y el continente americano: Estados Unidos, Canadá, Cuba, Panamá, Perú, Chile, Brasil, Ecuador y México. A partir de 1880, la inmigración china hacia Latinoamérica continuó, pero en números menores, siendo esta mayor hacia Estados Unidos y Canadá. La mayoría de los inmigrantes chinos que se asentaron en Estados Unidos y México venían de Guangdong, localizada en el sur de China. De los puertos de Guangdong salieron la mayor parte de los inmigrantes chinos: Xiamen, Macao, Warupu, Caming, Shantou y Hong Kong. En el transcurso del siglo XIX Hong Kong se convirtió en el principal puerto de la inmigración china hacia Estados Unidos y Latinoamérica. Según el Censo General de la República Mexicana de la Dirección General de Estadística, los principales lugares de entrada de los inmigrantes chinos en 1895-1949: Manzanillo (3,647), Ciudad Juárez (2,355), Salina Cruz (1,950), Mexicali (896), Mazatlán (888), Tampico (745), otros puertos (2,609). En 1895 los estados con mayor población china era Sonora (312), Sinaloa (190), Chihuahua (70), Baja California (60), DF (43), Oaxaca (14). En 1900 Sonora (859), Chihuahua (330), Sinaloa (234), Coahuila (202), Baja California (188) y Oaxaca (81). En 1910 Sonora (4,523), DF (1,487), Chihuahua (1,334), Yucatán (875), Coahuila (773), Sinaloa (671), Oaxaca (262). En 1921 Sonora (3,705), Baja California (2,820), Tamaulipas (2,026), Sinaloa (1,044), Veracruz (857), Yucatán (778) y Oaxaca (164). En 1926 Baja California (5,889), Sonora (3,758), Tamaulipas (2,916), Sinaloa (2,019), Veracruz (1,908), Yucatán (1,726), Chiapas (1,261), DF (1,062), Chihuahua (1,037), Coahuila (707), SLP (288), Oaxaca (254), Nuevo León (216), Durango (197), Zacatecas (113), Campeche (108). En 1930 Sonora (3,983), Baja California (2,982), Sinaloa (2,561), Tamaulipas (2,359), Veracruz (1,400), Chihuahua (1,356), Oaxaca (208). Durante la Revolución Mexicana (1910-1920) hubo agresiones contra la comunidad china en Aguascalientes, Baja California, Chiapas, Chihuahua, Coahuila, Durango, Oaxaca, Nuevo León, San Luis Potosí, Sonora, Zacatecas y Veracruz. En 1910 en Oaxaca estaban en Tehuantepec (137), Juchitán (84), Cuicatlán (10), Centro (17), Pochutla (4), Tuxtepec (3), Ocotlán (2), Villa Alta (1) y Ejutla (1). En 1919 en Juchitán (89), Tehuantepec (63), Pochutla (6), Centro (11), Cuicatlán (8), Tuxtepec (1). En la década de 1930, el éxito económico de los chinos, algunos judíos y turcos, provocó que comerciantes de Oaxaca buscaran su expulsión del estado ante la SEGOB, que no prosperó porque los indígenas se sentían identificados con los chinos. En 1949, producto de las campañas antichinas, hubo una drástica reducción de la población china (migraron a Estados Unidos, a otros estados o regresaron a China con sus familias mexicanas): Tamaulipas (723), DF (623), Baja California (618), Veracruz (537), Chihuahua (520), Oaxaca (38). Los detractores de la inmigración china vinculaban la degeneración racial con el uso de las drogas. Cuando Venustiano Carranza fue gobernador de Coahuila durante la presidencia de Madero había buscado prohibir no sólo la importación del opio sino también su producción. A nivel internacional surgieron convenciones internacionales que buscaba combatir el uso de las drogas, por lo que empezaron a ser más difíciles de adquirir. Se dio un crecimiento en el contrabando de drogas y aumento de su precio. Durante la Segunda Guerra Mundial el gobierno de Estados Unidos fomentó el cultivo de la planta en México, pues sus fuentes de abastecimiento en Asia se habían cortado. La goma de amapola era fundamental para las tropas estadunidenses, porque se utilizaba para elaborar la morfina con que se calmaban a los heridos. Esta situación se mantuvo durante la guerra contra Corea, y la primera etapa del conflicto en Vietnam. La flor desplazó a otros productos en la región conocida como el “Triángulo Dorado”: Sinaloa, Durango, Chihuahua. Era común encontrar la amapola en los jardines públicos de la Ciudad de México, Oaxaca o Guadalajara, o a la venta en los mercados. Durante la guerra de Vietnam, las tríadas se dedicaron al tráfico de heroína. Más tarde crearon una base de operaciones en Ámsterdam para seguir surtiendo de droga a los soldados estadounidenses que habían sido destinados a Europa. Desde los años ochenta y principios de los noventa, la mayor parte de la heroína producida en los países limítrofes del Triángulo Dorado (Tailandia, Laos, Myanmar) se traslada a los mercados internacionales a través de las rutas que se internan en China. Años más tarde, el aumento del consumo interno de esta droga y sus efectos anima al gobierno a reprimir esta práctica, lo cual fomentará la sustitución de la heroína por la efedrina, sustancia precursora de las anfetaminas, como principal producto del tráfico ilegal. En 2024 Washington acusa a Pekín de complicidad en el comercio del fentanilo, un opioide sintético que es 50 veces más poderoso que la heroína: “Con la llegada de los inmigrantes chinos a México se establecieron fumaderos de opio en barrios chinos y en las ciudades fronterizas. No se puede generalizar que todos los inmigrantes de esta nacionalidad hayan sido fumadores de este narcótico, si bien existieron consumidores de esta droga entre los miembros de este grupo étnico. Hay que destacar que los fumaderos de esta sustancia, en algunos casos fueron negocios bastante lucrativos, en donde además se realizaban apuestas de juego, y que no solamente eran frecuentados por individuos de nacionalidad china, sino que también era común la asistencia de mexicanos con estilo de vida bohemio, como algunos artistas jóvenes de la época. También era frecuente la asistencia a estos fumaderos de burócratas e individuos pertenecientes a la política mexicana. Se tiene conocimiento de algunos casos de consumo de opio entre trabajadores chinos y mexicanos en los campos algodoneros del norte del país, durante la construcción de ferrocarriles como el del istmo de Tehuantepec y en las ciudades fronterizas… El uso del opio por parte de algunos trabajadores chinos no fue un fenómeno exclusivo de México. En otros países de América Latina como Cuba y Panamá hubo casos del empleo de esta sustancia entre los trabajadores chinos. Algunos inmigrantes de esta nacionalidad consumían este narcótico para mitigar la nostalgia por sus familias que se habían quedado en China y para olvidar su propio sufrimiento. A pesar del endurecimiento contra el uso de drogas a finales del siglo XIX y principios del XX, el opio en bruto se podía conseguir con facilidad en boticas de una manera legal. Además de los fumaderos de opio chino, también existieron lugares conocidos como “salones orientales” a la usanza de los que existían en París durante la misma época, en donde consumían este narcótico bohemios y aristócratas; incluso uno de estos salones fue propiedad de José Yves Limantour, Secretario de Hacienda durante el gobierno de Porfirio Díaz y uno de los principales líderes del grupo de los científicos. También existieron lugares mucho menos lujosos para el uso de este narcótico conocidos como tugurios, que estaban lejos de todo el lujo de los salones orientales, pero que fueron frecuentados por jóvenes artistas como Juan José Tablada y Julio Ruelas, entre otros, quienes sentían una fascinación por Oriente conocida como “orientalismo”… Muchos periódicos de la época acusaron a la organización política china Chee Kung Tong de promover el juego y el consumo de opio y de ser dueña de muchos de los fumaderos de este narcótico. Se reconocía la existencia de estos fumaderos en la Ciudad de México, Mazatlán, Mexicali y Piedras Negras…” (González Cruz, pp. 53, 54, 55).
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Prejuicios.
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El CONAPRED y el “Poder Prieto” banalizan la discriminación, las tres causas principales de discriminación a nivel mundial no incluyen el color de la piel: 1) abolengo o apellido ilustre, 2) belleza y 3) talento. La belleza no es subjetiva, cumple leyes matemáticas y geométricas: equilibrio, proporción, simetría, armonía. Es más reconfortante pensar que una persona es discriminada por su color de piel –o por su sexo u orientación sexual-, que por no provenir de familias de abolengo (no tener contactos de alto nivel), ser feos o no tener talento. La lógica indica que la belleza es apreciada porque es un bien escaso, es un bien posicional. En Egipto, Grecia y Esparta la belleza era un atributo de la realeza, por deducción la fealdad es democrática. La genética lo único que revela son las condiciones de vida de nuestros antepasados. Si una persona fea es adinerada, asumimos que es dinero nuevo. Si una persona bella es pobre, asumimos que es de linaje noble, la pobreza no ha tenido tiempo para destruir la belleza. Si el capitalismo es el responsable de la inversión de los valores éticos y estéticos, la posmodernidad es la responsable de que la belleza sea subjetiva: relativismo epistemológico. En México es común que la gente se queje de que “su talento no es valorado”. Grave error, el talento es valorado, pero no por encima del apellido y de la belleza. Estas tres variables no siempre son fijas, incluso pueden jugar en contra si se consideran una amenaza para los valores democráticos. El apellido no funciona si el evaluador no tiene apellidos. De nada te sirve el apellido Álvarez de Toledo si tu evaluación depende de Pedro Sánchez, Pablo Iglesias o Irene Montero. La belleza masculina y femenina tampoco funciona si el evaluador es del mismo sexo. Incluso el talento si el evaluador carece de ellos. Supongamos que el Estado monopoliza la filosofía, ¡Sócrates, Platón y Aristóteles ya hubieran sido rechazados! O la música, ¡Mozart, Beethoven y Wagner ya hubieran sido rechazados! O en el arte, ¡Giotto, Fra Angelico, Miguel Ángel y Leonardo Da Vinci ya hubieran sido rechazados! O en el modelaje, ¡Cindy Crawford, Claudia Scheffer, David Gandy o Henrik Fallenius ya hubieran sido rechazados! Las tres variables de discriminación a nivel mundial son tradicionales y aristocráticas: la sangre o el apellido, la belleza y el talento. Pero la democracia liberal posmoderna invierte esas variables. El mayor enemigo de la ciencia actualmente es la Universidad: los ideólogos y los charlatanes han desplazado a los filósofos y los científicos. La misión de la Universidad Medieval era crear los marcos interpretativos de la realidad, la misión de la Universidad posmoderna es restringir los marcos interpretativos de la realidad a las falacias epistémicas de los grupos funcionales al poder político. Francia niega la realidad desde la década de 1970, Estados Unidos creó la ideología progre, Alemania es una broma, a Suecia ya la alcanzó la realidad, y sólo Reino Unido es un jugador serio. La máxima prueba de dignidad es negarse a recibir premios mediocres de instituciones mediocres en manos de gente mediocre. La política es el único espacio donde se consideran peligrosos los apellidos, la belleza y el talento. En los contextos institucionales ocurre una discriminación a la inversa con el monopolio del Estado. Sólo en la política existen perfiles que difícilmente tendrían cabida en el mundo laboral. Y quienes sí lo tienen, tienen que lidiar con esos perfiles. Otro tipo de discriminación proviene de la dieta, ser feo es sinónimo de ser pobre durante varias generaciones, la fealdad es un testimonio genético de la pobreza. ¿Para qué querría China la democracia liberal? En China, la democracia de corte occidental va asociada a tres grandes catástrofes políticas: la desintegración del bloque soviético consiguiente a la apertura de Gorbachov; la democracia popular de la Revolución cultural china, impulsada por Mao con las purgas, y la independencia de Taiwán tras la huida de Chiang Kai-shek de China. Por tanto, la democracia es sinónimo de caos, de ausencia de control, y esa visión apocalíptica ha contribuido a cimentarla el PCCh. Retrocedamos al fatídico año de 1989, marcado por dos acontecimientos en apariencia opuestos: la represión de la plaza de Tiananmen y la caída del Muro de Berlín. Son estos dos sucesos los que marcan la pauta del proceso de globalización e influyen sobre las futuras políticas económicas mundiales. La izquierda occidental se rompe en pedazos y el neoliberalismo se impone como único modelo triunfante. En la euforia de la victoria, muy pocos intuyen que la globalización representa para Occidente el final de su primacía económica. Occidente aún ve la respuesta armada de Pekín en la plaza de Tiananmen como una represión violenta a la democracia de corte occidental, y la demolición del Muro de Berlín como una señal de su triunfo sobre el mundo comunista. Interpreta el final de la guerra fría como una victoria evidente del sistema democrático y considera que los soviéticos han sido afortunados por abrazar ese sistema y a los chinos desgraciados por haber seguido siendo comunistas. China acaba sustituyendo así, en el imaginario colectivo occidental, al enemigo soviético. Un régimen dictatorial que no respeta los derechos humanos, un país hipócrita que falsea datos económicos y explota perversamente a los trabajadores, una nación que dista mucho de poder aspirar al papel de primera superpotencia del mundo globalizado. A la luz de los objetivos económicos alcanzados en los últimos treinta años, China ha gestionado el proceso de globalización mejor que las democracias occidentales. Desde aquel lejano 1989, las condiciones medias de vida de los chinos han mejorado radicalmente, mientras que en la Europa del Este y en los territorios de la vecina Unión Soviética, donde ha arraigado la democracia de tipo de occidental, la pobreza y el analfabetismo están a la orden del día. Por no hablar de Irak y Afganistán, donde la exportación bélica de la democracia ha desencadenado una guerra civil. En Occidente existe un reality show político que se llama “superdemocracia”. Los personajes son los políticos de los países del antiguo bloque comunista, concursantes con escaso talento democrático pero que calcan los modelos de comportamiento de los políticos occidentales, también de escaso talento. La Rusia democrática ha llevado al poder a gente que ha vuelto a generar pobreza, desigualdad, corrupción y que ha favorecido la extensión del crimen organizado. A partir de 2001, pronto se hizo evidente a nivel mundial el desastre de exportar la democracia occidental con las imágenes del “Irak democrático” en llamas, la explosión de la producción de opio en Afganistán y las acusaciones de fraude en las elecciones afganas de Hamid Karzai, bajo cuyo mandato aumentó la corrupción y la criminalidad. Y es que la democracia liberal más allá de los defectos conceptuales que tenga como sistema político, ha servido para expandir la corrupción, el desastre y el crimen organizado: “Los chinos no tienen interés en exportar nuestra democracia porque no se adapta a la realidad china. Pekín es perfectamente consciente de que el sufragio universal se puede introducir con relativa facilidad en un país en transición, pues basta con convocar elecciones. Pero no es tan fácil respetando las leyes. En el reality show de la superdemocracia es fácil votar al candidato con quien nos identificamos, pero es casi imposible evaluar si posee realmente los valores que nosotros, y no nuestros políticos, consideramos indispensables. ¿Será de verdad como dice? ¿Cederá a la corrupción? … Visto desde Pekín, no tiene importancia que se vote o no en Irak o Afganistán, naciones paralizadas por guerras que han destruido la estructura misma de la sociedad civil, países en los que cientos de miles de personas han sido asesinadas y muchas más han sido desplazadas. En estas democracias no hay respeto por la ley, que es el único instrumento que limita el poder que el pueblo deposita en manos de sus representantes. La democracia dicta las reglas y la ley las hace respetar; es el principio del buen gobierno. Sin ley las reglas no son más que palabras. Pero mientras que la democracia como “técnica” puede exportarse, el espíritu del respeto a la ley es una conquista cultural imposible de importar a un pueblo… Así pues, China se inspira en el éxito de algunos países asiáticos, los llamados Tigres: Singapur, Hong Kong, Taiwán y Corea del Sur, que no son países democráticos, sino sociedades en las que está arraigado el respeto a la ley. Los Tigres asiáticos han sabido crear un nuevo tipo de gobierno, el Estado del desarrollo, en el que la legitimidad no va ligada a elecciones democráticas, sino a la habilidad de quien dirige y sostiene un crecimiento económico constante. Deng los tomó como ejemplo desde el momento de que se convenció de que el Partido Comunista, si quería sobrevivir, tenía que modernizar el país. El primer paso fue el de reintegrar el beneficio al centro de la economía. A finales de los años setenta, Deng sabía bien que la lucha de clases pertenece al pasado, al maoísmo que la utilizó como medio para reconfigurar la identidad nacional. No sabiendo qué hacer con esa arma, recurrió a los distintos instrumentos de la economía de mercado. Paradójicamente, sólo de ese modo podrá completarse la obra iniciada por Mao –recrear la Gran China- y también la marxista, superando la fase de la dictadura del proletariado, para que surja una sociedad nueva y moderna. Ésta es, pues, la receta de la nouvelle cuisine china de Deng: marxismo con salsa capitalista… La fórmula funciona y los chinos abandonan la lucha de clases por la del mercado, aun a riesgo de ser discriminados económicamente, porque gracias al incentivo del beneficio esperan ser de los primeros en enriquecerse” (Napoleoni, pp. 73, 74, 76, 77). El punto de quiebre en Estados Unidos fue el globalismo de Barack Obama y Hillary Clinton, y el discurso antimigratorio, antiglobalista y proteccionista de Donald Trump frente a China y la Unión Europea: Make America Great Again! Las nuevas izquierdas neoliberales son globalistas y las nuevas derechas neoliberales son antiglobalistas. Tienes al politólogo Agustín Laje en el Congreso de Argentina denunciando el globalismo en 2024 y al activismo de izquierda y la derecha progre promoviendo la Agenda 2030. Si existe alguna forma de definir las economías modernas es la palabra sacrificio, los economistas son los sacerdotes modernos y los nuevos templos globales son los organismos supranacionales. Los chinos hasta hace treinta años no eran los turistas más codiciados del mundo, tampoco enviaban a sus cuadros a la Universidad de Oxford y la Universidad de Cambridge. China hizo posible la creación de la clase media más grande del mundo, y mientras el ultra-liberalismo provocó una de las crisis económicas más grandes de la historia y recibió rescates bancarios con dinero público, la intervención estatal china salvó las finanzas del colapso. El capitalismo comunismo chino no sólo ha funcionado, ha superado el neoliberalismo occidental. China tiene asegurada su energía renovable en Mongolia (“La Nueva Muralla China”), su crudo en África (“Milagro de Angola”) y su conexión con el extranjero (“La Nueva Ruta de la Seda”) sin entrar en los conflictos militares de las potencias europeas, Estados Unidos y Rusia. A diferencia de Occidente y Eurasia donde las privatizaciones generan monopolios rentistas que obstaculizan la competencia, corrompen la democracia y dirigen las políticas gubernamentales a su favor (oligarquía), China pone a competir a sus empresas: China National Petroleum Corporation, China Petroleum & Chemical Corporation, China National Offshore Oil Corporation. Ningún banco en Occidente y Oriente maneja el volumen de activos de los bancos chinos, tanto por el tamaño de su población, como por los proyectos de desarrollo: Industrial & Commercial Bank of China (USD$4,027 billones), China Construction Bank Corp (USD$3,377 billones), Agricultural Bank of China (USD$3,287 billones), Bank of China (USD$3,092 billones). Por encima del Mitsubishi UFJ Financial Group (USD$3,069 billones), JP Morgan Chase (USD$2,727 billones), HSBC Holdings plc (USD$2,558 billones), Bank of America (USD$2,354 billones), BNP Paribas (USD$2,336 billones), Credit Agricole (USD$2,123 billones). El lugar que ocupa actualmente China está pavimentado de sacrificio: los miles de chinos que perdieron la vida en las compañías ferroviarias americanas del siglo XIX en Estados Unidos, Canadá y México, los que sobrevivieron se convirtieron en comerciantes en las primeras décadas del siglo XX; los 38 millones de campesinos muertos en el “Gran Salto Adelante” (1958-1961) de Mao, la mayor hambruna del siglo XX y de toda la historia conocida; las campesinas reconvertidas en obreras semi-esclavas de las Zonas Económicas Especiales, el inicio de la mayor migración de la historia: 200 y 250 millones de inmigrantes jóvenes que trabajan de diez a doce horas al día por bajos salarios para ensamblar juguetes de baja tecnología hasta computadoras y iPhones. La gran paradoja es que la explotación de la fuerza de trabajo oriental por parte de Occidente es una constante en cualquier parte del planeta y, sin embargo, la opinión pública mundial sigue pensando que los explotadores son de piel amarilla. Generaciones de chinos han sido sacrificados, pero pueden justificar el presente. Algo que no pueden hacer la gran mayoría de democracias liberales de economía neoliberal en el “fin de la historia”. Uno de los casos más dramáticos en América Latina es el de los argentinos. En 1996 el canal TN de Buenos Aires mostraba en un barrio de Rosario a un grupo de personas asando un gato en la parrilla y dos gatos colgados de ganchos. Fue noticia nacional: “En Rosario hay hambre, y la gente come gatos”. En 2002 “La Vanguardia” de España informaba que un barrio de chabolas de Quilmes, cercano a Buenos Aires, la pobreza obligaba a sus habitantes a comer ratas, sapos, gatos y caballos. En México, en 2022 una cámara captó al “comegatos” de Azcapotzalco, un señor de 54 años con el cadáver de un gato crudo, que se llevó a la boca. En 2023 circuló una grabación del “comeperros” de Guanajuato, un indigente de 25 años comiendo un perrito. Sólo en el neoliberalismo son posibles grandes brechas de desigualdad sin Estado de Bienestar. En el caso de Argentina –y de México-, la democracia liberal es sinónimo de caos, corrupción, crimen organizado y destrucción económica. Siguiendo las recetas del FMI desde Carlos Saúl Menem –y en el caso de México desde Miguel de la Madrid-, los argentinos viven en la pobreza desde la década de 1990: Fernando de la Rúa, Adolfo Rodríguez Saá, Eduardo Duhalde, Cristina Fernández de Kirchner, Mauricio Macri, Alberto Fernández. En 2023 Javier Milei recibió una Argentina con 142% de inflación, un nivel adquisitivo de risa, una economía de trueque y cocinas del hambre. Con un 40% de la población en la pobreza y un 18% en la pobreza extrema. La solución que vende Agustín Laje –y Javier Milei- es fraudulenta desde la década de 1990. Argentina no es como China por dos razones: la democracia liberal y el neoliberalismo. Argentina no es como Singapur, Hong Kong, Taiwán y Corea del Sur, por una razón: no existe el respeto a la ley. Argentina tampoco va a ser como Estados Unidos porque el sueño americano ya se acabó: pobreza salarial, alto costo de la vida, crisis de la vivienda. Los estadounidenses están huyendo a España y México. Sólo los venezolanos, los cubanos, los colombianos, los haitianos y los centroamericanos quieren ir a Estados Unidos. Agustín Laje pasa más tiempo en España y México que en Estados Unidos y en Argentina. La democracia liberal permite que cualquier payaso llegue al poder y el neoliberalismo que haga lo que quiera: “En 2001, el PIB de China era un 39% del de Estados Unidos (en términos de paridad de poder adquisitivo). Hacia 2008 el indicador había aumentado hasta un 62% y en 2016 el PIB chino era ya, utilizando el mismo criterio, un 114% del estadounidense, y es probable que en los próximos cinco años aumente todavía más y de forma más marcada. Este cambio no solo ha transformado China sino también el resto del mundo. Por ejemplo, previendo el aumento de la clase media china, un empresario de Pekín ha comprado tres mil hectáreas de cultivo en el centro de Francia con el objetivo de abastecer de harina las más de mil boulangeries que planea abrir por todo el país. Hu Keqin, el empresario en cuestión, espera que el gusto de los chinos evolucione más allá de los alimentos derivados del arroz y ve en ese cambio un potencial “inmenso”. Si esta noticia genera inquietud en Francia por los efectos que la exportación de harina puede tener sobre el precio del pan, otro tanto ocurre con la industria del vino, un ámbito en el que, solo en 2017, las exportaciones a China aumentaron un 14% hasta rondar los doscientos veinte millones de litros. La previsión es que en los próximos cinco años las exportaciones del vino francés a China superen los veinte mil millones de dólares, una buena noticia para los viticultores franceses, pero no tanto para los consumidores locales. El hecho de que en los últimos años muchos de los viñedos más famosos de la región de Burdeos hayan sido adquiridos por celebridades como la actriz Zhao Wei o el magnate Jack Ma (que posee cuatro, incluido el famoso Château de Sours) ciertamente ha causado irritación, pero no tanto como el hecho de que, además, algunos hayan sido rebautizados con el propósito de hacerlos más atractivos a los consumidores chinos. El Château Senilhac en Médoc se llama ahora Château Antilope Tibetaine (antílope tibetano), el Château la Tour Saint-Pierre se ha convertido en Château Lapin d´Or (conejo dorado) y el Château Clos Bel-Air es ahora Château Grande Antilope (gran antílope). El que se desdeñen nombres prestigiosos que se habían forjado una reputación a lo largo de los siglos quizá resulte inaceptable para los puristas, pero el ascenso de Oriente también está teniendo otros efectos y causando cambios en aspectos aparentemente mundanos del mundo que nos rodea… La Asociación Internacional del Transporte (IATA, por sus siglas en inglés) espera que el número de pasajeros que viajan cada año en avión casi se haya duplicado en 2036, cuando, se calcula, rondará los siete mil ochocientos millones, un aumento impulsado en gran medida por la población cada vez más próspera de Asia, con China, India, Turquía y Tailandia a la cabeza” (Frankopan, pp. 33, 34).
Gluttonouslop © |
Autor del texto: Armando Ossorio ©
※ XPOFERENS
※
“Y, sin embargo, el flujo de dinero extranjero hacia la capital británica
entre 1999 y 2014 contribuyó de forma decisiva al aumento de los precios de las
viviendas caras, así como a la creación de un efecto “goteo” sobre las
propiedades menos costosas. De acuerdo con los cálculos de un experto en la
materia, sin la avalancha de capital extranjero los precios de la vivienda en
Londres habrían sido un 19% más bajos a lo largo de ese período. Una parte
sustancial de ese capital provenía de Rusia. Entre 2007 y 2014, cerca del 10%
de todo el dinero gastado en bienes inmuebles en la capital del Reino Unido era
de origen ruso, y la proporción aumenta a más del 20% en el caso de las
viviendas con un valor superior a los diez millones de libras esterlinas. La
llegada de capital chino a los mercados residenciales de otros países también
ha crecido como la espuma: en 2016, los ciudadanos chinos compraron en el
extranjero viviendas por más de cincuenta mil millones de dólares; y el año
siguiente invirtieron otros cuarenta mil millones. Y eso sin incluir el capital
destinado a la compra de inmuebles comerciales en Londres, que en 2017
representó una tercera parte de las inversiones de este tipo en la ciudad. La
historia es similar en otros lugares. En 2016, compradores chinos adquirieron
propiedades en Vancouver en tales cantidades que los precios aumentaron a un
ritmo del 30% mensual en comparación con el año anterior, lo que llevó a las
autoridades locales a introducir un impuesto del 15% sobre los bienes inmuebles
adquiridos por extranjeros en un intento de calmar el mercado. Es posible
encontrar presiones semejantes en otras partes de Canadá, así como en San
Francisco, Australia, Nueva Zelanda y ahora también el Sudeste Asiático. Los problemas
de quienes no pueden permitirse comprar una vivienda quizá no tengan sus raíces
en las rutas de la seda, pero sí forma parte del relato de un mundo cuyo centro
de gravedad económico se está alejando de Occidente”.
Peter Frankopan.
Las nuevas rutas de la seda. Presente y futuro del mundo.
CRÍTICA.
"Non
nobis Domine, non nobis, sed nomini tuo da gloriam".
MihifuHi © |
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